miércoles, 30 de mayo de 2012

almas gemelas

(área de descanso nº 182)
Qué alegría, vivir
sintiéndose vivido.
Rendirse
a la gran certidumbre, oscuramente,
de que otro ser, fuera de mí, muy lejos,
me está viviendo.
(Pedro Salinas, "La voz a ti debida")

(Richard Feynman en acción)
Tengo la manía de trasladar lo que aprendo de lo microscópico al mundo macroscópico. Estudiar la Física de partículas es una oportunidad de oro para hacerme con una comprensión un tanto distinta de lo que puedo ver a diario. Encajar las piezas es entretenido. No trato de obtener razonamientos incuestionables, leyes o explicaciones ortodoxas, pero sí me divierto comprobando que, compuestos como estamos de fermiones que juegan con bosones (valga la simplificación), nuestro comportamiento debería parecerse en algo al de esos pedacitos de materia que somos y nos rodean por doquier. Es una abstracción que puede ser gratuita, pero no me importa. A fin de cuentas, me ayuda a entender mejor lo que voy aprendiendo de ese misterioso universo invisible a simple vista.
Así, cuando pienso en el principio de incertidumbre de Heisenberg, me vienen a la cabeza comportamientos en que la influencia de alguien que solo observa acaba alterando la actuación de otros. El experimento del gato de Schödinger me hace reflexionar acerca de la conveniencia de lanzarse a la acción, de aventurarse, cuando se necesita una respuesta concreta y no la eterna indefinición. También, ciertos estados cuánticos me recuerdan la contradicción de los seres humanos, sus cambios de parecer, sus dudas, sus absurdos procederes... Bueno, y así con todo.
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"Creo que puedo afirmar con seguridad que nadie entiende la mecánica cuántica", dijo en una ocasión Richard Feynman. Me quedo más tranquilo si él lo dice, pensaba que solo era cosa mía. Nadie entiende la mecánica cuántica, nadie entiende a las personas. Empero, hay partes de la Física algo más comprensibles y también sirven como buenas fuentes para extraer paralelismos. ¡Qué decir de la Termodinámica, con sus entalpías y sus entropías! Precisamente, reflexionando en un vídeo de Feynman en que habla del fuego (y de más cosas), me dio por pensar en eso de las almas gemelas. La primera vez que alguien me habló de las almas gemelas, me quedé como si hubiera leído en el diario cómo funciona la caja de cambios del Ford-Lotus. En fin. No parece complicado, pero es como asomarse una vez más a un mundo de partículas subatómicas con vida propia. Pienso que debe de ser tal como dice Feynman: él habla de lo físico y yo lo traslado a lo mental y emocional. En principio, y no sé ni el cómo ni el cuándo ni el porqué, esas "almas" estuvieron unidas de algún modo o comparten una forma de relacionarse íntimamente. Luego, por esas cosas de la vida, se fueron cada una por su lado aunque manteniendo, sin ni siquiera ser conscientes de ello, una mutua fuerza de atracción, el deseo de permanecer siempre unidas, a pesar de las distancias y los vacíos. Y de nuevo, superados los obstáculos por el efecto de cierta chispa, la unión se hace finalmente inevitable e intensa, como debería haber sido desde el principio. Sigo sin entenderlo del todo, pero me parece fascinante. Un día, te encuentras con alguien, empiezas a conocer a esa persona y te das cuenta de que algo en el interior está vibrando en la misma frecuencia. Entonces, ya nada puede detener el proceso...

Recomiendo echarle un vistazo al vídeo enlazado a continuación, porque Feynman lo explica de modo genial (el fenómeno físico, lo de las almas gemelas es cosa mía).
¡Ah!, la parte en que viene a decir algo así como que un árbol encierra dentro de su materia un sol en miniatura... uf, es algo insuperable. ¿Hay mejor forma de describir los trasiegos de materia y energía?
Me vuelven loco estos físicos que hablan como poetas.

viernes, 25 de mayo de 2012

un poco de té

(área de descanso nº 181)

Después de recoger todos los trozos de la vajilla destruida en el post anterior, descubro con agrado que al menos una taza de té ha quedado intacta. No es mal momento para rellenarla con la bebida caliente y disfrutar de algo de serenidad, sorbo a sorbo.

Las cosas suceden así. Alguien me dijo una vez que el universo entero continuamente está conspirando para lograr tu felicidad. Dicho así, cuesta creerlo. Hay casos que parecen un complot en sentido opuesto... Empero, con el tiempo también he aprendido que somos transformados de acuerdo a lo que tenemos como objeto de nuestra contemplación y, también, que no es difícil que hallemos precisamente eso que estamos buscando con diligencia. Cuando algo llena nuestra mente, termina por colorear nuestros pensamientos según su propia sustancia. Hay quien prefiere la expresión todo es del color del cristal con que se mira. No sé si se trata exactamente de lo mismo, puede que haya algún matiz distinto, pero sirve como frase de apoyo.

Mientras pensaba cómo salir del pozo anímico en que me sumí después de la rotura de la vajilla, una antigua historia se cruzó en mi camino.
El relato es algo así:
Un campesino, agobiado por lo dura que se le hacía su vida, acudió a consultar a un hombre sabio de su aldea en busca de consejo. El granjero no tenía ni idea de cómo iba a sobrevivir y estaba dispuesto a rendirse. El hombre sabio le propuso una ilustración. Tomó tres recipientes, vertió agua en ellos y los colocó sobre el fuego de su cocina. Cuando el agua comenzó a hervir, echó en uno un pequeño manojo de zanahorias, en el otro unos huevos, y en el tercero un puñado de hojas de té. Dejó que el agua hirviera durante un tiempo y luego retiró los recipientes del fuego. Finalmente, depositó en tres cuencos el contenido de los recipientes.
 - Dime qué ves -le preguntó al agricultor-.
 - Zanahorias, huevos y té -obviamente, le responde este-.
Entonces, el hombre sabio le dice que pruebe cada uno de los cuencos y que extraiga sus propias conclusiones.
Las zanahorias, que eran de textura consistente cuando estaban crudas, se habían reblandecido por efecto del agua hirviente. En cambio, los huevos crudos, gelatinosos dentro de su cascarón, se mostraban ahora sólidos al pelarlos después de ser cocidos. Por último, el agua en que habían hervido las hojas de té se había convertido en una infusión aromática.
¿Cuál era el significado de todo esto? Lo que el sabio quería explicarle al campesino era que cada uno de estos tres ingredientes había experimentado la misma adversidad, el agua hirviendo, y sin embargo cada uno de ellos había reaccionado de una forma distinta.
Hay quien se muestra firme y decidido, pero tras verse expuesto a dificultades se acobarda y se vuelve pusilánime. Por el contrario, hay otros que aunque parecen frágiles se endurecen en la adversidad, y su interior tierno se hace más severo. Por último, hay personas tan especiales que, cuando son atrapadas por el conflicto, ellas mismas son capaces de transformar el medio en que se encuentran y convertirlo en algo mejor.

Es inevitable que la fatalidad, tarde o temprano, llame a la puerta. Cuando llega ese momento, por nuestra reacción se nos permite conocer de qué estamos hechos. Y conocida nuestra reacción, todavía podemos decidir cómo queremos actuar a partir de ese instante.
Por ahora, yo me quedo bebiendo mi taza de té.

miércoles, 23 de mayo de 2012

los platos rotos

(a cubierto, esperando que escampe... -y no escampa-)

En un principio, Dios creó los cielos y la tierra. Así comienza Moisés el relato del Génesis. Y a las pocas líneas ya tenemos al ser humano tal y como lo conocemos: un sujeto adicto a la autojustificación, a eludir responsabilidades y a cargar las culpas sobre espaldas ajenas. Menudo diálogo:
- ¿Has comido del fruto que te dije que no comieras?
- ¿Quién? ¿Yo? Hemmm... bueno, pero la culpa es de la mujer que creaste, que fue la que me persuadió...
- ¿Quién? ¿Yo? Esto... ejhemm... pero la culpa es de la serpiente que creaste, que fue la que me incitó...
Imagino que la serpiente acabaría hablando por los humanos y confirmando las sospechas: tienes la culpa de todo por habernos creado a todos. Y así se resuelve el tema. Luego, a esto lo llamamos "libertad". Media verdad. Si la libertad es lo que me permite hacer lo que me venga en gana, también es cierto que esa misma libertad es la que me obliga a asumir las consecuencias que deriven de mis acciones.

Pienso en estas cosas cada vez que asisto, una vez más, a la actualización de la antigua historia. Moisés debía de ser un visionario. Jugamos a la pelota, rompemos el cristal de la ventana de la señora Paca, y le echamos la culpa a Juanito porque ha sido el último que ha tocado el esférico criminal. Los demás ponemos cara de santitos, de no haber roto un plato en la vida.
No sé si fue Napoleón o si fue JFK quien dijo (y da bastante lo mismo quién lo dijera, porque estas frases van de boca en boca y se le acaban atribuyendo a quien mejor nos parezca): El éxito tiene muchos padres, pero el fracaso es huérfano. Así que cuando las cosas van bien es porque somos (¡soy!) la repera, pero cuando van mal es porque hay unos cuantos malnacidos que nos están haciendo la pascua al resto. Y si le preguntáramos a esos malnacidos qué rayos están haciendo, seguro que nos dicen que las cosas van mal porque otros se lo han cargado todo. Preguntando a los otros, nos indicarían que otros otros son los responsables, y así seguiríamos sin poner fin a la cadena de presuntos culpables...
Cuando ignorábamos lo que era la escasez o las privaciones y vivíamos a todo trapo burbujil y burbujeante, engatusados por la abundancia, los lujos y las comodidades, no abríamos la boca aunque ya se estaba gestando la debacle. Ahora decimos que estamos retrocediendo en el tiempo, que nuestra forma de vida será la de hace décadas. No lo creo. Hay formas de entender la vida que ya hemos asumido firmemente y que no veo posible que retrocedan (pensemos, por ejemplo, en el papel de la mujer en el hogar hace unas décadas, en la irrupción de nuevas tecnologías, avances científicos... y cómo eso ha transformado nuestra cotidianidad, etc). No creo que estemos abocados a un retroceso en el tiempo, sino a un desplazamiento en el espacio: cada vez somos más sureños. Es como si, según las previsiones más sombrías de los agoreros de turno, Grecia, Portugal y España viajaran hacia regiones subsaharianas del siglo XXI. De cumplirse, quizás ahora nos toque comprobar a nosotros, a quienes nos hemos acostumbrado a vivir sin que nos falte de nada, cómo se vive en regiones paupérrimas del mundo en que faltan tantas cosas esenciales. Regiones extensas que, mira por dónde, también existen, aunque en numerosas ocasiones las hayamos ignorado con nuestra visión de nuevos ricos. Puede ser dramático. Pero sobreviviremos de todas formas. Los subsaharianos lo hicieron mientras aquí se vivía lujosamente. Quizás haya quien entienda que la solución será emigrar al "norte", pero tampoco será este un remedio a largo plazo, porque el norte se irá tiñendo de sur a medida que el flujo migratorio lo vaya colonizando.
Mientras tanto, seguirá el bombardeo sistemático de malas noticias, primas de riesgo, recortes y tomaduras de pelo...

Sinceramente, ya estoy más que harto. Sobre todo de señalar con el dedo. Las cazas de brujas me aburren. El problema no está ni en fulanito ni en menganito. Está en el ser humano en general: es un defecto estructural. Los humanos nacen pensando que son el centro del mundo (¡yo!, ¡mío!) y cuando crecen olvidan muchas cosas importantes pero siguen recordando que son el centro del mundo y así se comportan el resto de sus vidas. Algunos procuran no olvidar todo lo importante y eso les ayuda a tener presente que en el mundo hay más personas, animales y cosas aparte de uno mismo. Pero el panorama es desolador. Cuando el barco se hunde, todos gritan ¡sálvese el que pueda! y ¿quién conoce a quién? Si juntas a un montón de humanos en un mismo sitio, habrá problemas, sí o sí. Quien haya asistido a una reunión de comunidad de vecinos (por ejemplo), comprobará fácilmente que la principal diferencia entre "vecino" y "mezquino" es solo cuestión de consonantes, ¡qué pavoroso desfile de egoísmos! Si juntas a un montón más grande de humanos (miles y miles de comunidades de vecinos bajo una misma bandera), el problema será qué sistema político deberán elegir para gobernarse. Porque si es un sistema que tenga en cuenta que el ser humano es malo por naturaleza, será algo muy rígido para sobrellevar la peligrosa selva de gentes que recelan unos de otros, y donde se respirará una atmósfera muy pesada. Y si es un sistema que suponga que el hombre es bueno por naturaleza, la ingenuidad de los gobernantes acabará permitiendo todo tipo de abusos hasta que sobrevenga el caos. Hay un fallo estructural que impide el buen funcionamiento a la larga. Es más, si se pudiera resetear la situación actual, tengo pocas dudas de que en unos siglos volveríamos a llegar al mismo punto: aumentarían las desigualdades, crecerían las injusticias y nos explotaría todo en la cara. Otra vez. Nos hemos empeñado en no asumir que somos como un animalillo metido en una jaula. El animal crece y crece, pero la jaula es siempre la misma. Hay un momento en que el animal corre el riesgo de morir oprimido por los propios barrotes de la jaula, en una especie de extraño suicidio provocado por un engorde irracional y desmedido.

Si creo que las cosas son así, de nada me sirve quejarme, hay opciones más importantes y más eficaces que puedo llevar a cabo. Si has pensado que soy muy pesimista o que estoy matando la esperanza, te digo que te equivocas. También sé citar a los grandes hombres. Mahatma Gandhi dijo: "Sé el cambio que quieras ver en el mundo". La esperanza no muere si tú eres la esperanza, el optimismo no muere si tú eres el optimismo. Siempre habrá una oportunidad para lograr el cambio, aunque ese cambio solo sea un enfoque distinto para ver las cosas. La chispa que pone en marcha todo el motor.
Es muy posible que este mundo que conocemos se vaya por el desagüe. Visto lo visto, no parece una gran pérdida. Es tan mejorable... Así que se puede hacer algo más que lamentarse. Que cada cual decida. Buena suerte.

It's The End Of The World As We Know It by REM on Grooveshark
Es el fin del mundo tal como lo conocemos... y me siento bien.

jueves, 17 de mayo de 2012

todavía más acá

(tercer aniversario)

Mucho mas grave by Mario Benedetti on Grooveshark

Su voz sigue sonando dulce, aunque venga de ultratumba.
Sus palabras siguen rezumando amor, la tierra no las puede engullir.
La coraza pétrea es incapaz de impedir que sus alas se extiendan, que siga volando, que remonte el más allá y planee serenamente sobre el más acá.
En mis oídos, en mis labios...

Lo sé, hoy es el Día das Letras Galegas, pero cada 17 de mayo yo sigo recordando que don Mario nunca se fue del todo.


Mucho más grave

Todas las parcelas de mi vida tienen algo tuyo
y eso en verdad no es nada extraordinario
vos lo sabés tan objetivamente como yo.

Sin embargo hay algo que quisiera aclararte
cuando digo todas las parcelas
no me refiero sólo a esto de ahora
a esto de esperarte y aleluya encontrarte
y carajo perderte
y volverte a encontrar
y ojalá nada más.

No me refiero sólo a que de pronto digas
voy a llorar
y yo con un discreto nudo en la garganta:
bueno llorá
y que un lindo aguacero invisible nos ampare
y quizá por eso salga enseguida el sol.

Ni me refiero sólo a que día tras día
aumente el stock de nuestras pequeñas
y decisivas complicidades
o que yo pueda o creerme que puedo
convertir mis reveses en victorias
o me hagas el tierno regalo
de tu más reciente desesperación.

No
la cosa es muchísimo más grave.

Cuando digo todas la parcelas
quiero decir que además de ese dulce cataclismo
también estás rescribiendo mi infancia
esa edad en que uno dice cosas adultas y solemnes
y los solemnes adultos las celebran
y vos en cambio sabés que eso no sirve

quiero decir que estás rearmando mi adolescencia
ese tiempo en que fui un viejo cargado de recelos
y vos sabés en cambio extraer de ese páramo
mi germen de alegría y regarlo mirándolo

quiero decir que estás sacudiendo mi juventud
ese cántaro que nadie tomó nunca en sus manos
esa sombra que nadie arrimó a su sombra
y vos en cambio sabés estremecerla
hasta que empiecen a caer las hojas secas
y quede la armazón de mi verdad sin proezas

quiero decir que estás abrazando mi madurez
esta mezcla de estupor y experiencia
este extraño confín de angustia y nieve
esta bujía que ilumina la muerte
este precipicio de la pobre vida.

Como ves es más grave
muchísimo más grave
porque con estas y con otras palabras
quiero decir que no sos tan sólo
la querida muchacha que sos
sino también las espléndidas
o cautelosas mujeres
que quise o quiero
porque gracias a vos he descubierto
(dirás ya era hora
y con razón)
que el amor es una bahía linda y generosa
que se ilumina y se oscurece
según venga la vida
una bahía donde los barcos
llegan y se van
llegan con pájaros y augurios
y se van con sirenas y nubarrones.

Una bahía linda y generosa
donde los barcos llegan
y se van
pero vos
por favor
no te vayas.

Claude Monet: Impression, soleil levant (1872)
óleo sobre lienzo, 48 cm x 63 cm
(Museo Marmottan-Monet, París)

martes, 15 de mayo de 2012

hálito

(visitando el bosque de bambú)
"Sentado solo, en el bosque de bambú,
toco el laúd, silbo largo tiempo.
Al bosque profundo la gente no lo conoce,
la luna brillante viene y acerca su claridad".
(Wang Wei, 699-759)

La brisa de la tarde rumorea entre los tallos huecos y las briznas de hierba. Viene de donde quiere, va hacia donde quiere. Nunca se sabe.
Indiscreta, juega con la ropa y los cabellos. Juguetona, acaricia el rostro.
Le respondo con otra caña, la única manera de convertir en dulce melodía el fuego indómito que ruge en mi interior. Vapores mezclados en el viento. Susurran ambos.
Mi aliento inunda la flauta. Se introduce desde la embocadura, se agita, se retuerce, traza remolinos, se emociona en el interior del tubo. Luego, escapa de su alma, tan cálida, y expira en la tibieza del bosque. Se diluye en el éter.
Y es en el momento en que muere, el instante definitivo, cuando alcanza la belleza y encuentra el sentido de su efímera existencia.

miércoles, 9 de mayo de 2012

cuando sopla el viento


(área de descanso nº 180)
Tres días después
Asunto: Falta algo
Querido Leo:
Cuando pasan tres días sin que me escriba, siento dos cosas: 1) me extraña mucho, 2) echo en falta algo.
Ambas cosas son desagradables. ¡Póngales remedio!
Emmi
(Daniel Glattauer, "Contra el viento del norte")

No es muy tarde y la noche está deliciosa para pasear, engalanada para la ocasión: agradable temperatura, una suave brisa que lleva a cada lugar la fragancia marina, las luces de la ciudad invitando a recorrerla y toda una gama de sonidos como susurros de sirena que atraen hacia los escollos a marineros ya privados de cordura. Antes de salir, me repaso ante el espejo unos instantes. Algún retoque y todo perfecto. Arreglado pero informal, informal pero arreglado. Espera... No voy a llevar esta casaca de cuero. Hoy no. No me acabo de ver. Mejor esa chaqueta de cuadro inglés. Sí, combina mejor con esta camisa. Además, le voy a poner ese pañuelo verde en el bolsillo del pecho. Queda bien, sí. Ahora creo que ya estoy listo. ¿Dónde he dejado el móvil? Ajá, ahí está. Pero... ¿y este libro aquí? Ya lo había olvidado por completo. Creo que nunca terminé de leerlo, no sé por qué. Bueno, me lo llevo. En alguna terraza podré dedicar unos minutos a la lectura mientras disfruto de esta noche tan fragante. Dan ganas de beberse el aire a sorbos.
Envuelto ya en el ambiente de las calles, qué bien sienta la caricia del céfiro. Es vivificante, intenso, balsámico. Camino aún sin rumbo definido, recorriendo el paseo marítimo y, a mi izquierda, la gran extensión salada ahora teñida de noche. Bulle la ciudad, surcada de vehículos y rebosante de destellos polícromos. Y mucha gente en medio del borboteo urbano. Me interno en un laberinto de callejuelas y acabo cerca de unos jardines. Se hacen notar un par de muchachas, que se acercan repartiendo sonoras risotadas a quienes se cruzan en su camino. Cuando llegan hasta mí, una de ellas arranca una flor de un camelio del parque y la coloca en la solapa de mi chaqueta. Más risas y un hasta luego, guapo, demasiado trabado y suficientemente cerca de mi cara como para notar que se ha pasado con las cervezas. Cambio el chip. Me siento en un banco en una zona bien iluminada y por instinto abro el libro, buscando la página donde terminó mi lectura. Vaya, ni siquiera recuerdo que lo estuviera leyendo... Una diminuta gota cae en una página. Y aun otra más. El viento se ha hecho algo más fuerte, las nubes han cubierto el cielo y ahora amenazan lluvia. Todavía no se decide a llover, pero será mejor que busque un lugar donde cobijarme. No sé dónde. Quizás ahí mismo, en esa cafetería. Parece agradable. Entro y está casi vacía. Apenas media docena de clientes, media docena de islas en las que no reparo. Me siento cerca del ventanal y dejo el libro sobre la pequeña mesa de dos plazas que acabo de ocupar, mientras espero la visita del camarero. Poco después, alguien me toca en la espalda un par de veces seguidas. Me giro un poco y se trata de una mujer de ojos turquesa y melancólica mirada. Una cascada ondulante de cabellos castaños encuentra reposo sobre sus hombros.
- Por fin has llegado -me dice-.
- Disculpa, ¿nos conocemos?
- Claro, tú debes de ser Leo. Yo soy Emmi.
- ¿Cómo sabes mi nombre? Yo no sé quién eres.
- Bueno, sí, no nos hemos visto hasta ahora, pero no me digas que no me conoces después de todo lo que hemos hablado.
- ¡Pero si es la primera vez que escucho tu voz!
- No, me refiero a nuestras charlas en la red, a los mails... Ya sabes.
- No, no sé. Creo que te equivocas -mis sensaciones serían las mismas si alguien me estuviera gastando una extraña broma-. ¿Por qué piensas que soy la persona que estabas esperando?
- ¿Cómo no reconocerte? Los detalles pactados: vienes con el pañuelo verde en el bolsillo, una camelia blanca en la solapa, traes "Contra el viento del norte", nuestro libro, ¡ay, todas esas coincidencias que nos hacían estremecer! y estás aquí, en el Suisse, tal y como habíamos quedado. Nuestra primera cita real. ¿No recuerdas?
- No. ¿Cómo quieres que lo recuerde?
- Quizás es porque ya ha pasado demasiado tiempo. Te estoy esperando desde hace 7 años, 3 meses y 17 días. El camarero me repitió muchas veces que no vendrías, que no merecía la pena seguir esperando. Pero yo estaba convencida de que, al fin, llegarías. Y aquí estás.

Edward Hopper: "Automat", 1927 (fragmento)

domingo, 6 de mayo de 2012

onfaloscopia y sopa de tomate

(área de descanso nº 179)
"En el futuro todo el mundo será famoso durante quince minutos. Todo el mundo debería tener derecho a quince minutos de gloria".
(Andy Warhol)
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"Vanidad de vanidades, todo es vanidad".
(Sefer Kohelet, cap. 1: 2)

El vaho que sale por nariz y boca se diluye rápidamente en el gélido aire invernal y desaparece de la vista para siempre. Así sucede con cada hálito y así sucede con la vida de las personas corrientes en el proceloso transcurrir de la historia. Y así debe ser. Asumir este hecho es motivo de sosiego. No hay necesidad de agitarse ni de inquietarse con desesperación por dejar una huella. Nada de estrés. Un árbol que plantar, un hijo que criar o un libro que escribir... Un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad, dijo el otro. ¡Qué chorrada! El salto, mencionado como pretexto que justifique el paso, mientras uno se regodea en los flashes. La mera ambición de inmortalidad, el culto al ego sobre todas las cosas, el apogeo de la onfaloscopia [1]. Y todo ello, el motivo de tantos conflictos...
Antes de que Warhol quisiera exaltar lo común, ya grandes pintores habían plasmado en sus lienzos objetos de uso cotidiano, personas vulgares, cosas insignificantes, des fleurs de rien du tout... En esto no me parece ni novedoso ni revolucionario ni siquiera provocador. Recrearse en la belleza que existe incluso en lo que no es presuntamente bello también ha sido un tema del Arte desde siempre. En cambio, sí que puede darse otra interpretación a esa idea de la gloria efímera para lo común. Quizás la carcajada dadaísta. Quizás una secuela de programas televisivos lamentables: talk shows en que alguien que no me importa me cuenta (a mí y a otros millones, aquí la gloria está en la cantidad) las cosas de su vida que no me importa, concursos deplorables en que gente exhibe habilidades de dudoso gusto o las miserias de su personalidad encerrada en cuatro paredes. Quizás el triunfo de la mediocridad. A lo Salieri, por supuesto. Si la gloria parece inaccesible, rebajemos la gloria y seamos todos gloriosos, aunque sea con un estrafalario esplendor de andar por casa.
Es posible que, sin saberlo, le deba a Warhol este blog (mi particular ejercicio de quince-minutos-de-gloria-para-la-persona-desconocida) o la visión de un mundo que se diría dominado por agencias de inteligencia y servicios secretos, que han logrado convencer a las multitudes de que (voluntariamente, sin rebeldía, sin resistencia a obedecer en esta tarea, no solo eso sino gustosos de hacerlo) se expongan públicamente en las redes sociales, que glosen e ilustren sus existencias efímeras y les den brillo hollywoodiense. Cada detalle de tu vida: dónde estás, con quién (¿podrías ilustrarlo con un vídeo?), qué haces, qué te gusta, qué detestas, qué has comido (adjunta una foto, por favor, también queremos ser parte de ti, de tu cuerpo), qué planes tienes para mañana, cuáles son tus preferencias políticas, religiosas, culturales..., qué estarías dispuesto a comprar, qué te atemoriza, qué te hace feliz, dónde podremos encontrarte, algún detalle de tu pasado que se nos pudiera haber escapado, qué piensas de (ehmmmm)... De acuerdo, gracias por la información, nos será muy útil en un futuro próximo. Gracias por ser libre y por utilizar tu libertad en nuestro provecho.

En sentido inverso (los caminos por que transita todo discurso son así de caprichosos y prefieren sorprender dirigiéndose a lugares insospechados), alguien escribió esto no hace mucho: "Nadie dijo que fuera fácil. Yo también estoy aturdido. La revolución es algo tan pequeño que empieza por uno mismo. Porque si cambio una gota estaré cambiando el océano". Sí, es posible que pretendas tal cosa, pero tu aliento se desvanecerá en la fría mañana. Eso no lo olvides. Estamos hechos de vapor. Solo la materia se hará sólida cuando dejemos de mirarnos el ombligo, cuando la vanidad no se mezcle con el combustible que alimenta el motor de los cambios.

esto, en el MoMA

[1] Desgraciadamente, el término "onfaloscopia" no está incluido entre las numerosas palabras dichosas y seguras (a la vez que limpias, fijas y esplendorosas) que habitan el universo del DRAE. Sin embargo, siempre hay alguien dispuesto a echar una mano y en este "Word_log: Diccionario Desenfadado de Neologismos y otras Entidades Lexicográficas" se puede leer lo siguiente:
ONFALOSCOPIA: [del gr. omphalos (ombligo) y scopia (acción de ver)] f. Arte o manía de contemplarse el ombligo, en sentido figurado y/o (¿por qué no?) literal.
La onfaloscopia (u omfaloscopia) conduce naturalmente al:
ONFALOCENTRISMO: m. Elaboración de la visión del mundo o de la realidad a partir de la contemplación (figurada) del propio ombligo.