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domingo, 6 de julio de 2008

crece, peter pan

(49ª entrada)
"En verdad os digo: a no ser que cambiéis y os hagáis como los niñitos, de ningún modo podréis acceder al reino de los cielos".
(Evangelio de Mateo, cap. 18: 3)

No, chaval. Ya no me embaucas más con tu cara amable. Ya no trago. James Matthew Barrie no era Antoine de Saint-Exupéry, y se nota. No mencionaré la calidad literaria, más bien lo digo por lo distintos que han sido sus hijos. Tú has sido el niño que ha escondido su final, quizás temeroso de reconocerlo. Has sido el niño que ha sabido bajar el telón de sus funciones antes de que se descubriera el fatídico epílogo. El primer Peter (el hijo de Sylvia Llewelyn Davies, el niño que se negaba a creer en los juegos imaginarios de Barrie hasta que fue seducido por el síndrome), siendo ya un adulto editor de renombre, se lanzó a las ruedas del metro desde el andén sin haber alzado el vuelo en el último momento. Y no sé cuántos como tú habrán seguido parecidos destinos. Me has hecho creer que mantener a Garfio a raya era una gran aventura, pero en realidad has estado alimentando tendencias suicidas de jovencitas Wendys, logrando que pusieran su pie sobre el vacío, más allá del marco de la ventana.

Ya no me convence tu look Disney, tu Campanilla, tu troupe de Niños Perdidos ni tu país de Nunca Jamás. Crece, Peter. Ya has perdido la inocencia... ¿de qué te sirve mantenerte niño sin serlo? Crece, si quieres volver a ser un niño de verdad. Me gustaría encontrarte un día, por casualidad, cobrando en la caja de un supermercado, o trabajando en una mesa de oficina, o conduciendo el autobús, o reparando el motor de los automóviles en un taller, o defendiendo a un acusado ante un tribunal, o atendiendo en tu ventanilla a los clientes de la caja de ahorros... y saber que disfrutas de la vida. Olvídate del capitán Garfio. Llevas tanto tiempo concentrado en él que has terminado por asemejarte a tu némesis. Fuiste héroe cuando salvaste al niño de ser víctima de la tiranía de los mayores. Pero terminó. No sirve que ahora sean los mayores víctimas de la tiranía del niño. Tu imaginación se convirtió en prisión, al punto que llegó el tiempo en que la realidad pasó a ser la imaginación de tu imaginación.

Crece, Peter, aunque no envejezcas. Pero olvida tus miedos... asume que no estás por encima del bien y del mal, que tu rebeldía ya no es tal, que tu soledad sólo es el precio que pagas por tu incapacidad para darte a los demás, que tu falta de empatía también te impide mostrar tus sentimientos cuando lo estás necesitando.

No olvides que el mismísimo Robin Williams a quien llegaste a engatusar para dar marcha atrás y volver a las andadas en Hook, es quien le pega un buen repaso a uno de tus adeptos en Good Will Hunting. Ayer lo recordé, de visita, en un instante perdido. Y, cuando te pille por banda, te hablaré de Maslow, aunque todavía lo tengo en tareas pendientes... Hoy, quiero dedicarte ese trocito de la película donde se dice lo que debes oír. Porque te hace falta una sesión de terapia como ésa. Porque entiendo que eres como el superdotado Will: un pobre muchacho perdido, "creído y cagado de miedo", que necesita mirarse cara a cara consigo mismo.
Hazlo, Peter. Y crece.