"Como el pequeño príncipe se dormía, lo tomé en mis brazos y me volví a poner en camino. Yo estaba conmovido. Me parecía llevar un tesoro frágil. Me parecía incluso que no había nada más frágil sobre la Tierra. Contemplaba, a la luz de la luna, esa frente pálida, esos ojos cerrados, esos mechones de cabello que temblaban al viento, y me decía a mí mismo:
Lo que estoy viendo aquí no es más que una corteza. Lo más importante es invisible..."
(Antoine de Saint-Exupéry, Le Petit Prince, cap. XXIV)
Cuando los cosmonautas relatan sus impresiones después de contemplar nuestra vieja casa geoide desde la distancia, suelen coincidir en su profunda admiración y estremecimiento ante una belleza que, aunque previsible, no es por ello menos impactante, a la vez que manifiestan su incomprensión ante los conflictos humanos que la sacuden en su superficie y que amenazan constantemente con provocar todo tipo de catástrofes y desbaratar esta joyita del cosmos... ¡Qué diferente es nuestro orbe cuando se lo ve en la lejanía, desde el espacio, a cuando se pone el pie en el suelo y se lo vive desde la proximidad!
Lo mismo puede pasar con las personas. Es posible conocer a quien mantiene una actitud exteriormente serena, todo un faro de sosiego, pero que oculta un frenesí interior revelado tras el proceso de pelar algunas de las capas de afuera.
Al margen de este tipo de contraste que se pudiera dar en ciertas ocasiones, hay una realidad inapelable que no se tiene en cuenta todo lo que se debiera. Es ésta: la aproximación a otro desconocido ser humano tendría semejante carga emotiva a la que se puede llegar a experimentar como viajeros espaciales al divisar la inmediata presencia de un astro inexplorado. Y no es que esté exagerando. Simplemente es que nos hemos acostumbrado a (de alguna forma) menospreciar a nuestros semejantes o a sobrevalorar los exánimes fragmentos de materia que viajan por el universo. Quizás es que a otras personas, aun antes de empezar a conocerlas, las veamos poco interesantes, previsibles en su interacción o (directamente) prescindibles. Quizás es que hemos experimentado numerosas decepciones en nuestra exploración del hecho humano y ya no estamos por la labor. Quizás es que hemos desarrollado un sentido de criba que se activa con el mero avistamiento de las cortezas... No lo sé. ¿Acaso descubrir las "riquezas" de la Luna nos ha proporcionado satisfacciones sin límite? ¿Esa roca muerta? ¿Qué queríamos descubrir allí? ¿Qué hemos descubierto al fin? Y, pese a ello, ¿diríamos que una empresa para visitar a nuestra inerte vecina ha sido (o sigue siendo) algo vano? Incluso sabemos (o intuimos) que otros planetas y sus satélites de nuestro entorno nos van a ofrecer parecidas perspectivas: rocas yermas y gases letales de los que se va a sacar poco más que algunas fotos para el álbum sideral. Sin embargo, puestos los ojos más en los cielos lejanos y menos en nuestros cercanos compañeros de viaje, perdemos el sueño por llegar siquiera a rozar esos remotos mundos con la punta de los dedos...
Y luego también están las sensaciones de volver a los viejos conocidos, las constantes referencias, como la Tierra. Escenario de amores y odios; conflictos, satisfacciones, sufrimientos, pasiones, desengaños; arte y horror, sueños y superación, ansiedad y humor... pero que, cuando miramos desde la distancia, seguimos identificando como un hogar-dulce-hogar para un corazón errante, encogido por la emoción de una visión tan hermosa.
Vengo a tu área de descanso nº 102 ( que por cierto suma 3, y es un número que me encanta)y como tal...no podía ser menos....me encuentro al pequeño principe inmerso en tus pensamientos, reflexiones y cortezas...y te digo que chapó por esta entrada de la luna y la tierra...
ResponderEliminarA mi me encantaría que pudiésemos poner una escalerita y desde ella... poder tener acceso a esos planetas distintos que pueblan el sistema...que lujo tiene que ser asomarte a ellos y disfrutar....mientras sigo disfrutando de tu close2u.
Abrazotedecisivo Rain
Puede ser cierto que "Quizás es que hemos desarrollado un sentido de criba que se activa con el mero avistamiento de las cortezas". De todas formas, sigue siendo enriquecedor descubrir capas y no quedarnos solo con lo que está a la vista de todos. Supongo que ahí radica el ir conociendo al semejante, aunque nos decepcionen algunas capas y nos deslumbren otras.
ResponderEliminarBuena entrada, aunque eso ya te lo dije antes.
Realmente es verdad, nos centramos muchos en explorar otros lugares y no a nuestros semejantes, con lo que nos perdemos en ello. Será tal vez por las decepciones que nos va dando la vida, que poco a poco somos más reticentes a conocer a otros y darnosa conocer?
ResponderEliminarMucha razón tienes. La distancia sólo es fecunda cuando no nos priva de la aproximación a la realidad del detalle de la misma.
ResponderEliminarPor eso la amistad nos abre unos caminos inexplorados dentro de las meras apariencias de aquellos que nos rodean.
Abrazos.
Bueno, es que conocer a las personas es algo muy pero que muy díficil, incluso a quien crees conocer mejor llega a sorprenderte, en alguna capa profunda. Y hay lunas más cercanas que tierras.
ResponderEliminar¡¡Besos guapo!!
(Le Petit Prince, un libro de mi mesilla ;P)
Conocer a alguien es tarea imposible. ¿Cómo no lo va a ser si ni tan siquiera somos capaces de conocernos a nosotros mismos?
ResponderEliminarQuizás prefiramos conocer otros mundos, porque la tarea parece más fácil.
Saludos, Rain
Visto de esa manera descubrir a otro humano debería
ResponderEliminarSer una experiencia casi mística.
Mi nuevo vecino o Pluton? Ambos deben ser igual de apasionantes.
Jeanne
Estás hondo, Rainy. Interesantísimo lo que nos cuestionas y te cuestionas. Pienso que así es, que a veces no valoramos lo suficiente a algunos pq en realidad no sabemos cuantísimo valen si no lo vemos. Y, otras veces, de antemano, por simple comparación con nosotros mismos los consideramos menos. ¿Somos injustos? tal vez sí. Somos, cada uno, y las circunstancias que nos han tocado vivir y las personas que nos han influido.
ResponderEliminarah, y sabrás que se dice si fue un montaje esto de que llegamos a la luna, por lo de la bandera, que ondeaba sin atmósfera,... , qué cosas
Un beso.
Nuestro planeta es bello desde el cielo ingrávido, desde lejos. Quizás allá lejos se añore. Aquí, no lo vemos azul. Sólo el tizne de la mala gente. Los buenos no pueden limpiar tan deprisa.
ResponderEliminarUn abrazo
Me gustan las similitudes que haces entre lo humano y lo que nos pilla un poco más a desmano...
ResponderEliminarlas cortezas del hombre se cuentan en miles, y puede que esa sea su grandeza o su fastidiosa complicidad... como siempre me haces pensar y dudar¡¡¡ algo que me gusta...
pero seguiremos extrayendo capas y descubriendo, seguro, lo mejor de cada cuál.
La otra cara de la luna, ya sabes¡¡
Un beso grande y sin capas.