"(...) Ahora sólo conozco en parte; pero llegará el momento en que conoceré perfectamente, de la misma forma en que también fui conocido".
(1ª Carta de Pablo a los Corintios, cap. 13: 12)
(1ª Carta de Pablo a los Corintios, cap. 13: 12)
Permíteme que comience con un relato que seguro que ya conoces:
Había una vez un campesino chino, pobre pero sabio, que trabajaba la tierra duramente con su hijo. Un día, el hijo le dice:
- ¡Padre, qué desgracia! El caballo se ha soltado y ha escapado.
- ¿Por qué lo llamas desgracia? -respondió el padre- Veremos lo que trae el tiempo...
A los pocos días, el caballo regresó, acompañado de otro caballo.
- ¡Padre, qué suerte! -exclamó esta vez el muchacho- Nuestro caballo ha traído otro caballo.
- ¿Por qué lo llamas suerte? -repuso el padre- Veamos qué nos trae el tiempo...
En unos cuantos días más, el muchacho quiso montar el caballo nuevo. Y éste, no acostumbrado al jinete, se encabritó y lo arrojó al suelo. El muchacho se rompió una pierna en la caída.
- ¡Padre, qué desgracia! -exclamó ahora el muchacho- ¡Me he roto la pierna!
Y el padre, retomando su experiencia y sabiduría, sentenció:
- ¿Por qué lo llamas desgracia? ¡Veamos lo que trae el tiempo!
El muchacho no se convencía y se lamentaba mucho postrado en su cama. Y más que por el dolor, que se fue atenuando, por el hecho de no poder trabajar junto a su padre en el campo. Pocos días después, pasaron por la aldea los enviados del rey reclutando jóvenes para llevárselos a la guerra. Vinieron a la casa del anciano, pero como vieron al joven con su pierna entablillada, lo dejaron y siguieron de largo.
El joven entendió en ese momento que no podemos tener certeza absoluta en nuestra interpretación de los avatares de la vida, por evidente que parezca, pues carecemos del conocimiento de todos los elementos que los componen y tampoco sabemos qué sucederá en el futuro.
A veces me he preguntado dónde está la sabiduría de un padre que no es capaz de dar respuestas a las intuiciones (erróneas o ciertas) de su hijo. Luego, he querido comprender que su sabiduría debe de estar situada en un concepto más bien socrático de lo que es saber ("sólo sé que no sé nada"). Y tengo la impresión de que ese "nada" no es poca cosa. Es, al menos, tener asumida la propia ubicación en el interior de un laberinto de desconocidos recorridos. Y no es lo mismo posicionarse en la certeza del laberinto que posicionarse en un laberinto de certezas... Cuán difícil es dilucidar a priori la bondad o maldad, la oportunidad o inoportunidad, la sazón o desazón de las cosas que azarosamente suceden o incluso de las que voluntariamente se eligen. Y con qué frecuencia llega a ocurrir que ante una decisión que se cree bien pensada se topa uno ante un callejón sin salida en medio del laberinto y, al contrario, el más desesperado y desesperante de los itinerarios llega a ser premiado con un camino expedito que permite un avance dichoso. Contingencias de la vida... No hay forma de saber lo que nos concederá el futuro. Pero, a pesar de todo, lo más sabio que sí podemos hacer es utilizar toda la información que tenemos en nuestras manos para elegir el mejor camino que sea posible. No es una garantía de éxito, pero sigue siendo lo mejor que se puede hacer. Lo mejor, no siempre lo más sencillo: se precisa una gran dosis de entereza para seguir este camino cuando en el laberinto también se pueden escuchar numerosos cantos de sirenas (llámense prejuicios, llámense reticencia y resistencia al cambio, llámense miedos, llámense irracionalidades, llámense indolencias... llámense como se llamen).
Te voy a contar una experiencia literalmente laberíntica que recuerdo del último verano. Mi madre, mi hermana y sus hijos (mis sobrinos) vinieron a pasar unos días en la ciudad en que vivo. Aprovechamos la tarde de uno de estos días para visitar un parque coruñés a la orilla del mar. Cerca de una zona de juegos infantiles del parque hay un laberinto vegetal, una obra de jardinería que permite el paseo por su interior. En un momento de la tarde, vi que mi hermana y mi madre estaban sentadas a la puerta de acceso al laberinto y les pregunté por mis dos sobrinos a quienes no veía en la zona de juegos. Parece ser que se habían aventurado en el laberinto y llevaban algún tiempo sin asomar la cabeza. Bueno... habiéndose presentado tal oportunidad, cual ovillo rescatador de Ariadna, el tío salvador acude al socorro de sus perdidos sobrinuelos. Después de deambular un buen rato, me los encuentro en el interior casi asustados de tan perdidos. "Tranquilos, aquí está el supertío", creo yo que van a pensar en cuanto me ven. Sin embargo, la operación rescate no fue tan espectacular como yo había pretendido. Al cabo de un rato, la mano de mi sobrina (la mayor de ambos) aprieta la mía y me dice, bastante divertida a costa de mi ridículo: "Tío, ¿tú también te has perdido, verdad?". Difícil esconder, incluso a una niña de seis años, que pasar por el mismo lugar varias veces y cruzarse con las mismas personas otras cuantas no es síntoma de saber lo que se está haciendo si se trata de salir de un laberinto. En fin... recuerdo que le respondí algo así como: "Nooooo, ¿no ves que me voy fijando en la sombra y así sé por dónde vamos? Sólo estoy probando una cosa, por eso doy vueltas...". Creo que no se me ocurrió mejor tontería para tratar de tranquilizar a los dos peques, si bien el nerviosismo estaba empezando a ser todo mío y el jolgorio todo suyo. Pero, como bien está lo que bien acaba, puedo decir que ahora estoy aquí escribiendo esto, así que sí: ¡salí del laberinto! No sé cómo, pero encontramos la salida. Sí: la sombra algo ayudó, pero el azar puso su mayor parte en el éxito.
Peligrosos lugares, los laberintos, por lo fácil que es perderse en ellos. La literatura, las empresas humanas, los mitos en general han estado trufados de laberintos. Con sus héroes que se aventuran en ellos, sus arquitectos, sus minotauros y monstruos que hacen aún más difícil el recorrido; con sus trampas, sus bifurcaciones y enredos; con su abundante simbología, sus secretos y misterios, sus profundos significados, sus entradas y salidas, sus centros; también con quienes los resuelven y los desentrañan, con ovillos, teseos y ariadnas... Un universo encerrado en un amasijo de caminos entrecruzados, una red cósmica cuyos nudos son encrucijadas de un largo viaje...
Los laberintos pueden ser fáciles de resolver desde fuera, contemplándolos como quien contempla un mapa. Pero el problema es que estando inmersos en ellos, como es que estamos, la tarea es ardua y se torna complejo encontrar el método que dé una solución a la prueba. Una miradita a esa solución sería algo así como echar un vuelo que permitiera una panorámica más global y volver a sus pasadizos con una idea clara de propósito, un sentido, una regla de orientación. A la manera de Guillermo de Baskerville en El nombre de la rosa. Quizás aquí esté la clave: la mirada amplia y la mente abierta, que serán siempre puestas a prueba en las circunstancias más difíciles.
Hace un tiempo leí un breve cuentito de Jorge Luis Borges titulado Los dos reyes. Cada rey tenía su laberinto y eran de dos tipos muy diferentes. El del rey babilonio era un laberinto construido por arquitectos y magos, un laberinto de muros y corredores intrincados. El del rey árabe era el mismo desierto, un laberinto donde el camino es la supervivencia. No importa qué apariencia tenga el que estamos recorriendo: los tortuosos meandros del río de la vida transcurren laberínticamente en una invitación a estar siempre vigilantes ante el juicio ligero del necio o la carrera loca del insensato.
Espero.
ResponderEliminaryo también jejejejeje
ResponderEliminarabrazote hasta entonces y buena semanita recién comenzada
Ya está, ahora sí. A veces con la informática pasa que se pone terca, en plan que no y que no y no hay manera. Ya imagináis :D
ResponderEliminarabrazos
Muy buen post. Me ha gustado hasta elprefacio de la carta de San Pablo a los Corintios. Además no conocía el relato que es muy bueno así como tus elucubraciones sobre el laberinto.
ResponderEliminarPor cierto no he leído "los dos Reyes" . Mañana sin falta lo compro
No meu país se diz:no há males que no venham por bem.Me parece um bom resumem pa tua história.A VIDA É 1 LABIRINTO ES CIERTO ,pero sempre há alguem disposto a echar mano,os amigos a familia ou se se crê alguma entidade divina.O importante é no perder a perspectiva,por vezes dificil mas no impossivel.O labirinto (vida)está aí ,á que percorrelo,aprendendo com os erros,guardando o bueno e mantendo a esperança na amanhã melhor.
ResponderEliminarBuaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa, como me ha gustado esta historia de laberintos, la tuya propia, con la que me he reido un montón, al imaginar la escena...
ResponderEliminar...y con el mensaje en si...cada uno creo, que tenemos o vivimos, o nos resguardamos, en nuestro propio laberinto...eso es bueno...porque tenemos muy estructurada la salida...
...lo malo, lo peor...es cuando caemos en un laberinto, del que salir es harto complicado, y si sales bien parado va que va...pero estas salidas, son poco corrientes.
Hoy...si tu blog fuera un laberinto, me encantaría estar perdida un buen rato en él,merece la pena un montón todas estas paradas.
Otra genial obra arquitectónica de palabras y sentires, que has construido hoy Rain.
Abrazotessssssssssssssssss
Los laberintos siempre me han parecido siniestros, quizá por sus esquinas oscuras, por el miedo a no encontrar la salida, por estar tú solo con todos los recovecos... Mi recuerdos de infancia están en un laberinto de madera que había en un pequeño parque de mi pueblo. No había manera de perderse en él, era demasiado enano pero evitaba en lo posible entrar.
ResponderEliminarY la vida tiene esos rincones y esos momentos de sentirse perdido, con miedos (esos no nos dejan ni aunque el camino sea claro y cristalino), pero es de obligado cumplimiento así que si, se intenta ser como ese padre tan sabio ¿porqué desgracia? vamos a esperar a ver... pero no siempre se consigue.
De todas maneras ¿de donde sacan estos nuestros padres esas frases lapidarias, las que no quieres escuchar de tan ciertas que son? :)
Bss
PD: Por cierto, me ha hecho gracia el tema de los laberintos, hace tiempo que tengo una especie de fábula sobre el minotauro, su laberinto, su soledad y su sentimiento de ser un incomprendido pero no termina de salir (el poema quicir)
La verdad el relato no le conocía, pero explica muy bien las vueltas que da la vida y todas sus circunstancias, lo que un día es malo al otro bueno y al revés.
ResponderEliminarUy!!! Hablas de decisiones, pues en esas ando yo por lo menos en esta semana, o no hay que decidir o todo lo contrario, y claro esas decisiones se toman pensando en que son las mejores sino pues mala cosa, ¿no?
La anécdota laberíntica jajjajaja buenísima, los niños dicen las cosas de una manera tan pero tan clara que abruman, me hubiera gustado haberte visto en “esa”, divertido seguro.
También es cierto que los laberintos ajenos se ven fáciles y con eso me refiero a una salida tan sencilla que pareciera que el que lo está sufriendo no se entera, pero nuestro propio laberinto….. ese si que nos da dolores de cabeza y nos desorienta, quien pudiera echar un vistacillo así como dices desde el aire.
Besos guapo!
(El comentario anterior que he borrado iba para otro sitio, ya me conoces despiste total)
Habría que ser como los marinos de antaño que confían en aprender a navegar y desempeñar tareas mas importantes que las de solo halar velas, fregar la cubierta o apretar nudos.
ResponderEliminarHay quien permanece tumbado en su mundo de confort o en burbujas cubierto entre rollos de cuerda sin imaginar los arrecifes o los irregulares pendientes del lecho del océano que hay por debajo por no arriesgar. Salvo si el barco se hunde, uno sabe por lo menos a dónde ya ha ido a parar, pero si se sucitara un vendaval y un muro de agua lo engullece tal vez habría una docena de peces saltando por encima de la proa o la cubierta sin siquiera percatarnos ente tanto caos de que especies son.
hoy si me siento como en un laberinto
Me ha gustado el cuento de los dos reyes, me recuerda a algunos ejercicios que hace tiempo hacía.
ResponderEliminarTe hago una pregunta, en la carta de Pablo a los corintios solo me queda una respuesta, seguir viviendo ciegos. ¿Tu entrevés otra interpretación?
Un besote
Siberia
ResponderEliminarYa te envié link del relato. Es tan cortito que sólo abarca dos párrafos.
besos
cris
Cuando se está solo, uno se da cuenta de que hay más dificultad para avanzar. ¿Puede ser esto una evidencia de nuestra existencia laberíntica?
Es posible.
besos
Sara
Al final ya no sé si lo importante en los laberintos es ocuparse en buscar salidas o recrearse en el tránsito por los pasillos... Así que perdámonos un ratito más jajaja
besos
Avellaneda
Recuerdo, cuando leí "La imagen de la ciudad" del urbanista Kevin Lynch, que comentaba en sus páginas que una de las sensaciones más desagradables que experimenta el ser humano es la de estar perdido. Se refería a lo meramente topológico (en sentido amplio), pero supongo que también por extensión a otras consideraciones psicológicas más profundas.
Ánimo con ese proyecto de poema :D
besos
Blanka
jajaja es cierto, parecemos expertos en resolver laberintos ajenos, pero no resulta tan fácil devanar los propios...
¡cómo somos!
besos
Jolie
¡Caramba! El mar como laberinto: potentísima imagen. Me encanta :D
Bienvenida.
besos
susana
¿..."seguir viviendo ciegos"?
No sé... me acabas de traer a la memoria esa frase tan hermosa de Saint-Exupéry en "Le Petit Prince": lo esencial es invisible para los ojos, sólo se ve bien con el corazón.
Hay cegueras graves, pero no son las de los ojos...
besos