"(...) confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Los que tal cosa dicen, claramente dan a entender que buscan una patria (...), pero anhelaban una mejor".
(Carta a los Hebreos, cap. 11: 13-16)
El procesador central que rige nuestros cuerpos completos, lo que cada uno es, requiere un delicado mantenimiento diario. A tal efecto, él mismo se ha inventado un mundo misterioso y diferente a aquel en que pasamos la mayor parte del tiempo. Ambos mundos, productos de nuestro cerebro, son Sueño y Vigilia. Solemos estar tentados a dilucidar cuál es real y cuál no lo es. En ocasiones, incluso damos por resuelta la cuestión antes siquiera de haber reflexionado en ella: Vigilia es real y Sueño es una ficción de nuestro cerebro. Pero tanto Sueño como Vigilia son las grandes creaciones del encéfalo en que queda contenida toda nuestra vida.
¿Por qué, entonces, suponemos que Sueño es algo imaginario? ¿Es posible que sea así porque en Vigilia tenemos un control aparente sobre nuestras acciones, encontramos cierta lógica y continuidad en ellas, mientras que en Sueño nos sentimos desbordados por acontecimientos que no podemos dominar en absoluto? En fin, un onironauta no compartiría plenamente este punto de vista. Un esquizofrénico, tampoco. Y habría muchos más disconformes...
Entonces, ¿por qué? ¿Acaso subestimamos a nuestro subconsciente? Él está activo las 24 horas del día. Sin embargo, es como si sólo en Sueño se permitiera un diálogo lo más sincero con un consciente que parece no estar por la labor cuando le hablan en otro idioma. Quizás sobreestimemos a nuestro consciente, otorgándole todo el protagonismo de nuestra intrincada máquina y sus misteriosos procesos...
Sueño y Vigilia son dos mundos con apenas intersecciones, a pesar de participar de una unión indisoluble. Puede parecer contradictorio, pero es que ambos se retroalimentan y lo constituyen todo, a la vez que mantienen unas fronteras bien definidas. Son como las dos caras de una moneda, sin serlo.
Sin referirme ahora a aspectos meramente temporales, se me ocurre que en los puntos extremos de Sueño y Vigilia (que es donde, de una forma singular, más se aproximan entre sí estos dos mundos) suceden cosas sorprendentes... En Sueño, además de los sueños corrientes (por decirlo de alguna manera), se pueden vivir como extremos pesadillas y *·*·*·* (no existe el antónimo de pesadilla: el lenguaje, creado en Vigilia, no se ha preocupado de inventar la palabra que nombre al tipo de sueño en que se viven las cotas más elevadas de armonía, paz, bienestar, sosiego...). Del mismo modo, en Vigilia los extremos se llaman utopía y distopía (aquí sí que hay palabras para ambos). Pues bien, llega a suceder que los extremos de Sueño y los de Vigilia se aproximan, dando lugar a fenómenos como filtraciones de pesadillas en Vigilia, en forma de alienantes distopías, a la vez que *·*·*·* también se pueden filtrar como utopías más allá de Sueño. Pero lo más sorprendente es que, en Vigilia, las pesadillas-distopías se tornan de lo más real, mientras que las utopías se quedan en un plano etéreo, sin llegar nunca a alcanzar su verdadero cuerpo. No es de extrañar que no se haya inventado la palabra que etiquete a *·*·*·*: a diferencia de las pesadillas, nunca son hechos reales en Vigilia.
La Isla, la República, el Jardín, la Comunidad... Utopía, a la vez el buen lugar y el no lugar. El que trataron de describirnos Hesíodo, Platón, Tomás Moro, las mitologías más próximas y las más lejanas... El lugar de Vigilia que sólo reside en Sueño, a través de una frontera impermeable pero móvil, que concede energía prácticamente ilimitada a todo el sistema. A fin de cuentas, el cerebro, ese cúmulo de neuronas conectadas electroquímicamente, tenía que elaborar un motor quasi-inagotable y lo ha logrado a través de la interacción electromagnética entre Sueño y Vigilia, como los polos de dos imanes, que se atraen o se repelen dependiendo de la forma en que se orienten. Dormir (por tanto, soñar) es una de las actividades más reparadoras que se conocen a todos los niveles.
Tal como pregonan las mitologías y las teologías más difundidas, el poder de la bondad es siempre superior al de la maldad. En la lucha entre el Bien y el Mal, es el primero el que triunfa. Aunque aparentemente parezca lo contrario, por la proliferación de las distopías y la ausencia de utopías cumplidas, la esencia del asunto está en lo que verdaderamente es Utopía: la aspiración a formar un mundo nuevo a partir de estos dos mundos, la fusión definitiva de Sueño y Vigilia.
¿Cómo me sería posible contarlo mejor que Eduardo Galeano? No. Prefiero sus palabras:
"Ella está en el horizonte
Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos.
Camino diez pasos y el horizonte se aleja diez pasos más allá.
Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré.
¿Para qué sirve la utopía?
Para eso sirve, para caminar..."
....................(Ventana sobre la utopía)
Inalcanzable, ella. Reside en el horizonte, siempre visible. Mis ojos no se apartan de aquella línea tan lejana...
lo que me lleva obligada y "metiche-mente" a pensar en cual es o era tu utopia al empezar esta caminata raindropiana..
ResponderEliminarY en lo que respecta a la utopia propia, pensar ya no en ella misma, en definirla o nombrarla, sino en el camino que a mi misma me ha hecho recorrer, en lo que ese camino me enseña, me muestra, pa donde me va llevando.
Y es que muchos caminos suelen ser mas largos que la estadia total en el lugar al que ibamos. Hay gente que odia a alguien o algo durante mas tiempo del que lo amo, a ese punto los recorridos son trascendentes.
qué cosas.. aqui me quedo cabeceando pensamientos que venian caminando por donde mismo andaba yo !
Con todo el tiempo que ha pasado desde tu comentario y aún no he conseguido responderme a la pregunta de forma satisfactoria...
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