(94ª parada)
"Jesús le dijo: Nadie que haya puesto su mano en el arado y mira hacia las cosas de atrás, es idóneo para el reino de Dios".
(Evangelio de Lucas, cap. 9: 62)
El dado ha sido lanzado. Suetonio nos cuenta que éstas fueron las palabras que Julio César les soltó a sus tropas en el momento de cruzar el río Rubicón. Era un antes y un después. El después suponía la rebelión contra la autoridad del Senado Romano y el estallido de la guerra civil contra los pompeyanos.
Evitando los latines, en castellano tenemos otra expresión similar: Quemar las naves. No es necesaria explicación, todo el mundo entiende lo que quiere decir. En su sentido más literal, se trata de la eliminación de cualquier medio que permita una deserción o una retirada. Al parecer, en el año 335 aC, Alejandro Magno arribó a las costas de Fenicia con un potente ejército; pero se vio en la situación de tener que enfrentarse a un enemigo que lo triplicaba en número. Ante la desmotivación de sus tropas y la prematura derrota psicológica, Alejandro tuvo la ocurrencia de pegar fuego a todos los barcos una vez que los soldados hubieron desembarcado. Mientras sus hombres contemplaban la cremación de la flota, supongo que Alejandro los arengó con palabras tan calientes como el fuego que consumía madera y velámenes, y les aseguró que la única forma de volver a casa sería a bordo de los barcos capturados a sus enemigos.
Hay otros sucesos que también se vinculan a esta afición pirómana contra las propias naves. El más famoso de ellos es el ocurrido en la playa de San Juan de Ulúa. Corría el año 1519 y se cuenta que Hernán Cortés, en su aventura mejicana, ordenó quemar sus barcos para que sus hombres no pudieran volverse a Cuba. En realidad, no fue esto lo que sucedió, sino que Cortés hizo hundir las naves barrenándolas para que se escoraran. Diferente método, pero el mismo resultado.
Quemar las naves es la forma de apaciguar la tormenta que ruge en la mente cuando hay un sinfín de posibilidades disponibles y la capacidad de elección se agota en un interminable devanar el ovillo. Es forzar una escapada hacia adelante. Es atravesar un puente que sólo se puede cruzar una única vez, por ser puente unidireccional: de ida pero no de vuelta. Es una forma de pasar a través de un espejo: aquí se ve el reflejo, pero más allá ya no existe ningún reflejo. Es reducir el camino a una sola posibilidad: victoria o derrota, en una valiente (a veces temeraria) caída al abismo. Con un paracaídas como todo equipaje, se da el salto del que ya no hay posibilidad de marcha atrás.
Como si se tratara de una partida de naipes, es el momento de poner las cartas sobre la mesa y revelar el juego. Mostrarlo sin tapujos ni medias tintas. Es el acceso a una realidad diferente, donde se conoce de forma diferente, donde la palabra pronunciada ya no puede volver a la boca de la que salió, donde la marca de las nuevas huellas se torna indeleble, donde los hechos tienen repercusiones decisivas. Una realidad a la que se llega apostando todo un presente para conseguir un futuro de todo o nada. Sin la posibilidad de retroceder al sosiego de una posición segura, a la trinchera excavada en el tiempo de la indecisión.
Quemar las naves es la aventura cotidiana en el viaje de la vida. Es la materia con la que se acaban construyendo las relaciones entre las personas...
Y a propósito de quemar y de relaciones humanas, pensaba hace unos días, mientras terminaba mi comida al aire libre en un radiante mediodía de comienzo de verano, que he conocido a mujeres que son como el sol. Es una delicia quedar expuesto a sus caloríficos rayos, contemplar cómo iluminan el día de forma apacible y recibir con agrado su energía. Pero también compruebas que si te acercas demasiado te acabarás quemando y llegas a adivinar que sus llamaradas tienen el poder de destruir tus propias naves.
Precioso texto, Raindrop, cuantos habremos apretado ese boton (a veces, como comentas, no lo pulsa uno mismo) en la vida alguna vez pensando "alea iacta est". Lo mejor en ese momento es tener muy claro que es lo que vas a quemar, porque hay veces que los incendios se propagan inesperadamente y arde lo que no deberia...
ResponderEliminarQuemar las naves nos obliga a huir hacia delante o bien a abandonarnos a nuestro destino.
ResponderEliminarNo siempre es sabia decisión pero siempre es signo de valentía.
Un abrazo.
"La suerte está echada".
ResponderEliminarEs una frase bastante determinante. Aplicada a las relaciones humanas, se puede usar cuando se está seguro.
Un abrazo. Como ayer, aunque haga un siglo que no nos comentamos.
Me gusta mucho lo que has escrito. Siempre he pensado que si el regreso a casa resulta confortante y pacificador, pero impide el camino hacia lo desconocido, es mejor cortar por lo sano y mirar siempre hacia adelante. La historia de Sodoma y Gomorra es algo parecido. Si miras hacia atrás te quedas inmóvil.
ResponderEliminarSin embargo, últimamente, una persona me dio un consejo. Me dijo que estamos equivocados con la huida hacia delante, que la respuesta la tenemos, irremediablemente, en los orígentes.
Un abrazo
Quemar las naves es precisamente eso que con tanto genio nos comentas: reducir las posibilidades a una sola. Es arriesgado, es peligroso diría yo. Pero ahí están esos momentos en la vida, en los que desesperado, quemas las naves.
ResponderEliminarUn abrazo
En este momento de mi vida me encuentro asi "quemando las naves" o mejor dicho "con las naves quemadas"...
ResponderEliminarAhora es mi momento de todo o nada, de la suerte echada, y con mis cartas encima de la mesa de la vida, al igual que hace unos años me ocurrió, y he perdido la partida...ahora para recuperarme de las consecuencias, volvemos a jugar.
La vida es justamente eso, parece ser, apostar y jugar, y desear que la suerte esté de tu lado...
Espero que lleves (o mejor, llevemos, cada uno en lo suyo) unas buenas manos, aunque no sean ganadoras, tampoco perdedoras.
Un beso!!!
Queimar as naves,um mal muitas vezes necessário,e o que tem que ser, tem muita força.Algumas mulheres igual que alguns homens,teem o poder do sol,de nos aquecer,o coração corpo e alma,e que bom é.Para que no nos queimemos há que usar protetor solar,se preciso for factor total,mas nunca nos passe pela cabeça abdicar desse calor delicioso,durará muito ,o pouco ,mas que seja bom enquanto dure.Quando chegar ao fim de meus dias quero olhar meu coração e ve-lo cheio de retalhos,pequenos pedaços que dei e outros que recebi,deverá ser triste chegar ao fim com um coração liso sem remendos,significa que no deste nem recebes-te,quiça por medo a sofrer.Alguem disse"SOFRE APRENDENDO o APRENDE SOFRENDO" e a isto se chama VIVER.Fecha os olhos abre os braços e sente esse calor,talvez descubras no fim que tuas naves estão a salvo,de contrário ,passarás pela vida sem viver tudo que ela te dá.E recorda as naves sempre se podem construir outras,maiores ,mais fortes e melhores.
ResponderEliminarRain..... Lo cierto es que hay momentos en los que nos encontramos en esta situación, es tener que tomar una decisión que nos hace dirigirnos solamente por una dirección sin opción a nada más. También todo depende de la situación, a veces es mejor tener varias cosas en la mano sin tener que abandonar ninguna y otras es mejor cortar por lo sano y tirar por la línea recta sin más. Ahora si hablamos de relaciones humanas..... buff la cosa se complica, pero siempre suelen existir varias vías. Lo importante es que se puede elegir, y mucho, o te dejas quemar por esos soles o ni siquiera te pones moreno por los rayos, o dejas que te toquen un poquito o te haces ermitaño del todo. Todo depende de las naves que quieras poner a navegar.
ResponderEliminarBesos guapo!!
A veces lanzar puentes puede ser la mejor manera de fortalecer las relaciones entre las personas y quemar naves puede dificultarlas definitivamente. Si la decisión es fruto de la reflexión, es una decisión valiente, siempre y cuando no se deje en manos de la suerte ( alea iacta est)
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