Como si fuera una gigantesca lengua verde que lamiera algodón de azúcar, en la vasta alfombra de colinas erizadas de coníferas, a manera de papilas gustativas, parecen quedar atrapadas blancas nubes juguetonas que, en la mañana, se enredan, se deshilachan, cubren y acarician el rocío de los bosques.
Sobre las sábanas arrugadas, la rubia vuelve a la vida un día más. Rueda su cabeza sobre la almohada para ver la hora en el reloj de la mesilla. Se incorpora, se despereza. Y la vida, agradecida, le devuelve la sonrisa del sol matinal. El agua sigue su ciclo después de amar a la rubia y llenarla de besos en toda su piel. Mira el portátil casi de reojo, como cada mañana, mientras mastica la tostada y apura los últimos tragos de zumo. La rubia se acicala frente al espejo, colorea un poco más sus cálidos labios, sombrea tenuemente sus párpados, se atusa el cabello. Subida a sus tacones, la calle se llena de glamour. Así es la rubia.
En la llanura solo faltan pastores para los rebaños de árboles que, como inmóviles ovejas de lana esmeralda, se agrupan aquí y allá. El suelo es rojizo como piel bronceada por el sol. Arcilla curtida. El cielo intenso, ciánico, sin gorriones. Solo él, solo e infinito. El sonido del ferrocarril apenas perturba el silencio del lugar. Las cintas metálicas sobre un lecho de piedras forman una larguísima cicatriz que recorre la herida llanura hasta donde la vista ya no es capaz de distinguir, lejos, en el horizonte.
La imagen de la rubia en la oficina sujetando en su boca un lápiz que asoma por las comisuras de sus labios es para pedir al mundo que, por favor, se detenga en su loco giro y se quede con esa instantánea para siempre. Podrías mirarla largo tiempo sin que ella se inmutara, absorta como está comprobando esto y aquello en el plano. Solo es posible sentir envidia de un portátil cuando la rubia recorre su teclado con las manos y concentra su mirada en la pantalla. En un instante, se reclina hacia atrás en la silla y se queda por largo tiempo mirando al techo. Siempre consigue encender bombillas en esa blancura, ahí arriba. La rubia imagina, ríe, siente, suspira, medita, habla, sueña, se emociona, guarda silencio... algo se retuerce en su mente y allí crea mundos de la nada, como diosa que es.
Gigantescos seres de metal extienden sus brazos para sujetar hilos sobre un paisaje teñido de dos colores, cultivos amarillentos que desaparecen bajo una atmósfera grisácea. La niebla devora en su blancura fantasmal todo lo que se aleja: los gigantes metálicos y sus hilos, los cultivos, la planicie...
Una sartén sobre el fuego, unas verduras picadas en la tabla, una olla que deja escapar el vapor de su hirviente contenido. La rubia aliña una ensalada. Hay algo que sé, porque siempre me lo dice: a la rubia no le gusta comer sola. Sin embargo, le gusta cocinar. Le gusta el desfile de alimentos sobre la encimera, su transformación, el agrado con que el paladar del acompañante recibirá sus delicias. La rubia es generosa en cada gesto, en cada intención. La mesa de la rubia es un regalo. Por eso nunca le gusta comer sola. Aun así, hoy la rubia come sola. Y su mente está lejos de su mesa y de sus platos.
Si la tierra tuviera mandíbulas con las que triturar los cielos, seguramente se adivinarían en la cordillera que, orgullosa, se eleva sobre en el paisaje. Sus afilados colmillos apuntan a las mismísimas carnes azules que parecen querer devorar. Hace frío en la altura, pero el corazón se calienta con cada obstáculo superado.
Cuando la rubia lee y la miras, contemplas un eclipse de nariz y boca, que se convierten en portada de libro. Por encima, sus ojos se transforman en péndulo literario, recorriendo las líneas en un vaivén constante. De cuando en cuando, se detiene el péndulo brevemente y la mano pasa una página. O bien, retira un mechón dorado que se deja caer por encima del brillo de sus gafas. Su pierna izquierda cruzada sobre la derecha. Sin que se dé cuenta, puede pasar que la punta del pie se quede sujetando al zapato, que será mecido al ritmo que marque su tobillo. Cuánta emoción en este gesto. Cómo me muestra la intensidad de su lectura. Pero sin que la rubia lo sepa. Cuando el sol se apresura a ocultarse, los últimos estertores del día se cuelan por la ventana y traen brillos a su cabello, tiñéndolo del color y la luz de un bosque de arces en otoño.
Se ha vestido de luto el cielo por el ocaso del sol. Asoman tímidas las estrellas. De tan tímidas, llegan a ocultarse detrás de alguna nube camuflada en la negrura. Pero reaparecen curiosas. La fría serenidad de la noche confirma que la jornada llega a su fin. Se acerca la hora del reencuentro. Las luces de la ciudad lejana, ya en el horizonte, compiten con las abrumadas estrellas.
La rubia se ha quedado dormida en el sofá. Suena una música envolvente, que la arrulla en otro mundo al que ha despertado en sueños, lejos de este. Respira suavemente. Su cabello extendido sobre el cojín. Una manta cubre sus muslos. Te sientes estúpido al tratar de describir a la rubia cuando te inspira tanta ternura, cuando te regala tanta paz.
Y aquí ya, por fin, contemplo su quieto respirar, su dulzura, la fragancia de su presencia, que llena toda la habitación. Y de rodillas ante el sofá, como el devoto ante un altar, mi pensamiento vuela hasta sus sueños. Entonces, sé que se ha dado cuenta de que ya estoy a su lado, porque al abrir sus ojos me ha concedido el amanecer en la medianoche. Y todo el calor de su sonrisa, que encenderá besos sin fin en la madrugada.
Segunda (y conclusiva) parte del poema que nunca quiso ser poema (lo escribí de corrido y luego lo dividí en versos para tratar de insuflarle algo de ritmo en la forma) del post anterior.
ResponderEliminarGracias por todos los comentarios que tanto me han alegrado y aprovecho la circunstancia para dar la bienvenida a los nuevos viajeros que se han cruzado en este tramo del viaje.
Esta es vuestra casa si así lo deseáis.
Un poema no será pero es pura poesía. Siempre he pensado que ha der muy bonito poder ver en otra persona esos detalles de la manera tan romántica y con tanto cariño como lo ves tú. Supongo que esos sentimientos los despierta un hijo, una mujer, alguien que quieres y te inspira ternura. Los hombres, desgraciadamente, no nos hacéis experimentar eso. Otras muchas cosas, sí.
ResponderEliminarMe ha encantado leerte. Espero que exista la rubia a la que tanto amor profesas.
Encantador y precioso Rain, se te intuye enamorado, si es así enhorabuena y si no es así ¿me pasas las pastillas que tomas? ;)
ResponderEliminarBss compañero
Precioso texto Raindrop, destila ternura, es una delicia leerlo.
ResponderEliminarNo sé si existirá la rubia,(ojalá que sí)me cuesta creer que escribas tan bonito sin haberlo experimentado, si es así, doblemente enhorabuena porque tiene más mérito si cabe.
Te dejo un beso
P.D Espero no haberme puesto cansina en mi blog ;-)
Somos como satélites, dibujando figuras que nadie puede ver en la noche larga. Caminamos por calles y ciudades como troncos a la deriva, perdidos en el mar silencioso. Inexpugnables para nosotros mismos, erramos con la esperanza de que alguien dote de sentido a este paso por el mar y la noche
ResponderEliminaralguien lo convierte en poema y asi.. simple y llano dividido en episodios o versos. Hay quien te hace un regalo y a veces creemos no merecerlo pero no nos damos cuenta de como es que alguien mas nos mira desde afuera...
no se porque todos los hombres aman a las rubias....
Precioso texto. Me reconforta pensar que es cierto, real, tal cual lo sientes. Me alegra y lo disfruto mucho más.
ResponderEliminarCoincido con Avellana al intuirte enamorado.
ResponderEliminarUn brindis por la rubia! :)
Besitos.
Qué envidia me da la rubia esa que inspira palabras y sentimientos tan bellos e intensos en alguien como tú... supongo que ella conoce el tesoro que posee, o no?
ResponderEliminarWoooow, me ha encantado. He disfrutado como una rubia :)
ResponderEliminarBrillante de principio a fin.
El ritmo... Todo.
Entrada estrella.
Un beso y mi aplauso
linda expresión de sentimientos que compartes con nosotros. El amor, en todas sus manifestaciones, nos hace crecer como personas y nos da ese punto de querer compartir sentimientos tan necesario hoy en dia. Un abrazo.
ResponderEliminarTe intuyo exultante y sin embargo lo expresas de una manera tan suave y delicada que emociona.
ResponderEliminarFelicidades.
Un beso
Precioso amigo, simplemente precioso!! gracias por compartir con todos nosotros esos profundos pensamientos.
ResponderEliminarComo te dije en el post anterior, esto tiene que ser autobiográfico para así yo poder creer que esto es real y no fruto de la imaginación de alguien formidable.
Respecto a la rubia, le doy mi enhorabuena pues eres una especie en extinción. Muchos besos amigo :*)
Una rubia que tiene la cabellera más brillante porque es teñida de sueños. Muy bonito Raindrop.
ResponderEliminarAyyyyyy, las rubias!!! ;P (Muy bonito)
ResponderEliminaraina
ResponderEliminarNo sé de qué pasta estamos hechos los hombres (¿y si pruebas con un hombre, en singular?) jajaja
besos
Avellaneda
Vale, te paso las pastillas jajaja
besos
Silver
Existe la rubia y no tendría ni que ser rubia, así son las cosas ^^
Lo de tu blog: nada cansina. Me gusta el intercambio de ideas. Un placer :)
besos
Jo
En ese vagar por el mundo te pasan ese tipo de cosas maravillosas ^^
¿Todos los hombres aman a las rubias? Hummm... no sé, no sé... no lo creo ;)
besos
Sergio
Lo siento cuando lo rememoro. Que es otra forma que permite sentir lo que fue y ya no es.
un abrazo
Samotracia
Otra ronda de pastillas para ti jajaja
(qué malo soy) xD
besos
Aliena
Ah, la rubia... jajaja
No sé qué decirte ^^
besos
River
Gracias, eres un auténtico solete ^^
besos
kira
Cuando algo se revuelve con tanta intensidad en los adentros, la consecuencia lógica es soltarlo afuera, compartirlo :)
besos
Sory
Es el beneficio de la memoria. Que puede ser mucho más serena que el impulso del momento :)
besos
Vicky
Ay, amiguita, ¿las memorias entran dentro de lo autobiográfico? ¿sí? ;)
besos
Maeglin
Así es la rubia :)
abrazos
Speedy
Ayyyyyy, esas señoritas de cabellos amarillos xD
besos
Precioso Rain!! sencillamente precioso. Leerte ha sido como comer nube de algodón, a veces me he encontrado trocitos sueltos de azúcar. Una delicia.
ResponderEliminarUn besote
Me enamore de la rubia ... La rubia somos todas solo necesitamos un ojeador como tu.
ResponderEliminarDe una lírica tremenda y una sensibilidad apabullante. Precioso texto de un escritor sencillamente cojonudo.
ResponderEliminarY si además estás enamorado y eres correspondido, el éxtasis.
Enhorabuena brodel.
Abrazos
Pues este reencuentro... nos ha servido a algunas para reencontrarnos con recuerdos y viejas sensaciones...asi es que mil gracias por este poema que nunca quiso ser poema....pero que en mi ha hecho el mismo efecto que versos entretejidos con la mejor arquitectura.
ResponderEliminarAbrazotedecisivo y disfruta mucho del fin de semana Rain.
Brindo por ese reencuentro y por muchos mas posts. :)
ResponderEliminarLala
ResponderEliminarGracias. Me ha hecho feliz haber endulzado unos instantes de tu lectura ^^
besos
Montse
Qué bien lo has dicho.
muacks
instigador
Muchas gracias, hombre. Que ya sabes que si me lo dices tú le doy mucho valor.
un fuerte abrazo
Sara
Hay que revivir los recuerdos, a que sí ^^ (¡y que nunca se olviden las buenas sensaciones!)
besos
samuel
chin-chín
Gracias, amigo :)
un gran abrazo