miércoles, 16 de diciembre de 2009

batallas en blanco y negro

(85ª parada)
"Ten buena disposición hacia tu adversario y hazlo pronto, mientras que estás con él en el camino".
(Evangelio de Mateo, cap. 5: 25)


No deja de ser asombroso el filtro de la memoria. Si me pongo a recordar acerca de un profesor de estructuras (ya fallecido) que tuve en el 5º curso de la carrera, un tipo con aspecto de viejo lobo de mar, de sotabarba blanca, y con cierto problema de sordera (no paraba de llevarse la mano haciendo bocina detrás de la oreja), lo único que posiblemente me venga a la cabeza será un par de cosas:
Una es la sensación de curso perdido. Después de habernos pasado el año anterior calculando estructuras por método matricial y utilizando ordenadores (que, si bien es lo normal en estos momentos, en aquellos años se iban incorporando al cálculo de estructuras), ese curso nos dedicábamos a calcular cerchas a mano por el método de Cross.
La otra, que es la que me lleva a escribir este post, es una anécdota que no recuerdo en absoluto a cuento de qué nos la relató en una de sus clases.

La historia en cuestión, de la que nunca he comprobado su veracidad, tuvo lugar en el año 1894 en la ciudad de Filadelfia. En aquel año, entre los meses de marzo a mayo, se estaba celebrando el torneo para el campeonato del mundo de ajedrez entre el alemán Emanuel Lasker y el austriaco Wilhelm Steinitz. El match, que terminó en Montreal con victoria de Lasker sobre Steinitz, había comenzado en la ciudad de New York (curiosamente, la misma ciudad donde fallecerían ambos ajedrecistas, en 1941 y en 1900, respectivamente), pero se trasladó a Filadelfia antes de su conclusión en Canadá.
Sucedió (así nos lo relató el viejo profesor de estructuras) que en la ciudad del amor fraternal, Lasker estaba alojado en un hotel en que recibía la asistencia de un camarero de raza negra. Este hombre, ya mayor, propuso a Lasker un reto interesante: el sobrino del camarero, también negro, tenía un gran talento para el ajedrez, al menos en opinión de su tío; pero como no le era posible acceder al hotel por motivos de segregación racial, el camarero propuso a Lasker entablar una partida entre ambos utilizando este sistema: cada mañana y cada tarde, cuando el camarero acudiera para el servicio de la habitación, llevaría en un trozo de papel la jugada de su sobrino y, a su vez, llevaría la jugada del campeón hasta el muchacho. Algo similar al ajedrez por correspondencia. Para mayor emoción (y como era costumbre), propuso que apostaran, incentivando así un juego más brillante. Y puesto que Lasker era un maestro consagrado y el joven sobrino apenas un principiante, lo justo es que los premios también reflejaran esa desventaja. Así que una victoria de Lasker sería recompensada con 50 dólares por parte del retador, unas tablas supondrían 50 dólares para el ajedrecista novel y una victoria del sobrino llevarían 200 dólares desde la cartera de Lasker hasta el bolsillo del mozo. Lasker aceptó: hubo acuerdo y así comenzó esta interesante partida. Por supuesto, no por el dinero en juego, sino (sobre todo) por la intriga de comprobar cuál sería el nivel de este joven aficionado.
¡Y vaya con su nivel! En unos días, Lasker comprobó que la afirmación del camarero negro no era un farol: el muchacho era realmente muy bueno y estaba poniendo en serios apuros al ajedrecista consagrado. Así, durante unos días, el gran maestro alemán no encontraba la manera de vencer a su adversario...
Un día, deambulando por el vestíbulo del hotel, con la mente perdida en tácticas y combinaciones de jugadas que le permitieran zanjar aquella partida que se había convertido en todo un quebradero de cabeza, Lasker se topó con un preocupado Steinitz. Ninguno de los dos sabía que su oponente se alojaba en el mismo hotel, así que hubo un instante de sorpresa. Volviendo en sí mismo, Lasker se fija en la expresión tensa de Steinitz y le pregunta por el motivo de tanta preocupación. Steinitz, simplemente, le responde:
----- ¡Es que no consigo comprender cómo el sobrino de mi camarero es capaz de jugar tan bien al ajedrez!

En fin. Me resisto a no poner una de las conclusiones a la que cualquier lector ha llegado en este momento: Sí, el muy jeta del camarero se embolsaba, como mínimo, 100 dólares seguros en caso de empate, que podrían ser 150 si alguno de los campeones ganaba la partida.
Y así sucedió (siempre según el viejo profesor) que aquel match no tuvo sólo 19 partidas, sino 20. Aunque no tengo ni idea de quién puede conocer el resultado de aquella vigésima partida entre Lasker y Steinitz, que ellos mismos jugaron sin saber a quién se estaban enfrentando en realidad.

Ésta es la conclusión última que quería traer a colación a propósito de esta divertida anécdota. ¿Cuántas de nuestras batallitas suceden contra adversarios identificables? ¿Cuántas entablamos contra adversarios ocultos o, incluso, contra nosotros mismos, aun sin saberlo? ¿Cuántas veces mi némesis soy yo mismo? Sería el extremo de aquella frase de Borges que dice así: "Elige con cuidado a tus enemigos, porque terminarás por parecerte a ellos".
El rival oculto… que nadie olvide que una de las estrategias para vencer una confrontación puede ser hacer creer al rival que su oponente no es un adversario de talla. Practicar la ocultación o la simulación. Algo habitual en el mundo natural, por otra parte. Y de ahí, para quien se cree en ventaja, deriva un sentimiento de falsa seguridad en una victoria fácil (aunque, en verdad incierta) que puede hacer que se baje la guardia cuando lo necesario es poner más empeño en el triunfo. Y es así como se hace realidad otra de las máximas en ajedrez:
La partida más difícil de ganar es la que ya se da por ganada.

A veces, cuando me miro al espejo, me acuerdo de Lasker y de Steinitz ...y del viejo profesor de estructuras.

10 comentarios:

  1. Rain.. es complejo lo que planteas y multiple...

    .... La anécdota está muy bien... pero la conclusión es que no hay enemigo pequeño... mira las bacterias y el daño que hacen..

    .. y bajar la guardia.. a veces está bien y otras es peligroso.

    .. y enemigos.. pues a veces es el de fuera y otras nosotros mismos.. somos los peores con nosotros mismos.

    .. En mi humilde conclusión.. diría.....

    ... en primer lugar y como primer impulso...

    "al enemigo ni agua".

    .. pero como hay que elaborar lo mas primitivo.... elaboró y pongo las cosas en su sitio y miro a ver la manera de dañarnos menos, yo y el otro.. sea externo o interno.. y salir airosa.. si se puede.

    Un abrazo

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  2. Muchos pensamientos me vienen a la cabeza tras leerte.
    Desde el recuerdo de aquellos tiempos perdidos de facultad empleando tablas de logaritmos o reglas de cálculo cuando ya había calculadoras que lo hacían todo hasta la reflexión sobre los inciertos enemigos a los que nos enfrentamos.
    O de ese enfrentamiento con nuestro propio rostro en el espejo.
    O de la partida de ajedrez que el caballero de Bergman juega contra la muerte.

    Abrazos.

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  3. ¡¡Hola Rain!!!

    Upssssss!!! De lo primero del post, como que no me he enterado de nada……..
    Y del resto vaya pillo el camarero, se lo montó bien. Sobre tu planteamiento, pienso que el peor enemigo le tenemos en casa, vamos que somos nosotros mismos, muchas veces nos perjudicamos sin darnos ni cuenta o quizá si pero para allí que tiramos. Y al resto de enemigos, lo más difícil es encontrarlos a la primera y reconocerlos rápidamente antes de que te la claven, y mantenerlos bajo vigilancia, no estricta pero sin perderlos de vista, nunca hay enemigo débil sólo reposan….
    Ainss!! Tengo que confesar… que aunque me enseñaron los movimientos de las piezas de ajedrez, y me animaban a que jugara, no era mi juego…. era incapaz de estarme quieta en la silla, el primer cuarto de hora bien, lograba hasta dedicar tiempo a pensar las jugadas pero pasando más tiempo ya me empezaba a despistar, a mirar a las musarañas y a moverme, vamos incapaz… con la facilidad que tengo para irme por las ramas es un juego que necesita demasiada concentración para mi. Aparte de que era bastante movida, sigo igual pero menos.
    Un besito y un abrazo caluroso que con el frío que hace….
    Muack!!!

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  4. Creo que todos mis adversarios están mirando hacia otro lado y han llegado a la conclusión de que no soy peligrosa.

    Mis adversarios más fuertes viven dentro de mi y me acompañan con una gripe en verano.
    Estos hace siglos que están de mi lado asi que...es todo un placer no tener que batallar.

    Hay que ver, Galicia-de-momento, me haces pensar mucho ;-)

    J-

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  5. Pero mi estimadisimo compañero de estos viajes....
    No se, las veces que te habré dicho: este escrito es genial, es mi preferido, no se cuantas veces ya...y cuando lo digo, ¡bingo, no fallas! vienes con otro escrito, que me gusta más aún que el anterior.
    Si éste es el último del año...no se si es mi primer prferido o mi segundo preferido, lo estoy dudando eh!!!pero éste me ha dejado un buen saborcitooooooooooo.
    Sin duda nuestro peor enemigo nosotros...por eso yo nunca me tengo de enemiga, muy al contrario...
    ...pero mis pocos enemigos...esos a los que siento así...se deben de cuidar muy mucho...porque me bato a muerte con ellos...y con otros...ni eso merecen...
    Que escrito más buenisismo.
    Ya me paso a darte las felices fiestas navideñas como Dios manda.
    Un abrazisimo gélido, sabes a que temperatura nos encontramos en este trozito de León????? sabes???? a -8ºC y está comenzando la noche...y está todo nevadito.Pero mi abrazo es cálido eh!!! de amiga no de enemiga jejejeje.

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  6. Yo creo que tu antiguo maestro, tal vez os daba clase de otra asignatura. Una asignatura pendiente en muchas personas, humanidades.

    Un anecdotario de un maestro siempre creo que es su mejor libro, recoge un conocimiento que no está en los libros y fíjate, pasan los años y recuerdas esa partida.

    me pregunto ¿Qué os quiso contar de su vida con esa anécdota? ¿Tal vez sabía que había cambios a la vista en lo concreto y específico de la profesión y os veía como ese criado que jugaba una partida con su maestro?

    Quien sabe... Nos olvidamos a veces de que la historia de una clase es un lenguaje de poema. Un todo. Un besote y felices fiestas.

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  7. Aunque tuvieras la sensación de "curso perdido" con el "Lobo de mar", con esta Historia ya te valió.

    Es buenísima.

    No, no sabemos a quién nos estamos enfrentando. Si infravaloramos al oponente puede darnos una tremenda sorpresa.

    Oye, hasta mí ha llegado la lección del viejo profesor.

    Un beso.

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  8. Graciosa anécdota. Y es que nadie debería pensarse mejor que otro.

    Un abrazo

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  9. Rain...qué decirte guapo??? si siempre haces que me devane los sesos leyéndote mil veces, porque quiero empaparme de tus palabras y también por puro y egoista placer lo reconozco.
    Los enemigos menudo temita, haberlos haylos¡¡ y como sabemos de su existencia lo mejor es pasar de puntillas sin hacer ruido no vaya a despertarse la bestia que llevan dentro... Y luego mirarnos cada mañana, ver ese lado que nos convierte en peligrosos enemigos de nosotros mismos, y en ese preciso instante aprender a domesticarnos...complicado y laborioso pero útil.
    El ajedrez puede que sea una de mis asignaturas pendientes..quién sabe algún día¡¡
    Un fuerte abrazo

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  10. Siempre hay que tener claro a que te enfrentas.

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