jueves, 22 de diciembre de 2011

2-mil-12 ya en el horizonte

(cerca de la frontera que separa dos años)

Al acercarme a la frontera entre dos años, ya sé que tendré que pasar por una aduana llamada Navidad. El problema de esta aduana es que su sentido radica en lo individual, pero es imposible captarlo si se ignora lo colectivo. Imagínate la cantidad de situaciones extrañas que esto supone...
Se diría que, en nuestro entorno inmediato, hay dos grupos mayoritarios en que podría dividirse a la gente cuando pasan por la aduana. Todo el mundo tiene que pasar por ella. El tiempo es como esas cintas transportadoras que avanzan en un solo sentido. Estando anclados a ella, resulta imposible detener ese avance constante, por más artificios que se puedan imaginar. Aunque llegaran a funcionar en la imaginación, la realidad ineluctable es la que es. El grupo de los ni fú ni fá debe de ser una minoría, me parece, y por eso lo descarto como uno de estos dos grandes grupos. Se trata de dos grupos opuestos. Uno de esos grupos es el de los que aman la Navidad y el otro es el de los que la detestan. Está claro.

No conozco a ningún niño que pertenezca al segundo grupo (no digo que no los haya), y eso me hace pensar. Es como si de pequeños nos deslumbraran las ilusiones, pero de mayores parecieran frustrarse y dejaran un regusto de amargura... como si la realidad distara mucho del brillo de las ilusiones, como si tuviera la apariencia de una gran estafa, de un gran engaño, de una verdad que no funciona y se sostiene en mentiras.
Yo sigo en el primer grupo, quizás porque mi lado infantil se abre camino de cuando en cuando, pero sin evitar hacer crítica de adónde se ha ido desplazando la aduana. Qué es, cuál era su propósito, y en qué se ha convertido, qué sentido tiene ahora (si es que lo tiene). Veo normal que haya una evolución en la forma de vivir las fiestas, pero me perturba más cuando llegan a quedar huecas de todo sentido. Y al niño que vive aquí dentro sí le entristecería que llegara un año en que la frontera quedara desolada y sin sentido.
Mientras tanto, seguiré buscando ese rumbo cada año. Como actividad individual y sin olvidar que es una experiencia que se vive mejor compartiéndola. Y no dejándola para el final, cuando se termina el tiempo del año, sino etapa a etapa, a lo largo de sus días.

Sin embargo, inevitable hacer balances. Qué año. Terminé el anterior con la idea de poner punto y final al viaje aquí. Luego, empezó el año y era lo último que quería hacer. 27 post el año pasado y con este son 72 en el año en curso. Hasta los números son gráficos para expresar lo opuesto que ha sido la forma de terminar ambos años.
Si me refiero a la trayectoria bloguística, agradezco mucho por todo lo bueno que me ha sucedido en 2-mil-11. Sobre todo, por las grandes personas a las que he tenido el privilegio de conocer y que han llenado de esplendor este espacio. Me faltarían palabras para describirlas y para expresar mi gratitud por recibir tanto de ellas. Solo espero que el próximo año sea, cuando menos, igual de intenso en cada momento del viaje.

Y sí: es una despedida temporal. Ahora viajaré físicamente para reencontrarme con los míos. El blog permanecerá callado hasta el año que viene (es decir, dentro de unos días). Ah, y espero que se puedan resolver, mientras tanto, los problemas de esta semana... Lamentablemente, no he podido dejar comentarios en los blogs de mis amigos... porque google-blogger es así, tiene sus cosillas de vez en cuando, y se lo ha debido de pasar en grande borrándome comentarios recién publicados. En fin, ni así se me puede hacer callar para expresaros todo mi cariño. A veces he pensado en mudarme a wordpress, pero hay un motivo que me retiene aquí: el recuerdo y las sensaciones de todo lo vivido. Me siento como en un hogar que, aunque con alguna avería en las cañerías o falto de una buena capa de pintura, sigo considerándolo un hogar. Es la casa rodante que me cobija en este viaje que un día me vio emprender. Y esa fue mi única pretensión. No la de tener un blog que luciera bonito y todo fuera perfecto, sino una fogata al lado del camino.

Un último aviso para los que también disfrutan visitando al hermano pequeño del viaje: ih8mondays. Como cada lunes, el día 26 habrá nueva publicación. Me lo permite la opción de publicación automática. Así que (pese a la total desconexión que tendré estos días y si nada falla en blogger... cruzo los dedos...) allí habrá una nueva foto, acompañada de una melodía y unas frases.
Gracias por vuestras visitas.

El árbol de Navidad del Cantón coruñés: adiós a la madera, hola al metal
Mi deseo para cada uno es que disfrutéis de unos días llenos de lo que más anhele vuestro corazón.
Que se cumpla ese deseo personal. Pero no lo esperéis, salid a su encuentro y atrapadlo.
FELICES FIESTAS y PRÓSPERO AÑO NUEVO

lunes, 19 de diciembre de 2011

cuando la ambición supera los límites

(área de descanso nº 163)
"Lo llamaron 'alivio', pero era mucho más que eso. Le pusieron docenas de nombres: 'Ley de Recuperación Nacional', 'Administración de Obras Públicas', 'Cuerpo de Trabajos Civiles'... pero todo se resumía en una cosa: Por primera vez en mucho tiempo, alguien se preocupaba por los demás. Por primera vez en mucho tiempo, nadie estaba solo".
(narración en off, correspondiente a los años de recuperación económica posteriores a la crisis de 1929, en el film Seabiscuit)

Hace mucho tiempo que perdí contacto con un amigo. Ya no sé cuál es su paradero. Pero siempre lo recordaré por una anécdota que nos contó a su vuelta de África. Se marchó una temporada como voluntario en una ONG para trabajar en proyectos de desarrollo en Burkina Faso. Decía que había una cosa que le impresionaba cada día, día tras día: él dejaba por las noches su calzado deportivo en la ventana del lugar que le habían asignado como alojamiento y, cuando lo recogía por las mañanas, se encontraba a una nutrida tropa de niños de la aldea admirando aquel par de zapatillas.
No se volvió con ellas. No porque se las robaran o desaparecieran misteriosamente, sino porque decidió regalarlas antes de marchar. Por lo que lo conozco, sé que no fue un acto que sirviera para acallar su conciencia a la vez que resultara generoso. Él ya es muy generoso, no necesita andarse con demostraciones para la galería. Por su relato, se adivinaba que era más bien una consecuencia del desprendimiento.
"¿Para qué quiero yo tantas cosas? No las necesito", se le escapaba de cuando en cuando.
De vuelta al hogar, ahora parecía vivir incómodo en su propio país, hostigado por tantos objetos estrafalarios e innecesarios.

Y seguro que tenía (tiene) mucha razón. Absorbidos por el medio, es más difícil captar la verdadera medida de las cosas: Entre ricos, uno se siente indigente, que carece de todo, y convierte cada cosa superflua en esencial. Entre pobres, se valora cada pequeño detalle, se considera uno un magnate que flota sobre la abundancia, y tantas cosas que parecían básicas ahora se ven como lujos o prescindibles. Empero, suele faltar el equilibrio: la ambición en su justa medida, un motor para la prosperidad y el progreso de todos, nunca una fuerza oscura que empuja (aunque sea indirectamente) a la rapiña y el saqueo de los demás.
En muchas ocasiones, creo que Occidente (entiéndase la palabra: el estilo de vida de Occidente) tiene una venda en los ojos. Rodeado de pobres, se siente pobre. Pero porque no ve lo que le rodea, o no quiere verlo, o le parece que sus agobios y desvelos son provocados por descomunales problemas que debe resolver para su supervivencia. Y no es así. Pero es el precio de la ambición desmedida.

En el film La lista de Schindler, después de haber invertido toda su fortuna en proteger a un buen número de judíos del exterminio organizado por los nazis, se lamenta al final Oskar Schindler por el hecho de haber conservado un vehículo o una valiosa insignia que pudieran servir para el rescate de más vidas. Y es él mismo, ya despidiéndose y provocando cierto estupor en quienes acaba de rescatar (después de todo cuanto había hecho y arriesgado, ¿todavía estaba en situación de reprocharse algo?), Schindler en persona, quien reconoce que ha sido la vanidad lo que le impidió actuar incluso con mayor desprendimiento. Conmueve ver cómo alguien llega tan al límite. Y, sin embargo, acierta denunciando a la vanidad.
Comentaba Annie Leonard en su conocido vídeo (no me canso de enlazarlo en este blog) La historia de las cosas, The Story of Stuff, que esa flechita dorada del consumo (que es, a fin de cuentas, el motor de todo el sistema) se alimenta de nuestra vanidad, nuestro deseo o necesidad de mostrar a los demás una corteza que sea reveladora de un estatus lo más elevado posible, influencia, poder... También, la vanidad de la autogratificación, que nunca da satisfacción completa y nos tiene girando en una especie de rueda-de-jaula-de-roedores que nos desgasta sin proporcionar felicidad. Qué subidón nos da cada vez que estrenamos algo y qué poco dura. Podría decirse que es parecido al efecto de una droga. Nuevo coche, nuevos zapatos, nuevas ropas, nueva vivienda, nuevos muebles, nuevos electrodomésticos o equipos electrónicos... Y todo queda obsoleto en poco tiempo. Se esfuma la sensación y hay que volver a alimentarla, gastando en pequeñas tonterías lo mismo que podría alimentar a familias enteras durante mucho tiempo.

Vanitas vanitatum omnia vanitas... Y toda esa vanidad aprieta aún más la venda que llevamos puesta en los ojos. Para no ver.
Y las distancias siguen aumentando.
Aquí, nosotros hablamos de crisis y en lejanos lugares mueren por cientos de miles...
Y nosotros podremos seguir hablando indefinidamente de nuestras terribles crisis de niños ricos.



"El mundo es suficientemente grande para satisfacer las necesidades de todos,
pero siempre será demasiado pequeño para satisfacer la avaricia de algunos".
(Mahatma Gandhi)

viernes, 16 de diciembre de 2011

la mano en el fuego

(amarrado a puerto en pleno temporal)
·
··········"El vano ayer engendrará un mañana
··········vacío y ¡por ventura! pasajero,
··········la sombra de un lechuzo tarambana,
··········de un sayón con hechuras de bolero;
··········el vacuo ayer dará un mañana huero".
····················(Antonio Machado, 'El mañana efímero', 'Campos de Castilla', 1912)

En "Ab urbe condita libri" (o las "Décadas") nos relata Tito Livio la historia que posteriormente dará origen a la expresión poner la mano en el fuego. En la Roma de mediados del siglo VI a.C., el fin de la dinastía tarquinia sobrevino con la revolución que llevó a la expulsión de su último rey, Tarquinio el Soberbio, y a la proclamación de la República, capitaneada por dos cónsules: Lucio Juno Bruto y Lucio Tarquinio Collatino (quien, aun siendo personalmente honesto, también será expulsado de Roma por su pertenencia a la familia real recién depuesta del trono). Pero Tarquinio el Soberbio no se resignó a la pérdida de su cargo en Roma y persuadió al etrusco Lars Porsena, rey de Clusium (actual Chiusi), a marchar con un ejército contra la ciudad que le había derrocado. Al acercarse los enemigos, los romanos se aseguraron el apoyo de la plebe concediéndoles la exención de ciertos tributos, y se prepararon para la defensa. Finalmente, en el relato de Tito Livio, Porsena decidió dejar en paz a los romanos, enviar embajadores, pese a las protestas de Tarquinio, y retirarse. El motivo fue el asombro que le produjo el valor demostrado por Cayo Mucio, y la sorpresa por la revelación de que otros cuatrocientos jóvenes en Roma estaban decididos a imitar su ejemplo.
¿Qué sucedió? Un joven romano llamado Cayo Mucio, previendo el fatal desenlace que para su ciudad podría tener el férreo asedio etrusco, decide infiltrarse en el campamento de Porsena para asesinarlo y desnivelar la balanza a favor de los sitiados. Avisando al Senado de Roma (para evitar la acusación por desertor) y debidamente ataviado como etrusco, se cuela en la tienda de Porsena y, con las prisas del momento por la posibilidad de ser capturado, descarga el golpe sobre la persona equivocada (confundió las ropas del tesorero real con las del propio rey), que es mortalmente herida con el puñal de Mucio clavado en el pecho. Inmediatamente, el romano es apresado e interrogado. Porsena lo amenaza con ser torturado por el fuego de las antorchas que alumbran en la noche, si no revela su verdadera identidad, sus intenciones, sus cómplices... En un descuido de los soldados etruscos, Mucio se zafa de sus captores y mete su mano derecha (la que falló el golpe) en los carbones encendidos de un gran brasero que estaba próximo. Mientras el fuego va consumiendo la carne de la mano, Mucio exclama una frase: "Poca cosa es el cuerpo, para quien solo aspira a la gloria". Y no solo eso, sino que confiesa a Porsena que en Roma otros cuatrocientos jóvenes con igual coraje que él han jurado dar muerte al etrusco. Una mentira del romano, pero que (ante una puesta en escena tan efectista) es creída por el rey, y sirve como detonante para la retirada de los sitiadores.
Cayo Mucio es liberado por su muestra de valor, y en Roma será conocido con el sobrenombre de Scévola (es decir, zurdo) por el inestimable sacrificio de su mano derecha.

El gesto de Mucio Scévola, que se deja quemar la mano por haber errado el golpe, es puramente legendario, aunque lo relate el historiador Tito Livio. Igualmente figurado es ese poner la mano en el fuego que, de ser literal, tantas manos maltrechas dejaría. No hay que engañarse: poner la mano en el fuego es sinónimo de quemársela. No hay ordalía que valga. La cuestión es si merece la pena quemársela o no: si hay un motivo glorioso para entregar ese miembro (porque ya dijo el maestro galileo que es mejor perder un ojo o una mano si el final es un lugar de gloria) o si no existe nada digno de tamaño sacrificio. Y esa duda es lo inquietante.
Se acumulan decepciones, se pierde equipaje de valores, se gana desconfianza, desilusión, desencanto. Tantas veces se ha sufrido la quemazón del desengaño... Fuego que provoca incendios, que consume voluntades y abrasa esperanzas. Y si se habla de Roma, podemos hablar de nuestra Roma particular, de nuestra piel de toro. Será como dice Machado, que esta España solo embiste cuando (al fin) se digna a usar la cabeza. Queda tanto camino por recorrer, tantas cosas que aprender, tanta siembra que todavía espera la estación...

Pero...
Por otra parte, una estirpe de audaces, un linaje de héroes que no se dejan abatir por frustraciones, que no escarmientan en la desesperación, todavía tienen manos que poner en el fuego. Ellos mismos son como el fuego y no temen quemarse. Fuego versus fuego, fundiéndose con un estremecimiento.
Su vida es pasión, inmune al desaliento.
Y la pasión se hizo fuego y habitó entre nosotros.


sábado, 10 de diciembre de 2011

no pensar

(entre paradas, etapas, descansos, repostajes... con este ya son 200)

(tranquilos todos: creo recordar que al final gana el combate, como era previsible)

En apariencia, descabellado consejo: "no pensar".
Quizás (y a priori) lo que se necesita en cualquier caso es mayor reflexión y más pensamiento, que sirva como motor de un curso de acción responsable y certero. Sin embargo, el consejo es no-pensar.

Samuráis. Hace 100 saltos, era un rōnin el que ocupaba el espacio. Y aquí sigue en tránsito, eso no ha cambiado. Pero, para variar, una de samuráis, ¿por qué no?
Vuelvo al no-pensar. Parece cierto que el momento (único e irrepetible, como cada uno) acaba escurriéndose por el desagüe del tiempo y así se pierde para siempre, cuando se lo asfixia entre densas nubes de pensamientos pasados y futuros. ¡Es tan intangible el presente! Avanza hacia el futuro para ser pasado en un suspiro...
¿Cómo se puede vivir un instante tan singular? ¿Qué referencias se tienen?
Tanto vértigo de lo extraordinario me lleva la vista hacia atrás o tan adelante como pueda. En la brecha abierta entre lo pasado y lo por venir, en el abismo de presente, me sujeto a las amarras de lo único que no existe: el no-aquí y el no-ahora. ¿Y no es esto más insensato que no-pensar?
Es posible.

Agotado, entrada la noche y ya tendido en la cama, intentando reposar al fin del día fatigoso, solo pienso que ya no quiero pensar más.
Respirar tranquilo. Sorber el hálito del segundo fugaz. Mandar a paseo al martillo y al yunque que forjan la preocupación, con su insoportable golpeteo. Quedar absorto en la oscuridad. Ver la luz. Imaginar la caricia del camino en los pies. Volar sin alas. Y no pensar.

martes, 6 de diciembre de 2011

las raíces del futuro

(área de descanso nº 162)
"Donde hay educación, no hay distinción de clases".
(Confucio)

Puedo ahora caminar sobre una franja de arena húmeda y compacta. El mar se ha retirado y no la volverá a cubrir hasta dentro de unas horas. Es asombrosa esa obediencia ciega del mar, que en un vaivén de olas juguetonas no se atreve a rebasar el límite establecido. Sorprende esa domesticación de las aguas, inducida por un astro lejano y que ni siquiera se muestra en estos momentos.
Igual de fascinante es que nuestro planeta parezca estar unido con una larguísima cadena elástica a una estrella, en cuyo invisible pozo gravitatorio permanece atrapado, girando más próximo o más distante, aunque sin desencadenarse en ningún momento.
Empero, ninguno de estos obedientes comportamientos son comparables al firme caminar de quien lo hace en libertad, sabiendo los cómos y los porqués. Ahí descubro la cúspide de la maravilla.

Llevo unos días con una frase en la cabeza. Surgió casualmente en el curso de una conversación, y dice algo así:
Todo el mundo piensa en dejar un mejor planeta para nuestros hijos, cuando lo que deberíamos hacer es dejar mejores hijos para el planeta.

Creo que no es posible expresar de otra forma y con tanto acierto varias cosas importantísimas a la vez.
Por ejemplo: que es absurdo preocuparse por el planeta si no nos ocupamos antes de las personas.
Por ejemplo (otra frase): que, como dijo Lao-Tsé, si das pescado a un hombre hambriento, le nutres una jornada; si le enseñas a pescar, le nutrirás toda la vida. Y el planeta es un legado que pasará de mano en mano, esperemos que mucho más allá de las de nuestros hijos.
Por ejemplo: que solo una generación separa siempre a la civilización de la barbarie.
Por ejemplo: que la educación es el camino arduo, el lento pero el seguro, el que funciona de verdad, el que está lleno de sentido y responsabilidad, y que los atajos suelen ser el refugio de los chapuceros.
Por ejemplo: que la verdadera educación no es un amaestramiento, sino el desarrollo armonioso de todas las facetas y capacidades de una persona, para llevarla a ser lo mejor que puede llegar a ser.
Por ejemplo: que las raíces del futuro están en las plantitas que crecen hoy, y esas plantitas son nuestros pequeños.
Por ejemplo: que ya va siendo hora de que distingamos las causas de las consecuencias, y de que no confundamos el orden natural de las cosas.

Y se podría seguir así un buen rato. Pero no es plan.

Solo terminar diciendo que una de las formas más efectivas en que se aprende es por imitación. Por eso, pasan los años y acabamos soltando esa frase (frustrante o balsámica, según los casos) ¡cada vez me parezco más a mis padres! Y eso que nos pasamos tanto tiempo tratando de evitar sus defectos o fracasando cuando intentamos copiar sus virtudes. Pero los genes y el aprendizaje reclaman esa cosecha.
Sin embargo, si el paso del relevo se produce de una forma tan sencilla, entonces esto puede ser una buena noticia. ¿O acaso no es una buena noticia saber que algo tan trascendental simplemente comienza por uno mismo?

domingo, 27 de noviembre de 2011

sensaciones de ti

(área de descanso nº 161)
·
so much depends
upon
·
a red wheel
barrow
·
glazed with rain
water
·
beside the white
chickens.
···············(The Red Wheelbarrow, 1923, William Carlos Williams)

Algunos escritos incitan a expresar admiraciones como esta: "¡qué hermosas palabras!".
No porque las palabras sean hermosas por sí mismas, cuando reposan inertes en el diccionario que las contiene a todas. Y cierto es que incluso en ese estado latente hay palabras que ya son bellas, por diferentes motivos. Pero no. Incluso las palabras más corrientes resultan hermosas cuando se combinan de tal forma que cautivan los sentidos. Elegidas unas, desechadas otras, componiendo una precisa sinfonía de sensaciones y ritmos que hace vibrar esas misteriosas cuerdas que, tensas en nuestro interior, esperan el momento de ser pulsadas. Algo así.
No es la hermosura propia de las piedras, ladrillos, hormigón, madera, vidrio, acero... la que garantiza que un edificio me parezca hermoso. Ni es el sonido de un do, un re, un fa, un la... interpretados por diversos instrumentos, el motivo por el que una melodía determinada atraviesa mis entrañas y deja ahí grabada su huella de fuego.

Y cuando contemplo el poema de tu rostro y de tu entera figura, también entiendo que no hay nada distinto o singular en cada detalle, excepto el hecho de ser parte de ti misma. La precisión con que se combina armónicamente el color de tus mejillas, el brillo de tu mirada, la textura de tu boca, la elegancia de tu cuello, la fragancia de tu cabello, la delicadeza de tus manos, la suavidad de tu pecho, el equilibrio de tu cintura, el torneado de tus piernas... son las sensaciones que te convierten en real, paradójicamente, como si fueras el resultado de la operación de un poder irresistible dominado por mi imaginación. Un juego minucioso de sencillez, tu voluntad de reflejarte en el espejo que atraviesas, para mirarme desde el otro lado, incluso más exquisita. Un juego que consiste en no dejarte atrapar, cuya máxima diversión está en ese correteo constante en procura de ser capturada o evitándolo. Un juego con las formas que redescubro en ti a cada instante y con lo que pueden llegar a atesorar. Una deriva guiada, tal vez, en un rumbo distinto que me vas sugiriendo, paso a paso. Críptica a la vez que libre de artificio, natural y espontánea, como la formidablemente simple estampa de una escena simple, como la carretilla roja de Williams, como la sinceridad y humildad de esas palabras que componen textos hermosos. Para que las sensaciones de ti se metamorfoseen en ti misma, para que pueda crearte y darte vida en la realidad objetiva cuando estás inaccesible y me resulta imposible e insatisfactorio acariciar las meras sensaciones.

Jugando a tu juego, logré entender el poema de las sensaciones de ti y por qué tantas cosas dependen de ello.


miércoles, 23 de noviembre de 2011

rorschach

(área de descanso nº 160)

- Veo un mercado. Pero un mercado de esos que oprimen a la gente, de los que controlan a los gobiernos. A ver... no me refiero al mercado de mi barrio, ese no. Ahí están Remigio el pescadero, que siempre me ha parecido buena persona y me tiene reservados los mejores ejemplares, porque nos conocemos de muchos años y ya sabe lo que me gusta. Bueno, y no quiero olvidarme de Manolita la frutera, gran mujer, que ahora tiene que cuidar a su madre, que ya está muy mayor. Y que sigue sacando adelante a sus cuatro hijos, a pesar de que el golfo de su ex-marido hace todo lo posible para no pasarle la pensión. ¡Y en estos tiempos que corren!
Pero no, no, no. No me refiero a ese mercado. Me refiero a esos otros mercados, que no sé muy bien lo que son, pero todo el mundo habla mal de ellos. Claro, estarán llenos de ladrones y de toda esa gentuza que se aprovecha de los demás y que solo piensan en hacerse ricos ellos a costa de dejar en la pobreza a las personas que se han partido el espinazo para salir adelante con el sudor de sus frentes, como Manolita y como Remigio, que ellos no serían capaces de hacerle daño ni a una mosca.
Yo no sé de qué pasta están hechos esos banqueros y especuladores sin entrañas, que venderían a sus propias madres por cuatro perras. Y tampoco sé qué hace exactamente un especulador, pero es que oigo la palabra y ya me suena mal. Nada bueno puede hacer alguien que se llame especulador. Es que, vamos a ver, ¿hay derecho a que echen de su casa a una pobre anciana que no tiene de qué vivir? ¿Dónde se ha visto eso? Yo no sé cómo lo permiten. Pero, claro, si los que mandan están dominados por gente sin corazón, ¿qué puede esperarse?
Y vayámonos preparando para lo peor, que ahora no te pongas enfermo, que a ver con qué pagas las medicinas y los tratamientos. Si va a ser mejor morirse. No hay dinero que llegue para nada, cada vez se cobra menos y cada vez las cosas son más caras. En el mercado, está todo por las nubes. En el mercado del barrio, quiero decir ahora. Pero la culpa de que el mercado esté así es de los otros mercados, de los que están llenos de ladrones de guante blanco y sinvergüenzas con traje. Que no sé ni qué venderán en esos mercados. Pescados y fruta me supongo que no.

- ¿Pero todo eso le dijiste?

- Pues sí. Y más que le hubiera dicho, pero no me dejó seguir. Es que de tanto escuchar las noticias se me van quedando estas cosas y ya no pienso en nada más. Oye, que no hay nada como informarse bien. Porque, la verdad, lo que yo veía en el dibujo era como la pelvis de un esqueleto o algo así. Pero eso no quiere decir nada. Bueno, sí, que nos vamos a quedar en los huesos por culpa de los dichosos mercados. Ya lo verás, ya.

domingo, 20 de noviembre de 2011

desliz

(área de descanso nº 159)

Todos mis músculos quisieron crisparse al unísono. Pero no permití que ni uno solo cambiara el tono establecido en la sinfonía corporal.
Mil látigos azotaron mis carnes en una fracción de segundo. Sin pestañear, mi piel no mostró ni la más leve cicatriz después de la descarga.
Diez mil mariposas pterodáctilos revolotearon de pronto y se agitaron ansiosos en mi estómago. Impertérrita, tragué saliva discretamente para ahogarlos en las entrañas.
El vello se esforzaba en ponerse de punta. Me tocó domesticar sus ímpetus sin despeinarme.
También unas gotas de sudor amenazaron con perlar mis sienes. Sin embargo, evaporé todo el líquido con cálidos pensamientos aun antes de que pudiera aflorar.
El corazón trató de desbocarse al galope tendido. Aborté la crisis apretando fuerte sus riendas y tirando del freno, para adelantarme a la taquicardia.
El aire parecía escasear y los pulmones comenzaron a marcar ritmo de jadeo. Sin ni siquiera levantar las aletas de la nariz, conjuré espíritus que me sirvieran de aliento.
Pero un pequeño descuido hizo inútil todos mis esfuerzos.
Y tú percibiste la casi imperceptible dilatación de mis pupilas.
Y, desde ese instante, ya fue como si jugaras con mis cartas marcadas.

Fue mi desliz.
Solo fue para verte mejor.
Y ahora ya solo quiero comerte mejor...


martes, 15 de noviembre de 2011

última edición

(área de descanso nº 158)
Catherine's Freedom by Robyn Miller on Grooveshark

La Tierra ya no es plana ni todo gira a su alrededor: Sigmund Freud asegura que el sexo ha ocupado ese lugar... En la despedida de su Armada, el monarca Felipe II se muestra optimista: "Si no caneamos a los ingleses, me hago luterano", ha dicho entre el alborozo y las risas de la concurrencia... Iósif Stalin: decidido a abandonar su cargo y convocar elecciones en la URSS, ante el inminente final del conflicto europeo... 500 millas de Indianápolis: los neutrinos a punto de batir la supremacía de los fotones... Tras el incidente de Bosworth, Ricardo III demanda a la compañía local de taxis, exigiendo una indemnización de cuatro millones de libras... Johannes Gutenberg estudia aceptar la suculenta oferta de Epson y abandonar su relación con Hewlett Packard... Crónicas de Manhattan: Eva arroja la manzana, golpea en la cabeza de Isaac Newton, rebota y es atrapada por Steve Jobs, quien le da un mordisco para luego colocarla sobre la cabeza del hijo de Wilhelm Tell... Ajuste de cuentas en la costa de Turquía: Héctor mata a Patroclo, Aquiles mata a Héctor, Paris mata a Aquiles, pero las autoridades no llegan a tiempo para detener al joven... El Cuerpo de Mosqueteros de la Guardia nombra director de recursos humanos al soissonneais Alexandre Dumas... El físico Erwin Schrödinger anuncia la próxima apertura de su caja después de la gran presión ejercida por la Asociación de amigos de los gatos de la ciudad de Graz... Técnicos bizantinos han contrarrestado el efecto del virus informático lanzado por hackers otomanos y que amenazaba sus sistemas de defensa: se prevé un aplazamiento indefinido del efecto renacimiento... Después de desechar el cilindro y la esfera, las obras del panteón familiar del monarca egipcio Zoser comenzarán el próximo mes, de acuerdo a las declaraciones de su arquitecto Imhotep... Derbi de Kentucky: contra todo pronóstico, se proclamó vencedor Marengo, por delante de Bucéfalo y Babieca, con Pegaso y Caballo-de-Troya descalificados por conducta antideportiva... El rey Midas dona su mano a la Sociedad Alquímica Internacional... El representante de Laika afirma que solo unos flecos en el contrato son el último obstáculo para concretar su fichaje por la NASA... El Ministerio de Sanidad Azteca muestra su satisfacción por el galardón que ha recibido el Tenochtitlan Medical Center, al encabezar el ranking mundial de trasplantes de corazón... Información bursátil: tras la feroz campaña publicitaria emprendida por la firma Ulises & Associates, la naviera Ítaca Transmediterránea S.A. duplica el valor de sus acciones... Ola de vandalismo: sigue abierta la investigación sobre el paradero de dos individuos que en el día de ayer provocaron graves destrozos en un molino de viento situado en un lugar de La Mancha cuyo nombre no ha sido facilitado a esta redacción...

Y yo sigo, un día más, sin tener noticias tuyas...


jueves, 10 de noviembre de 2011

hallazgo

(área de descanso nº 157)

Me he encontrado una horquilla. De esas del pelo.
Esperando a quien no acaba de llegar, me he sentado cerca del edificio de la biblioteca en un coqueto banco de piedra de los que flanquean la avenida del campus de esta universidad. Y, mirando hacia ninguna parte en concreto pero concretamente hacia el suelo próximo a mis pies, la he visto allí tirada sobre el pavimento gris: una horquilla de las corrientes, sin adornos. Apenas tonos dorados, pero ni una florecilla, ni una estrellita, ni una figurita, ni una filigrana que revelen algún dato más en que pudiera espaciarse la imaginación. Tan desnuda de adornos aparecía esa horquilla ante mis ojos que ni siquiera la fina hebra de un cabello resplandecía entre sus fauces metálicas. En definitiva, ni una pista para reconstruir el suceso: ¿por qué una horquilla decidiría independizarse para acabar suicidándose de semejante manera? ¿O fue víctima de un abandono premeditado?
Imposible saber nada de su propietaria. Al menos, un cabello revelaría datos de la mujer que llevaba esa horquilla. Muy pocos datos a simple vista, pero otros más podrían averiguarse de la gran cantidad de información genética que llega a contener un solo pelo (¡qué tiempos estos en que resulta así de fácil acceder a algunos de nuestros secretos tan bien atesorados en el críptico código de los nucleótidos!). Sin embargo, por más análisis que pudieran hacerse de un sencillo filamento abandonado, estos nunca revelarían las cosas realmente importantes que hacen de esa mujer anónima alguien singular y fascinante para otra persona. Cosas como por ejemplo si le ponen triste los días de lluvia, si disfruta con la poesía de Benedetti, qué siente al contemplar el mar, qué le pareció la última película de Woody Allen, cuál es su mejor recuerdo o cuál es su sueño más recurrente, si le gusta vestir de color lavanda, si se le eriza el vello cuando escucha música de Debussy, ¿ama los gatos? ¿qué le hizo llorar por última vez? ¿cuál es su sabor de helado preferido? ¿detesta los lunes?
Infinidad de preguntas de las que solo se podría obtener la solución por boca de la mujer que extravió la horquilla. O quizás sin palabras, compartiendo tiempo a su lado para obtener las mejores respuestas y, lo que es mejor, descubriendo nuevas preguntas.
Sigue el suceso desdibujado en conjeturas... ¿Acaso tan perturbadoras eran las emociones que bullían en esa cabeza que llevaron a la horquilla a dejarse caer al vacío? ¿Quizás fue un salto de alegría el que la alejó de ella para siempre?

Eclipse de sol sobre la horquilla. La oscura silueta de una cabeza se dibuja en el hormigón, cubriendo el objeto que ha hecho revolotear mi mente durante un tiempo que no consigo calibrar.

- Hola, ya estoy aquí.

Suena apresurada y jadeante la voz que esperaba y me arranca del ensimismamiento. Me levanto y dejo a la horquilla con sus propios desvaríos...

domingo, 6 de noviembre de 2011

ilusión fractal

(área de descanso nº 156)
"Mi trabajo ha intentado siempre unir la verdad con la belleza; pero si en alguna ocasión tuve que decidirme entre una y otra, escogí la belleza".
(Hermann Weyl)

En el gran arcón de la memoria quedan atesoradas muchas escenas de la vida: unas parecen triviales y otras desprenden un aroma más trascendental. Pero allí se van amontonando y superponiendo unas y otras, a veces sin una etiqueta que revele el nivel de importancia de cada recuerdo. Quizás el tiempo se lo irá asignando.
Tengo un recuerdo de infancia que, aunque parecía comenzar apenas como una percepción insignificante, no se ha perdido en el fondo del contenedor mental, precisamente porque el paso de los años lo ha ido reforzando con otras experiencias en paralelo. Experiencias que a priori no serían fáciles de asociar a aquel antiguo y nimio recuerdo por el análisis de los meros hechos, pero experiencias llenas de sensaciones y vibraciones similares. Y son estas las que permiten enlazar en la memoria sucesos que de ahí en adelante se considerarán conectados.

Aquella cartilla de cuentas y caligrafía de preescolar tenía una tapa no muy gruesa de color verde pálido y textura algo tosca. No es ninguno de estos detalles los que hubieran cautivado mi atención, pero sí el dibujo impreso en esa cubierta rústica. Allí estaba un niño sonriente sobre un patinete, acompañado por un amistoso perro en cuya boca sostenía una cartilla. Y se podía apreciar que el dibujo de la tapa de la cartilla que sostenía el perro con su boca era el de un niño en patinete acompañado por un perrito con una cartilla en su boca. Eso abría la puerta hacia algo inquietante, como un vértigo repentino...
Imaginé (porque ya era imposible ver tal cosa) que la cartilla que sostenía el perro-de-la-cartilla-sostenida-por-el-perro-de-la-tapa-de-mi-cartilla también tendría un dibujo similar, con un niño, su perro y otra cartilla en la boca del perro. Y esa cartilla volvería a tener otro niño, otro perro y otra cartilla. Y así, ¿hasta dónde, hasta cuándo?
Por otra parte, si yo tuviera un perro y un patinete, y me subiera a mi patinete y le pusiera a mi perro la cartilla en la boca, podría organizar el mismo encadenamiento de escenas en sentido inverso: no empequeñeciendo, sino agrandando.

Sin saber el nombre que Benoît Mandelbrot habría de dar a semejantes geometrías uno o dos años más tarde, lo cierto es que yo ya era una presa de la fascinación por los fractales. Y eso supuso el comienzo precoz de una forma distinta de ver las cosas, desde lo microscópico hasta lo macroscópico, del conjunto a los detalles ...y viceversa, ida y vuelta. Con el pasar del tiempo, cautivado por la belleza que se podía descubrir (y que otros ojos expertos me iban revelando) en todo el rango de escalas que va desde algo más ínfimo que los orbitales atómicos hasta algo aún más gigantesco que conjuntos de galaxias, pasando por la escala humana, decidí que dedicar numerosas horas de mi vida a la observación minuciosa nunca sería tiempo desperdiciado. Un deleite del que difícilmente podría arrepentirme.


miércoles, 2 de noviembre de 2011

criticando, que es gerundio

(área de descanso nº 155)
"En muchos sentidos, el trabajo de un crítico es fácil. Arriesgamos poco, porque gozamos de una posición que está por encima de los que exponen su trabajo y a sí mismos a nuestro criterio. Nos regodeamos en las críticas negativas, que son divertidas de escribir y de leer. Pero el hecho más amargo que debemos afrontar los críticos es que, a la hora de la verdad, cualquier producto mediocre tiene probablemente más sentido que la crítica en la que lo tachamos de basura".
(Anton Ego, crítico gastronómico en el film de animación "Ratatouille")

Quizás sea una mala costumbre bastante habitual, pero suele ocurrir que las acepciones peyorativas de los términos son las que acaban apropiándose de la identidad de numerosas palabras, tal vez entre las más interesantes. ¿Qué decir de la palabra de origen griego "crisis" (κρίσις, que a su vez procede del verbo κρίνειν: juzgar, separar, decidir) y de muchos de sus derivados? Es una cuestión ya comentada en este blog.

Cuando pensamos en crisis o en crítica, es raro que nos refiramos a algo distinto que a una situación angustiosa (en el aspecto que sea: económico, social, político, psicológico, clínico, personal...) o al feroz despelleje que le dedicamos a otras personas o que otras personas nos dedican. Y es igual de raro que adivinemos el parentesco entre palabras como estas dos citadas y criterio, por más que el parecido familiar (su idéntica raíz) las delate. Será porque nos hemos acostumbrado a que las personas que más "critican" son las que menos criterio demuestran. Será porque a veces llamamos "criticar" simplemente a soltar valoraciones con escasa profundidad de análisis, muy vacías en sí mismas, o destinadas particularmente al desahogo de quien las dice y el perjuicio gratuito de quien las recibe. Sea como fuere, este abuso ha degenerado en una mala concepción de la crítica y, como asevera Anton Ego (aunque sea un personaje de ficción), las críticas negativas producen más placer a quien las emite y a quien no las padece, aunque terminen destrozando a sus destinatarios.

Entonces, ¿qué se necesita para criticar? Pues eso dependerá de qué tipo de crítica se quiera hacer. Para una buena crítica de Arte, por ejemplo, se me ocurre que el crítico deberá demostrar conocimientos apropiados; haber entrenado debidamente su capacidad de análisis e interpretación de las obras; saber relacionar tendencias y encajar con maestría cada cosa en su lugar; poner aparte, si fuera posible, filias y fobias personales en busca de mayor objetividad (o evitando la ofuscación); no venderse al mejor postor, etcétera. Si lo que se quiere criticar son actitudes o comportamientos ajenos, aquí la prudencia se impone. Recomiendo aplicar ese viejo dicho de los indios chéroquis (también lo he visto adjudicado a los siouxes): "Antes de juzgar a tu hermano, camina tres lunas con sus mocasines" ...a ver si después de eso sigues pensando lo mismo, les faltó añadir, dando por supuesto lo fácil que es deducir tal consecuencia. Teniendo en cuenta que el propósito de la crítica es mejorar una situación (que sea susceptible de mejora, claro está) después de haber realizado el análisis correcto de la misma, qué menos que ser sumamente cuidadoso en cada detalle y no precipitar conclusiones.
Ahora bien, si lo que se pretende es realizar una crítica ligera y destructiva, torpe y lenguaraz, infame e inútil, entonces es necesario prescindir de todo tipo de cuidado y discreción. A cambio, añádase despropósito, mala uva, envidia (si fuera preciso) y necedad en proporciones a gusto del crítico. Pero, eso sí, sabiendo que toda esta acción destructiva puede degenerar en una reacción en cadena que, como en una guerra termonuclear a gran escala, destruiría incluso a los que hubieran lanzado la primera ojiva atómica o, siendo menos catastrofistas, que quizás exista la espada afilada de una justicia kármica para cortar las lenguas malas.


Montserrat Figueras & Hespèrion XX (director: Jordi Savall)
Entremeses del Siglo de Oro - Lope de Vega y su tiempo: 1550 - 1650.

Corten espadas afiladas
lenguas malas.

Mañana de San Francisco
levantado me han dicho.
Corten espadas afiladas
lenguas malas.

Libérame, Domine a labiis yniquis
et a lingua dolosa.
Lenguas malas.

Levantado me han dicho:
que dormí con la niña virgo.
Lenguas malas.

Beatus vir qui timet Dominum
un mandatis ejus volet nimis.
Lenguas malas.

Corten espadas afiladas
lenguas malas.

sábado, 29 de octubre de 2011

flashes de la ciudad

(área de descanso nº 154)

Semáforo rojo.
El vehículo se va deteniendo y queda emparejado con otro, lado a lado, tras la línea blanca que delimita la intersección, igual que dos navíos que decidieran abordarse. Pero en lugar de cañonazos, se cruzan miradas.
Desde la ventanilla trasera contemplo a la mujer que, como en un espejo, aparece tras la ventanilla trasera del automóvil detenido a la izquierda. Ella me devuelve una mirada, pero es una mirada distinta a otras.
No escudriña la corteza, no escanea lo evidente, no es un repaso superficial.
Y frente a la frialdad de lo inmediato, esa mirada detiene el tiempo, se espacia en el instante para adentrarse bajo la piel y hacerse sentir cálida en el interior. Es una sonrisa con los ojos, un regalo inesperado entre el bullicio de la ciudad.
Semáforo verde.
Los motores se revolucionan de nuevo, preparándose para retomar la marcha por las calles. Ya nunca más volveré a ver a la mujer. Se perderá entre la muchedumbre de este hormiguero para siempre. Y, aun sabiendo que su recuerdo perdurará a lo largo de lo que resta de jornada como una fragancia suave, voy a cometer la estupidez de dejarla marchar sin hacer nada. Como siempre.

No. Esta vez no.

- Por favor, taxista: siga al taxi que está girando hacia esa calle...


miércoles, 26 de octubre de 2011

enemigos

(área de descanso nº 153)
"Elige bien a tus enemigos porque, tarde o temprano, acabarás pareciéndote a ellos".
(Jorge Luis Borges)

Uno de los piques más célebres del llamado Siglo de Oro de la literatura española fue el que enfrentó al madrileño Francisco de Quevedo con el cordobés Luis de Góngora: el peso pesado del conceptismo contra el peso pesado del culteranismo. Dicho de otro modo: paradojas y elipsis versus hipérbatos y ornamento en abundancia. Si tuviera que elegir bando, me quedaría con el de don Francisco. No despreciando algunas brillantes obras de Góngora, he de reconocer que el estilo ágil y agudo de Quevedo me resulta más agradable. Empero, esta batallita no se peleó solo con palabras.
Góngora tuvo dos ilustres enemigos literarios declarados: Lope de Vega y el ya nombrado Quevedo. Pero qué diferencia entre ambos. Por un lado, aunque Lope creía que la poesía debía ser de fácil comprensión para el lector y eso le llevaba a tomarle el pelo al retorcido poeta cordobés, también es cierto que admiraba a Góngora. "Canta, cisne andaluz, que el verde coro del Tajo escucha tu divino acento", llegó a escribir en referencia a su enemigo, a pesar de haber recibido de él piropos como este: "con tus versos cansas aun a Job". Por otro lado, la actitud de Quevedo era bien distinta. La lucha enconada no se limitó a darle palos con las letras (incluso denunciando sus orígenes de cristiano nuevo, le había dedicado esta perla: "Yo te untaré mis versos con tocino / porque no me los muerdas, Gongorilla"), sino que lo llevó a un terreno todavía más personal. Por ejemplo, con premeditada mala voluntad, Quevedo llegó a comprar la casa de Góngora en Madrid (a la muerte de Felipe III, el poeta cordobés se encontraba en graves dificultades por la caída de sus rentas y las enormes deudas de juego que había contraído) y don Luis, enfermo, se ve obligado a abandonarla. Y no se queda ahí la faena, sino que la compra de la casa fue comentada por el propio Quevedo con estos versos insultantes: "...Y págalo Quevedo / porque compró la casa en que vivías, / molde de hacer arpías; / y me ha certificado el pobre cojo / que de tu habitación quedó de modo / la casa y barrio todo, / hediendo a Polifemos estatíos, / coturnos tenebrosos y sombríos, / y con tufo tan vil de Soledades, / que para perfumarla / y desengongorarla / de vapores tan crasos, / quemó como pastillas Garcilasos: / pues era con tu vaho el aposento / sombra del sol y tósigo del viento". Pero no conforme con todo esto, todavía tuvo tiempo Quevedo de escribirle un epitafio, aunque Góngora aún no había muerto:
Este, que en negra tumba, rodeado / de luces yace muerto y condenado / vendió el alma y el cuerpo por dinero / y aún muerto es garitero... / La sotana traía / por sota, más que no por clerecía; / hombre en quien la limpieza fue tan poca / (no tocando a su cepa) / que nunca que yo sepa, / se le cayó la mierda de la boca. / Este a la jerigonza quitó el nombre, / pues después que escribió cíclopemente, / la llama jerigóngora la gente... / Fuese con Satanás culto y pelado: / ¡mirad si Satanás es desdichado!

Después de tales ensañamientos, uno se pregunta si merece la pena tener enemigos con los que comportarse como un auténtico canalla, capaz de las mezquindades más abyectas. Para sacar lo peor que hay en uno mismo y multiplicado, mejor dedicarse a otra cosa ...y que los enemigos se busquen la vida por su cuenta.
Cierto es que muchas veces no hay oportunidad de elegir a los enemigos (como sugiere Borges), sino que te vienen dados como por sorteo. Lo que sí se puede hacer es tunearlos. Y, después de un buen lavado de cara, la tarea de enfrentarlos resulta mucho menos dramática y de una facilidad asequible para el ánimo de los días corrientes.

Ejemplo de esto último puede ser la experiencia de Georges Remi, es decir, Hergé (que es como se leen las iniciales de su nombre en orden inverso: R. G.). Desde que leí algunas entrevistas al creador de Tintín y empecé a conocer más de su vida personal, me ha parecido que fue Hergé un espíritu atormentado por una larga historia de concurrencias... Los años adolescentes de boy-scout, la influencia del padre Norbert Wallez, la amistad de Tchang Tchong, la ocupación nazi de Bélgica, las sospechas de colaboracionismo, la lucha contra el espíritu de suficiencia burguesa y "belganista"... Tintín es el héroe que Hergé quizás deseó encarnar. Se inspira para dibujarlo en su hermano (menor que él y con quien apenas tuvo contacto) y lo pone en el mundo como un quijote enfrentado a molinos de viento. Sus enemigos son los enemigos de Hergé. Pero esta constante lucha en el barro, contra los mismos villanos en su horrible plenitud a lo largo de numerosas viñetas en un buen número de álbumes, se cobra su precio y termina por explotar en un momento determinado. Hergé atraviesa una verdadera crisis personal, llena de sueños blancos, como si fuera una nostalgia de la pureza. Comienza a dibujar Tintín en el Tíbet (blanquísimo de tanta nieve, a la vez que un canto a la amistad de su amigo Tchang) con muchos problemas. El mismo Hergé relata que tuvo que acudir al médico suizo Ricklin, discípulo de C. G. Jung, quien le aseguró que no le sería posible terminar su trabajo. "Usted debe exorcizar sus demonios, sus demonios blancos", le había dicho Ricklin. Y la forma que encontró Hergé para lograrlo fue comportarse como el boy-scout que había sido y llegar hasta el final de la crisis con mucho esfuerzo. Después de esto, se entrega a un álbum de tranquilidad, Las joyas de la Castafiore, para luego lanzarse a la liquidación definitiva de sus enemigos. En Vuelo 714 para Sidney, queda reflejada esta "toma de conciencia". En el curso del relato, los temibles villanos Rastapopoulos y Allan Thompson, quienes personificaron todos los males del universo de Hergé, quedan retratados como poco más que unos pobres diablos. De tan grotescos, dejaron de impresionar al autor. Los "malos" habían sido desmitificados. En definitiva, resultan ridículos, lastimosos, apabullados sin piedad. Y una vez desenmascarados, los "terribles" parecen algo más simpáticos: son unos piratas, pero unos pobres piratas.
Un necesario ajuste de cuentas para gozar de paz interior. La forma de sacudirse el barro de los zapatos después de un transitar tan penoso.

Enemigos. Ahí estarán: porque ellos decidieron serlo, porque no soy capaz de asumir cuán parecidos somos en realidad y los considero una amenaza... Por cualquiera de estos o de otros motivos, pero ahí están.
Ahora queda atreverme a fumar con ellos la pipa de la paz, como en ESTE VÍDEO de Paul McCartney.
O dejar claro que tendré como enemigo a quien decida tenerme como enemigo a mí (tal y como lo cantan The Waterboys).


Mira, mira: en plan "me estás buscando ...y me vas a encontrar" xD

sábado, 22 de octubre de 2011

sublimando el evento

(sucedió en una fiesta ...es decir: ¿sucedió en una fiesta?)

Estás de copas con los amigos en el bar y alguien te lanza la pregunta: "Bueno, y entonces, ¿qué hiciste anoche?". Y ahí es donde se presenta la oportunidad de reescribir la historia. Nada de quedarse con el regusto a fracaso si tienes ocasión de darle la vuelta al relato. A fin de cuentas, es la ventaja de poder contarles las cosas a personas que no han sido testigos presenciales de lo ocurrido.
- Uy -les digo-, os puedo asegurar que ha sido una gran noche. Lo que pasó fue que...

No me invitó, pero yo fui.
Posiblemente, la única verdad en toda la historia. Me enteré por varios amigos en común, que mi ex había organizado una fiestecilla para esa noche, algo informal, así que decidí presentarme allí para incordiar un poco. Por pura tontería, para hacerle ver que sus amigos también siguen siendo mis amigos.
Quizás algún día madure y me deje de estas batallitas estúpidas...
Tras la esquina esperé el momento
en que no me miren y meterme dentro.
Es una manera muy "fantasma" de decirlo. En cuanto llamé a la puerta, salió mi ex y me preguntó: "¿Se puede saber qué haces tú aquí? Ya te estás largando".
Y, dicho eso y sin esperar respuesta por mi parte, me cerró la puerta en las narices. 
Era mi oportunidad,
unos entran, otros van saliendo
y entre el barullo yo me cuelo dentro.
Lo dicho: cuando volví a llamar un minuto más tarde, parece ser que ella estaba ocupada sacando algo del microondas, porque me abrió la puerta un invitado (un compañero de mi trabajo), así que con esa excusa me acabé infiltrando.

Allí me colé y en tu fiesta me planté.
La fiesta tenía pinta de muermazo, por cierto.
Coca-cola para todos y algo de comer,
El alcohol había desaparecido rápidamente.
Había unos canapés que no estaban nada mal, eso sí.
mucha niña mona pero ninguna sola,
Eran en total seis mujeres (incluida mi ex, que seguía en la cocina) y se acompañaban mutuamente, como si fueran una manada de gacelas acosadas por siete leones hambrientos...
luces de colores, lo pasaré bien.
Apenas unas velas aromáticas eran toda la decoración festiva que allí había.
Pero si les digo esto a mis compañeros de birras, no encuentro manera de que la historia parezca interesante antes de llegar al clímax. La perspectiva no era muy halagüeña...

Yo me preguntaba: ¿Quién me la puede presentar?
Yo me preguntaba: ¿Qué es lo que le voy a contar?
...pero cambió cuando aparece la séptima mujer trayendo una bandeja de la cocina con más comida. Y a esta no la conocía de nada. ¡Y cómo estaba la tía! ¡Uf!

La vi pasar y me escondí.
Me escondí cuando vi que mi ex también aparecía en escena, detrás de ella. Afortunadamente, aún no me había visto a mí. Comenzó a atender a unos invitados.
Con su traje transparente
iba provocando a la gente.
El vestido que llevaba era muy mono, cierto, pero no estaba yo por la labor de fijarme en eso.
Transparente no era, pero yo ya la había desnudado con la vista. Así que como si lo fuera.
Ella me vio y se acercó,
La chica ya se había percatado de mi babeante presencia. Por la cara que trae, diría que pueden empezar a sonar todas las alarmas.
el flechazo fue instantáneo
Más que "flechazo", fue como si me atizara con un bate de béisbol, ¡qué corte!
Pero les estoy notando esa mezcla de envidia y admiración en los ojos a mis amiguetes y para eso se cuentan estas historias entre amigos: para matarlos de envidia.
y cayó entre mis brazos.
Esto voy a tener que explicarlo mejor, porque tiene miga...

Allí me colé y en tu fiesta me planté
Coca-cola para todos y algo de comer
mucha niña mona pero ninguna sola
luces de colores, lo pasaré bien

Yo me preguntaba: ¿Quién me la pued...
Sí, blablablá... Todo esto es una repetición que queda muy bien, pero es para evitar contar el verdadero final, porque esto acabó como el rosario de la aurora...
Resulta que noto unos golpes en el hombro, me vuelvo y es mi ex con cara de pocos amigos. Con la impresión, doy un paso atrás y soy yo el que acaba en brazos de la tía buena, que se deshace de mí dándome un empujón. De rebote, arrollo a mi ex, que casi termina sentada en otra bandeja de comida, la mesa cede un poco, ella cae, la bandeja se vuelca y la cubre de pinchitos, croquetas, empanadillas y de la bebida de algunas copas...
Le echo una mano para levantarse. Cuando se incorpora, me larga un tortazo (y con razón) que se escuchó más que la música de fondo, aunque coincidiera con un golpe de percusión...
En fin, que creo que es el momento oportuno de despedirme y la próxima vez que tenga otra de "mis brillantes ideas", mejor me quedo en casa hasta que se me olvide.

Y los imbéciles de mis amigos, mientras tanto, haciéndome la ola.
¡Qué majos que son!


Así quedó la versión definitiva del evento sublimado:

jueves, 20 de octubre de 2011

vapor y raíles

(área de descanso nº 152)

Estaba hoy escribiendo esto y, antes de publicar, me he encontrado con esto otro. Una impresionante coincidencia. Lo digo porque ayer mismo cavilaba para mis adentros acerca de la muerte (o, al menos, lenta agonía) de los blogs...
¡Cómo nos hemos vuelto! La vorágine de noticias y sucesos nos envuelve, y nadie quiere quedarse con la sensación de haber malgastado ni un segundo, invertido en el lugar equivocado, en el momento equivocado. A fin de cuentas, demasiadas prisas... Si escribes cuatro párrafos en un post, alguien se va a desesperar y desistirá de la lectura: ¡demasiadas palabras!
Recuerdo algo parecido en el film Amadeus, dicho por el personaje que encarnaba al director de la Ópera Nacional, conde Orsini-Rosenberg, refiriéndose a la música de Mozart: ¡demasiadas notas!
Es posible que muchas de estas impaciencias hayan acabado por engrosar las filas del twitter y otras redes similares, más escuetas, tipo microblogs. El análisis de la vida en 140 caracteres, todo un mundo de arrobas y armaduras, un piar incesante, cacofonías de gorjeos... También es cierto que son medios distintos, con pretensiones y alcances distintos y, por tanto, no comparables. Es más, celebro que haya más plataformas de comunicación, no menos. Pero ahora seguiré hablando (es decir, escribiendo) acerca de los blogs, aunque tenga que dar un rodeo y aunque alguien se me desespere...

Cuando tienes un gato en casa (especialmente si es de pelo largo), suceden dos cosas. Una, cuando tienes que limpiar con una frecuencia exagerada montones de pelo de gato de todos los rincones de la vivienda (sobre todo, si te visita algún familiar que sea alérgico al pelo de gato) y entonces piensas que por qué se te ocurrió adoptar al animalito en casa. Otra, cuando escuchas el sonido más relajante del mundo, que es el de tu mascota ronroneando plácidamente en tu regazo, o cuando juegas con él, lo acaricias, lo cepillas, sientes su compañía... y entonces piensas en qué feliz idea fue adoptar a ese adorable bichiño en casa.
Los sentimientos nos zarandean de un lado a otro y es fácil que seamos manipulados por ellos. Los publicistas, por ejemplo, lo saben muy bien. Sin embargo, junto a este baile de sentimientos se mantienen constantes ("constantes" en cada etapa de la vida, aunque por supuesto en evolución de unas etapas a otras) los principios, la razón de ser, que definen quiénes somos. Y tenemos libertad para hacer caso a los sentimientos o a los principios en cada momento, y actuar en consecuencia.
Creo que con los blogs (con este y con ih8mondays, un poco de difusión para el hermano pequeño) me pasa lo mismo. Luchan sentimientos y principios para mantener estas bitácoras abiertas o para cerrarlas definitivamente. Hay días en que un arrebato me puede llevar a desear terminar con este viaje: muchos compañeros han ido abandonando, quedan pocas cosas que decir, es una ocupación que ya no me gratifica como antes... Pero su razón de ser sigue intacta en esta etapa y pienso que, en realidad, el abandono de los compañeros no debe afectar mi trayectoria hasta el punto de imitarlos, que siempre habrá cosas que decir y no callar, que la gratificación permanece ahí cuando sigo ejercitando mi creatividad, mi capacidad de expresión, mis ganas de soñar...

Hay días en que el blog me parece como un tren. En ocasiones, la locomotora avanza solitaria, sin vagones. Otras veces, es un largo convoy de locomotora y vagones acompañando. Los vagones nunca empujan, solo van enganchados, quien pone la fuerza motriz es la máquina.
Y sí, hay días en que la razón de ser de este blog camina solitaria, pero sigue avanzando. Y otros días puede arrastrar una multitud de sentimientos que hacen más interesante y ameno el viaje.
Un viaje que seguirá. Seguirá mientras quede vapor manando de la caldera y raíles por los que transitar.


Muchísimas gracias por tu afectuosa mención, amiga Jo.
Con este gesto, logras hoy que unos preciosos vagones de sentimientos más se hayan enganchado detrás de la locomotora ;)

jueves, 13 de octubre de 2011

fragilidad

(detención por avería)
- Mirad -le dije-, monsieur Sans-délai -que así se llamaba-: vos venís decidido a pasar quince días, y a solventar en ellos vuestros asuntos.
- Ciertamente -me contestó-. Quince días, y es mucho. (...)
- Permitidme, monsieur Sans-délai -le dije entre socarrón y formal-, permitidme que os convide a comer para el día en que llevéis quince meses de estancia en Madrid.
- ¿Cómo?
- Dentro de quince meses estáis aquí todavía.
- ¿Os burláis?
(...)
- Os aseguro que en los quince días con que contáis no habréis podido hablar siquiera a una sola de las personas cuya cooperación necesitáis.
- ¡Hipérboles! Yo les comunicaré a todos mi actividad.
- Todos os comunicarán su inercia.
···················(Mariano José de Larra, "Vuelva usted mañana")

Quizás no se me ocurre mejor palabra para describir la vida en las ciudades. Fragilidad. Algo parecido a lo que les pasa a los diamantes: son extraordinariamente duros, pero un golpe mal dado pone a prueba la enorme fragilidad de su estructura cristalina. ¿Qué decir de las ciudades? Hacinados cientos de miles de personas (o incluso varios millones, en grandes conurbaciones o megalópolis), quedan todas ellas a merced de cualquier golpe en sus estructuras menos perceptibles: las instalaciones, suministros y comunicaciones.
Leía hace poco que la capital de Yemen (Saná, que supera ampliamente el millón y medio de habitantes) estaba en serio riesgo de desabastecimiento de agua por un descenso alarmante en los freáticos. Bueno, ¿y qué sucederá con esos casi dos millones de seres humanos? Es un grave problema de logística. Ya no se trata de llevar agua con camiones-cisterna a un poblado de cien personas, sino que el problema se multiplica casi 20.000 veces. Y, además, la proliferación de epidemias podría ser devastadora.
Sí, hemos avanzado mucho en desarrollo tecnológico y científico. Pero nuestras necesidades básicas (alimento, agua, sanidad, seguridad...) siguen siendo las mismas y hemos confiado su resolución a un cuello de botella. Yo lo estoy viviendo a escala estos días. Una tubería del edificio ha tenido el capricho de permitir que se le escape el agua, así que ha habido que cerrar las válvulas de paso hasta las viviendas para evitar una inundación. Otra cosa es que nos diéramos con fruición a la práctica del piragüismo doméstico, pero creo que no va a ser así. Lo cierto es que se hace extrañísimo vivir en un piso sin agua corriente. Esto, que sería lo más normal del mundo hace bastantes décadas, ahora parece algo de locos. Solo me queda imaginar qué pasaría si tampoco tuviéramos electricidad. Un piso se convertiría en un calabozo de otros tiempos. Añadamos que los supermercados estuvieran desabastecidos. Y, para colmo, que esta situación la padecieran decenas de miles de personas al mismo tiempo.
El progreso pende de finos hilos, ¿no es cierto? Si se cortan unos cuantos, volvemos de cabeza a una especie de edad de piedra en el siglo XXI.

Admito que algún lector me diga: "Haaaaaaala, raindrop, qué exageraaaaaado". Bien, pues le propongo un reto: tres o cuatro días sin agua ni electricidad en casa. Y sin hacer trampa. Puedo asegurar que los segundos duran horas esperando una solución y que, en principio, cualquier inconveniente de fácil resolución es mucho más complicado de lo que parece. Luego, claro, si no quedara más remedio, nos asilvestraríamos un poco y nos dejaríamos de remilgos. Pero una situación mantenida así indefinidamente nos lleva de vuelta a las cavernas.

Otra cosa sorprendente que estoy descubriendo es que el bueno de Larra tenía más razón que un santo. Si la pereza hace que (por pura economía de medios) nos acostumbremos a las comodidades sin saber ya hacer fuego frotando dos palitos o sacando agua de debajo de las piedras si fuera preciso, también es cierto que la pereza nacional consigue dilatar la resolución de los problemas hasta cotas inexplicables. Ventaja: no habrá gente con tanta paciencia como los habitantes de la piel de toro. Inconveniente: como no aprendas paciencia, te pueden venir unos peligrosos instintos asesinos que para qué voy a contar.

Cuando se digne a aparecer por el edificio el fontanero del seguro, me le voy a lanzar a la yugular sin mediar palabra. Ya verás.


domingo, 9 de octubre de 2011

nívea ensoñación

(área de descanso nº 151)

El aliento de nuestras bocas traza nubes fantasmales, mientras el pensamiento se diluye en ese hálito de nieve.
Sumergidos en pálidas nieblas, tú invocas el susurro de un viento frío y lúgubre que, severo, azota nuestros rostros,
y cuyos lastimeros presagios se entremezclan con el crujido del manto de nieve hollado por tus blancos pies desnudos.
Esta desvaída atmósfera, esencia de vías lácteas, aclara la tiniebla vistiéndola del esplendor que también nos envuelve.
Vas trenzando con esmero hebras de colores del éter para formar el albo tapiz de tu figura, inundada de suave luz,
de modo que apenas en iris y labios destaca un tenue pigmento, anunciando vetas de calidez en tu semblante.
Todo se desdibuja, como un desmayo fundido en blanco, como si el abismo se ataviara de blanca oscuridad.
Mis ojos consiguen acostumbrarse, poco a poco, a este espacio de infinita claridad creado por ti.
Me invade un sueño gélido, toda mi piel aterida, todos mis sentidos prestos a hibernar,
y mi único refugio es entregarme al candor de tu abrazo,
sucumbir a la nívea ensoñación.