miércoles, 29 de diciembre de 2010

el año de la amapola

(área de descanso nº 108)
"...iam pridem, ex quo suffragia nulli uendimus, effudit curas;
nam qui dabat olim imperium, fasces, legiones, omnia, nunc se continet
atque duas tantum res anxius optat, panem et circenses".
(Juvenal, Sátira X)

Para la cita del comienzo, estaba en la duda entre la de arriba de Juvenal (¡ay, esas tres palabras finales... tan conocidas y repetidas!) y otra de Karl Marx, no menos conocida y repetida: "[La religión] Es el opio del pueblo" ([Die Religion] Sie its das Opium des Volkes). Ambas me sirven de igual manera. La elegida ha sido la de Juvenal, porque de citar a un Marx siempre he tenido debilidad por Groucho.
Hay coincidencias evidentes que a cualquiera le resultarían difíciles de pasar por alto, además de otras más sutiles o rebuscadas. Por ejemplo: en la alemana Tréveris, ciudad natal de Marx (Karl, no Groucho) a la que los romanos llamaban Augusta Treverorum, se celebra cada año un prestigioso festival romano con el nombre de Brot und Spiele (que en latín se diría panem et circenses). Pero no se trata de hilar tan fino, voy ya con el meollo del asunto.

Si cada año nos deja algo que guardar en la maleta de la memoria colectiva, me pregunto qué nos deja a los españolitos-de-a-pie el casi agotado 2-mil-10. No me refiero a cada uno de nosotros, porque cada cual se llena la maleta con sus propias vivencias, las que son realmente importantes en un círculo más íntimo. Pero, como miembros de un círculo algo menos íntimo al que llamamos España, ¿qué meteremos en esa maleta de recuerdos comunitarios?
Yo no lo sé, pero algo intuyo. Se ha hablado mucho de ello... Incluso en el mensaje de Navidad del Rey se mencionó el triunfo de la Roja en el Mundial de fútbol de Sudáfrica. Esto lo sé porque lo he leído en algún sitio, no es que sea devoto de los mensajes navideños de Su Majestad ("Su" de él). Motivos tengo. Una institución como la monarquía me parece algo bastante retrógrado en una sociedad del siglo XXI y más propia para alimentar chismorreos de la prensa rosamarillenta que para ser útil a la ciudadanía, si hablamos en serio. Además, algo tan soporífero como ese mensaje no debería emitirse tan temprano... uno corre el riesgo de perderse la cena de Nochebuena entre ronquidos.
Pero a lo que iba: de 2-mil-10 nos quedaremos después de todo con el triunfo del equipo de fútbol que lleva el escudo de la RFEF (con la "E" de España, para que saquemos pecho por el mundo, nos sugieren). Que sí, que vale, que nos hemos alegrado con este triunfo, pero nos lo han vendido de forma diferente a lo que de verdad es. Se han cansado de decir que esto era un empujón para ir pa'lante con decisión, el toque de moral que nos permitiría sacudirnos no sé qué complejos, el detonante de una nueva forma de encarar las cosas, el primer triunfo de una serie de muchos... Pero, sinceramente, creo que lo que se insistía en hacer colar como un estimulante no era sino un analgésico. Mientras los de rojo daban patadas a un balón, el gobierno nos anunciaba una serie de recortes sociales. Como guinda, ahora que se acaba el año, nos atizan una subida del 9'8% en los recibos del consumo eléctrico ...y esto por citar algo. En fin, y todos más contentos que unas castañuelas porque unos niños mimados que parecen vivir al margen de la realidad han ganado una competición deportiva. Esto no es nuevo: en las antiguas civilizaciones, a quienes participaban y resultaban victoriosos en juegos olímpicos y eventos por el estilo (siempre dedicados a las divinidades) se los recibía en sus lugares de origen como semidioses. Y, ahora, estos son nuestros dioses y los estadios nuestros templos, no es algo casual, viene de lejos. Decía Marx (Karl, no Groucho) en 1844, en Kritik des hegelschen Staatsrecchts: "La miseria religiosa es a la vez la expresión de la miseria real y la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón, así como el espíritu de una situación sin alma. Es el opio del pueblo". Ahora, cambien ustedes solitos "religión" (y sus derivados) por "fútbol" (y sus derivados correspondientes) en la cita anterior y díganme si cambia su sentido más profundo. ¿A que no?

Bueno, para rematar la faena, los de Nike (y disculpen ustedes la publicidad gratuita) se han lucido un pelín con un spot como este (lo de "se han lucido" es un posible juego de palabras de no muy buen gusto):

"Trabaja y esfuérzate -nos exhortan tres de los dioses de nuestro creciente panteón-, con humildad y con respeto, lucha contra la oscuridad. Sé la luz que dicen que hemos perdido". Y el texto final apostilla: "Brilla. Ilumina tu país".
Que sí, majetes (ejemmm... perdón, quiero decir excelsos señores nuestros), que ya brillamos todo lo que podemos y nos dejan. La luz no la hemos perdido, sólo tenemos que pagarla más cara. Y como es cuestión de energía, si ya dábamos el 100% de nuestras energías en esta lucha contra no sé qué o quién (si sé, pero digo que no sé), ahora tendremos que dar el 109'8% de nuestras energías, para que no se diga. De paso, seguiremos leyendo y escribiendo blogs y nos costará un 9'8% más, pero no pasa nada, que para eso estamos. Lo importante es que la Roja ha ganado y todos somos muy felices y tenemos el ejemplo de unos chavales que con su esfuerzo han ganado unos sueldos multimillonarios, unas primas de escándalo y una copa dorada muy chula. Todos podemos tratar de imitar esta hazaña [fin del ironic mode].
Y, si no, a seguir viviendo la cruda realidad bajo los efectos de esta adormidera roja que tan bien le viene a los gobernantes (¡qué listo eras, Juvenal!). No seamos cenizos y no pensemos tanto en el poco halagüeño futuro que llega de la mano de 2-mil-11. Ya dijo Marx: "¿Por qué debería preocuparme por la posteridad? ¿Qué ha hecho la posteridad por mí?" (esta vez, la cita sí es de Groucho).

En momentos como estos, a quienes envidio un montón es a los chilenos. Ellos tendrán un rescate de mineros para guardar en la maleta de este año. No es que envidie las catástrofes, sino el modo de superarlas. Y, olé por vosotros, amigos chilenos, en un año en que vuestro país sufría una devastación terrible a golpe de terremoto, todavía os ha quedado la fuerza precisa para subir a los vuestros hasta arriba y la energía necesaria para iluminarnos a todos con un rescate de esos que tocan la fibra.
No habéis ganado el Mundial de fútbol ...ni falta que os ha hecho.

domingo, 19 de diciembre de 2010

rozamiento

(área de descanso nº 107)

Dice la primera ley de Newton (o ley de la inercia) que todo cuerpo continúa en su estado de reposo o movimiento rectilíneo uniforme a menos que sobre él actúe una fuerza neta, que lo llevará a cambiar ese estado. Algo así.
Lanzando con precisión absoluta una bola de esas tan puliditas en una pista de esas también tan puliditas que hay en las boleras, si la pista fuera de directriz completamente recta y los bolos estuvieran a una distancia infinita (así, ya puestos a exagerar...), comprobaríamos algo sospechado de antemano: que la bola nunca llega hasta los bolos, ni en todo el tiempo que se le quiera dar. No por cuestión de falta de puntería, ni porque no se le haya dado suficiente fuerza a la bola, ni porque falle la ley de la inercia. Es porque la propia materialidad de la bola y de la pista implica la presencia de otra fuerza con la que el lanzador no tiene nada que ver, de sentido contrario al movimiento, que va frenando la bola. Es el rozamiento. Y una Física ideal, en que los modelos funcionarían idealmente, se ve corregida por estos matices microscópicos, más propios de la teoría del caos, para dar paso a la Física real en que vivimos.

Al margen de este concepto teórico de rozamiento, me gusta pensar también en cómo toda nuestra existencia está inmersa en infinidad de rozamientos, una auténtica red de caos. Imposible olvidar, al acercarse estas fechas festivas, las reacciones de las personas al ver el calendario, las coloridas luces parpadeantes, los trajines en los comercios, los adornos por doquier, el bombardeo publicitario, la planificación en las agendas... Y todo eso (y más aún lo que representa) actúa como agentes de rozamiento en la piel interior de cada uno, con efectos bien distintos. Hay quien lo pasa realmente mal cuando se acerca el solsticio de invierno y no es por el hecho astronómico. Otros lo viven con una ilusión extraordinaria. A algunos se les hace interminable y para otros es fugaz...
En definitiva, todos los estímulos para la memoria se convierten en el roce que pone de manifiesto cuán sana está esa piel interior, cómo de cerradas o abiertas permanecen ciertas heridas, en qué nivel se sitúa nuestra sensibilidad cutánea.
En estos días, una mano pasa por encima de lo vivido y se siente una suave caricia cuando todo está bien...
En estos días, una mano pasa por encima de lo vivido y un dolor agudo revela una desgarradura mal cicatrizada...

Hace unos años, en una multitudinaria reunión, una abuela conversaba conmigo en la sobremesa de la comida. Me hablaba de su papel como madre en primer lugar y como abuela después. Me decía que su gran objetivo había sido el de dar a sus seres queridos los más gratos momentos posibles, que fueran la semilla de los recuerdos más entrañables. Me aseguraba que pocos cementos hay tan poderosos como éste para conseguir que la familia estuviera unida y feliz.
Y lo recuerdo en estos días porque quizás sea la más eficaz escapatoria al roce con la lija. Ya no puedo cambiar el pasado, ahí permanecen los recuerdos que provocan irritación en la piel. Pero siempre podré seguir construyendo ahora, a pesar de ciertas amarguras, los buenos recuerdos del futuro. Si el recuerdo del ayer me molesta, el propósito para el mañana me ilusiona.
Ser consciente de esta oportunidad es exactamente la caricia que estaba necesitando.

viernes, 10 de diciembre de 2010

medio lleno...

(área de descanso nº 106)
"Un pesimista es solamente un optimista bien informado".
(Mario Benedetti)

Si después de leer las leyes de Murphy, alguien cree que estamos al borde del cataclismo, que sepa que el comentario de O'Toole a dichas leyes llega a apostillar: "Murphy era un optimista". Si el optimista cree que vivimos en el mejor mundo posible, el pesimista teme que eso sea verdad.
Y seguimos con las frases hechas entre optimistas y pesimistas...

Hay situaciones en el viaje de la vida que recuerdan al chiste del optimista y el pesimista.
El pesimista dice:
- ¡Todo es horrible, no puede ir peor!
El optimista dice:
- Sí, sí puede.

Suele ser según se mire. Medio lleno, medio vacío. Ya lo decía el maestro jedi Qui-Gon Jinn (y discúlpenme ustedes el origen de la cita): "Tu enfoque determina tu realidad".

No hay que tirar la toalla: si hubiera que derramar lágrimas, siempre se puede hacer de la mejor de las maneras. Por ejemplo, escuchando la 3ª sinfonía de Henryk Górecki (¡gracias, Ch!), una luz que empieza a abrirse camino en medio de la más profunda oscuridad. ¿Cómo puede ser tan bella la tristeza?

En plan homenaje (un viernes como hoy, hace cuatro semanas, fallecía Górecki... pasado mañana se cumple un mes), el 2º movimiento de su sinfonía nº 3, "Sinfonía de las lamentaciones":

domingo, 21 de noviembre de 2010

los largos sollozos de los violines de otoño

(área de descanso nº 105)
Les sanglots longs
Des violons
De l'automne
Blessent mon coeur
D'une langueur
Monotone.

Tout suffocant
Et blême, quand
Sonne l'heure,
Je me souviens
Des jours anciens
Et je pleure.

Et je m'en vais
Au vent mauvais
Qui m'emporte
Deçà, delà,
Pareil à la
Feuille morte.
.
("Chanson d'automne", Paul Verlaine, 1844-1896)

Los largos sollozos
de los violines
de otoño
hieren mi corazón
con una languidez
monótona.

Muy sofocante
y pálido, cuando
suena la hora,
recuerdo
los días lejanos
y lloro.

Y me voy
con el mal viento
que me lleva
de un lado a otro,
parecido a la
hoja muerta.

Aunque los preparativos de la operación Overlord (el desembarco aliado en las playas de Normandía a finales de la primavera de 1944) estuvieron suficientemente revestidos de silencio y reserva, los alemanes no permanecían tan a oscuras como se podía creer. En realidad, sus servicios secretos habían conseguido noticias importantes, si bien no habían logrado enlazarlas y valorarlas exactamente. La indicación más importante había sido recogida por la Abwehr, el servicio secreto del almirante Canaris, gracias a la delación de un miembro de la Resistencia francesa. El traidor refirió a los alemanes que los aliados anunciarían el inminente desembarco a los guerrilleros mediante la transmisión de algunos versos de Verlaine. Los versos convenidos -dijo el traidor- eran los siguientes: Les sanglots longs / Des violons / De l’automne / Blessent mon coeur / D’une langueur / Monotone. Según explicó el espía, los aliados emitirían los tres primeros versos del poema, junto con otros, en los días precedentes al desembarco. Pero cuando emitieran la segunda parte, quería decir que el desembarco se efectuaría dentro de las cuarenta y ocho horas siguientes. La información resultará exactísima y será el último servicio prestado por Canaris a Alemania, porque poco tiempo después el misterioso almirante será destituido de su cargo y la Abwehr será disuelta por orden de Himmler. En todos los escondrijos de Francia, las fuerzas de la Resistencia están a la espera. Es extraño y a la vez increíble que, en el momento de mayor tensión, Francia esperase como señal salvadora los versos de uno de sus poetas malditos.
El servicio secreto alemán había advertido a todos los puestos de escucha de la costa francesa que la transmisión de la segunda parte de la poesía de Verlaine podía significar que el desembarco era inminente. En especial, se había dado la alarma al coronel Meyer, que dirigía la sección de información del XV Ejército en Calais. La noche del 5 de junio, a las 22:30 horas, el coronel Meyer saltó de su asiento: la radio aliada había empezado a transmitir los versos finales de la estrofa del poema de Verlaine. Aquí está, pensó excitado el coronel, todo concuerda. Él mismo había logrado escuchar los días anteriores, mezclados con otros mensajes destinados a la Resistencia, los primeros tres versos de la Chanson d’automne. Inmediatamente corrió a avisar al mando del XV Ejército, al mando del Grupo de Ejércitos B de Rommel y finalmente al mando de Von Rundstedt, que a su vez pasó la noticia al general Jodl, en el Cuartel General de Hitler. Pero todo fue inútil. Probablemente, los jefes no tomaron en serio la cosa. Jodl, por ejemplo, no dio la alarma porque pensó que la habría dado Von Rundstedt, y este último se comportó del mismo modo suponiendo que ya lo habría hecho el puesto de mando de Rommel. Por consiguiente, aunque el destino hubiera concedido a los alemanes una pequeña chance, a lo largo del frente costero no sucedió absolutamente nada. Sólo el XV Ejército fue puesto en estado de alarma a petición del inquieto coronel Meyer. El VII Ejército, que a las dos horas recibiría el primer tremendo impacto de la invasión, ni siquiera fue avisado. Sus soldados estaban en el más profundo sueño.
La noche del 5 al 6 de junio de 1944, la más formidable armada de todos los tiempos navegaba hacia Francia. Desplegados en un frente de 35 kilómetros, 4.126 barcos de transporte, protegidos por 13.000 aviones y escoltados por 702 naves de guerra, llevaban hacia las playas de Normandía la primera oleada de las fuerzas de desembarco.

Una bella versión musicada del poema:

sábado, 16 de octubre de 2010

windows

(área de descanso nº 104)


Se me pasan los días
Se me pasan los días sentado
Se me pasan los días sentado mirando una ventana
Se me pasan los días sentado mirando una ventana que ilumina mi rostro
Se me pasan los días sentado mirando una ventana que ilumina mi rostro con una luz débil
Se me pasan los días sentado mirando una ventana que ilumina mi rostro con una luz débil procedente de muchos lugares
Se me pasan los días sentado mirando una ventana que ilumina mi rostro con una luz débil procedente de muchos lugares y de ninguno.

Hay otra ventana
Hay otra ventana a mi espalda
Hay otra ventana a mi espalda que apenas miro
Hay otra ventana a mi espalda que apenas miro sin saber por qué
Hay otra ventana a mi espalda que apenas miro sin saber por qué no me atrae tanto
Hay otra ventana a mi espalda que apenas miro sin saber por qué no me atrae tanto aunque su luz es más auténtica
Hay otra ventana a mi espalda que apenas miro sin saber por qué no me atrae tanto aunque su luz es más auténtica y su realidad más próxima.

Hoy me he decidido
Hoy me he decidido por fin
Hoy me he decidido por fin a dar la vuelta
Hoy me he decidido por fin a dar la vuelta a la silla que me sujetaba
Hoy me he decidido por fin a dar la vuelta a la silla que me sujetaba al mundo pixelado
Hoy me he decidido por fin a dar la vuelta a la silla que me sujetaba al mundo pixelado para mirar al otro mundo
Hoy me he decidido por fin a dar la vuelta a la silla que me sujetaba al mundo pixelado para mirar al otro mundo por unos instantes.

Se han caído
Se han caído las escamas de mis ojos
Se han caído las escamas de mis ojos y ha sido emocionante
Se han caído las escamas de mis ojos y ha sido emocionante ese breve tiempo
Se han caído las escamas de mis ojos y ha sido emocionante ese breve tiempo dedicado a mirar de verdad
Se han caído las escamas de mis ojos y ha sido emocionante ese breve tiempo dedicado a mirar de verdad lo que había tras la ventana
Se han caído las escamas de mis ojos y ha sido emocionante ese breve tiempo dedicado a mirar de verdad lo que había tras la ventana que no parecía importante.

jueves, 14 de octubre de 2010

noche blanca

(área de descanso nº 103)
"Nuit Blanche explores a fleeting moment between two strangers, revealing their brief connection in a hyper real fantasy".
(Arev Manoukian, director de "Nuit Blanche")

De chavalito tuve una guitarra. No estaba nada mal (la guitarra). Nunca aprendí a tocarla como me había propuesto y acabé regalándola, pero tuve una guitarra.
Pasados los años, sólo una lección me quedó en claro. La aprendí cuando me explicaban cómo afinar las cuerdas, tratando de sintonizar la frecuencia que da (al ser pulsada) una cuerda que está siendo "pisada" entre dos trastes determinados con la frecuencia que da otra cuerda contigua pulsándola al aire. El asunto es que, en el caso de que la afinación sea correcta y la nota que emitan esas dos cuerdas en esas condiciones sea la misma, la pulsación de una de las cuerdas provocará (por simpatía, sin siquiera ser pulsada) la vibración de la otra, revelando así esa coincidencia de frecuencias. A ciertas edades, este tipo de acciones a distancia no deja de provocar una gran fascinación. ¡Quién iba a sospechar que el aire entre dos cuerpos (ese ente tan liviano, tan sutil) tuviera tanto poder como para transmitir esos susurros del alma! ...aunque sólo fueran almas de cuerdas de guitarra.
El tiempo transcurrido desde entonces nos sigue enseñando a los que fuimos niños curiosos que ese mismo aire que transmite estremecimientos entre las cuerdas de un instrumento musical, por un fenómeno puramente físico, también es capaz de hacer llegar de persona a persona otro tipo de vibraciones, quizás semejantes a las de las cuerdas (¡quién sabe!), basándose en fenómenos que ya no me atrevo a encuadrar exclusivamente en el campo de la física, en el de la química ...o en cualquier otro distinto de ellos.


Hoy mismo ha vuelto a ocurrir. Cambia el escenario: da lo mismo noche, atardecer, mediodía... Cambia el color: es indiferente en blanco, azul, amarillo... Pero, desconociendo en qué momento o en qué lugar sucederá, descubres al fin que otro intérprete está tocando la misma música que tú llevas en el interior. Y, en ese breve instante eterno, en la fugacidad de lo perdurable, te maravillas ante la persona que delinea con sus pupilas, pinta con sus iris, rubrica con sus labios, la idéntica partitura que a ti mismo te está haciendo vibrar.

jueves, 30 de septiembre de 2010

cortezas

(área de descanso nº 102)
"Como el pequeño príncipe se dormía, lo tomé en mis brazos y me volví a poner en camino. Yo estaba conmovido. Me parecía llevar un tesoro frágil. Me parecía incluso que no había nada más frágil sobre la Tierra. Contemplaba, a la luz de la luna, esa frente pálida, esos ojos cerrados, esos mechones de cabello que temblaban al viento, y me decía a mí mismo:
Lo que estoy viendo aquí no es más que una corteza. Lo más importante es invisible..."
(Antoine de Saint-Exupéry, Le Petit Prince, cap. XXIV)

Cuando los cosmonautas relatan sus impresiones después de contemplar nuestra vieja casa geoide desde la distancia, suelen coincidir en su profunda admiración y estremecimiento ante una belleza que, aunque previsible, no es por ello menos impactante, a la vez que manifiestan su incomprensión ante los conflictos humanos que la sacuden en su superficie y que amenazan constantemente con provocar todo tipo de catástrofes y desbaratar esta joyita del cosmos... ¡Qué diferente es nuestro orbe cuando se lo ve en la lejanía, desde el espacio, a cuando se pone el pie en el suelo y se lo vive desde la proximidad!

Lo mismo puede pasar con las personas. Es posible conocer a quien mantiene una actitud exteriormente serena, todo un faro de sosiego, pero que oculta un frenesí interior revelado tras el proceso de pelar algunas de las capas de afuera.
Al margen de este tipo de contraste que se pudiera dar en ciertas ocasiones, hay una realidad inapelable que no se tiene en cuenta todo lo que se debiera. Es ésta: la aproximación a otro desconocido ser humano tendría semejante carga emotiva a la que se puede llegar a experimentar como viajeros espaciales al divisar la inmediata presencia de un astro inexplorado. Y no es que esté exagerando. Simplemente es que nos hemos acostumbrado a (de alguna forma) menospreciar a nuestros semejantes o a sobrevalorar los exánimes fragmentos de materia que viajan por el universo. Quizás es que a otras personas, aun antes de empezar a conocerlas, las veamos poco interesantes, previsibles en su interacción o (directamente) prescindibles. Quizás es que hemos experimentado numerosas decepciones en nuestra exploración del hecho humano y ya no estamos por la labor. Quizás es que hemos desarrollado un sentido de criba que se activa con el mero avistamiento de las cortezas... No lo sé. ¿Acaso descubrir las "riquezas" de la Luna nos ha proporcionado satisfacciones sin límite? ¿Esa roca muerta? ¿Qué queríamos descubrir allí? ¿Qué hemos descubierto al fin? Y, pese a ello, ¿diríamos que una empresa para visitar a nuestra inerte vecina ha sido (o sigue siendo) algo vano? Incluso sabemos (o intuimos) que otros planetas y sus satélites de nuestro entorno nos van a ofrecer parecidas perspectivas: rocas yermas y gases letales de los que se va a sacar poco más que algunas fotos para el álbum sideral. Sin embargo, puestos los ojos más en los cielos lejanos y menos en nuestros cercanos compañeros de viaje, perdemos el sueño por llegar siquiera a rozar esos remotos mundos con la punta de los dedos...

Y luego también están las sensaciones de volver a los viejos conocidos, las constantes referencias, como la Tierra. Escenario de amores y odios; conflictos, satisfacciones, sufrimientos, pasiones, desengaños; arte y horror, sueños y superación, ansiedad y humor... pero que, cuando miramos desde la distancia, seguimos identificando como un hogar-dulce-hogar para un corazón errante, encogido por la emoción de una visión tan hermosa.

domingo, 26 de septiembre de 2010

animal de costumbres

(área de descanso nº 101)

Cada uno tiene sus costumbres y hay quienes las tienen incompatibles con las de otros. Así de sencillo.
Por ejemplo: Yo tengo la costumbre de acostumbrarme a las cosas (valga la redundancia) y hay quienes tienen la costumbre de cambiarlas todas en cuanto pueden. Recuerdo que, de casado, esto me valía algún que otro tropezón nocturno contra los muebles... por esa costumbre mía de caminar a oscuras, de memoria, por la casa, combinada con la costumbre de mi antigua compañera de cambiar la disposición del mobiliario en cuanto se aburría de la anterior configuración.
Ahora, los golpes me los doy contra los programas informáticos que, como muebles, también los van cambiando de lugar los programadores en cuanto se aburren de ellos, mientras que yo, como un ciego, los sigo manejando como siempre, de memoria.

Y así están las cosas: usted tiene un equipo que funciona a la perfección, pero que ya no le sirve porque no es capaz de seguirles el ritmo a las nuevas actualizaciones de los programas. Entonces usted decide renovar su equipo, pero el sistema operativo al que se había acostumbrado (y que tan bien iba) ya no le sirve en el nuevo equipo, que lo reconoce como un extraño (o, sencillamente, no lo reconoce). El siguiente paso es cambiar de sistema operativo, aunque con el nuevo se sienta usted como un pulpo en un garaje: ¿dónde estará esto y dónde habrán puesto aquello?
Lo mejor de todo es que, al cambiar el sistema operativo, ahora es éste el que reconoce como extraños a los programas que usted estaba utilizando y que tan bien iban (hasta que algunos componentes se fueron actualizando y su antiguo ordenador sudaba tinta china para correr al ritmo de ellos). Así que ahora hay que hacerse con las nuevas versiones actualizadas de los programas (sólo para que las reconozca ese nuevo sistema operativo al que usted le tiene casi tanta manía como a los mismos virus que le amenazan a diario), aumentando aún más la sensación de estar completamente perdido en este virtual mundo silícico... Y luego va uno, se informa sobre el coltan, y le dan ganas de mandar todo este circo a paseo y ponerse a contar con ábacos y a dibujar y escribir a mano...
Cuando me da por recordar que con un 486 se puso a un hombre en la Luna, mientras que ahora con procesadores de doble (o triple o cuádruple...) núcleo estamos manejando hojas de cálculo, retocando fotos o enviando e-mails, me convenzo de que nos encanta matar moscas a cañonazos. Pero, eso sí, con un estilazo que quita el sentido, porque ¡qué presentaciones, qué gráficos y qué calidad de sonido, oiga usted! Antes muertos que sencillos.

Bueno, allá me voy, a por otra trompada cibernética, que también a esto me acabaré acostumbrando.
.

domingo, 19 de septiembre de 2010

septiembre

(área de descanso nº 100)

Wake Me Up When September Ends by Green Day on Grooveshark

Suavemente, el tiempo ha ralentizado su frenético ritmo de verano, las largas horas, los amarillos intensos.

Ese galope tendido ya no es sino parsimonia, días más compactos por fuera,

Pero más esponjosos por dentro,

Tardes atemperadas con un tenue soplo anaranjado en el rostro.

Indago, entre nubes que se persiguen, el alto cielo cyánico, para encontrármelo pleno de pájaros cargando sus maletas. En el suelo, ahora más sombrío, la hormiga apura su tarea.

Es la señal, es el vértice en el ciclo.

Me miran pesarosas las verduscas hojas de los árboles, agitadas por el viento a un lado y a otro, en un melancólico baile,

Bañadas por ráfagas juguetonas que las convertirán muy pronto en víctimas.

Rastrea su gloria el estío, mas no la halla: la ha ido devorando la proximidad del equinoccio,

Embajador de tempranos ocasos.

lunes, 30 de agosto de 2010

ordem e progresso

(sin parada)

He comprobado que la mejor forma de poner de los nervios a mi amiga brasileña M es gastándole bromas a propósito de las cosas que me cuenta de su país. No tengo más que forzar o exagerar un poco alguna de sus anécdotas y ya la tengo subiéndose por las paredes. Supongo que la clave está en la combinación de su hipersensibilidad patriótica y mi vocación de tocapelotas compulsivo contra las manifestaciones chovinistas. No falla.
Por supuesto, todo esto no son más que las típicas chanzas que no van a ningún lado. Las auténticas imágenes e impresiones que se llegan a tener de un país son multiformes y en constante evolución, mucho más allá de los topicazos reduccionistas empeñados en la inútil etiqueta facilona. Querer apropiarse de la esencia de los asuntos más complejos con una fórmula mágica que lo concentre todo en una mínima expresión tranquilizadora (porque da una aparente seguridad de saber), no es sino el juego pueril de quien en realidad no quiere saber. Identificar, por ejemplo, a Brasil con la samba, puede ser divertido en el momento de lanzar un comentario burlón, pero llevarlo más lejos ya es forzar la nota. A propósito, recuerdo aquel viejo gag de Emilio Aragón en un programa que él mismo dirigía hace años en la televisión pública (la única que teníamos, por cierto), y en el que, caracterizado como un presidente de república bananera y hablando en una especie de variante dialectal del portugués, soltaba eso de menos samba e máis trabalhar. He encontrado un vídeo en YouTube (la escena apenas duraba 45 segundos) que se puede ver al final del post. Y estoy pensando que se lo tengo que pasar a M... creo que desde aquí podría escuchar el rechinar de dientes...

En fin... que Brasil no es sólo samba. También es (o 'debería ser', según ese lema nacional) ordem e progresso. Y muchas cosas más, imposibles de resumir en innumerables artículos. Pero no es eso lo que pretendo, ni mucho menos. Sólo quería decir que ese binomio del orden y el progreso me ha llamado la atención desde muy jovencito, cuando veía a La Canarinha desplegando su portentoso fútbol en los mayores acontecimientos deportivos: la bandera del país de esos genios del balón tenía escritas las dos llamativas palabras. Pero... eso del orden y el progreso, ¿se llegan a dar ambos a la vez o tiene que ir uno antes que el otro? Es posible que al revés no funcione igual (progresso e ordem), hasta en esto puede ser importante el orden...
De lo que no tengo ninguna duda es de que el orden sí es muy importante. En todos los sentidos. Y, en mi opinión, sí que sería previo al progreso. Hace un tiempo, me planteaba (AQUÍ, en este post) que los políticos pierden el rumbo cuando persisten en su clasificación de izquierdas y derechas que no lleva a ninguna parte (arriba y abajo, delante y detrás, son confusos en esta organización espacial), que sería mejor organizarse en babor y estribor, para tener clara cuál es la proa y la popa de la nave y así emprender un decidido avance. Lo penoso del asunto es que por más que les pidamos babor y estribor a los políticos, ellos a cambio nos producen pavor y estupor. Culpa de todos. Hay quien dijo que tal es la gente tales son sus dirigentes, o (incluso al revés) que en la calidad de los líderes se encuentra el techo de nuestras aspiraciones y realizaciones. No hay duda de que estamos todos en el mismo barco. Y eso del orden... ¡ay!
Lo pensaba hoy mismo, en la cola del supermercado. A las personas se las conoce mejor en su salsa y en la manera de desenvolverse en la cotidianidad. Y en estos discretos lugares nos mostramos, sin pretenderlo, tal como somos. El caso es que hoy, durante unos minutos, sólo una de las ocho cajas estaba abierta para ir pagando las compras. Con una sola caja es fácil mantener un orden. Pero hete aquí que como la cola seguía aumentando en número de clientes (es lo que pasa cuando los que llegan son más que los que salen), se produjo ese momento en que la cajera desbordada pidió ayuda a algún compañero o compañera para que también cobrara en otra caja. Al poco, llegó otra trabajadora del supermercado que ocupó un lugar y pronunció las palabras mágicas: Por favor, pasen por aquí en orden. Y es en ese preciso momento cuando se manifiesta impetuosamente el espíritu cristiano de unos y el trauma de náufragos de otros... Quiero decir, que movidos por un los últimos serán los primeros de unos y un sálvese el que pueda de otros, el orden requerido por la cajera se convierte en desbandada a la carrera. ¿Ordem e progresso? ¿Funcionaría en este país, que ha exaltado el género picaresco como forma de vida? Difícil lo veo, cuando cada cual sólo piensa en su propio ombligo.

Luego, cuando (metafóricamente) salgamos del supermercado, buscaremos culpables fuera de nosotros mismos: en los políticos, por ejemplo. Pero si queremos hacer las cosas con un poco de orden, no estaría de más que comenzáramos desde ya la fase de la autocrítica, y así llegará el día en que poder saborear lo que es el progreso.

domingo, 15 de agosto de 2010

res non verba

(99ª parada)
"El reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder".
(1ª carta de Pablo a los Corintios, cap. 4: 20)

Después de diez años de combates encarnizados, sólo se atisbaba un gigantesco caballo ante los muros de Troya. Era la forma en que los aqueos parecían expresar su renuncia a conquistar una ciudad que se había mostrado inexpugnable: un espía griego hizo creer a los troyanos que la colosal estatua era una ofrenda a la diosa Atenea, procurando buenos vientos en el regreso a casa. Ahora, sólo quedaba por saber si los teucros morderían el anzuelo ideado por el adivino Calcas. Otros textos dicen que fue Odiseo (es decir, Ulises) el padre del ardid. De cualquiera de las dos maneras, Odiseo comandaba la avanzadilla de selectos guerreros griegos en el vientre del caballo, con la misión de abrir las puertas de Troya para la invasión a cargo del grueso del (temporalmente oculto) ejército de la coalición aquea, una vez que el artefacto hubiera sido introducido en la ciudad por los propios troyanos.
Pocos fueron los habitantes de la ciudad que se opusieron a no mirarle el diente al caballo regalado. Casandra (sacerdotisa de Apolo) ya había predicho la destrucción de Troya y Laocoonte (también sacerdote de Apolo) expresó su recelo de hacer entrar el caballo en la ciudad con la conocida frase recogida por Virgilio en la Eneida: "Timeo Danaos et dona ferentes". Es decir: Temo a los griegos incluso cuando traen regalos. Pero la intervención de Atenea (dispuesta a enredar en favor de los griegos), provocando que unas serpientes devoraran a Laocoonte y sus dos hijos, hizo creer por fin a los troyanos que rechazar la ofrenda de los griegos no era sino un desplante que desagradaba profundamente a la diosa. Conclusión: caballo pa'dentro. Y, como consecuencia lógica, fin de la guerra de Troya, con el desenlace ya por todos conocido.

En ocasiones, los regalos se tornan de lo más peligroso, como auténticas armas arrojadizas... A veces, incluso sin que el oferente sea consciente de ello. A propósito, recuerdo la película Concursante, dirigida por Rodrigo Cortés, en que un profesor de Historia de la Economía (interpretado por Leonardo Sbaraglia) se ve envuelto en una situación de lo más surrealista después de ser el ganador de un premio millonario en un concurso de preguntas y respuestas. Resulta que la cantidad de gastos generados por el mantenimiento de los regalos, además de los impuestos que debía pagar por poseerlos, acaban arruinando al desconcertado profesor.
En otras ocasiones, la concesión de regalos sí que provoca a quien lo recibe un daño que ya ha sido previamente calculado (grosso modo) y que es, por tanto, un objetivo perseguido por quien regala. O bien, el regalo otorga al oferente una ventaja o una posición privilegiada que no tenía antes. Este tipo de regalos no son fines en sí mismos, sino medios que pueden permitir alcanzar otros fines que permanecen ocultos. Ejemplos los hay a montones... Se me ocurre pensar en esas estrategias de mercado en que se regalan ciertos productos que deberán ser mantenidos periódicamente a un costo que supone mucho más que la amortización del regalo. Pensemos, por ejemplo, en el área de la informática, con su software y su hardware: ¡actualizaciones sin fin! Es el precio que hay que pagar para estar al día en un terreno en que la obsolescencia es la norma.

Quizás el ejemplo más sangrante de griegos a los que temo aunque traigan regalos (¡y más si los traen!) es a la clase política. Hay dos tipos de "regalos" concedidos por estas personas que se dicen nuestros representantes pero que cada vez entiendo menos en qué nos representan, si sus vidas y las del resto de la población no se parecen en casi nada. Esos dos tipos de regalos los agrupo en: regalos materiales propiamente dichos (cosas, servicios) y en dichos propiamente regalados (palabras, aunque debería decir palabrerío).
Los momentos en que más se prodigan en regalos suelen ser los periodos pre-electorales. Ellos saben que cuentan con la memoria de pez de los votantes, entonces para qué dejarse la piel a 3 ó 4 años de una cita con las urnas si los pobrecitos desmemoriados de los electores recordarán con más claridad lo que se haga en el último mes de mandato. Es en este mes en que se deberá volcar la mayor parte de los esfuerzos: inauguraciones de última hora, cortes de cintas por aquí y por allá, promesas de futuros esplendorosos, regalos-soborno por los motivos más peregrinos... y lo mejor de todo es que serán regalos a los contribuyentes pagados con dinero de los contribuyentes. Y aun mejor todavía es que estos rastreros métodos de captación de votos les funcionan campaña tras campaña. Precisamente, tenemos los políticos que nos merecemos. Porque no aprendemos. Quizás un día sí aprendamos (como ya he leído en algún sitio) que un político se convierte en un estadista sólo cuando es capaz de cambiar su horizonte de las próximas citas electorales al de las próximas generaciones de ciudadanos. Entonces quizás seamos capaces de elegir como nuestros representantes a estadistas de verdad y no a políticos preocupados más que nada de su propia sillita, auténticas garrapatas del poder.
Un regalo muy barato en apariencia (pero muy caro a la larga) es el de las palabras que, a golpe de marketing y con toda la persuasión de que son capaces, nos dedican con sus sonrisas-profidén de cartón-piedra. A veces, la nauseabunda atmósfera de demagogia políticamente correcta se torna por completo irrespirable. Ya no hablo de los mítines, esas arengas vacías destinadas a arrancar el aplauso fácil de una multitud entregada de antemano. Me refiero más al frustrante día-a-día de declaraciones sin sentido y a los debates políticos, desarrollos caóticos de programas electorales (auténticos brindis al sol) que, como no suponen vinculaciones contractuales con la ciudadanía, se pueden incumplir a voluntad sin que exista más represalia o indemnización que una amenaza de voto de castigo en las próximas elecciones. Pero de las nefastas políticas implementadas, de las ruinas provocadas y de los dineros malversados no se pedirán cuentas en ningún caso, a no ser que se demuestre en los tribunales de justicia que haya habido delitos de corrupción tipificados. Pero como la incompetencia no es delito, entonces aquí paz y después gloria. Ya volverán dentro de equis años o, si no vuelven, que nadie se preocupe porque vivirán felices en sus retiros pagados con dinero público por los mismos a quienes previamente han defraudado. Esto es lo que hay. Y como las normas las ponen los mismos a quienes esas normas tienen que satisfacer, la política se ha convertido en una especie de juego para mediocres en que no importa equivocarse porque los participantes (no así la ciudadanía) están blindados frente a sus propios errores. ¡Ay, sí, temo a los políticos y más cuando nos vienen con sus regalitos!

Es irónica esta disociación entre lo que se persigue y lo que se consigue en los regímenes democráticos. Es cierto que la democracia es una forma de gobierno muy adecuada para la preservación de los derechos fundamentales de las personas y para el desarrollo de sociedades saludables, pero es igualmente ingenuo pretender que nuestras democracias son esos paraísos donde todo es quasiperfecto. No lo creo. Desde luego, nuestro nivel de ironía no ha alcanzado el punto cruel y desagradable de las mentalidades totalitarias, capaces de tener confinados a los condenados a trabajos forzados (hasta la muerte más atroz) tras unas alambradas cuya verja de entrada luce las palabras "Arbeit macht frei" (El trabajo hace libre), como las tristemente célebres del campo de concentración y exterminio nazi en la ciudad polaca de Oświęcim (Auschwitz). No, la ironía de los demócratas no es tan estomagante como la de los dictadores, aunque la demagogia que encierra puede resultar en ocasiones sorprendentemente similar... Para evitar una mímesis que sería catastrófica, no hay que dejar para más adelante el momento de dar un golpe de timón que encauce el rumbo de la nave hacia un horizonte en que lo que se diga sea el fiel reflejo de los elevados principios que son nuestra razón de ser y, por tanto, el espíritu que consecuentemente anime todas nuestras actuaciones.

Hechos, no sólo palabras.

martes, 10 de agosto de 2010

batir de alas

(98ª parada)
"¡Quién me diese alas como de paloma! Volaría yo, y descansaría".
(Salmo 55: 6)

Los seres humanos somos libres. Así nacemos, es algo intrínseco a nuestra existencia. La Declaración Universal de Derechos Humanos considera que esta condición es la misma e inalienable para todas las personas. Luego, habrá quien le ponga matices al asunto, casi todos ellos basados en nuestra propia fragilidad: que si determinismos, que si precariedad en las elecciones, que si...
Sea como fuere, tengo pocas dudas acerca de que nuestra condición de seres libres, como todos los demás dones que se nos concede por simple pertenencia a esta extraña especie sobre este remoto planeta, es (sobre todo) un germen de capacidades que debe ser desarrollado para alcanzar su máxima expresión. Esta libertad nuestra se convierte así en una de las más poderosas, exigentes y abarcantes escuelas que habríamos podido imaginar. El plan de estudios es digno de ser desarrollado en toda una vida. No menos. Aprendizaje hasta el último suspiro.

Quizás sea una sensación mía, pero pienso que la ensoñación de volar es uno de los paradigmas por excelencia de la libertad. Por muchos motivos. Se me ocurren algunos posibles:
--- el hecho de "transgredir" una de las leyes que más sujetos nos tiene al suelo en el que se enterrarán todos nuestros sueños, el placer de despegarnos de esa superficie,
--- la sensación de ligereza que es sinónimo de haber sabido adelgazar el propio equipaje (rémora en tantas ocasiones), para permitir el vuelo en libertad,
--- la experiencia de haber aprendido a viajar por los aires incluso con equipajes pesados, lo cual no es sino una muestra de un grado de pericia y dominio de las propias circunstancias de la vida que son dignos de elogio,
--- etc...

"libertad" y "volar", unido a "fragilidad", no me lleva a pensar en unas alas poderosas, sino en algo más insignificante. Por ejemplo, unas endebles alas de mariposa. Y aquí es donde se puede rizar el rizo... porque si pienso en el aleteo de unas alas de mariposa, también pienso en ese sumatorio de lo ínfimo, en la alteración universal provocada por el leve gesto de un ser efímero, por un imperceptible viento constelado de una lluvia infinitesimal de diminutas escamas. Es decir, por lo que se ha llamado (en palabras derivadas de los trabajos de Edward Lorenz) el efecto mariposa. "El aleteo de las alas de una mariposa puede provocar un tsunami al otro lado del mundo". Y no hay más que ver algunos de los diagramas de trayectorias de sistemas de Lorenz para comprobar cómo la teoría del caos podría ser dibujada en las alas de una mariposa.

Quienes gustan de poner matices a la libertad humana (¡ah, esa fragilidad!), es posible que encuentren una cómoda butaca para sentarse al reflexionar acerca de la casi imperceptible (pero, a la postre, crucial) deriva en el devenir de cada vida, cuando se trata de sortear el gigantesco obstáculo que supone un fragmento desprendido de las alas (inevitables) del caprichoso lepidóptero. Cualquier perturbación, por pequeña que sea, convenientemente amplificada por otras más, acabará provocando efectos que hagan escapar a nuestro control incluso las situaciones que se preveían más controlables. La integral de la vida (esa suma de infinitos sumandos infinitesimales) nos pone, al fin, frente a cantidades continuas o discretas. Imposibles de escamotear.
Un batir de alas resulta ser más peligroso de lo que parecía a primera vista. El ejercicio del vuelo, la práctica de la libertad, puede constituir la mejor oportunidad que podamos imaginar de puesta en acción de la responsabilidad. En definitiva, siempre llevaremos pegado al calzado el barro del camino por el que hemos transitado... Ser libres nos hace responsables. No podría ser de otra manera: seguimos aprendiendo en una escuela que está por encima de las demás escuelas.

Y si sigo pensando en las leyes del cambio en la Naturaleza (a la manera del viejo aforismo de Heráclito de Éfeso: "Ningún hombre puede bañarse dos veces en el mismo río", lo cual es cierto porque sus aguas están en constante movimiento y renovación), también pienso en que la vida es una toma continua de decisiones de trascendencia, que acabarán repercutiendo a la larga. Las consecuencias de mis elecciones son tan sólo mi responsabilidad, de nadie más. La vida es viaje con opción de relativo retroceso, pero el retroceso se considera un derroche de energías inaceptable (una vez más el "no me arrepiento de nada", como un "no retrocedo ante nada"), aunque haya ocasiones en que sea la mejor opción... De ahí la importancia de pensar bien las cosas cuando se toman decisiones trascendentes (¿y cuál es la decisión trascendente a priori?), si bien nos podamos permitir ser más espontáneos en el caso de otras elecciones más banales.
De lo que tengo pocas dudas es de que sabemos que un camino es realmente trascendente cuando es imposible dar marcha atrás sin haber experimentado algún cambio a la altura de la relevancia del itinerario. Metafóricamente, hay que conocer la sensación de mojado sobre la piel para saber que el agua moja.

Todas estas disquisiciones que yo mismo me monto en el día de mi cumpleaños, en que (por el capricho de lo singular) la encrucijada de cada día se torna más evidente que en los instantes ordinarios, un día señalado en que se descorre momentáneamente el velo tras el cual el caos juega con las mariposas y su aleteo es de un estruendo ensordecedor, todos estos pensamientos, me llevan hasta un poema de Robert Frost, que hoy me regalo a mí mismo, a la vez que quiero compartirlo con quienes hasta aquí me acompañan.

EL CAMINO NO ELEGIDO


Dos caminos se bifurcaban en un bosque amarillo,
Y apenado por no poder tomar los dos
Siendo un viajero solo, largo tiempo estuve de pie
Mirando uno de ellos tan lejos como pude,
Hasta donde se perdía en la espesura;


Entonces tomé el otro, imparcialmente,
Y habiendo tenido quizás la elección acertada,
Pues era tupido y requería uso;
Aunque en cuanto a lo que vi allí
Hubiera elegido cualquiera de los dos.


Y ambos esa mañana yacían igualmente,
¡Oh, había guardado aquel primero para otro día!
Aun sabiendo el modo en que las cosas siguen adelante,
Dudé si debía haber regresado sobre mis pasos.


Debo estar diciendo esto con un suspiro
De aquí a la eternidad:
Dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo,
Yo tomé el menos transitado,
Y eso hizo toda la diferencia.



Lorenz juega con caóticas mariposas del destino

sábado, 31 de julio de 2010

entomología aplicada

(97ª parada)
"Considera a la hormiga, perezoso; mira sus caminos y sé sabio".
(Libro de los Proverbios de Salomón, cap. 6: 6)

Hoy, magnífico día para pasarlo en alguna playa tranquila. Y terminar así, con esa misma tranquilidad, el mes de julio. Quizás la brisa marina fue un poco más intensa de lo que a mí me gusta, pero a medida que avanzó la tarde esa intensidad se fue aproximando a niveles más agradables. Miel sobre hojuelas. Las horas de este sábado fueron pasando plácidamente.
Sin prisas, cuando un sol que iba aproximándose al horizonte invitaba a una razonable retirada, me encaminé hacia el paseo de madera ligeramente elevado sobre la cota de la duna. Sentado en él, como si de un banco se tratara, me fui desarenando los pies con parsimonia. Un bichejo negro había llamado mi atención: destacaba notablemente sobre la variedad de ocre de la arena. Se trataba de un escarabajo del tamaño aproximado de una moneda de 10 céntimos. Supongo, no llevaba moneda para comparar. No sé de qué especie era: ni se lo pregunté ni creo que me hubiera respondido. Escarabajo, a secas. Negro, pero no pelotero.
El caso es que el bicho parecía apurado (quizás llegaba tarde a una cita con una escarabaja), pero en su loca carrera no avanzaba nada: corría trazando círculos. Imagino que los montículos en la arena (apenas huellas de personas, aunque colinas abruptas para el coleóptero) lo tenían desorientado. Cada vez que coronaba una de esas cumbres, se volvía a despistar en el rumbo. En ocasiones, incluso parecía como si quisiera enterrarse, aunque creo que no era más que una consecuencia de su frenesí atlético.
Acabé de quitarme la arena de los pies, me calcé y, curiosamente, el bicho estaba en el mismo lugar que cuando comencé. Como si no se hubiera desplazado del sitio en esos minutos. Sin embargo, sus patas no habían parado de moverse ni un segundo.
Cuando al fin decidí que ya era hora de marcharse, me di cuenta de que había pasado un buen rato contemplando a ese insignificante escarabajo y pensando en él. Pero creo que mis meditaciones me habían llevado parabólicamente al género humano más que al mundo de los insectos. De pronto, había visto a la humanidad entera convertida en un negro escarabajo corriendo hacia ninguna parte en una carrera desenfrenada.

Somos como insectos. Y, a veces, sin el "como". Recuerdo, a propósito, algo que en ciertas ocasiones le decía a mi mujer en los años en que estuvimos casados. Es una de esas cosas que se dicen en broma, pero que se piensan en serio: alguna vez, cuando surgía algún roce derivado de la convivencia en pareja, le pedía que tratara de comprender que mi férreo instinto territorial no era sino una herencia de los insectos. "Descubre el insecto que hay en ti", sería el eslogan de una campaña publicitaria relacionada con este tema.
En Bachillerato nos enseñaron que dentro del filum artrópodos (el más abundante del planeta: a él le corresponden más del 80% de las especies conocidas) está la clase insectos, subdividida a su vez en varios órdenes: odonatos, ortópteros, hemípteros, coleópteros, himenópteros, dípteros, afanípteros, lepidópteros ...y dejaré un teléfono para damnificados por si me he olvidado de alguno. No deja de ser una disección de la especie humana. En general, todos tenemos metamorfosis complejas (quien haya superado la adolescencia es capaz de comprenderlo). Incluso los hay que han pasado por la fase de capullo y quienes se han quedado estancados en ella. Vivimos y trabajamos en colmenas, nos pasamos horas muertas en interminables caravanas e hileras de congéneres, producimos asombrosas obras de ingeniería cual termitas, colonizamos el mundo sin tregua, observamos las cosas con simpleza y a la vez con complejidad a través de nuestros ocelos y de nuestros ojos compuestos... llevamos existencias de insecto. Los hay depredadores feroces como las mantis y los hay depredados como los pulgones. Los hay molestos como las moscas, elegantes y gráciles como las libélulas, duros como los escarabajos, repelentes como las cucarachas, con cerebro de mosquito, parásitos como piojos y pulgas, trabajadores incansables como las hormigas, organizados como las abejas... ¡hay de todo!
La literatura también les ha dado cabida: ¿Quién no recuerda la fábula de la cigarra y la hormiga, que desde Esopo, pasando por La Fontaine y Samaniego, ha llegado hasta nosotros y sigue sirviendo para etiquetarnos? ¿Y a aquellas cien mil moscas que acudieron a un panal de rica miel? Los ejemplos serían numerosísimos...

De pequeño, veía los dibujos animados de La abeja Maya y observaba a insectos actuando como personas. Ahora, de mayor, contemplo la realidad cotidiana y veo a personas actuando como insectos. No sé por qué me sorprendo tanto.

¡Ah, se me olvidaba! Pequeño botín del día: una diminuta caracola, una piedra bastante maja y un par de conchas blanquísimas de bivalvos.

jueves, 29 de julio de 2010

dos mundos

(96ª parada)
"(...) confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Los que tal cosa dicen, claramente dan a entender que buscan una patria (...), pero anhelaban una mejor".
(Carta a los Hebreos, cap. 11: 13-16)

El procesador central que rige nuestros cuerpos completos, lo que cada uno es, requiere un delicado mantenimiento diario. A tal efecto, él mismo se ha inventado un mundo misterioso y diferente a aquel en que pasamos la mayor parte del tiempo. Ambos mundos, productos de nuestro cerebro, son Sueño y Vigilia. Solemos estar tentados a dilucidar cuál es real y cuál no lo es. En ocasiones, incluso damos por resuelta la cuestión antes siquiera de haber reflexionado en ella: Vigilia es real y Sueño es una ficción de nuestro cerebro. Pero tanto Sueño como Vigilia son las grandes creaciones del encéfalo en que queda contenida toda nuestra vida.
¿Por qué, entonces, suponemos que Sueño es algo imaginario? ¿Es posible que sea así porque en Vigilia tenemos un control aparente sobre nuestras acciones, encontramos cierta lógica y continuidad en ellas, mientras que en Sueño nos sentimos desbordados por acontecimientos que no podemos dominar en absoluto? En fin, un onironauta no compartiría plenamente este punto de vista. Un esquizofrénico, tampoco. Y habría muchos más disconformes...
Entonces, ¿por qué? ¿Acaso subestimamos a nuestro subconsciente? Él está activo las 24 horas del día. Sin embargo, es como si sólo en Sueño se permitiera un diálogo lo más sincero con un consciente que parece no estar por la labor cuando le hablan en otro idioma. Quizás sobreestimemos a nuestro consciente, otorgándole todo el protagonismo de nuestra intrincada máquina y sus misteriosos procesos...

Sueño y Vigilia son dos mundos con apenas intersecciones, a pesar de participar de una unión indisoluble. Puede parecer contradictorio, pero es que ambos se retroalimentan y lo constituyen todo, a la vez que mantienen unas fronteras bien definidas. Son como las dos caras de una moneda, sin serlo.
Sin referirme ahora a aspectos meramente temporales, se me ocurre que en los puntos extremos de Sueño y Vigilia (que es donde, de una forma singular, más se aproximan entre sí estos dos mundos) suceden cosas sorprendentes... En Sueño, además de los sueños corrientes (por decirlo de alguna manera), se pueden vivir como extremos pesadillas y *·*·*·* (no existe el antónimo de pesadilla: el lenguaje, creado en Vigilia, no se ha preocupado de inventar la palabra que nombre al tipo de sueño en que se viven las cotas más elevadas de armonía, paz, bienestar, sosiego...). Del mismo modo, en Vigilia los extremos se llaman utopía y distopía (aquí sí que hay palabras para ambos). Pues bien, llega a suceder que los extremos de Sueño y los de Vigilia se aproximan, dando lugar a fenómenos como filtraciones de pesadillas en Vigilia, en forma de alienantes distopías, a la vez que *·*·*·* también se pueden filtrar como utopías más allá de Sueño. Pero lo más sorprendente es que, en Vigilia, las pesadillas-distopías se tornan de lo más real, mientras que las utopías se quedan en un plano etéreo, sin llegar nunca a alcanzar su verdadero cuerpo. No es de extrañar que no se haya inventado la palabra que etiquete a *·*·*·*: a diferencia de las pesadillas, nunca son hechos reales en Vigilia.

La Isla, la República, el Jardín, la Comunidad... Utopía, a la vez el buen lugar y el no lugar. El que trataron de describirnos Hesíodo, Platón, Tomás Moro, las mitologías más próximas y las más lejanas... El lugar de Vigilia que sólo reside en Sueño, a través de una frontera impermeable pero móvil, que concede energía prácticamente ilimitada a todo el sistema. A fin de cuentas, el cerebro, ese cúmulo de neuronas conectadas electroquímicamente, tenía que elaborar un motor quasi-inagotable y lo ha logrado a través de la interacción electromagnética entre Sueño y Vigilia, como los polos de dos imanes, que se atraen o se repelen dependiendo de la forma en que se orienten. Dormir (por tanto, soñar) es una de las actividades más reparadoras que se conocen a todos los niveles.
Tal como pregonan las mitologías y las teologías más difundidas, el poder de la bondad es siempre superior al de la maldad. En la lucha entre el Bien y el Mal, es el primero el que triunfa. Aunque aparentemente parezca lo contrario, por la proliferación de las distopías y la ausencia de utopías cumplidas, la esencia del asunto está en lo que verdaderamente es Utopía: la aspiración a formar un mundo nuevo a partir de estos dos mundos, la fusión definitiva de Sueño y Vigilia.

¿Cómo me sería posible contarlo mejor que Eduardo Galeano? No. Prefiero sus palabras:

"Ella está en el horizonte
Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos.
Camino diez pasos y el horizonte se aleja diez pasos más allá.
Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré.
¿Para qué sirve la utopía?
Para eso sirve, para caminar..."

....................(Ventana sobre la utopía)

Inalcanzable, ella. Reside en el horizonte, siempre visible. Mis ojos no se apartan de aquella línea tan lejana...

jueves, 15 de julio de 2010

honesta missio

(95ª parada)
"Mientras la tierra permanezca, no cesarán la sementera y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, el día y la noche".
(Libro del Génesis, cap. 8: 22)

Leí en alguna parte que los legionarios romanos, soldados profesionales ellos, rendían servicio militar a los ejércitos de Roma por un periodo de tiempo de veinte años. Transcurrido este trámite, y si se había desempeñado con valentía y ardor guerrero, sin manchas destacables en su hoja de servicios, el legionario recibía su licenciamiento con honores.
¡Veinte años, ahí es nada! Me resuena la voz de Carlos Gardel cantando "Volver": Volver con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien. Sentir que es un soplo la vida, que veinte años no es nada, que febril la mirada errante en la sombras te busca y te nombra. Vivir con el alma aferrada a un dulce recuerdo que no ha de volver.
"Veinte años no es nada"... ¡y una leche! Con dos nadas como éstas, me hago yo toda mi vida... Pero, bueno... admito que veinte años pueden no ser nada, dependiendo de lo que haga uno con su vida. Los hay que corren como posesos y devoran los días para sacarles el mayor jugo posible. Los hay que se lo toman con más calma. Al final, todos suelen llegar al mismo lugar, de distinta forma, aunque a parecidos destinos. Los hay que necesitarán veinte años y los hay que necesitarán varias veces esa cantidad de tiempo. Aunque si no hablamos de vidas, veinte años sí que pueden ser apenas una mísera brizna en el total de la historia. Y si lo es en la historia de la humanidad, no digamos ya en la historia del cosmos...

Sea como fuere, la excusa del tiempo transcurrido me venía de perlas en mi último diálogo con este blog. Acabo de personificarlo, pero es que es lo normal cuando resulta que close2u está habitando en algún lugar de mi cabeza, a la vez que ha ocupado un rinconcillo de la blogosfera. Él, ahí situado en mi azotea, va viendo pasar los pensamientos que recorren mi encéfalo. Los examina, busca sus parentescos, los relaciona y, de cuando en cuando, se decide a sacarlos a la electrónica luz del ciberespacio. Ése era el trato: yo me olvidaba de mi pudor y él ofrecía ciertas sesiones de 'estriptis' mental para quien quisiera acompañar en este viaje a ya-veremos-dónde. Así llevamos tres años, a razón de no muchas sesiones por año (no es éste un lugar muy prolífico en artículos). Hoy, 15 de julio, se han cumplido exactamente esos tres años y me ha parecido oportuno sugerirle la idea a este blog de que, aunque tres años no son comparables a veinte, no es ésta una mala oportunidad para concedernos nuestra honesta missio.

Bueno... en menudo lío me he metido. Ha sido como "hablar" con el sargento de La chaqueta metálica o algo por el estilo. ¡Señor, sí, señor! Me ha puesto firmes y me ha dicho que qué me he creído... que las cosas ni son así, ni se hacen así... que si no voy a dejar de pensar, por qué dejar de escribir... que ya está bien de salir toooooodos los aniversarios con el mismo cuento... que no me deja de ninguna manera retirarme (si no es con deshonor) y que no quiere volver a oír hablar del tema, que no y que no.
Y más cosas que me ha dicho, pero que no debería dejar por escrito. Cosas que quedarán entre él y yo.

En fin, que mejor me espero diecisiete años y a ver si entonces la situación se presenta más propicia para el retiro. Hasta pronto :D

miércoles, 30 de junio de 2010

alea iacta est

(94ª parada)
"Jesús le dijo: Nadie que haya puesto su mano en el arado y mira hacia las cosas de atrás, es idóneo para el reino de Dios".
(Evangelio de Lucas, cap. 9: 62)

El dado ha sido lanzado. Suetonio nos cuenta que éstas fueron las palabras que Julio César les soltó a sus tropas en el momento de cruzar el río Rubicón. Era un antes y un después. El después suponía la rebelión contra la autoridad del Senado Romano y el estallido de la guerra civil contra los pompeyanos.
Evitando los latines, en castellano tenemos otra expresión similar: Quemar las naves. No es necesaria explicación, todo el mundo entiende lo que quiere decir. En su sentido más literal, se trata de la eliminación de cualquier medio que permita una deserción o una retirada. Al parecer, en el año 335 aC, Alejandro Magno arribó a las costas de Fenicia con un potente ejército; pero se vio en la situación de tener que enfrentarse a un enemigo que lo triplicaba en número. Ante la desmotivación de sus tropas y la prematura derrota psicológica, Alejandro tuvo la ocurrencia de pegar fuego a todos los barcos una vez que los soldados hubieron desembarcado. Mientras sus hombres contemplaban la cremación de la flota, supongo que Alejandro los arengó con palabras tan calientes como el fuego que consumía madera y velámenes, y les aseguró que la única forma de volver a casa sería a bordo de los barcos capturados a sus enemigos.
Hay otros sucesos que también se vinculan a esta afición pirómana contra las propias naves. El más famoso de ellos es el ocurrido en la playa de San Juan de Ulúa. Corría el año 1519 y se cuenta que Hernán Cortés, en su aventura mejicana, ordenó quemar sus barcos para que sus hombres no pudieran volverse a Cuba. En realidad, no fue esto lo que sucedió, sino que Cortés hizo hundir las naves barrenándolas para que se escoraran. Diferente método, pero el mismo resultado.

Quemar las naves es la forma de apaciguar la tormenta que ruge en la mente cuando hay un sinfín de posibilidades disponibles y la capacidad de elección se agota en un interminable devanar el ovillo. Es forzar una escapada hacia adelante. Es atravesar un puente que sólo se puede cruzar una única vez, por ser puente unidireccional: de ida pero no de vuelta. Es una forma de pasar a través de un espejo: aquí se ve el reflejo, pero más allá ya no existe ningún reflejo. Es reducir el camino a una sola posibilidad: victoria o derrota, en una valiente (a veces temeraria) caída al abismo. Con un paracaídas como todo equipaje, se da el salto del que ya no hay posibilidad de marcha atrás.
Como si se tratara de una partida de naipes, es el momento de poner las cartas sobre la mesa y revelar el juego. Mostrarlo sin tapujos ni medias tintas. Es el acceso a una realidad diferente, donde se conoce de forma diferente, donde la palabra pronunciada ya no puede volver a la boca de la que salió, donde la marca de las nuevas huellas se torna indeleble, donde los hechos tienen repercusiones decisivas. Una realidad a la que se llega apostando todo un presente para conseguir un futuro de todo o nada. Sin la posibilidad de retroceder al sosiego de una posición segura, a la trinchera excavada en el tiempo de la indecisión.
Quemar las naves es la aventura cotidiana en el viaje de la vida. Es la materia con la que se acaban construyendo las relaciones entre las personas...

Y a propósito de quemar y de relaciones humanas, pensaba hace unos días, mientras terminaba mi comida al aire libre en un radiante mediodía de comienzo de verano, que he conocido a mujeres que son como el sol. Es una delicia quedar expuesto a sus caloríficos rayos, contemplar cómo iluminan el día de forma apacible y recibir con agrado su energía. Pero también compruebas que si te acercas demasiado te acabarás quemando y llegas a adivinar que sus llamaradas tienen el poder de destruir tus propias naves.