sábado, 31 de julio de 2010

entomología aplicada

(97ª parada)
"Considera a la hormiga, perezoso; mira sus caminos y sé sabio".
(Libro de los Proverbios de Salomón, cap. 6: 6)

Hoy, magnífico día para pasarlo en alguna playa tranquila. Y terminar así, con esa misma tranquilidad, el mes de julio. Quizás la brisa marina fue un poco más intensa de lo que a mí me gusta, pero a medida que avanzó la tarde esa intensidad se fue aproximando a niveles más agradables. Miel sobre hojuelas. Las horas de este sábado fueron pasando plácidamente.
Sin prisas, cuando un sol que iba aproximándose al horizonte invitaba a una razonable retirada, me encaminé hacia el paseo de madera ligeramente elevado sobre la cota de la duna. Sentado en él, como si de un banco se tratara, me fui desarenando los pies con parsimonia. Un bichejo negro había llamado mi atención: destacaba notablemente sobre la variedad de ocre de la arena. Se trataba de un escarabajo del tamaño aproximado de una moneda de 10 céntimos. Supongo, no llevaba moneda para comparar. No sé de qué especie era: ni se lo pregunté ni creo que me hubiera respondido. Escarabajo, a secas. Negro, pero no pelotero.
El caso es que el bicho parecía apurado (quizás llegaba tarde a una cita con una escarabaja), pero en su loca carrera no avanzaba nada: corría trazando círculos. Imagino que los montículos en la arena (apenas huellas de personas, aunque colinas abruptas para el coleóptero) lo tenían desorientado. Cada vez que coronaba una de esas cumbres, se volvía a despistar en el rumbo. En ocasiones, incluso parecía como si quisiera enterrarse, aunque creo que no era más que una consecuencia de su frenesí atlético.
Acabé de quitarme la arena de los pies, me calcé y, curiosamente, el bicho estaba en el mismo lugar que cuando comencé. Como si no se hubiera desplazado del sitio en esos minutos. Sin embargo, sus patas no habían parado de moverse ni un segundo.
Cuando al fin decidí que ya era hora de marcharse, me di cuenta de que había pasado un buen rato contemplando a ese insignificante escarabajo y pensando en él. Pero creo que mis meditaciones me habían llevado parabólicamente al género humano más que al mundo de los insectos. De pronto, había visto a la humanidad entera convertida en un negro escarabajo corriendo hacia ninguna parte en una carrera desenfrenada.

Somos como insectos. Y, a veces, sin el "como". Recuerdo, a propósito, algo que en ciertas ocasiones le decía a mi mujer en los años en que estuvimos casados. Es una de esas cosas que se dicen en broma, pero que se piensan en serio: alguna vez, cuando surgía algún roce derivado de la convivencia en pareja, le pedía que tratara de comprender que mi férreo instinto territorial no era sino una herencia de los insectos. "Descubre el insecto que hay en ti", sería el eslogan de una campaña publicitaria relacionada con este tema.
En Bachillerato nos enseñaron que dentro del filum artrópodos (el más abundante del planeta: a él le corresponden más del 80% de las especies conocidas) está la clase insectos, subdividida a su vez en varios órdenes: odonatos, ortópteros, hemípteros, coleópteros, himenópteros, dípteros, afanípteros, lepidópteros ...y dejaré un teléfono para damnificados por si me he olvidado de alguno. No deja de ser una disección de la especie humana. En general, todos tenemos metamorfosis complejas (quien haya superado la adolescencia es capaz de comprenderlo). Incluso los hay que han pasado por la fase de capullo y quienes se han quedado estancados en ella. Vivimos y trabajamos en colmenas, nos pasamos horas muertas en interminables caravanas e hileras de congéneres, producimos asombrosas obras de ingeniería cual termitas, colonizamos el mundo sin tregua, observamos las cosas con simpleza y a la vez con complejidad a través de nuestros ocelos y de nuestros ojos compuestos... llevamos existencias de insecto. Los hay depredadores feroces como las mantis y los hay depredados como los pulgones. Los hay molestos como las moscas, elegantes y gráciles como las libélulas, duros como los escarabajos, repelentes como las cucarachas, con cerebro de mosquito, parásitos como piojos y pulgas, trabajadores incansables como las hormigas, organizados como las abejas... ¡hay de todo!
La literatura también les ha dado cabida: ¿Quién no recuerda la fábula de la cigarra y la hormiga, que desde Esopo, pasando por La Fontaine y Samaniego, ha llegado hasta nosotros y sigue sirviendo para etiquetarnos? ¿Y a aquellas cien mil moscas que acudieron a un panal de rica miel? Los ejemplos serían numerosísimos...

De pequeño, veía los dibujos animados de La abeja Maya y observaba a insectos actuando como personas. Ahora, de mayor, contemplo la realidad cotidiana y veo a personas actuando como insectos. No sé por qué me sorprendo tanto.

¡Ah, se me olvidaba! Pequeño botín del día: una diminuta caracola, una piedra bastante maja y un par de conchas blanquísimas de bivalvos.

jueves, 29 de julio de 2010

dos mundos

(96ª parada)
"(...) confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Los que tal cosa dicen, claramente dan a entender que buscan una patria (...), pero anhelaban una mejor".
(Carta a los Hebreos, cap. 11: 13-16)

El procesador central que rige nuestros cuerpos completos, lo que cada uno es, requiere un delicado mantenimiento diario. A tal efecto, él mismo se ha inventado un mundo misterioso y diferente a aquel en que pasamos la mayor parte del tiempo. Ambos mundos, productos de nuestro cerebro, son Sueño y Vigilia. Solemos estar tentados a dilucidar cuál es real y cuál no lo es. En ocasiones, incluso damos por resuelta la cuestión antes siquiera de haber reflexionado en ella: Vigilia es real y Sueño es una ficción de nuestro cerebro. Pero tanto Sueño como Vigilia son las grandes creaciones del encéfalo en que queda contenida toda nuestra vida.
¿Por qué, entonces, suponemos que Sueño es algo imaginario? ¿Es posible que sea así porque en Vigilia tenemos un control aparente sobre nuestras acciones, encontramos cierta lógica y continuidad en ellas, mientras que en Sueño nos sentimos desbordados por acontecimientos que no podemos dominar en absoluto? En fin, un onironauta no compartiría plenamente este punto de vista. Un esquizofrénico, tampoco. Y habría muchos más disconformes...
Entonces, ¿por qué? ¿Acaso subestimamos a nuestro subconsciente? Él está activo las 24 horas del día. Sin embargo, es como si sólo en Sueño se permitiera un diálogo lo más sincero con un consciente que parece no estar por la labor cuando le hablan en otro idioma. Quizás sobreestimemos a nuestro consciente, otorgándole todo el protagonismo de nuestra intrincada máquina y sus misteriosos procesos...

Sueño y Vigilia son dos mundos con apenas intersecciones, a pesar de participar de una unión indisoluble. Puede parecer contradictorio, pero es que ambos se retroalimentan y lo constituyen todo, a la vez que mantienen unas fronteras bien definidas. Son como las dos caras de una moneda, sin serlo.
Sin referirme ahora a aspectos meramente temporales, se me ocurre que en los puntos extremos de Sueño y Vigilia (que es donde, de una forma singular, más se aproximan entre sí estos dos mundos) suceden cosas sorprendentes... En Sueño, además de los sueños corrientes (por decirlo de alguna manera), se pueden vivir como extremos pesadillas y *·*·*·* (no existe el antónimo de pesadilla: el lenguaje, creado en Vigilia, no se ha preocupado de inventar la palabra que nombre al tipo de sueño en que se viven las cotas más elevadas de armonía, paz, bienestar, sosiego...). Del mismo modo, en Vigilia los extremos se llaman utopía y distopía (aquí sí que hay palabras para ambos). Pues bien, llega a suceder que los extremos de Sueño y los de Vigilia se aproximan, dando lugar a fenómenos como filtraciones de pesadillas en Vigilia, en forma de alienantes distopías, a la vez que *·*·*·* también se pueden filtrar como utopías más allá de Sueño. Pero lo más sorprendente es que, en Vigilia, las pesadillas-distopías se tornan de lo más real, mientras que las utopías se quedan en un plano etéreo, sin llegar nunca a alcanzar su verdadero cuerpo. No es de extrañar que no se haya inventado la palabra que etiquete a *·*·*·*: a diferencia de las pesadillas, nunca son hechos reales en Vigilia.

La Isla, la República, el Jardín, la Comunidad... Utopía, a la vez el buen lugar y el no lugar. El que trataron de describirnos Hesíodo, Platón, Tomás Moro, las mitologías más próximas y las más lejanas... El lugar de Vigilia que sólo reside en Sueño, a través de una frontera impermeable pero móvil, que concede energía prácticamente ilimitada a todo el sistema. A fin de cuentas, el cerebro, ese cúmulo de neuronas conectadas electroquímicamente, tenía que elaborar un motor quasi-inagotable y lo ha logrado a través de la interacción electromagnética entre Sueño y Vigilia, como los polos de dos imanes, que se atraen o se repelen dependiendo de la forma en que se orienten. Dormir (por tanto, soñar) es una de las actividades más reparadoras que se conocen a todos los niveles.
Tal como pregonan las mitologías y las teologías más difundidas, el poder de la bondad es siempre superior al de la maldad. En la lucha entre el Bien y el Mal, es el primero el que triunfa. Aunque aparentemente parezca lo contrario, por la proliferación de las distopías y la ausencia de utopías cumplidas, la esencia del asunto está en lo que verdaderamente es Utopía: la aspiración a formar un mundo nuevo a partir de estos dos mundos, la fusión definitiva de Sueño y Vigilia.

¿Cómo me sería posible contarlo mejor que Eduardo Galeano? No. Prefiero sus palabras:

"Ella está en el horizonte
Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos.
Camino diez pasos y el horizonte se aleja diez pasos más allá.
Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré.
¿Para qué sirve la utopía?
Para eso sirve, para caminar..."

....................(Ventana sobre la utopía)

Inalcanzable, ella. Reside en el horizonte, siempre visible. Mis ojos no se apartan de aquella línea tan lejana...

jueves, 15 de julio de 2010

honesta missio

(95ª parada)
"Mientras la tierra permanezca, no cesarán la sementera y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, el día y la noche".
(Libro del Génesis, cap. 8: 22)

Leí en alguna parte que los legionarios romanos, soldados profesionales ellos, rendían servicio militar a los ejércitos de Roma por un periodo de tiempo de veinte años. Transcurrido este trámite, y si se había desempeñado con valentía y ardor guerrero, sin manchas destacables en su hoja de servicios, el legionario recibía su licenciamiento con honores.
¡Veinte años, ahí es nada! Me resuena la voz de Carlos Gardel cantando "Volver": Volver con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien. Sentir que es un soplo la vida, que veinte años no es nada, que febril la mirada errante en la sombras te busca y te nombra. Vivir con el alma aferrada a un dulce recuerdo que no ha de volver.
"Veinte años no es nada"... ¡y una leche! Con dos nadas como éstas, me hago yo toda mi vida... Pero, bueno... admito que veinte años pueden no ser nada, dependiendo de lo que haga uno con su vida. Los hay que corren como posesos y devoran los días para sacarles el mayor jugo posible. Los hay que se lo toman con más calma. Al final, todos suelen llegar al mismo lugar, de distinta forma, aunque a parecidos destinos. Los hay que necesitarán veinte años y los hay que necesitarán varias veces esa cantidad de tiempo. Aunque si no hablamos de vidas, veinte años sí que pueden ser apenas una mísera brizna en el total de la historia. Y si lo es en la historia de la humanidad, no digamos ya en la historia del cosmos...

Sea como fuere, la excusa del tiempo transcurrido me venía de perlas en mi último diálogo con este blog. Acabo de personificarlo, pero es que es lo normal cuando resulta que close2u está habitando en algún lugar de mi cabeza, a la vez que ha ocupado un rinconcillo de la blogosfera. Él, ahí situado en mi azotea, va viendo pasar los pensamientos que recorren mi encéfalo. Los examina, busca sus parentescos, los relaciona y, de cuando en cuando, se decide a sacarlos a la electrónica luz del ciberespacio. Ése era el trato: yo me olvidaba de mi pudor y él ofrecía ciertas sesiones de 'estriptis' mental para quien quisiera acompañar en este viaje a ya-veremos-dónde. Así llevamos tres años, a razón de no muchas sesiones por año (no es éste un lugar muy prolífico en artículos). Hoy, 15 de julio, se han cumplido exactamente esos tres años y me ha parecido oportuno sugerirle la idea a este blog de que, aunque tres años no son comparables a veinte, no es ésta una mala oportunidad para concedernos nuestra honesta missio.

Bueno... en menudo lío me he metido. Ha sido como "hablar" con el sargento de La chaqueta metálica o algo por el estilo. ¡Señor, sí, señor! Me ha puesto firmes y me ha dicho que qué me he creído... que las cosas ni son así, ni se hacen así... que si no voy a dejar de pensar, por qué dejar de escribir... que ya está bien de salir toooooodos los aniversarios con el mismo cuento... que no me deja de ninguna manera retirarme (si no es con deshonor) y que no quiere volver a oír hablar del tema, que no y que no.
Y más cosas que me ha dicho, pero que no debería dejar por escrito. Cosas que quedarán entre él y yo.

En fin, que mejor me espero diecisiete años y a ver si entonces la situación se presenta más propicia para el retiro. Hasta pronto :D