viernes, 30 de noviembre de 2012

once de doce

(más pensamientos desde el retiro)

Cuando pienso en meses de transición, todo el protagonismo se lo lleva noviembre. Es tan de transición que le sobran días. Podría tener menos que febrero, pero aun así pertenece al club de los meses de 30 días, no al de los de 31, que es el de los meses "importantes". A ver... no tengo nada en contra de los meses de 30 días (de los doce, mi mes favorito es septiembre), pero es que noviembre no merecía durar tanto como otros. Empieza con las fiestas de los difuntos y se va diluyendo en una especie de agonía prenavideña, acompañada con la amenaza de un invierno al acecho. Tan en tierra de nadie está noviembre, que ocupa un lugar insustancial en medio del otoño, con los árboles ya despojados de sus hojas, pero sin que las nieves hayan extendido todavía su manto blanco por doquier.

Y ya ha pasado noviembre. Se ha ido como desaparece el sol al final del día. Sin ruido, sin alharacas, sin un postrer exceso, lánguidamente. Con poco equipaje que transportar, con las escasas expectativas trasladadas a diciembre, con bastante indolencia, anestesiados los sentidos.
En ese vacío, echo de menos algo así como un thanksgiving day, un alto en el camino que sirva para marcar el punto de inflexión entre la nada otoñal y el resto del páramo en que los adornos navideños (todavía desactivados) comienzan a abarrotar las ciudades, estirando un tiempo que luego (de tan anunciado, como en el cuento del pastor mentiroso y el lobo) transcurrirá en un suspiro, como por sorpresa.
Es lo que tiene noviembre, que le ha tocado ocupar un lugar casi al final del año, donde es difícil prestarle atención o tenerle cariño. Aunque quizás suceda que algún noviembre de algún año se guarde un as en la manga y una Sara Deever aparezca de repente para transformar un mes anodino en una experiencia inolvidable. Dulce, tal vez.
Pero no será este noviembre. Ya no.




domingo, 25 de noviembre de 2012

galope tendido

(pensamientos desde el retiro)

Saturno devorando a un hijo. La imagen es demencial. Como si estuviera pintada por un demente. Como si el retratado fuera un demente. Como si pintor y retratado fueran ambos dementes. El caso de Goya tiene más que ver con su sordera y su amargura, pero lo de Saturno es otro cuento. Saturno es el nombre romano del tipo al que los griegos habían llamado Cronos. Y también había otro Chronos, del que este Cronos parece ser una asimilación o paquete-resumen o algo así. El dios del tiempo, la personificación del tiempo, el titán, todo en uno.
El tiempo es una locura. Antes de que existiera el universo, no había nada. Nada. Ni el tiempo. Con la aparición del universo, el tiempo se pone a cero y empieza a correr. Y, desde entonces, a toda pastilla, a galope tendido, sin freno, hasta que se lo trague alguna singularidad. Y el dios griego cabalga sobre este corcel desbocado o es él mismo el corcel desbocado. Está tan desequilibrado que se carga a su padre y luego a sus hijos según van naciendo. En fin... ya me lo decía un amigo hace unos días: los seres humanos perdonan a veces, pero el tiempo nunca perdona. Es cierto. Siempre te acaba alcanzando, por mucho que corras.

¿Es la vida como un tetris? Ella a su ritmo (a galope tendido, por supuesto) y va dejando caer oportunidades, embrollos, obstáculos, quebraderos de cabeza, venturas y desventuras, para que cada cual los vaya encajando o apilando como quiera y los vaya aprovechando como mejor le parezca. Pero nunca se detiene para que vayas ordenando ese hilo de vida. No se para si se te han roto las entrañas, si ya no puedes más y necesitas un descanso. Él sigue adelante. Ni siquiera se detiene para que te apees si es tu elección. Nada de eso. O te bajas en marcha o sigues en la grupa del caballo loco. Hay quien se da maña y le va bien. Encuentra la forma de dilatar el tiempo, de ralentizarlo, de estirarlo lo necesario para maniobrar a la velocidad oportuna. Como si domara el potro salvaje. También hay quien no es lo suficientemente rápido y se gana un game over prematuro y quizás un gracias-por-haber-participado. Es amplia la galería de los perdedores. Aunque están todos aquellos que, para ganar siempre, lo que hacen es perder lo importante y también están todos aquellos que, perdiendo, terminan por ganar lo realmente valioso. Qué complicado es esto.

Victorias y derrotas, ganar y perder... Dejo que lluevan las figuras del tetris, dejo de montar puzzles, dejo que galope el corcel, dejo que me atrape el tiempo. Entonces se hace la calma, desaparece el ruido. Entonces lo veo todo con una claridad que nunca habría imaginado.