(66ª parada)
"¿Hasta cuándo no apartarás de mí tu mirada (…)?"
(Libro de Job, cap. 7: 19)
El exprimidor deja caer las últimas gotas de zumo y Lorena tira la cáscara de la naranja en el cubo de la basura. Diego se asoma por la ventana, hincha sus pulmones con una bocanada fresca y detiene su vista en los reflejos que las gotas de lluvia de la noche anterior han formado en el suelo de la plaza. Con la palma de su mano, Lorena hace desfilar en el armario tres o cuatro vestidos, sin acabar de decidirse por ninguno de ellos. Un último vistazo a los papeles sobre la mesa de trabajo y Diego mete los informes que necesita en una carpeta. Mientras Lorena se maquilla frente al espejo del cuarto de baño, todavía un poco empañado por la ducha caliente, sigue pensando en que debería cambiar esa bombilla que no deja de parpadear. Diego se calza unos zapatos apropiados para la lluvia, luego se coloca una bufanda al cuello, se pone un abrigo y se echa el bolso bandolera cruzándolo sobre el hombro izquierdo. Lorena coge un pequeño bolso que dejó sobre la mesilla y sale de casa. Cierra la puerta con llave, como tiene por costumbre. Diego llega hasta la puerta de casa buscando las llaves en el bolsillo del pantalón. Cierra la puerta con llave, como tiene por costumbre. Lorena camina hasta una calle más allá del edificio en que vive, donde dejó aparcado su Peugeot blanco. Diego sale de su portal, mira al cielo gris y comienza a caminar con paso apurado. Lorena arranca el motor, enciende la radio, se ajusta el cinturón de seguridad, pisa el embrague y mete la primera, quita el freno de mano, mira por el retrovisor, pone el intermitente y gira el volante a la izquierda. Todo sin pensarlo. La mañana está fresca y Diego, en su veloz marcha, distraídamente pisa algunos charcos mientras suelta por boca y nariz pequeñas volutas de vaho, casi transparentes. Más de una vez, la cinta del bolso intenta deslizarse del hombro al cuello de Diego, debido al rápido ritmo de zancada que lleva, y otras tantas veces ha tenido que volver a acomodarla en su sitio. Lorena oye una emisora de radio sin escucharla y se alegra de no encontrar demasiados atascos en esta mañana. Diego tiene que cruzar una calle. Al otro lado, el semáforo luce un hombrecito de color rojo y Diego aminora el paso gradualmente hasta que se para al borde de la acera. Posa su vista, por azar, al otro lado de la calle donde, también esperando a cruzar, una señora sujeta a un inquieto cocker y un hombre lee un periódico. Lorena gira a la derecha y, un poco más adelante, un semáforo está en ámbar. Pisa suavemente el pedal del freno hasta detenerse con el semáforo en rojo. Diego ve que el hombrecito del semáforo es ahora verde. Pone un pie sobre el asfalto, todavía con la lentitud que le imprime la inercia. Gira su cabeza a la izquierda y se fija en un Peugeot blanco. Lorena, que miraba sin ver el coche parado al lado del suyo, vuelve su cabeza hacia delante y ahora sí que ve a un joven de pelo castaño y ojos verdes que la está observando. Diego mira a la conductora del coche blanco, una joven de pelo negro y ojos marrones que le está observando. Lorena va siguiendo al joven con un giro lentísimo de su cuello, sin apartar sus ojos de los suyos. Diego siente que camina casi sin pasos, como si flotara, sin apartar sus ojos de los suyos. Durante eones, la cabeza de Lorena sigue moviéndose con la parsimonia de un astro en el firmamento, en pleno ballet cósmico. Durante eones, Diego no es consciente de que las bandas blancas y las oscuras de la calzada se siguen alternando bajo sus pies, en el cruce. Un perro roza levemente la pierna de Lorena, que, sacada de su ensimismamiento, mira adelante y ve que el hombrecito verde ya empieza a parpadear. El claxon del coche de atrás sobresalta a Diego que, sacado de su ensimismamiento, levanta la cabeza y ve que el semáforo ya está en verde. Mete la marcha, levanta el pie del freno y sigue su camino. Lorena gira la cabeza un poco hacia la derecha y ve alejarse a un Peugeot blanco siguiendo la calle que acaba de cruzar. Diego desvía sus ojos para mirar por el retrovisor izquierdo cómo una mujer, detenida al lado del semáforo, parece dirigir la vista hacia él mientras su vehículo sigue avanzando por la calle.
Encuentros en el azar infinito del calendario.
ResponderEliminarDa lo mismo quien camine o quien conduzca.
Cuando las miradas se cruzan algo profundo se comparte.
Cuando el tiempo se detiene lo imposible ocurre.
Formidable.
Un abrazo.
Deberías hacer estos ejercicios literarios más a menudo, se te dan de lujo y realmente me has engañado... cuando el perro roza la pierna de Lorena rápidamente he pensado ¡la de Diego! pero no... fantástico cambio de papeles, fantástico relato.
ResponderEliminarUn besote.
Que bonito!!!!como cuentas las cositas del microcosmos, como he disfrutado de esta historia bonita, has cambiado el chip y ¡chico! este chip se te da de lujo también, que hacer paradas contigo siempre es un placer y una aventura por descubrir, olé y olé por ti!!!!
ResponderEliminarMe voy despacito para que esas miradas no se entretengan en vanalidades jejejeje.
Un abrazote Rain, fuertote.
Ella tenía 15 años y todos los días cogía el autobús con sus amigas para ir al instituto. Él debía contar con uno o dos años más y residía y estudiaba durante el curso escolar en la cercana Universidad Laboral.
ResponderEliminarUn viernes sus miradas se encontraron en la parada del autobús. Ella iba dentro y él le sonrió desde fuera. El lunes siguiente el encuentro fué en el mismo autobús.
Y se repitieron los encuentros casuales, siempre en lunes o en viernes.
Jamás llegaron a hablar, pero cuando se encontraban siempre se cruzaban sus miradas, y las amigas de ella siempre sonreían con un poco de burla y con un poco de envidia.
Han pasado muchos años desde aquello, pero todavía hoy me sigo preguntado que habrá sido de aquel chico que aguantaba la mirada con una sonrisa medio dibujada y me hacía poner la cara completamente arrebolada.
Un instante y todo cambia... Dicen que las líneas paralelas nunca se juntan pero yo creo que allá en el infinito si lo hacen y tu relato (precioso por cierto, y apoyo la sugerencia de Soloyo de que repitas más veces en ficción) es una muestra que las vidas paralelas pueden unirse e intercambiarse en algún lugar del espacio tiempo
ResponderEliminarUn beso compañero
Fue sin querer..
ResponderEliminarEs caprichoso el azar
Tú estabas donde no tenías que estar
y yo pasé, pasé sin querer pasar
Y me viste y te vi...
(J.M. Serrat)
Un beso y precioso¡¡¡
Yo sabía que detrás de la ilustración se encontraba la inspiración. Has abierto la puerta. Ya no tienes excusas para deleitarnos con historias tan buenas como ésta.
ResponderEliminarFuerte abrazo.
Uno de esos posts que me gusta leer, pero me veria torpe para escribir. Te hace darle vueltas al tema del azar, a esos dos segundos que hacen que una oportunidad que se vaya para siempre. O tal vez no.
ResponderEliminarUn abrazo a todos.
ybris
ResponderEliminarEs un momento con una gran carga de eso que se llama "lo mágico" (o algo así).
Gracias.
un fuerte abrazo
soloyo
jajajaj ¡picaste! Algún as me tenía reservado en la manga ;D
Haría estos ejercicios literarios más a menudo si no fuera porque me cuesta un esfuerzo descomunal producir un minúsculo flash... no me sale muy rentable para la salud.
Gracias por tu entusiasmo. Haces que incluso me lo plantee jeje
un besazo
Sara
Me alegra mucho que te haya gustado tanto. Contar con la complicidad de los lectores (que siempre estáis ahí para compartirlo todo), eso sí que es un auténtico lujazo.
besos
Pilar
Estuve por terminar (pero me pareció muy trivial) con una frase, en letras pequeñitas: cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia.
Este relato surge de una reflexión sobre similares experiencias vividas ;D
besos
Avellaneda
Al final, estoy casi convencido de que paralelas, asíntotas y todas esas especies de sucesos que no terminan de encontrarse ante nuestros ojos, sí lo hacen en una zona espacio-temporal que debe de ser una auténtica pasada.
Ya le dije a soloyo un poco más arriba el porqué de mi nula prodigalidad en este tipo de faenas :D
besos
sib
No conozco muchas letras de Serrat (todo lo contrario que tú jeje), pero ya imaginaba yo que de esto ya se había escrito o cantado. Difícil ser "original" con un tema tan vivido, ¿verdad?
Gracias :D
besos
el instigador
jaja me busco mis propias excusas para que no lleguen a decirme aquello de: ay, Manolete! si no sabes torear, pa'que te metes? :D
Eso sí, si algún día me bulle por dentro alguna historia que contar, trataré de sacarla afuera de la mejor forma posible.
un fuerte abrazo
samuel
Uf! si te digo lo torpe que me he sentido yo escribiéndolo. Tenía ganas de contar una historia así lo mejor que pudiera, pero me he dado cuenta de que esto no es lo mío: demasiado esfuerzo jeje
Mi recompensa está en que a los lectores les haya gustado leerlo :D
un fuerte abrazo
¡Me encantó de veras! se me hizo corto.. pensé¿terminó ya?
ResponderEliminarEs diferente, me gusta, otraaaa otraaaaaaaaaaa! en serio, fue genial, mi niño!
aisss en quién te habrás inspirado!
Abrazos mi niño.
Pd; te echo de menos.
Estas historias con curiosas y bonitas... y mas de uno recuerda esas miradas... en tu relato, no dió tiempo a más, pero hay veces que no te explicas a ti misma por que no fuiste mas allí.
ResponderEliminarUn beso
hola, hace días que leí este post, entonces, hace días que debería haberte dicho que es de los que más me ha gustado hasta ahora. Si.
ResponderEliminarEngancha desde el principio porque sigues cada paso y cada movimiento con atención a ver a donde les llevará, "durante eones", te dejas envolver por este relato.
Y ese giro inesperado en el semáforo, te agita después de seguir movimientos que todos hacemos cada dia, casi mecánicos..ahí te despierta, muy chulo, no me lo esperaba y le da la vuelta a todo, nunca mejor dicho.
;)
Te puedo apuntar un "pero"?
Me cuesta "eones" llegar al final de tus escritos, el fondo negro con la letra blanca hace que después de unas líneas me bailen todas las palabras, y aquí el baile es literal! jjiji.
Ah! y tengo una pregunta..por qué un peugeot?
:)
un bico, y no dudes más en escribir este tipo de cosas..aunque te cueste sacarlas, quítalas aunque sea con cesárea, ustémeoyó?
Me sorprendió agradablemente este tipo de narrativa, (guaaau!!, me dije).
ResponderEliminarDos personas llevan una vida normal, pensé que sus vidas se cruzaban. Pero, veo que Diego va a pie y Tamara en coche, y al final no entendí en la primera lectura. En la segunda, entendí que Diego entraba al coche y Tamara se convertía en peatón. La verdad es que me pareció una trama psicológica muy interesante.
Acabo de ver tus palabras de más arriba.
Reconstrúyete, querido amigo mío, tómate un tiempito y un respiro, pero no nos dejes.
un beso, muack.
Hola Raindrop, lo primero, felicitarte por el cambio de look, que aunque el antiguo me reconfortaba mucho, este nuevo también tiene su punto cálido.
ResponderEliminarEl relato te quedó bárbaro, enganchas la atención, tienes ritmo y un estilo genial...y de repente...¡zas! Llega el perro y todo lo desabarata...¡es genial!
Queremos más de estos, ;-D
Muchos besos.
Tormenta
ResponderEliminarSí, se terminó ya :D
Y no doy para mucho más jeje
besos
Estrella Altair
Hay sensaciones que son difíciles de olvidar, ¿verdad?
besos
Aurora Cascudo
Ya ves que los comentarios no quedan en "aguas de borraja" jeje La de obras que me ha llevado tu comentario.
¿Y por qué un peugeot? pos no sé... ni idea (algún modelo tenía que ser, ¿no? :D)
besos
Yuria
Donde dices "Tamara" supongo que quieres decir "Lorena" (si no, el cambio ya es a tres bandas y eso es demasiado para mí ;P)
besos
Tamara
(y no Lorena... fíjate en el comentario anterior :D)
Muchas gracias. Que, viniendo de quien viene, se recibe con inmensa satisfacción.
besos