(80ª parada)
"(...) se envanecieron en sus razonamientos y su necio corazón ha quedado lleno de oscuridad".
(Carta de Pablo a los Romanos, cap. 1: 21)

Antes, unas cuantas palabras que me sirvan para quitar las telarañas de silencio acumuladas en estos días... Es posible que cierta fatiga mental se haya apoderado de mis ganas de escribir. No me parecía poder encontrar un anhelado sosiego en el ejercicio de ir soltando letras y palabras desde el interior, con más o menos sentido. Pienso que llevo demasiado tiempo siendo espectador de un ejercicio insano de invertidos y errátiles algoritmos del razonamiento, una especie de mundo al revés, de impúdicos paseos
patas p’arriba. Un estado de cosas donde lo blanco es negro y lo negro verde amarillento, donde los grises se pueden adaptar a cualquier tono de la gama cromática, a gusto y sin más condición que la conveniencia. Asisto pasmado al ensalzamiento de ciertos totalitarismos por algunos que se dicen
intelectuales demócratas. Contemplo con asombro la implementación de
planes E en medio de un desierto de oportunidades e ilusiones, sustituyendo unos
oasis por otros al coste de la única arena que queda disponible. No deja de asquearme la constante demonización del semejante, el discurso absurdo, la demencial casa por el tejado, la desconsideración solapada o manifiesta, el ninguneo a todos los humillados hasta la indefensión del argumento más sencillo, el recurrente
ytúmás, el silencio vergonzante de los que venden sus gargantas y aparcan sus consignas hasta una ocasión más rentable, la palmadita en espalda ajena que se cambiará por cuchillada en la propia, la sinrazón como método...
Difícil combatir tanto despropósito. Y más difícil aún cuando se pierden hasta las ganas de combatir.

¿Y qué hay en la raíz? ¿Cómo usamos la cabeza? ¿Asistimos a una nueva involución del
homo sapiens, esta especie tan dotada de raciocinio que acaba sucumbiendo bajo el peso de sus propios razonamientos? No todos los productos de la mente humana, sus pensamientos, son de carácter racional. El problema resulta en querer
venderlos como tales. Hay asuntos abstractos, creativos, artísticos, espirituales... que también bullen con fuerza en la mente humana y que son más difíciles de encasillar como productos de la razón. Quien quiera hacerlo se encontrará con extraños resultados. Desde hace ya varios lustros, las palabras del título de este post son las que sirvieron, si mal no recuerdo, para nombrar a los virus informáticos. Conceptual y formalmente, se utilizó la misma palabra del campo de la biología, aunque en realidad se trata de la sigla
v.i.r.u.s. de la citada expresión en inglés, que significa:
recursos de información vital bajo asedio. Y, a manera de virus, otras formas de
'razonar' también están intentando constantemente asediar la fortaleza de la razón.
Muchas de las situaciones que tanto me han alarmado últimamente pertenecen a esa colección de casos en que se quiere dar pátina de razonable a lo que no es tal. Se trata de una especie de
intrusismo de lo irracional en el campo exclusivo de lo racional. Siempre es un argumento poderoso, el de la razón (
'si no compartes mi razón -la razón-, es porque eres irracional, por tanto quedas desacreditado'). Y, aunque hay asuntos que deberían abordarse desde una razón limpia de apasionamientos, al final también sucede que son los apasionamientos los que se pretenden razonar. Algunos dicen que
el corazón tiene razones que la razón no entiende. Será porque hablan idiomas diferentes o presentan postulados irreconciliables. Pero, tranquilos todos, que siempre hay algún
iluminado capaz de reconciliar lo irreconciliable.
Sirva como ejemplo
(y saliéndome por la tangente, en ese estilo escapista-parabólico que tanto me agrada) el principio que subyace en la locución latina
post hoc ergo propter hoc. Podría ser el elemento
racional de todas las supersticiones. El significado de la expresión es algo así como
"después de esto, luego a consecuencia de esto". Es decir, una fórmula para afirmar que si un acontecimiento ocurre después de otro, entonces el segundo es una consecuencia del primero. Una aplicación errónea de causalidad, porque asocia
correlación coincidente con
causalidad. Es cierto que una causa siempre precede a su consecuencia (o a su efecto), pero no es una conclusión acertada asociar dos sucesos como causa-efecto basándose únicamente en esta circunstancia. Es una forma de crear silogismos absurdos utilizando proposiciones correctas pero incorrectamente relacionadas. Sobrarían ejemplos de grueso calado u otros del agrado de
conspiranoicos de todo signo... pero, como no quiero generar mayor desazón, me remito a un ejemplo más inocuo: que los niños comiencen a ir a la escuela poco antes del equinoccio de otoño no quiere decir que el inicio de las clases provoque el equinoccio. Recuerdo una divertida viñeta en un
blog de Alberto Montt <se puede ver aquí> donde también se recurría a esta correlación espuria.
Y tenemos la vida salpicada de gatos negros, pasos bajo escaleras, espejos rotos, saleros derramados, primeros pasos con pies izquierdos... ritos interminables con sus contra-ritos de invulnerabilidad a la catástrofe, la maldición o la desgracia. Además de herraduras, patas de conejo, tréboles de cuatro hojas y demás amuletos, tenemos la
camisa de la buena suerte, los
pantalones de ligar, la
gorra de triunfar... Todos ellos símbolos de una asociación que sólo lo es en nuestra cabeza. Porque podré pensar que aquel día en que ganó el equipo de mis amores fue por esta causa: a la vez que me persignaba hasta tres veces, me senté en el estadio al lado de un señor con corbata roja mientras que yo llevaba un reloj de correa azul en la muñeca derecha. Pero que yo repita ese ritual cada día de partido no garantizará una victoria, porque hay una absoluta falta de conexión real causa-efecto. Sólo es una paparrucha cuyas condiciones intentará recrear exactamente el supersticioso de turno con precisión de entomólogo, como si de un experimento científico se tratase. Pero, a fin de cuentas, sólo es una paparrucha.
Y, como ejemplo por excelencia de paparrucha, de elemento irracional llevado absurdamente al campo del razonamiento, no puedo evitar hacer mención al
horóscopo. Es asombroso con qué frecuencia le llegan a preguntar a uno el consabido
"¿de qué signo eres?" (o, si se enteran de que has nacido, por ejemplo, un 27 de mayo, ya te espetan eso de que "ah, eres géminis...") y empiezan a decirte cómo eres y cómo no eres, sin conocerte de nada. En caso de equivocarse, siempre les queda eso de recurrir al fácil escapismo del
ascendente. El caso es que parezca racional lo irracional.

Porque lo racional es lo siguiente: Lo primero, que las
constelaciones zodiacales son convenciones aleatorias. Es una forma de asociar en la bóveda celeste, en un mismo plano, estrellas que están separadas unas de otras descomunales distancias, muy diferentes entre sí desde el punto de vista del observador. Se han llamado
constelaciones zodiacales a las que ocupan la franja de la bóveda celeste en la zona de los 18º a ambos lados de la eclíptica, exceptuando
(no sé por qué) a
Ofiuco (entre Escorpio y Sagitario), que ocupa un arco de la eclíptica mucho mayor que el de Escorpio y que fastidiaría ese número 12 tan coqueto para las constelaciones zodiacales, a cambio del malaventurado 13. Además, y aunque cada signo del zodiaco tiene una duración de un mes en el calendario, cada constelación es de muy diferente extensión en la bóveda celeste. En la Antigüedad, dividieron la franja zodiacal a partir del punto
γ (
gamma, el punto equinoccial de primavera) en 12 signos de 30º cada uno y a cada signo le dieron el nombre de una constelación. A medida que la Tierra y otros cuerpos celestes van cambiando de posición, el Sol, los planetas y la Luna se proyectan en el zodiaco: en un año, el Sol cruza todos los signos al desplazarse sobre la eclíptica. Sucede lo mismo con la Luna y el resto de planetas. Hace unos dos mil años, en tiempos de Hiparco, el punto
γ se hallaba en la constelación de Aries; pero, por
la precesión de los equinoccios, desde entonces se ha desplazado unos 30º y ahora se halla en la constelación de Piscis. A diferencia de lo que afirman todos los horóscopos, actualmente, en el periodo comprendido
(por ejemplo) entre el 21 de mayo y el 21 de junio, el Sol no se halla en Géminis, sino en Tauro.
Así que, si alguien cree que a mí me toca
leo por haber nacido un 10 de agosto, que cambie el
chip y me trate de
cáncer. A ver cómo me reajusta todo el discursito sobre cómo soy y cómo no soy, porque si
cáncer es lo mismo que
leo (hasta ahora parece que sí lo estaba siendo, a falta de opiniones en contra), o mucho me temo que todo esto no es más que una gran patraña o me parece que todas esas características tan
exclusivas de cada signo son mucho más comunes y compartidas de lo que aparentan.
Quizás algún día aprendamos también que
las corazonadas del corazón no tienen por qué ser explicadas por la razón. Así nos libraremos de mucha monserga inservible.