"No entiendo lo que hago; porque no hago lo que quiero, sino lo que detesto, eso hago".
(Carta de Pablo a los Romanos, cap. 7: 15)
A los niños se les cuentan cuentos de cerditos, de niñas que van por el bosque, de cabritillos, de pastorcillos... y el malo siempre es el lobo. En los tiempos en que vivimos, los peques seguramente nunca han visto un lobo, pero ya tienen asumido que ese animal tan parecido a un perro (de hecho, perros y lobos comparten especie) es la encarnación del mal. No han visto un lobo porque los tenemos casi en extinción, aunque no podamos decir lo mismo de ese mal, que el Canis lupus en versión salvaje parece representar...
En su obra Leviathan, Thomas Hobbes nos dejó escrito aquello del homo homini lupus (el hombre es un lobo para el hombre). Nada nuevo. Apenas es un resumen de una sentencia de Plauto, de muchos siglos antes: Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit (Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro). Hay algo llamativo en estas citas: es tan sólo la desmedida ambición humana (los hombres crían muchas ovejas, los lobos comen algunas ovejas... aunque los lobos también comen algunos conejos, los conejos comen hierba y las ovejas también comen hierba, ¿captan ustedes la cantidad de conflictos de intereses aquí representados?) la que convierte al lobo en modelo de abyección y maldad. Los lobos, ese mal que nos acecha, son apenas unos animales que lo único que han hecho ha sido intentar sobrevivir de la precisa forma en que su instinto les ha programado, cada vez más arrinconados en su propio medio. En la lucha entre los humanos y los lobos, ¿quién es el que desempeña la competencia más desleal, quiénes de ambos persiguen fines más naturalmente lícitos?
Bueno, dejemos a los lobos. Los niños apenas los conocen, por más que les amenacemos con que están por venir o aunque los hagamos villanos protagonistas de relatos. Quedémonos con el sentido de la frase: el ser humano es la bestia más terrible a la que deben temer los propios seres humanos. La lectura de cualquier libro de Historia (pasada o reciente) nos ilustrará convenientemente acerca de los horrores de que somos capaces como especie, contra nosotros mismos y contra todo lo que se menee (o incluso aunque no se menee). Pero, para Hobbes, el hombre no es sólo un capullo egoísta, sino un ser racional. Y es su racionalidad la que debería hacerle superar el desorden y la inseguridad. Con este fin, para solventar los riesgos que para su propia integridad supone el estado natural (¿quién lo diría?), el individuo cede algunos de sus derechos en favor de otro ente nuevo que aparece como parte de este contrato: la República o el Estado. Es por esa necesidad de orden y seguridad que Aristóteles define al hombre como un animal político (es decir, sociable). Pero... ¡como si los lobos no cazaran en manadas! La solución de la comunidad como garantía del fin de los problemas generados por el egoísmo humano resulta ser una quimera: el Estado no deja de ser un conjunto de personas. Y la experiencia de siglos demuestra que los Estados no se comportan como algo nuevo, una nueva figura desprendida de los vicios perniciosos que derivan del egoísmo individual, sino como una suma de esos egoísmos. De ahí el fracaso de tantas y tantas iniciativas de vida idílica en comunidades. La suposición de una bondad natural en los seres humanos (y que esa bondad se antepondrá altruistamente a otros intereses particulares) es la piedra de tropiezo de estas iniciativas y es también la eterna fisura en mi fe socialdemócrata... Las lecturas sobre el devenir de los socialismos utópicos, con sus falansterios, familisterios, granjas cooperativas y demás, resulta reveladora. ¡Y qué decir del comunismo y sus derivados: ninguna otra ideología, ni doctrina política, filosófica o religiosa ha dejado un número tan elevado de víctimas por el camino! Si los individuos eran lobos, los Estados acaban transformándose en jaurías. Cualquier herramienta útil de la que pueda echar mano el poder establecido servirá como pretexto en favor de la depredación y el control de los demás miembros de la gran manada global, a la vez que será utilizada como justificación de cualquier actuación. Herramientas como la formalización e imposición de una ideología, una controladora religión organizada, la elección de un eterno enemigo que sirva como foco para distraer la atención de otros asuntos... ¡o lo que sea! Y los conflictos prosiguen, individuo contra individuo, Estado contra Estado, todos contra todos: países desarrollados esquilmando sin remordimientos a países pobres, individuos compitiendo frenéticamente por más cotas de poder o de riqueza, empresas cuyo único objetivo es lucrarse sin importar las consecuencias ni a costa de qué...
Decía Richard Feynman que la realidad debe estar por encima de las relaciones públicas, porque la Naturaleza no puede ser engañada. Quizás no sea muy alentador, ni algo que gusta escuchar, la idea de que en el interior de las personas bulle el germen de la autodestrucción como consecuencia de un egoísmo innato; pero es una necedad tratar de engañar a la realidad o atribuir el mal a seres fuera de nosotros, sean lobos, sean extraños monstruos... Nos cansamos de buscar y estigmatizar al enemigo externo, y no deja de ser una forma de acallar la propia conciencia, sabedora de que el gran enemigo vive dentro.
Lo saludable, lo sensato, sería comenzar asumiendo quiénes somos realmente y, a partir de ahí, tirar pa'lante ...pero teniendo bien claro, cuando surjan los problemas, que no hay que mirar hacia otro lado para buscar a los responsables, sino que su origen está aquí mismo.
Mirando fotos de personas anónimas engranadas (trituradas quizás) en las ruedas dentadas que han mantenido el movimiento de las últimas décadas de nuestra historia, suelo preguntarme qué habrá sido de ellas. Soldados derrotados, civiles amedrentados, niños, mujeres, hombres, ancianos... Algunos de ellos ya no estarán, aunque sus imágenes sigan para siempre como parte de esa historia de todos. Los demás aún seguirán en este mundo, es posible que como lobos para otros... o es posible también que hayan aprendido una nueva forma de vivir.
Lo saludable, lo sensato, sería comenzar asumiendo quiénes somos realmente y, a partir de ahí, tirar pa'lante ...pero teniendo bien claro, cuando surjan los problemas, que no hay que mirar hacia otro lado para buscar a los responsables, sino que su origen está aquí mismo.
Mirando fotos de personas anónimas engranadas (trituradas quizás) en las ruedas dentadas que han mantenido el movimiento de las últimas décadas de nuestra historia, suelo preguntarme qué habrá sido de ellas. Soldados derrotados, civiles amedrentados, niños, mujeres, hombres, ancianos... Algunos de ellos ya no estarán, aunque sus imágenes sigan para siempre como parte de esa historia de todos. Los demás aún seguirán en este mundo, es posible que como lobos para otros... o es posible también que hayan aprendido una nueva forma de vivir.
niño inglés sobre los restos de su casa, durante los días de los bombardeos alemanes sobre Londres, de 1940 y 1941
Mi estimado Rain...otro de esos escritos tuyos para tener bien cerquita siempre
ResponderEliminarVerás....yo estoy preparando mi nueva entrada en mis momentosdecisivos, creo que una de las más importantes que he escrito...y podría venir a enlazar... o como prólogo a tu parada de hoy...¡tan magnífica!....pero la he dado mil vueltas porque temo como se va a enfocar...porque no se ni yo...como debo enfocar aún lo que se me ha intentado vender como verdad categórica.... con eso de ser de izquierdas.
A ver si consigo construir mi entrada...y publicarla sin demasiado escándalo jajajaja.
abrazotedecisivo y como siempre un placer leerte, estoy muy acostumbrada a nuestras salidas por el monte....ya tú sabes...y deseo que venga el lobo animalito de cuatro patas y hermoso donde los haya....que el que cuando llego a la civilización me encuentro y me lo cruzo ...esos otros lobos peligrosísimos...de los otros....de dos patas....
Muacks
Entrada magnífica. Como siempre, me haces reflexionar sobre lo que escribes.
ResponderEliminarUn placer leerte
Pobres niños... y pobres de nosotros... toda la vida engañándonos cuando la peligrosidad está muchisimo más cerca que en la imagen de ese lobo peludo y casi siempre hambriento, pufff ahora los tenemos delante de las narices y me pregunto a diario... ¿no no asustamos?, podemos vivir tan cerquita de ellos sabiendo lo devastadores que son sus hechos?, simplemente hay que mirar a izquierda y derecha.
ResponderEliminarMirar observar y dar un giro sin miedo.
Si, creo que estos días todos rumiamos lo mismo...
Un abrazo enorme, me gusta como siempre leerte y leerte bien.
Por supuesto que es el hombre "el de saco". Cuantísimas razas estamos extingidos, cuantisima parte de nuesto mundo nos estamos cargando... ¿Quién es peor, aquel que mata para alimentarse (bendito ciclo de la vida) o aquel que lo hace como diversión?. Nosotros pensamos y después volvemos a pensar para terminar haciendo daño a nuestros semejantes sabiendo el daño que estamos haciendo...
ResponderEliminarDe pequeños nos contarón muchas mentiras, pero allí están todos los y las brunos del mundo para darnos cuenta de la realidad.
Dí que si Rai, haznos pensar para empezar el año con buen pie!
Besicos!
Nerea
Bueno Rain, pedazo de entrada… Te has superado con creces, como bien has dicho el hombre en sí mismo es su mayor enemigo, me inclino más a pensar que somos sociables por conveniencia y por nuestra propia supervivencia, además se comprueba rápidamente con algunas personas que se acercan a nuestra vida y cuando nos han estrujado desaparecen (que casi mejor y que no vuelvan), pero la bondad natural esa que presuponen, ¿Cuántos “Lobos- hombre” la poseen? Quizá todos, pero muy pocos dejan que se manifieste y menos a favor de los demás y sin retribución del tipo que sea llámese dinero o reconocimiento público, por ejemplo.
ResponderEliminarUn beso guapo