(parada equinoccial)
Naturaleza. Y los humanos metidos de lleno en ella. Así son las cosas.
Es esta una posición en el mundo que a veces olvidamos (tan sumergidos como estamos entre hormigones, asfaltos, máquinas y otros ingenios electrónicos), aunque la indomable fuerza de sus elementos acaba por sacudir nuestro orgullo, revela nuestra pequeñez y nos despierta a la ineludible realidad... Pero no siempre es por las malas. Ser parte de ese todo natural está muy profundamente escrito y firmemente arraigado en nuestras estructuras más íntimas, así que el distanciamiento solo puede provocar mayor necesidad, la carencia mayor anhelo. Resulta difícil permanecer indiferente al abanico de recursos desplegados ante nosotros y es frecuente sentir cómo tales recursos, por cotidianos que puedan parecer, llegan a condicionar nuestros estados de ánimo (la melancolía en los días de lluvia, la euforia en los soleados, el arrobamiento de los calmos y bellos atardeceres...). No sucederá a todos por igual ni de la misma forma, pero sí como si algo incontrolable flotara en el ambiente.
Hoy comienza la primavera. Es un despertar del letargo invernal, la sangre se altera (dicen). Las mitologías lo presentaron como el retorno (desde el Inframundo) de la raptada Perséfone de vuelta al regazo de su madre Deméter. Ambas figuras están asociadas a la agricultura en civilizaciones antiguas, por ser su base vital precisamente agrícola. La primavera, Perséfone, se traduce como el primer verdor, es el despertar de lo natural. Ese primer verdor ya ha sido anunciado por el vigilante, el almendro (en hebreo, almendro y vigilar son palabras que comparten raíz común), un árbol que oteando el horizonte de las estaciones se ha cubierto de flores para advertir de la llegada de mejores días. Avisados quedáis, nos cuenta su vestido blanco rosáceo.
Por un día, norte y sur coinciden en algo: el advenimiento de la primavera boreal y la simultánea llegada del otoño austral tienen en común la misma duración del día y de la noche. Pero esto solo corresponde a un día, el del equinoccio. La gran diferencia es que en el norte los días seguirán creciendo mientras que en el sur irán menguando. Nuestro horizonte es el verano, el suyo es el invierno. Y es una gran diferencia. Como diferentes son la emoción del viajero que parte y el ánimo de quien regresa de su viaje...
Nosotros partimos de nuevo, despertados por el vigilante, con un sol que ilumina el camino y preparado para aumentarnos el tiempo de exposición a sus caloríficos rayos. Es un panorama que invita a sonreír. Tanto es así, que JLin, un amigo bloguero, nos animó hace unos días a participar de su Proyecto Sonrisa. Una acertada propuesta para un día como el de hoy. Que la sonrisa es beneficiosa para las personas era algo que ya intuíamos desde hace mucho y que los científicos acabaron por demostrar. Nos sentimos mejor al sonreír. Entonces, ¿por qué no sonreír un poco más? ¿Y por qué no incluir a más personas en esta red de sonrisas? Parece difícil (o incluso inoportuno) cruzar esa barrera imaginaria que todos plantamos alrededor de nuestras intocables personas, para irrumpir en el espacio privado de un desconocido... Pero pienso que en ciertos momentos quizás no haya nada más oportuno que este tipo de invasiones. Con un beneficio doble, puesto que para lograr que otros sonrían, primero es uno mismo el que debe sonreír. El guante del reto está lanzado, espero que sean muchos los que lo recojan.
Pero esto no termina aquí, aún me falta una última cosa. Sí, llegó la primavera y tengo una deuda con otra amiga bloguera, Jeanne. Una deuda que paso a satisfacer con alegría. Hace unos días, después de leer de su constante anhelo por la primavera, le dije que le dedicaría una tira cómica de Mafalda acerca de la estación que por fin ha llegado. Jeanne ha sido, en las semanas finales del invierno, el almendro que con colores y palabras, palabras y colores, rebosando entusiasmo anunciaba el retorno de una esperada primavera. Para ti, con cariño y una dosis grande de humor.
Si tengo que elegir una estación, será por mi talante algo melancólico, suelo decantarme por el otoño, pero los primeros días de la primavera, el cambio en la luz del Sol, en los aromas, la vida resurgiendo... me encanta.
ResponderEliminarGracias por mentar mi pequeña y humilde inciativa, un fuerte abrazo :-)
Coincido contigo en que tengo una especial predilección por septiembre (en concreto). Pero el fin del invierno me resulta muy liberador (¿será cuestión de equinoccios?).
ResponderEliminarPor lo demás, agradecerte a ti por una iniciativa tan interesante :D
abrazos
Ains la primavera..... ¿Pero existe o es pura ficción? Mira que yo me decanto por lo segundo, el sol sale algo más pero el frío se sigue metiendo por los huesos una tarde medio maja y ya me creo que es eso pero para nada al rato te despierta el frío de golpe. Sino fuera por los almendros que florecen junto con los cerezos, ni me enteraría. Besos guapo!!
ResponderEliminar(Palabro: Soepa)
Wow......
ResponderEliminarUn
millón
de
gracias
por
tus
palabras...
Reconozco que llevo semanas hablando de la primavera como si fuera un punto de inflexión.
Y
ya
está
aquíiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Te envío un abrazo de oso,
:-)
Jeanne
Pues yo...ya estaba necesitando el sol, el calorcito, los colores...ya el invierno me agobiaba...soy de verano (leo jejejeje)necesito a mi astro rey calentandome el cogote día si y día también...estoy encantada con la época de luz que se avecina...que aquí el invierno es muy largo y muy oscuro...ahora habrá más luzzzzzzzzzzzzzzzz y mafalda será nuestro vigilante.
ResponderEliminarGenial entrada Rain
abrazotedecisivo
Y aquí, que llegó la primavera cargada de invierno (pero fue para despistar, un farol que nos quería colar el tiempo).
ResponderEliminarEspero que esta primavera no nos altere mucho y que esos cambios se den no solo en el tiempo y en los días, sino también en un montón de cosas que deberían mudar su piel y reverdecer.
Pero bueno, llegó la primavera y todos con una sonrisa, ¿qué más se puede pedir?
Un abrazo!