"Os daré un corazón y tendréis un nuevo espíritu en vosotros. Quitaré esos duros corazones de vuestro cuerpo y os daré corazones sensibles, para que disfrutéis con mis preceptos y los tengáis siempre presentes. Vosotros seréis mi familia y yo seré vuestro Dios".
(Libro del profeta Ezequiel, cap. 11: 19-20)
"La libertad es el derecho de hacer todo lo que las leyes permiten, de modo que si un ciudadano pudiera hacer lo que las leyes prohíben, ya no habría libertad, pues los demás tendrían igualmente esta facultad".
(Montesquieu, ‘Del espíritu de las leyes’)
"La libertad es el derecho de hacer todo lo que las leyes permiten, de modo que si un ciudadano pudiera hacer lo que las leyes prohíben, ya no habría libertad, pues los demás tendrían igualmente esta facultad".
(Montesquieu, ‘Del espíritu de las leyes’)
Bien, pues aquí me detengo yo para considerar lo que puede motivar a alguien a pensar de esta forma.
El concepto de “la Ley” suele estar teñido de connotaciones negativas para los seres humanos. Por causa de las leyes entendemos limitadas nuestras libertades. Siempre hemos destacado más la pérdida de libertad que la ganancia de protección, pero es normal: la libertad es un derecho inalienable de cada persona y nos repugna que algo pueda afectar este derecho. Las leyes pueden causarnos múltiples quebraderos de cabeza en forma de todo tipo de sanciones, multas o incluso prisión (¡adiós, libertad!), y es que también podemos infringir las leyes por desconocimiento, sin mala intención. Las leyes parecen ser ‘esas imposiciones’ que preferimos saltarnos cuando nadie mira, sobre todo si nos permite sacar ventaja sobre los demás.
¿A quién le gusta ir a menos de 120 km/h en una autopista segura o parar en un semáforo rojo sin nadie a la vista?
¡Que levante la mano quien le guste pagar impuestos!
¿A qué fumador le apetece apagar su cigarrillo al entrar en un lugar público?Y así podría seguir con más situaciones que los humanos nos hemos encargado de llenar de leyes y leyes... Aborrecemos el vacío legal, porque en él siempre habrá alguien que tratará de abusar de una posición privilegiada sobre los no tan afortunados. O quien tratará de explotar la libertad de otros ejercitando su propia libertad. En principio, por eso existen las leyes y ése es su verdadero sentido. Pero le hemos dado la vuelta a la tortilla, convirtiendo nuestro mundo en un laberinto legal de tal dimensión que es imposible moverse por él sin la ayuda de “profesionales de lo legal” que, en ciertos casos, más que velar por la integridad del espíritu de las leyes (es decir, por lo que es de Justicia) lo hacen por los aspectos más formales de esas leyes (incluso contrarios a su verdadero espíritu). Esos casos provocan cierta desconfianza en todo este sistema. La lentitud desesperante con la que se mueve es, además, otro motivo de desconfianza.
Supongo que al principio todo fue más sencillo: El espíritu de las leyes estaba más a la vista, todavía no había quedado cubierto por capas y capas de barniz burocrático. Tenía sentido pensar en el significado de las leyes y éste era accesible a todo el mundo. Imagino aquel “We, The People...” y me da mucho gusto pensar en toda una nación gritando a voz en cuello: Se acabó para nosotros el mundo donde unos pocos quieren acaparar el poder que nos corresponde a todos. Ahora NOSOTROS, EL PUEBLO, nos declaramos soberanos. Ni un rey, ni la nobleza, ni el clero van a usurpar más ese derecho que tenemos por nuestra condición de seres humanos libres, iguales y fraternos.
Y ahí está el verdadero espíritu de cualquier ley (No pienses sólo en ti mismo. Piensa también en los demás). El amor a uno mismo y al otro por igual debe ser el motor de cualquier legislación. El reparto equitativo de los beneficios y las cargas. Eso sí, cuando uno contempla el nivel de egoísmo en que vivimos y del que no estamos dispuestos a apearnos, se pregunta si es posible que podamos llegar a entender las leyes en su verdadero espíritu.
Cuando un escriba, un doctor de la Torah, quiso ‘pillar’ a Jesucristo con la pregunta “¿Qué es lo más importante de la Torah?” se llevó un pequeño corte al recibir la respuesta: “Amarás a Dios y amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos preceptos depende toda la enseñanza de la Torah y de los profetas”. Él podía hablar de esto. Toda su vida fue una demostración práctica de una ley encarnada en una persona feliz de vivirla. En otras palabras, le estaba diciendo al estudioso de las leyes: ¡Hale, no le busques cinco pies al gato! ¿Qué quieres? ¿Excusas para seguir en las mismas? Dale sentido a lo que haces basándolo en el amor y el respeto por todo lo que te rodea.
Un ejemplo más que simplón: Cuando voy en coche por mi ciudad, me doy cuenta de que una de las causas principales de embotellamiento del tráfico es el estacionamiento en doble fila. Es exasperante encontrar vehículos en doble fila a la puerta de los bares (¡claro, como hay tan pocos bares, mejor ir hasta ellos en coche! ...no puedo ser más irónico). El tipo abandona su coche y piensa que mientras esté cerca, si a alguien le molesta que llame. Pero acaba de convertir dos carriles libres en uno y el semáforo parece que ahora está en verde sólo la mitad de tiempo que en condiciones normales (¡Ah, Einstein y su relatividad...!). Si este personaje se pasa 5 minutos en el bar (lo dudo) ha hecho perder un minuto a cada uno de los 40 conductores que pueden haber pasado en ese tiempo. En total, 40 minutos. El mensaje: Mis 5 minutos de bar son más importantes para mí que vuestros 40 minutos con vuestras familias, en vuestros trabajos ...o en vuestros bares. Esto es sólo un ejemplo típico de cómo el incumplimiento de una ley no es otra cosa más que una falta de respeto hacia los demás.
Los revolucionarios franceses supieron adoptar el correcto espíritu de las leyes (estaban en la onda del "We, The People") y acuñaron el famoso lema: LIBERTÉ, ÉGALITÉ, FRATERNITÉ. Ellos, que no se mostraron como especialmente religiosos, demostraron que el respeto por el otro no es patrimonio exclusivo de la cristiandad (en ocasiones pareciera incluso lo contrario, lo digo con cierta vergüenza). Sin embargo, el lema revolucionario es un hermoso ideal que ha sido traicionado tantas veces... El extraordinario José Luis Sampedro contaba en una entrevista que le hicieron hace años (creo recordar que aún estaba en pie el muro de Berlín, aunque poco le quedaba para el derribo) cómo nuestra sociedad aplicó los principios de la Revolución francesa contra el Ancien Régime. Decía (aproximadamente) que el bloque occidental se ha preocupado de la LIBERTAD, de que todos sus ciudadanos se sientan libres para desarrollar sus vidas. Mientras, el bloque del Este (al otro lado del telón de acero, cuando existía) mostró fijación por la IGUALDAD, que todos sus ciudadanos se sintieran iguales en oportunidades, derechos y deberes. Sampedro terminaba diciendo que, lamentablemente, tanto unos como otros se olvidaron de la FRATERNIDAD, ese ingrediente tan importante para dar sentido al conjunto. Y quedó incompleto el espíritu que habría podido llevar a mejor término un cambio tan drástico en nuestra historia.
Muchas veces pienso en esas cosas, al escuchar que en América hay leyes increíbles para defenderse de cosas increíbles, también al ver lo fácil que sería para algunos condenar a alguien por los indicios...
ResponderEliminarLas pruebas, las pruebas circunstanciales, la posibilidad de mentir en la defensa...es eso, garantizar que nadie sea condenado por algo que no ha hecho, o que alguien que lo ha hecho pueda escaparse si tiene un buen abogado. Debería ser sencillo respetar las leyes y cumplirlas, sin embargo la pillería humana busca constantemente el resquicio por el que escaparse.
Las leyes son necesarias, por desgracia, la naturaleza humana tiene una extraña mezcla de hechos asombrosamente hermosos y al mismo tiempo de las peores fechorías imaginables. No somos capaces de dirigir nuestros propios pasos, no sé si alguna vez lo fuimos o si lo seremos.
Muchas veces veo esas dobles filas, es algo que me indigna también, pero hay una ley que prohíbe hacerlo, y hay otra ley que prohíbe hacer lo que está haciendo en el bar si ha de arrancar después su coche de la doble fila...también me indigna entonces que se haga impunemente, y estoy segura que si un día paro en doble fila para dejar cruzar a un gato, allí estará la policía multando...
¡No te quepa duda! (sobre lo último)
ResponderEliminarY da rabia ver que a la Justicia se la represente con un velo ante los ojos, porque ya es hora de quitárselo para que pueda juzgar con conocimiento de causa.
Al final da la sensación de que grandes delitos quedan impunes y a otros que ni debieran ser considerados como tales se les aplica todo el peso de la ley.
Sobre la doble fila: para mí el colmo es que he llegado a ver (en varias ocasiones) un coche de policía en doble fila delante de un bar y a los dos polis tomándose algo en la barra. Eso sí es predicar con el ejemplo...
Un saludo.
Para mi es la esencia de todo y principalmente de mi "desprecio" por la iglesia.
ResponderEliminarLos 10 mandamientos por ejemplo son leyes indiscutibles (con maties alguno, quizá) pero con el tiempo la esencia deja de ser lo importante al echarle tanta cosa encima...
soloyo: ¡qué razón tienes!
ResponderEliminarMe imagino a Jesús y sus discípulos con sus planes, sus caminatas, ayudando a la gente, gastándose sin recibir nada a cambio. En fin, todo lo contrario del gran montaje de lujo, riquezas y poco interés en ayudar a los verdaderos necesitados de sus 'supuestos herederos' de hoy en día.
Con los cuerpos legales pasa otro tanto: al principio todo buenas intenciones, pero después ¡quien hace la ley hace la trampa!
Una vez más: bienvenida :)
Besos
Alguna que otra vez en mi trabajo, en la gestoría, me ha tocado leer alguna Ley para asesorar algún cliente en un tema concreto y, aunque algunos artículos suelen ser muy claros, otros, suelen ser un poco ¿como decirlo? ¿menos claros...? No sabes muy bien que es lo que quieren decir realmente...
ResponderEliminarSobre la religión, creo que lo has explicado tú muy bien en tu último comentario. Qué poco ver con lo que realmente predicó Jesús en su momento... Cuantas riquezas tiene el Vaticano que no deberían estar donde están... Eso sí es injusto...
Besicos.
nerea: muy bienvenida a este blog y gracias por tu comentario.
ResponderEliminarEstoy por romper una lanza en favor de la Iglesia, y no por el Vaticano, sino por aquellos seres anónimos que entregan su vida en actos de amor comparables a los de Jesús. Su valía está en su grandeza, ignorada por el gran público. Con todos sus defectos, justamente censurables, el catolicismo es la única religión que conozco entregada verdaderamente a los demás.
ResponderEliminarY los suscribe una agnóstica.
carmen: por supuesto recibo tu comentario con mucho agrado, porque la variedad de opiniones nos enriquece.
ResponderEliminarSeguro que muchas otras religiones comparten una misión de ayuda a los más necesitados (yo, al menos, conozco otras además de la católica), otra cosa es que se publicite muy poco su labor: ya se sabe, eso no suele ser 'noticia'. Y en todas partes habrá personas de todos los tipos. No es bueno generalizar.
Un besazo
Yo soy católica que no cristiana... ¿o es cristiana que no católica?... siempre me lio... vamos que aunque está sea mi religión no estoy nada a favor (que significa que estoy muy en contra) de la iglesia y, por supuesto, del vaticano (ni siquiera ya lo pongo en mayusculas...)
ResponderEliminarPero creo que sin querer he desviado el tema ¿no?...Raindrop querías hablar de leyes ¿no? perdona pues...
Besicos!
una vez escuché a unos japoneses diciendo, con los ojos redondos de sorpresa :D que para ellos era muy extranio ver a los occidentales exigiendo y exigiendo y exigiendo sus derechos, sin la menor intencion de cumplir con sus deberes.. que a ellos, en Japon, les inculcaban primero que todo el sentido del deber y que, una vez el deber cumplido, se GANAN los DERECHOS. Curioso e interesante paradigma ah?
ResponderEliminarHola guapo, qué sepas, que aunque no te diga nada..te leo,¿lo sabes verdad?...
ResponderEliminarBesos guapetón.
Y le acabo de dar a la opción esa nueva que pusiste, qué no sé para que es! jajaja
ResponderEliminarnerea: No hay nada que perdonar. Entre todos vamos dirigiendo el tema y si a veces nos salimos un poco, no pasa nada. Siempre hay tiempo de volver al asunto propuesto.
ResponderEliminarmademoiselle P: ¡gracias por tu visita! Sí que es curioso hasta qué punto la cosmovisión cambia de una cultura a otra. Me gusta la forma de entender el equilibrio derechos-deberes de los japoneses.
tormenta: Gracias por estar siempre ahí. Besazos.
¡¡Me colé de nuevo, raindrop!! ;-D
ResponderEliminarYo creo en la ley, creo en el refugio que ofrece, creo en su propósito de hacernos la vida más sencilla. Probablemente más estricta, más parametrada, pero creo en su espíritu igualitario (cuando lo es) y en su protección. Al menos, en un Estado de Derecho. Pero también creo que muchos de nuestros actos no deberían estar reglamentados, pues deberían suceder, ser, estar, sin más. No debería ser necesaria una ley que impida aparcar en segunda fila. Debería haber una conciencia personal de que formamos parte de un colectivo al que podemos fastidiar si dejamos el coche mal aparcado. ¿Está en nuestra esencia el individualismo y egoísmo voraz? Me resisto a creerlo, a pesar de las certezas de cada día.
Estoy de acuerdo también en que el respeto al otro no es patrimonio del cristianismo, como el hecho de que sólo puede ser buena persona quien sea creyente. Todavía me sorprende descubrir la cantidad de gente que piensa así.
La reflexión de José Luis Sampedro...genial como él mismo. Muy buena muy buena. Resume tantas cosas y tan ciertas...que mejor paro ya, porque no podría añadir nada mejor.
Un besote, rain. Cuídate.
Ningún acto debería estar reglamentado, porque la ley natural se ajusta a un "sentido común" que haría imposible la transgresión. Pero esto sólo puede ser así en un mundo ideal... En el que vivimos, no queda más remedio que plasmar esa ley natural en una serie de ordenanzas, con el inconveniente de que, en ocasiones, se aplica la letra de la ley pero no su espíritu. Así que esas ordenanzas pueden llegar a ser inútiles.
ResponderEliminarEl problema más importante con que nos encontramos al hablar de las leyes es que sólo por haberles dado forma concreta ya estamos asumiendo que existirá (o que ha existido) la transgresión. Es extraño, pero creo que es así.
Me ha gustado mucho tu comentario :)
besos
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