(53ª parada)
“Solamente esto encontré: que Dios hizo al hombre perfecto, pero ellos se buscaron muchas complicaciones”.
(Sefer Kohelet, cap. 7: 29)
"¿Qué te llevarías a una isla desierta?" La típica-hipotética pregunta que hemos escuchado o nos han hecho en más de una ocasión, con la intención de que organicemos (de alguna manera) nuestras prioridades acerca de nuestras posesiones. Pero rara vez escucho esta otra pregunta:
"¿Qué NO te llevarías a una isla desierta?"
En fin, que las preguntillas de marras me inducen a una doble reflexión. Por un lado, pienso en la cantidad de cosas: objetos, enseres, costumbres, asuntos, conceptos... que vamos arrastrando los seres humanos y que, en ocasiones, ni nos planteamos si son realmente importantes, necesarias o, por el contrario, completamente superfluas o incluso inconvenientes y perjudiciales... ¡pero ahí siguen con nosotros! Por otro lado, me pregunto por esa necesidad expresada del
aislamiento o la soledad a la hora de tomar ese tipo de decisiones que supongan una criba. El aislamiento... ese acto tan extraño para un animal político (en el sentido aristotélico) pero a la vez tan natural en un individuo, con identidad única e intransferible.
Me vienen a la cabeza, además, los aislamientos forzados. Hace poco hablé del encarcelado
Fray Luis de León. Y también me acuerdo del ficticio
Robinson Crusoe, de la novela homónima de
Daniel Defoe, publicada en 1719. Y, aunque digo
ficticio, se comenta que la novela está inspirada en hechos reales ocurridos a otros marinos, Pedro Serrano y Alexander Selkirk. Por más interesante que me parezca comentar aspectos de esta obra literaria
(por ejemplo: la visión del colonialismo británico que arroja, según James Joyce; el ser un símbolo del puritanismo de la época; la alegoría que encierra de la propia vida de Defoe, del hombre que se hace a sí mismo partiendo de una situación de calamidad; o incluso la muestra de la desnudez e impotencia humana ante la naturaleza y sus terribles fuerzas y la titánica lucha del hombre para tratar de controlar esas fuerzas y crear su espacio habitable, como lo ha hecho a lo largo de la historia a través de la técnica y la cultura), no me voy a centrar en estos aislamientos obligatorios o por accidente, sino en los que han sido buscados deliberadamente. Y me sobrarían ejemplos...

Ya puesto a elegir, hay tres casos relativamente recientes que se me ocurren y que parecen responder a esas preguntas:
¿qué te llevarías y qué no te llevarías...?
Curioso el caso de
Lev Tolstoi. El que llegaría a ser el gran escritor realista que nos dejó
Guerra y Paz,
Anna Karenina,
Los Cosacos, etc., atravesó un periodo de enorme indecisión durante su juventud que le llevó al campo de batalla en el Cáucaso, en los años de la guerra entre Rusia y Turquía. Hasta allí viajó escapando de deudas de juego y animado por su hermano Nikolai, teniente de artillería, quien le insistió para que le acompañara. Con el tiempo, de vuelta a San Petersburgo, se topa con el fuerte contraste entre la vida de sacrificios y actos heroicos de sus días en Crimea (relatados en
Sebastopol) y la vida frívola y vacía en la ciudad del Báltico. La percepción de este contraste es como una toma de consciencia que marca el devenir de Tolstoi. Se le ha considerado un cristiano libertario que tuvo gran influencia en el desarrollo del pensamiento anarquista. Uno de los puntos centrales de la visión del cristianismo de Tolstoi es el concepto de resistencia no violenta que transmitió a
Mohandas Gandhi, como se deduce de la extensa correspondencia que ambos mantuvieron. También fue precursor del naturismo libertario. Defendió el vegetarianismo a toda costa, por entender que es inmoral quitarle la vida a otro animal para alimentarse. Tolstoi decía que alimentarse de carne es un vestigio del primitivismo más grande y que el paso al vegetarianismo es la primera consecuencia natural de la ilustración. Practicó lo que creía: que la ley fundamental de la vida es el amor, y en sus últimos años y tras varias crisis espirituales se convirtió en una persona profundamente religiosa (aunque contrario a las instituciones eclesiásticas, por lo que fue excomulgado) y altruista. La contradicción patente entre la existencia lujosa que llevaba y su ideología le llevó a abandonar San Petersburgo para mezclarse con los campesinos de Yasnaia Poliana, su aldea natal y donde se había criado. Allí vivió dedicado al oficio de zapatero y también fue profesor, autor y editor de los libros de texto que estudiaban los hijos de los campesinos de la aldea, en la escuela que él mismo fundó. Allí aplicaba una pedagogía libertaria, cuyos principios fundamentales se basaban en el respeto a ellos mismos y a sus semejantes. Tolstoi intentó renunciar a sus propiedades para entregarlas a los más pobres, pero su familia se lo impidió. Tolstoi murió a causa de la neumonía en Astapovo, el 20 de noviembre de 1910, en la estación ferroviaria, tratando de huir de su casa. Parece que a Tolstoi le sobraban demasiadas cosas como para llevárselas a una isla desierta.
Seguro que
Grigori (“Grisha”) Perelman no se llevaría a la isla ni las envidias, ni las ambiciones, ni el ansia de gloria, fama y riqueza que parece imperar en nuestra sociedad. El genial matemático ruso de origen judío (a principios de los 80, su C.I. era el más elevado de todos los miembros de la organización
Mensa), nacido el 13 de junio de 1966, dedicó ocho años de su vida a desarrollar en solitario la solución a la
conjetura de Poincaré (propuesta en 1904, es uno de los siete problemas matemáticos fundamentales y el problema abierto más famoso de la topología, cuya resolución es premiada con un millón de dólares por el Instituto de Matemáticas Clay de Cambridge). Al demostrar la conjetura de geometrización de Thurston, resolvió afirmativamente la famosa conjetura de Poincaré. Después de dos años de reticencias y comprobaciones, la comunidad científica no encontró fallos en el planteamiento, lo que convirtió la mencionada conjetura en un teorema y a Perelman en ganador de la Medalla Fields (ese equivalente de los premios Nobel en matemáticas, que se concede cada cuatro años) por
“sus contribuciones a la geometría y sus ideas revolucionarias en la estructura analítica y geométrica del flujo de Ricci”. Costaría explicar en términos sencillos en qué consiste el teorema demostrado por Perelman, pero basta con decir que la importancia de este logro es que podría ayudar a comprender la forma del cosmos o a catalogar todas las formas tridimensionales del universo. Recibir la Medalla Fields le habría permitido, además, reivindicar el premio del millón de dólares del Instituto de Matamáticas Clay. Pero el asunto fue sonado, porque Perelman rechazó tanto el galardón como la pasta. En España tuvo cierta repercusión, puesto que aquel 22 de agosto de 2006, la ceremonia de entrega de la Medalla Fields tenía lugar en Madrid, en el seno de un Congreso de Matemáticas. Grisha estaba profundamente disgustado con la comunidad de matemáticos y muy decepcionado con la práctica de investigación secreta y recelosa de sus compañeros. A tal punto, que aun hoy en día se niega a tener algún tipo de relación con ellos. El chasco de Perelman puede tener su origen o haberse visto agravado por su generosidad y confianza al haber publicado su trabajo en internet. Dos matemáticos chinos, Xi-Ping Zhu y Huai-Dong Cao, alegaron haber resuelto la conjetura, pero posteriormente fueron acusados de clonar la fórmula desde la web. Sin embargo, Perelman publicó un artículo en
The New Yorker mostrando su decepción por los estándares éticos en el campo de las matemáticas y se refiere, en particular, a los esfuerzos del también medallista Fields Shing-Tung Yau por aminorar el papel de Grisha en la demostración y exaltar el trabajo de Zhu y Cao. Se intentó resolver la polémica con la concesión del prestigioso premio al matemático ruso, pero Perelman siguió rechazando la medalla, por más que sir John Ball (presidente de la Unión Matemática Internacional) se pasara tres días en San Petersburgo tratando de persuadirle para que aceptara. Grisha insiste en que le basta con el reconocimiento de la validez de su trabajo y con el beneficio para la ciencia que esto supone. El profesor Marcus du Sautoy, de la Universidad de Oxford, insiste en esa idea:
"Se ha aislado de cierta manera de la comunidad matemática. Se ha desilusionado de las matemáticas, lo cual es muy lamentable. No está interesado en el dinero. El gran premio para él es demostrar su teorema". En la actualidad, Grigori Perelman está retirado de las matemáticas. No se las ha llevado a su isla desierta, a su humilde retiro en las afueras de San Petersburgo, donde vive cuidando a su madre en un modesto apartamento.
Y ya llego al tercero de los viajeros a islas desiertas, a
Henry David Thoreau, considerado uno de los padres de la literatura norteamericana. Este escritor y filósofo anarquista de Concord (Massachusetts) fue agrimensor, naturalista, conferenciante y fabricante de lápices. Se le considera uno de los pioneros de la ecología y de la ética medioambiental. También es conceptualizador de las prácticas de desobediencia civil y su ensayo
La desobediencia civil, donde propone ideas como el pacifismo y la no violencia, fue de gran influencia en
Tolstoi y
Gandhi. También
Luther King expresó abiertamente su admiración a Thoreau, quien había sido condenado a prisión durante unos días por negarse a pagar impuestos debido a su oposición a la guerra contra Méjico y a la persistencia de la esclavitud en su país. Me gustaría destacar un experimento que llevó a cabo durante un poco más de dos años (del 4 de julio de 1845 al 6 de septiembre de 1847) y que consistió en retirarse a la vida en la naturaleza, en los bosques próximos a Walden Pond. De aquella experiencia nos queda su libro
(recomendable lectura) de 1854 titulado
Walden (Walden, la vida en los bosques), a manera de respuesta a esas insignificantes preguntas con las que comencé este escrito.
Dejo a continuación un fragmento del texto de Thoreau.
La superficie de la tierra es blanda y en ella se imprimen las pisadas humanas; y lo mismo sucede con los caminitos que recorre la mente. ¡Cuán estropeadas y polvorientas deben de estar, pues, las grandes carreteras del mundo y cuán profundas las huellas que dejan en ellas la tradición y el conformismo! No quiero tomar pasaje de camarote, sino más bien ir delante del mástil, sobre la cubierta del mundo, porque desde allí podré divisar mejor la luz lunar entre las montañas. Ya no deseo viajar abajo.
Con mi experimento aprendí al menos que si uno avanza confiado en la dirección de sus ensueños y acomete la vida que se ha imaginado para sí, hallará un éxito inesperado en sus horas comunes. Dejará atrás algunas cosas, cruzará una invisible frontera; unas leyes nuevas, universales y más liberales, principiarán a regir por sí mismas dentro y alrededor de él; o las viejas leyes se expandirán y serán interpretadas en beneficio suyo en un sentido más generoso, y vivirá con el permiso de seres pertenecientes a un orden más elevado. En la proporción en que haga más sencilla su vida, le parecerán menos complicadas las leyes del universo y la soledad no será soledad, ni la pobreza será pobreza, ni la debilidad será debilidad. Si uno ha construido castillos en el aire, su tarea no se perderá; porque ahí están bien edificados. Que tan sólo ponga ahora los cimientos bajo esos castillos. (...)
¿Por qué hemos de tener una prisa tan grande en triunfar, y en empresas tan desesperadas? Si un hombre no marcha a igual paso que sus compañeros, puede que eso se deba a que escuche un tambor diferente. Que camine al ritmo de la música que oye, aunque sea lenta y remota. No importa que madure con la rapidez del manzano o del roble. ¿Cambiará él su primavera en estío? Si todavía no existe la coyuntura de las cosas para las que fuimos creados, ¿con qué realidad las reemplazaríamos? No debemos encallar en una realidad hueca. ¿Construiremos con trabajo un cielo de vidrio azul sobre nosotros, para que cuando esté hecho nos afanemos en contemplar, más lejos y arriba, el verdadero cielo etéreo, como si no existiera el anterior?
Por menguada que sea tu vida, enfréntala y vívela; no la esquives, ni le apliques rudos apelativos.