jueves, 18 de marzo de 2010

amici, diem perdidi

(89ª parada)
"Se alegrarán el desierto y la soledad; el yermo se gozará y florecerá como la rosa de azafrán".
(Libro de Isaías, cap. 35: 1)

Cuando se viaja por tierra a lugares lejanos, la sucesión de diferentes paisajes es una de las sorpresas más agradables que depara el camino. La transición de las montañas a las llanuras, de lo verde a lo ocre, de la costa al interior... Sucede así en los viajes geográficos, pero también en el gran viaje de la vida. En éste, los paisajes tienen los caracteres y los rostros de las personas que van apareciendo y acompañando en las etapas del viaje: las hay casi siempre presentes, como el cielo (aunque ofrezca una vista diferente a la del día cuando llega el momento de la noche, en ausencia del áureo astro), si bien la mayoría de paisajes, la mayoría de personas, permanecen más o menos tiempo, para acabar pasando definitivamente con el transcurrir del camino... Dejarán su lugar a nuevos paisajes con los que, en ocasiones, pueden llegar a coexistir fugazmente y se convertirán más en recuerdos que en presencias. Es ésta una de las grandes certezas del viaje.
En otras ocasiones, el cambio del paisaje no es tal. Aunque así se percibe, lo que cambia en realidad es el observador, el viajero. Quizás cuando cree atravesar un lugar delicioso es su inclinación a verlo así lo que lo hace tan apetecible para la vista. En otras ocasiones, la aridez del camino no es sino un reflejo de la aridez emocional del caminante en el tramo recorrido. Así sucede que personas extraordinarias que pasan ante nosotros no son debidamente apreciadas por nuestra indisposición del momento. Otras personas menos prometedoras a priori van ocupando, por la magia de un instante o de una circunstancia, lugares de relevancia en el transitar. Nunca se sabe. Como dije antes, la sucesión de paisajes es una de las sorpresas más agradables del camino y es imposible conocer de antemano qué aventuras deparará la ruta seguida.

Una vez más, la clave está en cada paso, en cada instante, y no en la obsesión por el destino. Pensándolo bien, sucede incluso en los relatos... ¡Cuántas veces no habrá pasado que la impaciencia nos lleva a hojear (y ojear) las últimas páginas del libro en que estamos enfrascados para tratar de resolver las incógnitas encerradas en las frases sobre las que aún corremos, alejadas del desenlace! Quizás algún día aprendamos que tal cosa no merece la pena. Lo pensaba estos días, siguiendo la última temporada de Lost, una serie a la que no me aficioné cuando nos la metieron por los ojos en el momento de su estreno, pero a la que sí me aficioné en un momento del viaje en que me reconocí bastante perdido. Ahora que termina el relato, los guionistas están empeñados en tratar de explicar o redondear una historia que nos iban narrando a través de las vidas de personajes que ya se explicaban a sí mismos de alguna manera. Y pienso que nada hay más chapucero que terminar una obra (un relato, en este caso) con la explicación de la obra (del relato), cerrando el paso al ingenio, la creatividad, la imaginación o incluso los escapismos legítimos de espectadores (y lectores). Hay modos mejores si se quiere obtener una obra de mayor calidad. Ya sé que es un recurso que viene de antiguo: típico de los filmes del género policial y de intriga era ver al malo de turno, pistola en ristre apuntando al prota, explicándole los cómos y los porqués de todo el cuento... y, de paso, dando tiempo a que llegara la providencial intervención que decantara un desenlace del lado del bien y la justicia. Todo muy redondo, tan redondo que resulta inalterable. También creo, por lo mismo, que lo peor de una película como El sexto sentido fue ese repasito final para los despistados que no hubieran ido pillando lo que se cocía (¿...acaso no queda la posibilidad de ver el film una vez más y obtener nuevas y diferentes lecturas del mismo?). Por todo lo contrario, la cinta de Kubrick 2001: Una odisea del espacio me resultó una tomadura de pelo (así lo reconozco) la primera vez que la vi hace ya muchos años, mientras que a día de hoy (después de varios visionados) pienso que es una obra imprescindible.
En fin, que no quiero enredarme con ejemplos. Simplemente, pretendo decir que la vida se explica a sí misma en cada aliento para quien es capaz de aprovechar y saborear la bocanada sin esperar que todo se resuelva al final (en especial, porque nunca se sabe cuál será la definitiva inspiración, la que precede a una espiración en que la 's' se convierte en una 'x'). O, en símil de colegiales, que es mejor estudiar un poquito cada día en lugar de dejar toda la materia para la víspera del examen final.
No sé si el paisaje que ahora contemplo con visión ciclotímica es el mejor posible. No me importa. Sé que es el que me quiere-y-puede contar quién soy y hacia dónde voy. Y con esto debería bastarme por el momento... aunque, a veces, como en un extraño déjà vu, me asalten preguntas sin respuesta: ¿Cómo se pueden tener añoranzas de sitios en los que no he estado, nostalgias de vidas que no he vivido y recuerdos de personas que no he conocido?

Debemos al escritor Suetonio, en De vita Caesarum (Las vidas de los doce césares) haciendo referencia a Tito Flavio Vespasiano, estas palabras:
En cuanto a las demás peticiones que podían hacerle, tuvo por norma no despedir a nadie sin esperanzas. Hacíanle observar sus amigos que prometía más de lo que podía cumplir, y contestaba que nadie debía salir descontento de la audiencia de un príncipe. Recordando en una ocasión, mientras estaba cenando, que no había hecho ningún favor durante el día, pronunció estas palabras tan memorables y con tanta justicia celebradas: Amigos míos, he perdido el día.

Teniendo en cuenta la trascendencia de los paisajes en nuestras vidas y la importancia de cuidarlos con esmero, es muy posible que este sentido del diem perdidi sea una de las mejores formas de complementar el manido carpe diem de Horacio.

Ilustración de este post: "El raigón", de Ricardo Supisiche (1912-1992)

10 comentarios:

  1. Como de costumbre, lo volveré a leer otra vez para entresacar el jugo.

    Abrazos

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  2. Agudo y certero como siempre, amigo.
    La vida es un viaje en que caminar es lo que importa y no sólo la meta a que nos lleva.
    Quizás porque en el fondo es lugar de encuentros con paisajes, con nosotros, con otras personas.
    Pensar sólo en el final ordenado y justo es perder el día.
    Habrá que dar la razón, pues, a Suetonio/ Vespasiano y a Horacio:
    hay que tomar por norma cosechar el día.

    Un abrazo.

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  3. ¡¡Hola!!
    Vamos a ver, que me lo he tenido que leer un par de veces para que no se me escape nada…
    Esta frase en particular me ha gustado especialmente: “la sucesión de paisajes es una de las sorpresas más agradables del camino y es imposible conocer de antemano qué aventuras deparará la ruta seguida.”
    En cuanto a las personas, siempre me sorprenden, a veces piensas que con ciertas personas tienes mucha afinidad y luego te das cuenta de que no, y viceversa alguien que piensas que nada que ver al final es más afín o incluso complementari@ a otr@s, o incluso depende del momento, en una temporada puede ser una cosa u otra.
    En lo de los libros…¡me has pillado!! Soy de esas que están tan enfrascadas en la lectura según va avanzando y que “a veces” caigo en la tentación…..
    Lost, me lo salto, que voy más atrasada que tu viendo la serie, así que no me cuentes nada…
    El otro día fui al cine a ver Sutter Island, (Como ejemplo) creo que está basada en una novela (que no me he leído), un thriller psicológico, en el que te puedes dar cuenta de lo fácil que es pasar la línea y lo que puede crear la mente para protegerse, en ciertas partes se me empezaban a cerrar los ojos pero la banda sonora te despierta en el momento adecuado. No te cuento más, ahora yo me enteré al final de todo. ;P
    Por esa fase de estados anímicos, alguna vez pasamos todos por ellos nadie está a salvo de decaer y de volver a emocionarse por cualquier cosa pero es que en realidad somos un cúmulo de emociones y no nos engañemos son difíciles de controlar y por supuesto que nos llevan a hacernos preguntas variopintas.
    Ya lo dejo que me he liado a escribir y parece que cuando me pongo no tengo fin y puedo liarme a decir quizá alguna tontería.

    ¡¡¡Besos guapo!!!

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  4. Me ca!!! Casi no he escrito nada, puff!!!

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  5. Que bonito Rain... nostalgias.. de aquello que no se ha tenido, ni se conoce..

    ..y sobre todo disfrutar ahora.. aquí de ese aliento...que nos dá la vida... la suerte que tenemos de tenerla...

    Me gustó sobre todo el final...

    Gracias por tu felicitación, la hubiera echado de menos.

    Besos

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  6. Eres...el mejor!!!arquitecto de las palabras...IMPRESIONANTE!!! y es que cada ruta que hacemos, con esa sucesión de paisajes...nos asegura el reencuentro con todas nuestras partes más guardaditas que tenemos, en menor o mayor medida...cada viaje, cada paisaje es un reencuentro con algo muy nuestro.Estamos en todas partes...porque siempre en todas partes tenemos....un trozito de nosotros mismos.
    Chapó Rain, Chapó, otro texto que me guardo a muy buen recaudo.
    Abrazotes

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  7. Micaela Grasso
    Gracias, prenda :D
    besos

    El Instigador
    Aquí seguirá... si no me cierran la página (que ya todo es posible en este paraíso).
    abrazos

    ybris
    Los pasos del viaje son lo importante: como fines en sí mismos y como medios (porque, sin ellos, no se llega a ninguna meta).
    Encantado de seguir encontrándote en mi viaje :D
    abrazos

    cris
    Bienvenida :D
    besos

    Blanka
    Ya sabes que no me suponen ningún problema los comentarios bien nutridos jajajaj ...los leo con gusto todos ellos.
    De Lost no te adelanto nada... aunque de todas formas, ya sé lo que te interesa a ti de esa serie... ¿Ves cómo el viaje en sí mismo es mejor que llegar al destino? Si la buena compañía está garantizada (que suele estarlo), miel sobre hojuelas ;D
    besos

    Estrella Altair
    Que me digas que hubieras notado mi ausencia entre tantos seguidores y comentaristas como tienes dice mucho bueno de ti. Un placer para mí el felicitarte, por supuesto :D
    besos

    Sara
    Tú, que nos regalas tantos viajes en tu blog (que aunque cortitos en duración no dejan de ser de gran intensidad), tienes la buena costumbre de hacernos ver en ellos el valor de cada cosita. Creo que sería difícil contarte algo que ya no sepas sobre este asunto ¡a que sí! :D
    besos

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  8. Es verdad que tenemos que apreciar el momento del viaje en el que nos encontramos.
    El tiempo se escapa rápido. Y llega otro paisaje.
    Algunas veces querríamos encontrar lo que permanece.
    Debía tener razón Vespasiano, esos favores que no quería dejar de hacer ningún día, a lo mejor es lo que permanece.

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