martes, 8 de marzo de 2011

efecto cascabel

(área de descanso nº 118)
"Se deshace mi alma de ansiedad...".
(Salmo 119:28)

La expresión efecto cascabel la acuñó un amigo a raíz de una experiencia personal. Él había asistido a un espectáculo de danza y se encontraba muy próximo al escenario, que podía ver casi a ras. En un momento de la actuación, un diminuto cascabel se desprendió del traje de uno de los bailarines y quedó abandonado sobre la plataforma donde el grupo dibujaba sus coreografías. Nadie pareció fijarse en algo tan irrelevante, pero mi amigo quedó absorto por el incidente... En lugar de prestar atención a la danza, su pensamiento (según él mismo relató después) se perdió imaginando caídas, tropiezos y otros desaguisados provocados por el mismo cascabel que los danzarines estaban ignorando. Al menos, en apariencia. Porque sucedió, de repente, que uno de los bailarines, con tal disimulo como si estuviera ejecutando un paso programado de antemano, ensayado una y otra vez, improvisó un movimiento para retirar la minúscula esfera metálica sin que nadie entre el público percibiera la maniobra. Nadie excepto uno, al menos.
La danza continuó sin más sobresalto y todas las catastróficas predicciones que mi amigo había elucubrado quedaron en nada. Afortunadamente, pero (también) como era de esperar.

Él ilustraba con este ejemplo propio su desazón ante el mismo sistema educativo para el que trabaja. Aventuraba sombríos finales para la coreografía que tantos y tantos alumnos practican sobre una alfombra de cascabeles, pero también termina convenciéndose de que podrán ser esos mismos alumnos quienes vayan retirando con naturalidad y sin alharaca los obstáculos que les impidan llegar a buen puerto. Mientras que quien contempla queda paralizado, el que baila actúa espontáneamente. ¿Lo que hace mi amigo en última instancia es vencer el pesimismo a base de optimismo? Quizás. Pero supongo que parte del efecto cascabel está en las evidentes diferencias de perspectiva que llevan a alguna de las partes a magnificar lo minúsculo hasta distorsionar un juicio que debería ser más equilibrado. Lo que él termina por hacer es, simplemente, cambiar de perspectiva.

Desde que me relató su anécdota, también hice mía esta etiqueta en dos palabras. Y ahora ya estoy acostumbrado a identificar como efecto cascabel todas aquellas situaciones en que, como si fuera abducido por un túnel, siento el efecto hipnótico de un minúsculo evento o de una tenue circunstancia, algo que apunta a otra cosa mayor pero que pasaría completamente desapercibido para cualquiera. Y es en ese preciso instante cuando hay que decidir cuál es la magnitud real del cascabel: ¿acaso es la que se puede aventurar en una proyección fatalista? ¡ah... siempre la subjetividad...!
Es asombrosa la sencillez con que alguien puede poner en su justa medida lo real y lo potencial, y sortea y atrapa el aparente orbe gigantesco para dejar un camino expedito. La ventaja que tenemos sobre el futuro es que gran parte de lo que llegará a ser se está construyendo desde el presente.

6 comentarios:

  1. Mi estimado Rain...pues si me permitís tú y tu amigo yo también me adhiero a ese efecto cascabel...que como tu amigo... en el mundo de la educación que es lo mio....cada vez me atrapa más ese efecto cascabel...cada vez atrapa más a tod@s...yo me sigo resisitiendo...pero lo dicho...con vuestro permiso me adueño del término.
    Un placer leerte siempre galleguiño.
    Mi abrazotedecisivo

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  2. Ya puedes apuntarme a mi tambien. Ahora no podré evitar formar parte del club del efecto cascabel.

    Un saludo,

    Jeanne

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  3. Curioso como de una obra de teatro has pasado a un punto filosofico y además con mucho hacierto.
    El efecto cascabel, me gusta.
    Gracias por tu visita.

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  4. Tenemos que aprender a relativizar, bebernos el agua del vaso antes de ahogarnos en él.

    Me ha gustado mucho, creo que a partir de ahora yo también "soy fan" del efecto cascabel.

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  5. bueno
    Sscribí acierto con H.. no sé como me hablas.

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  6. Al respecto de analizar el presente para prever el futuro, suele decir el filosofo Antonio Escohotado que el ser humano tiene un gusto por el corto plazo como "marca de nacimiento", y seguramente es lo que nos lleva a una cierta pereza a la hora de prevenir situaciones a largo plazo que de forma objetiva se podian predecir. Ese cascabel en el escenario era un aviso de una posible falla a corto plazo, pero, el gran reto, si hacemos caso a esta idea, son los avisos que marcan un plazo mucho mas largo.

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