viernes, 2 de septiembre de 2011

jim el del cáñamo

(área de descanso nº 145)
"Veo ahora este file donde, en el fondo, Belbo trataba de novelar lo que al día siguiente me habría dicho en Garamond sobre su oficio. Reconozco en él su afán de precisión, su entusiasmo, su desilusión de redactor que escribe por persona interpuesta, su nostalgia de una creatividad nunca realizada, su rigor moral que lo obligaba a castigarse por desear algo a lo que creía que no tenía derecho, dando una imagen patética y estereotipada de su deseo. Jamás he encontrado otra persona que supiera compadecerse de sí misma con tanto desprecio".
(Umberto Eco, "El Péndulo de Foucault", cap. 11)

Algo que sorprende en algunas novelas es la profundidad de ciertos personajes minúsculos, creados por los propios personajes del relato. Hijos de los hijos del autor. No me refiero tanto a la profundidad en sus descripciones o el detalle en la expresión de sus caracteres (tal desarrollo sería imposible tratándose de presencias ínfimas), sino a que son como una daga afilada que penetra hasta lo más profundo en la mente del lector. Es algo que me sucedió con este tal Jim, que aún me acompaña desde que leí por primera vez El Péndulo de Foucault, a comienzos de los noventas.
Jim el del Cáñamo no es más que un producto de la imaginación de otro personaje imaginario. Jacopo Belbo, redactor editorial del equipo de Garamond Editores, S.A., lo había creado en uno de los files que atesoraba en Abulafia, su ordenador personal. En él, se lamenta del extraño destino de los autores. Condenados a vivir como dioses solitarios, desesperados por no ser una de sus criaturas, como todos. Todos viven en mi luz mientras yo vivo en el insoportable titilar de mis tinieblas, se lamenta finalmente Jim.

Jim es el nombre que los papúas dan a un poeta que, perdido el sentido de su existencia y traicionado por la mujer de su vida, decide embarcarse para olvidar, naufraga en los mares del Sur y es rescatado por los indígenas. Le llaman Jim, como a todos los blancos. En una isla remota va pasando los años, despreocupadamente. Un día, llegan unos holandeses a la isla, pero Jim decide que se quedará en su nuevo hogar y promete ocuparse de la cosecha del cáñamo. Los indígenas terminan trabajando para Jim, que ahora es Jim el del Cáñamo. Y su fama se va extendiendo por aquellos mares de la Sonda. Hasta tal punto, que incluso llega a ser consejero del marajá de Borneo en la organización de una campaña contra los dayak del río. Aventura tras aventura, Jim el del Cáñamo se hace famoso en todo el archipiélago, de Sumatra a Port-au-Prince. Comienza a tratar con los ingleses y en la capitanía del puerto de Darwin se registra como Kurtz. Ahora es Kurtz para todos y Jim el del Cáñamo para los indígenas. Pero pasa el tiempo y, súbitamente, un día aparece el deseo por regresar. Aunque solo sea por poco tiempo, para ver qué ha quedado allá de uno mismo.
Tras un largo viaje, está de vuelta en casa. Han pasado dieciocho años. Al llegar, descubre que las librerías exhiben todos sus libros, que su nombre ocupa el frontón de su vieja escuela, incluso que su tumba vacía es lugar de culto para románticas jovencitas. Es el Gran Poeta Desaparecido.
Pero cuando pasa al lado de su amada, apenas a dos pasos de distancia, ella lo mira como a todos, buscando a otro más allá de sus sombras.
Y solo queda esa soledad y vanagloria del dios que anhela ser una de sus criaturas.

Jim es la coartada de Belbo. Habiendo renunciado a la tarea de escribir (inútil escribir cuando falta un motivo serio), mejor reescribir los libros de los otros, como hace el buen redactor editorial. Reescribir la historia, la historia en la que luego te conviertes. Transformar los libros con dos palabras, demiurgo de la obra de otro. En lugar de empezar una obra partiendo desde el comienzo, dar unas cinceladas a la arcilla endurecida en la que otro ya ha esculpido su estatua.
Belbo imagina ser el editor de un tal William S., que acude con una tragedia ambientada en Francia.
¿Por qué no en Dinamarca?, pregunta el editor. Un ambiente nórdico, donde planea la sombra de Kierkegaard, parece un marco más apropiado para todas esas tensiones existenciales.
¿Y por qué el espectro paterno aparece al final? Sería mejor al comienzo, para que la admonición del padre domine en seguida el comportamiento del joven príncipe y lo ponga en conflicto con la madre.
Y ese pasaje... "¿Actuar o no actuar? ¡Esta es mi angustiosa pregunta!". ¿Por qué "mi angustiosa pregunta"? Sería mejor que planteara que la pregunta es esta, este es el problema. No su problema personal sino la cuestión fundamental de la existencia. La alternativa entre ser y no ser, por poner un ejemplo...
Y se va dando ese par de pinceladas en el cuadro de otro.
El temor de crear por uno mismo y la preferencia por diluirse en las obras ajenas. Y William S. será famoso y pasará al lado de Belbo sin reconocerlo. Belbo susurra para sus adentros ser o no ser y se dice: Bravo, Belbo, buen trabajo. Ve, viejo William S., a recoger tu parte de gloria: tú solo has creado, yo te he vuelto a hacer.

Nosotros, que hacemos parir los partos de otros, como los actores, no deberíamos ser sepultados en tierra consagrada.
Pero los actores fingen que el mundo, tal cual es, funciona de otra manera,
mientras que nosotros fingimos del infinito universo y mundos, la pluralidad de los composibles...
¿Cómo puede ser tan generosa la vida, que prevé una compensación tan sublime por la mediocridad?


10 comentarios:

  1. una o varias porciones de caos (muy pequeñas) transforman en un mínimo el universo. hay historias o personajes que cambian el mundo o la conciencia y no solo dar pellizquitos de monja

    ¿que haríamos sin la imaginacion?

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  2. Yo es que no puedo decir nada de nada, sobre todo si nombras a Umberto Eco o a alguna de sus obras... así que simplemente te felicitaré por la entrada y me la releeré un par de veces más (si no es que cojo "el péndulo..." otra vez)

    Un abrazo...!!

    PD.-Conste que el tema de ser parte de otro y que, a su vez, pongas tú un fragmento de ti mismo en lo que escribes para dar vida a más "criaturas" hace que te plantees hasta qué punto es real lo real y si no somos parte de la obra de algún autor perdido en la inmensidad del universo...

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  3. Yo, como Efrain, te felicito y te releeré puesto que no sé de qué hablas, todos somos un poco plagio de otros, lo que leímos, lo que nos contaron o lo que vimos. Tan difícil es innovar como despojarnos de lo humano.

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  4. A veces sin darme cuenta he viajado por las líneas del libro que estaba leyendo y me he llegado a sentir tan identificada con el protagonista que he llegado a creer que leía una autobiografía.

    Como siempre amigo gracias por tus entradas. Nunca se lo que se pasa por tu cabeza y eso hace que esté cada día mas enganchada a tu blog.

    Seguiré por aquí, siempre seguiré por aquí amigo. ;*)

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  5. Raindrop:
    Tu post me trajo cola, porque me hizo descubrir que en mi biblioteca había una baja (de la que no tenía registro), de manera que tuve que emprender la tarea de recuperar mi Péndulo... Ya con él en mis manos, me asaltó el irrefrenable deseo de iniciar su relectura. No sé qué queda de la daniela que lo leyó allá por los inicios de los 90.

    El Belbo al que volviste a darle vida me recordó al Pedro Camacho de La Tía Julia y el Escribidor. Libro que también fui a buscar y en donde encontré la siguiente cita:

    "Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recodar que escribía y escribo viéndome escribir que recuerdo haberme visto escribir que me veía escribir que recordaba haberme visto escribir que escribía y que escribía que escribo que escribía..." Salvador Elizondo, "El Grafólogo".

    Especie de ejercicio de metalenguaje, como el del personaje que crea al personaje que a su vez crea un personaje... y así.

    Y nosotros, como Belbo y Camacho, que creemos que creamos, cuando alguien más por encima nuestro nos crea (o juega al ajedrez con nosotros, en términos más borgianos).

    Tu post es una gran matrioska.

    Es muy grato leerte.

    Besos

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  6. No me enteré de mucho ..pero te leo y admiro esa capacidad de dar saltos que tienes.

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  7. Hay una frase que me ha venido a la cabeza, así sin pensar,probablemente no tenga que ver con lo que has escrito o sí, pero como soy de impulsos ahí la dejo.

    Tanta prisa tenemos por hacer, escribir y dejar oír nuestra voz en el silencio de la eternidad, que olvidamos lo único realmente importante: vivir.
    Robert Louis Stevenson

    Besos

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  8. tienes toda la razón... ha habido personajes pequeños en escena, pero grandes en contenido, que me han quedado grabados... vale la pena fijarse y no leer en diagonal, como hacemos amenudo.
    Un abrazo.

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  9. Jo
    Hay personajes que son muy pequeños, pero densísimos como agujeros negros. Y en ellos parece estar concentrada la esencia misma del dios que crea toda la ficción.
    besos

    Efraim
    jajaja pero no me ha quedado claro si te apasiona o si lo aborreces.
    Me quedo con la duda (hasta que la resuelva).
    La reflexión de "ser parte de..." me parece siempre inquietante.
    un abrazo

    aina
    Algo me dice que no lo releerás, pero queda bien decirlo jajajaj
    ¿Despojarnos de lo humano? Eso ya no lo veo posible.
    besos

    Vicky
    A mí también me ha pasado. Ese mecanismo de identificación me sorprende muchísimo. No sé qué me lleva a vibrar en la misma frecuencia que un completo desconocido al que me acaban de presentar.
    besos

    Daniela
    El párrafo que has seleccionado es alucinante...
    Y me gusta esa figura de la matrioska. La sorpresa última, es que la figurita interior alberga dentro de ella a la gran matrioska. El autor se ha vestido del personaje más ínfimo para aparecer en escena, en toda su plenitud, aunque solo sea por un instante.
    besos

    Montse
    Sí, me da que he estado un poco más oscuro de lo que me hubiera gustado.
    Quizás otro intento en otra ocasión me quede mejor rematado y sea un poco más explícito. De todos modos, gracias por tu comentario.
    besos

    Sory
    Es buena frase también.
    Aunque pretendía incidir más en ese temor que produce la creación (en este caso a través de la escritura), como si se considerara un acto exclusivamente divino que no debería estar al alcance de los humanos.
    besos

    kira
    Para saborear la lectura hay que espaciarse en los detalles. Devorar libros a toda prisa es una forma de leer, pero (para mi gusto) las hay mejores.
    Y si hace falta, se leen los libros varias veces, para descubrir esa riqueza de personajes e incluso nuestra propia evolución a través de los años.
    besos

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  10. Estoy seguro que los editores grandes y chicos estarán absolutamante orgullosos de una filosofía tan plena como la que señalas

    "tú solo has creado, yo te he vuelto a hacer."

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