(24ª parada)
"Procuraré con diligencia que, después de mi partida, podáis tener memoria de estas cosas en todo momento".
(2ª Epístola de San Pedro, cap. 1: 15)
Se le ha llamado “rey de los juegos” y “juego de reyes”. Términos como: defensa india de rey; gambito Evans; defensa Grünfeld; apertura inglesa, española; defensa francesa, Caro-Kann, nimzoindia, siciliana, Keres; gambito de dama declinado; variante Merano de la defensa semi-eslava, y un interminable etcétera son más o menos habituales en los comienzos de las recias batallas que tienen lugar en sesenta y cuatro escaques blancos y negros. Es ajedrez. Un juego complejo: se estima que con 64 casillas y un total de 32 piezas al inicio, el número de posibilidades que pueden lograrse (número de Shannon: 10^120) excede el número de átomos que se estima que existen en el universo (entre unos 4×10^78 a 6×10^79, por favor, que alguien me diga quién ha sido el 'sobrado' al que se le ha ocurrido contarlos).
Es un juego de guerra que se supone originario del valle del Indo, en el siglo VI de nuestra era. Entonces era chaturanga (o juego del ejército), para cuatro jugadores, pero rápidamente difundido por las rutas comerciales llegó a Persia, de ahí al imperio bizantino y se siguió extendiendo por toda Asia. Los árabes adoptaron este juego con gran entusiasmo, al punto que estudiaron y analizaron en profundidad sus mecanismos, escribieron numerosos tratados sobre ajedrez y desarrollaron el sistema de notación algebraica. El juego llegó a Europa entre los años 700 y 900, a través de la conquista musulmana de la península Ibérica.
Hay anécdotas curiosas de esta etapa. Por ejemplo, aquélla que nos cuenta cómo Ibn-Ammar (el amigo y consejero del rey-poeta taifa de Sevilla Almutamid), hombre muy inteligente y culto además de excelente rapsoda, fue enviado por su señor al campamento de Alfonso VI de Castilla, que había invadido el reino sevillano. Se presentó ante el castellano llevando un ajedrez con figuras de ébano y oro. Alfonso, gran aficionado a este juego, no pudo resistir el desafío del musulmán. Las condiciones de Ibn-Ammar fueron: se juega una partida y si gana Alfonso, suyo será el fantástico tablero con sus piezas; pero si el vencedor es el árabe, el rey cristiano deberá concederle una petición que le haga. Después de pensárselo un tiempo, Alfonso acepta y comienza la partida, que durará tres días. Al final, Ibn-Ammar da “jaque mate” (castellanizado de al-shah-mat, “el rey ha muerto”) y vence al sexto de los alfonsos. La petición fue: el castellano saldrá con sus tropas fuera de las fronteras de Almutamid y durante un año no podrá invadirlas. El rey Alfonso cumplió su palabra, dio la orden de retirada a sus tropas y durante un año no molestó a los sevillanos.
La expansión del ajedrez no conoce límites. En las excavaciones de una sepultura vikinga hallada en la costa sur de Bretaña se encontró un juego de ajedrez, y en la región francesa de los Vosgos se descubrieron unas piezas del siglo X, de origen escandinavo, que respondían al modelo árabe tradicional. Durante la Edad Media, fue en las penínsulas Ibérica e Itálica donde más se practicaba. Se jugaba de acuerdo con las normas árabes descritas en diversos tratados de los que fue traductor y adaptador el rey Alfonso X el Sabio. A partir de aquí, la progresión y evolución de este juego lo ha llevado hasta donde ya sabemos. Durante los siglos XVIII y XIX cuando el ajedrez, que había sido hasta entonces el juego predilecto de la nobleza y la aristocracia, pasó a los cafés y las universidades, su nivel mejoró de manera notable. Comenzaron a organizarse partidas y torneos con mayor frecuencia, y los jugadores más destacados crearon sus propias escuelas.
Y aquí tenemos esta compleja combinación de entretenimiento, arte y ciencia. Desde muy jovencito me enganchó este juego, por la facilidad de producir combinaciones de gran belleza con escasos medios. Recuerdo cuando empecé a practicar, que veía tableros y movimientos de fichas por todas partes y trataba de organizar en mi mente aquel baile interminable de figuras. Al final, la cosa cobraba sentido. También recuerdo, con ese pelín de nostalgia, que fue la primera cosa en que superé a mi padre (¡el inevitable relevo generacional!) y pasé de ser el sparring de nuestras partidas a sentirme eludido por alguien que quería evitarse otra derrota. Llegué a admirar las partidas de los grandes genios del ajedrez: partidas memorables de jugadores no menos memorables. Entre mis favoritos estaban Mikhail Tahl y el “campeón sin corona” David Ionovich Bronstein (alguna de sus partidas me ha erizado el pelo), pero qué decir de Kasparov, Alekhine o, sobre todo, de Bobby Fischer.
No suelo escribir en este blog movido por los últimos sucesos de actualidad, pero en este caso voy a hacer una excepción. Precisamente, a propósito de Fischer. Ayer me enteré de su fallecimiento. La historia personal de Robert James Fischer es de lo más complicada. Nacido en Chicago el 9 de marzo de 1943, fue de esos niños que han tenido que padecer una infancia difícil y de abandono, criado sin padre en un ambiente de grandes penurias económicas. Al fracasar el matrimonio Fischer, Bobby (de la mano de su madre y de su hermana) tuvo que trasladarse a los 2 años de edad a Brooklyn, New York. Allí, su hermana Joan le regaló un pequeño tablero con instrucciones para que se entretuviera y no diera la lata en casa. Tenía 6 años y así empezó su carrera ajedrecística: aprendiendo en solitario con su tablero y el manual de instrucciones. No es algo que se ajuste al estereotipo del típico jugador de ajedrez. A los 8 años jugó una partida importante y perdió. Se trataba de una sesión de simultáneas contra el maestro Max Pavey y fue derrotado en sólo 15 minutos. Pero, a partir de ahí, apasionado sin límites por el ajedrez, abandonó la escuela primaria y comenzó a deslumbrar al mundo del tablero. No había sido considerado un niño prodigio (a pesar de su desmedido cociente intelectual, entre 181 y 184, superior incluso al de Albert Einstein), sino que su genio despertó en la adolescencia. Y, aunque no se graduó en el instituto, su madre logró que John W. Collins, tutor de reputados ajedrecistas, le aceptara como alumno. Eso fue en 1956. En el 57, con 14 años, ya era campeón de Estados Unidos. En agosto de 1958 (con 15 años) llegó a ser el jugador más joven en lograr el título de Gran Maestro al ganar el Interzonal de Portoroz y clasificarse para el Torneo de Candidatos al título mundial. Decidió convertirse en jugador profesional, aunque, por aquel entonces, el ajedrez no daba para vivir. Pero a Fischer le daba igual.
Además de ser un jugador de talla excepcional, el ascenso de Fischer en el panorama ajedrecístico fascinó al mundo por otro motivo. Desde la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética había convertido al ajedrez en una bandera de su supremacía intelectual y moral sobre el capitalismo. Además de los escenarios habituales de la guerra fría, el deporte (la competición en general) era un espacio perfecto para establecer jerarquías entre dos modelos opuestos. Y en el ajedrez, la situación pintaba inmejorable para los soviéticos: su distancia era de años-luz frente al resto de países, en especial de los occidentales. El ajedrez era el auténtico opio del pueblo soviético, su religión particular.
En este ambiente y después de varios fracasos en el torneo de candidatos, Fischer denunció (a través de un polémico artículo publicado en Sports Illustrated) algo que muchos comentaban en privado pero que no se atrevían a hacer en público: las maniobras de los jugadores soviéticos, al amañar las partidas que disputaban entre ellos para perjudicar a los jugadores occidentales. La Federación Internacional (FIDE) cambió el sistema de competición de liga por el de eliminatoria y Fischer volvió a participar en el ciclo del Campeonato del Mundo. En 1972, con unos asombrosos resultados que comenzaron en el Interzonal de Palma de Mallorca dos años antes y asombrosas victorias ante el ruso Mark Taimanov (6-0), Bent Larsen (6-0) y Tigran Petrosian (6,5-2,5), consiguió enfrentarse al campeón Boris Spassky en el "match del siglo". El torneo se celebró (casi no llega a disputarse por las reivindicaciones económicas de Fischer) en Reykjavik, Islandia, en medio de la otra batalla: Era algo más que un simple enfrentamiento deportivo. Era el desafío del genio estadounidense al monopolio soviético. El momento álgido que vivía la guerra fría permitió que, una vez más, la política invadiera el mundo del deporte. Por eso, aquel enfrentamiento acaparó la atención mundial durante varias semanas. En medio de este clima paranoico, dos maneras de entender el mundo se enfrentaban en Reykjavik. A veces, la historia se escapa de los designios de sus protagonistas y aquél fue el caso. En una pequeña habitación, Fischer y Spassky libraron un duelo a escala de la gran partida por el dominio del mundo que mantenían los Estados Unidos y la URSS. El duelo ajedrecístico coronó campeón al americano. Tenía 29 años. El mérito de la victoria es que Fischer peleó en solitario. El talento individual de un genio (para casi todos los expertos el mejor jugador de la historia) y una asombrosa capacidad de trabajo habían podido con cuatro décadas de hegemonía de un imperio. Porque Fischer preparó la partida solo, sin ayudas, mientras que todo el mundo del ajedrez en la URSS (y lo que ello conllevaba) se volcó en ayuda de Spassky.
El triunfo sobre Spassky fue el comienzo del fin para Fischer y supuso la retirada prematura de este genio del ajedrez. Habiendo elevado en aquel verano de 1972 la figura del ajedrecista a una popularidad comparable a la de una estrella de cine o un grupo de rock, la carrera del mejor jugador de la historia transcurrirá cuesta abajo a partir de este instante. Sus excentricidades, manías y fobias habían crecido al ritmo de su juego y ya pesaban demasiado. Tras coronarse campeón del mundo, se borró del mapa: no quiso defender su corona ante la joven estrella rusa Anatoly Karpov y la FIDE le desposeyó del título por incomparecencia. Sólo reapareció con mucha polémica en Steti Stefan (Yugoslavia, en la actual Montenegro), después de 20 años, para volver a derrotar a Spassky. Fischer escupió contra la prohibición del gobierno estadounidense para que jugase en un país sometido a embargo por la guerra de los Balcanes y se ganó un lugar de honor en el listado de objetivos de la CIA y el FBI. Pasó por varios lugares: Alemania, Hungría, Hong Kong y Filipinas. Y de aquí a Japón. En 2005 fue detenido en el aeropuerto de Narita (Tokio, Japón), por usar un pasaporte no válido: los nipones habían cancelado repentinamente su visado. Pero finalmente, el gobierno islandés (país al que Fischer había pedido asilo político unos meses antes), en agradecimiento a lo que hizo por llevar el nombre de Islandia al mundo en 1972, le concedió la nacionalidad. Poco antes de morir, el hombre con un cociente intelectual superior al de Einstein pide cervezas en las panaderías y se queda dormido en cualquier librería de Reykjavik (la Huersfisgatif, por ejemplo). Y se arrastra por el Distrito 101, el Centro de la capital islandesa. Era un espectro ambulante que, al fin, tuvo que ser internado por sus recurrentes ataques de paranoia y delirios combinados con manía persecutoria. En Islandia falleció a los 64 años de una insuficiencia renal.
La trascendencia de Fischer en el ajedrez no admite discusión. Es el tipo de persona que marca un antes y un después. Como ajedrecista, se le considera un genio. A su manera, representó el espíritu de los 70’s: insolente, brillante, neurótico, individualista, ingobernable. Como si fuera el protagonista de El séptimo sello, sólo la muerte podría ganarle al ajedrez. Y, como en la película de Bergman, el reto estaba servido. Sin embargo, el peor rival de Bobby Fischer fue, precisamente, Bobby Fischer. En palabras de Boris Spassky, con quien finalmente mantuvo una relación amistosa:
"Por carácter, Fischer es espontáneo y orgulloso. Dice lo que piensa. Pero a este tipo de personas les resulta muy difícil vivir en una sociedad moderna, y me parece que Fischer se encuentra muy solo. Ésta es una de sus tragedias...".
Curioso es que muriera justo a los 64 años, tantos como escaques tiene el tablero que se lo diera todo.
ResponderEliminarAun recuerdo mis primeras victorias sobre mi padre al ajedrez... después dejé de jugar.
Un abrazo.
jajaj pues sí, curioso dato en el que no había reparado: 64 años, a escaque por año, se le acabó el tablero.
ResponderEliminarYo hace mucho que no juego (tampoco me animé a hacerlo vía internet) y un poco sí que lo lamento.
un abrazo
Hizo lo que le apasionaba, ..Jugar al ajedrez..Fue el mejor jugador de ajedrez del mundo..¿Pero..a qué precio?no sé tal vez..este comentario:"Me parece que Fischer se encuentra muy sólo. Ésta es una de sus tragedias"..da que pensar..
ResponderEliminarBesos,guapo.
Sí, a veces se paga un precio muy alto por hacer lo que uno quiere hacer con todas sus ganas. Pero en ocasiones, el equipaje que uno arrastra por la vida le condiciona demasiado como para no llegar a evitar ciertos destinos trágicos. La infancia de Fischer y la tortuosa relación que tuvo con su madre le habían marcado demasiado y fueron la principal causa de sus manías y excentricidades.
ResponderEliminar(mmm... ya ves que a Fischer no lo he puesto como modelo, como hice con Schweitzer, por ejemplo. Más bien, su historia me inspira lástima)
un besazo, tormenta
Ajedrez, qué juego tan complicado y genial a la vez.
ResponderEliminarYo soy novata en el tema, solamente ha jugado unas seis o siete partidas (nunca he ganado, claro está), todavía no controlo los movimientos y se me escapan muchos huecos, pero he de reconocer que los genios que se han dedicado a ello, deben ser auténticos "fuera de serie" mentalmente.
La verdad es que no había oido hablar de este hombre, Fischer, pero he de reconocer que su historia es bastante triste, aunque es difícil comprender cómo es posible que alguien con una inteligencia semejante, se dejara decaer de ese modo...supongo que por eso mismo...
Besos
Ajedrez...debería ser una actividad en los colegios, me da la impresión de que para este juego hacen falta unas cualidades mentales e intelectuales que es importante potenciar y desarrollar.
ResponderEliminarYo nunca pasé de aprender a mover las fichas, y mira que lo lamento, pues tengo asumido que hay cualidades de todo tipo que no me vendría mal potenciar y desarrollar.
Besos y gracias por esta biografía tan interesante.
Te ha quedado genial, muy interesante.
ResponderEliminarYo nunca he aprendido y eso que recuerdo más de una vez que han estado a punto de enseñarme, pero creo que como soy un culo inquieto al final nunca he encontrado el momento a pesar de que me encantan los juegos de estrategia, los acertijos, las matemáticas...
El dato de los 64 años, tantos como escaques (no sabía que se llamaban así) me parece genial y tu frase Rain mejor: "se le acabó el tablero".
La verdad es que es una biografía muy interesante, gracias por dármela a conocer.
Besotes.
Vaya, mira, siempre quise saber qué le pasó a Bobby Fisher desde que vi la película "En busca de Bobby Fischer", lo tratan como a una leyenda y tal y como lo cuentas es una leyenda y como leyenda ha muerto, casi casi olvidada.
ResponderEliminarTe diré que he leído tu post esta mañana a primera hora y del tirón, me ha parecido muy interesante y muy bien escrito.
En cuanto a mi y el ajedrez, tuve clases extraescolares de ajedrez pero el pobre profesor no pudo enseñarnos mucho. Tenía un defecto al hablar, no podía pronunciar la Erre y claro, cuando él decía "os voy a enseñar lo que es el enggggggggoque" las risas eran generalizadas "se coge la togggge y el gggggey"... ahí confieso que lloraba de la risa. En fin, ahora lo pienso y me da penita por él y porque yo ya no puedo jugar al ajedrez y concentrarme.
Pero conozco muchos amigos que juegan al ajedrez y les apasiona, no sé si tanto como a Fischer pero bastante como para formar una asociación y dedicarse a enseñarlo y organizar torneos.
Lo dicho, muy interesante
Bss
A mi padre le hubiese encantado leerte hoy (de momento no tienen internet). Es un apasionado del ajedrez. Le hubiese encantado enseñarnos a mi hermana o a mi pero, cuando eramos crias, no aguantabamos ni cinco segundos quietas... Ahora se ha comprado un ordenador y, como no, ya tiene juegos de ajedrez en el... Siempre esta, sobre todo los domingos, de torneos y alguna vez, cuando era más joven, fui a verlo... Me ha parecido super interesenta pero, sobre todo, me has echo pensar en mi padre (que ya no vivo con él ni con mi madre y les echo de menos...). Gracias por eso.
ResponderEliminarBesicos!
Yo de pequeña sí jugaba de vez en cuando con mi padre, hasta que mi hermano me tomó el relevo. Y me ha hecho gracia tu comentario sobre el relevo generacional, cuando ganaste a tu padre por primera vez, pues recuerdo ese momento cuando mi hermano lo logró...¡¡cómo le brillaban los ojos!!
ResponderEliminarEl ajedrez siempre me ha inspirado mucho respeto, y los que a él juegan, ni te cuento. Creo que es muy completo, generas estrategias, estudias al contrincante, sus movimientos, sus intenciones, observas, paciente, cualquier posibilidad. Desarrollas la mente, la paciencia, todo su potencial.
Es increíble.
Y luego, me parece un juego muy simbólico, muy lírico, enigmático.
Y veo que las personas que triunfan en él también lo son. Tu repaso por la historia del ajedrez es increíble, y la biografía de Bobby Fisher, no lo es menos. Te ha quedado un post redondo, genial.
Me ha gustado mucho. Enhorabuena.
Un beso grande.
xiketä
ResponderEliminarLa historia de Fischer es una prueba palpable de aquel eslogan publicitario: "La potencia sin control no sirve de nada". Un elevado cociente intelectual no es garantía de una vida feliz (pero es inimaginable lo que se podría llegar a hacer bajo control)
Y lo cierto es que, a mí, el ajedrez me ha dado muy buenos momentos.
un beso
maría manuela
Creo que una de las ventajas del ajedrez en los colegios es que instruiría a l@s chaval@s en el aprendizaje de la paciencia y la reflexión ¡que no vienen nada mal!
besos
soloyo
Me encanta que te haya gustado la biografía de Fischer. Como mínimo, hay que reconocer que es sorprendente, ¿verdad?
(jajaja "culo inquieto", ya veo que estás siempre de acá para allá... sigue así, guapa)
un besazo
avellaneda
"En busca de Bobby Fischer" tiene una similitud con "Quiero ser como Beckham": es que el famoso del título no sale en toda la película...
Bueno, aparte de esta nimiedad, decirte que es una pena que Fischer no hubiera seguido jugando al ajedrez públicamente. Se retiró a su mundo, competía en la red de forma anónima casi siempre y se mantenía al tanto de algunas partidas importantes; pero como un verdadero fantasma.
jajaj mira que desaprovechar la oportunidad de aprender a jugar al ajedrez por culpa de las 'eggges' aisss
besos
nerea
jaja ya veo que tu padre es un ajedrecista consumado. Me alegro de habértelo recordado aun sin proponérmelo (nada sabía de su pasión ajedrecística).
A mí me desesperan un poco las partidas por internet: me gusta ver sudar al rival, cómo se mueve, sus dudas y todo eso del directo jaja... además, muchas veces estás jugando contra un programa informático de ajedrez en lugar de competir contra una persona (hay jugadores que practican esta trampita para subir ELO... es decir, puntuación). Todo lo más, he jugado partidas por correspondencia, pero te documentas y te las preparas más y ya no es como si jugaras usando exclusivamente tus propios conocimientos del juego. Aún así, han sido buenas experiencias. Se aprende mucho.
besos
tamara rl
Gracias por los elogios al post, de verdad. Uno de los 'pagos' de quien escribe es la satisfacción de sus lectores, así que me considero bien pagado ;)
Lo del relevo generacional, ya sabes... empiezas ganando al ajedrez, pero con el tiempo compruebas que te has vuelto más habilidoso en otras facetas de la vida, más fuerte, con mejores capacidades... es como si cambiaran los papeles y acabas sintiéndote el padre de tu padre, no sé... es una experiencia extraña de la vida.
un beso
Sólo aprendí a mover fichas y ya hasta eso tengo olvidado. De estrategias y otros enroques no tengo ni idea.
ResponderEliminarMe ha gustado la cita de Boris Spassky, por lo que encierra de triste verdad y el conocimiento y sincero aprecio hacia su amigo.
Es cierto que la inteligencia y la honestidad no son caminos fáciles hacia una vida feliz. Ni siquiera son estrategias.
Besos sureños.
carmen
ResponderEliminarMe ha llamado poderosamente la atención cómo el gobierno estadounidense utilizó al "mesías" Fischer como punta de lanza para herir el orgullo soviético y luego lo colocó en su punto de mira sin ningún tipo de indulgencia por los "servicios prestados".
Lo cierto es que Bobby Fischer estuvo al margen del trasfondo político de la guerra fría. Luchó, más bien, contra el sistema ajedrecístico de los rusos por entenderlo paralizante para el desarrollo de este juego; pero fue infinitamente más belicoso contra su gobierno que contra el bloque oriental en materia política.
Imagínate la de problemas que eso pudo suponerle, aparte de los suyos personales...
besos
Pues mira, que vengo a comentarte que hace un par de noches echamos una partidita al ajedrez...(perdí, claro, mi rival es bastante superior), pero voy mejorando con la práctica (ya le hago pensar).
ResponderEliminarPor otro lado, me ha llegado la frase esa de "la potencia sin control no sirve de nada"...porque es algo que me suele pasar a mi cuando practico algun deporte...solo que mi potencia no es comparable a la del tal Fisher, claro está, pero me ha dado risa recordarme bajando a "toda leche" las pistas de esqui con mi tabla...intentando trazar...y metiendome cada tortazo!!! (ya se que no tiene nada que ver, pero me ha venido a la mente cuando he leido tu comentario, jejeje)
Bueno, muchos besos
jajajja xiketä, te he leído, me he imaginado lo que me cuentas y me he reído con ganas ;)
ResponderEliminarReconozco que a mí, al principio me costaba mucho considerar con detenimiento las jugadas en el ajedrez. Y cuando encontraba una combinación mínimamente satisfactoria (así "a bote pronto") pues me lanzaba a todo trapo... jaja imagínate los batacazos!
Ahora he aprendido a detenerme más y he mejorado lo que en ajedrez se llama "profundidad de pensamiento". Es el número de jugadas futuras que tienes más o menos controladas. Esto, fuera del ajedrez (en la vida real), es una quimera ;)
besos
Mi caso es de abandono por bajo coeficiente. Tengo muy poca visión espacial. No tengo perspectiva, y por si fuera poco, mi hermano tiene un coeficiente altísimo. Nunca le pude ganar y me dediqué a la pesca hasta que al cabrito de él se le ocurrió seguirme y aprendió la pesca a la mosca en un tiempo record.
ResponderEliminarEn lo que nunca me ganó fue en refescar botellines y ligar con las mozas.
Muy bueno, rain. Me ha gustado mucho.
Un fuerte abrazo.
PD. Entre la cirrosis del cierre del 2007 y la sobredosis del master, estoy en un sinvivir. Necesito un botijo de ceregumil o una inyección de estimulina.
"Profundidad de pensamiento"...me gusta esa expresión!!!!
ResponderEliminarAcostumbrada a jugar a las damas, el número de jugadas futuras que yo tengo se reduce a....dos o tres??(jajaja)
Pero ya aprenderé...digo yo.
Es que es complicado tenerlo todo controlado en una partida de estas, eh????
Besos
instigador
ResponderEliminarjajajaj cuentas siempre las cosas con una gracia, que no dejo de reírme con tus comentarios...
Aun así, espero que el hígado y el máster te den un respiro ;)
...Y si tengo que elegir entre ser experto en jugar al ajedrez o en ligar mozas, yo ni me lo pienso: ¡¡jugar al ajedrez!! (jaja qué va, es broma)
un fuerte abrazo
xiketä
La verdad que sí que suena bien "profundidad de pensamiento", pero no tiene nada que ver con tener pensamientos muy profundos (que sería lo deseable jaja).
Cuando empecé a jugar al ajedrez, mi profundidad de pensamiento en medio de la partida (en las aperturas ya tienes varias jugadas ensayadas) era ¡¡de 1!! (en el mejor de los casos, 2) jajaj es como jugar estilo pez... hasta debería de poner la misma cara que un besugo ;)
besos
Los "fuera de serie" siempre tienen vidas apasionantes y muy a menudo dolorosas, no debe ser fácil asimilar esa mezcla explosiva de fama e inteligencia sin salirse de lo estipulado.
ResponderEliminarLo más que he llegado a saber de ajedrez en mi vida es una canción de Mecano que me encantaba (letra genial), y un antigüo "affaire" que hasta se puso nombre de guerra ruso...siendo de la piel de toro¡ Pero reconozco que me hubiese gustado por lo menos aprender, no esta hecha la miel para la boca del asno, a mover fichas por aquello de chulearme delante del pseudo-ruso ;)
Besos, y un abrazo
Interesante tu blog!
ResponderEliminarUn saludo
sib
ResponderEliminarRecuerdo la canción de Mecano jaja
Pero ¿qué decir? aunque los peones parezcan poco valiosos, tienen la posibilidad de cambiarse por la pieza que quieran si llegan a la octava fila ¡casi ná! unos auténticos self-made man ;)
En cuanto a Fischer, ahí nos queda como ejemplo o como anti-ejemplo. A mí me da algo de penita porque creo que nos hemos perdido mucho de él por culpa de sus neurosis. ¡Qué desaprovechado! :(
mmm... si yo me pusiera raindropov, raindropovich o raindropowski seguro que también intimidaba a más de un ajedrecista jajaja
un besazo
marcos mateu
Pues a mí me han encantado tus ilustraciones :)
saludos
con o sin premios mundiales, reconocimiento general, caprichos satisfechos o por cumplir, c.i. aterrorizante, el senior hubiera tenido un final similar.. es que era de esa tribu no tan numerosa, pero tampoco tan chiquita, de los "raros", me tinca :D
ResponderEliminarMe lo he leido todo, palabrita del niño jesús! Teniendo en cuenta que ni sé jugar ni nunca me ha resultado ni de lejos fascinante, no está mal, no?
ResponderEliminarSólo puedo decir que si a Fischer su hermana le hubiera regalado una playstation, su coeficiente intelectual posiblemente no superaría el de Einstein, o si?
:-)
un bico!
mademoiselle P
ResponderEliminarjajjaj sí, la tribu de los raros... Fischer podría haber sido jefe de tribu durante un mandato, al menos.
un beso
aurora
Pues sí que ha tenido mérito haberte tragado la parrafada así, por amor al arte ;)
(gracias, gracias)
jajaj, mira que si Robertito se hubiera aficionado al brain-training-no-sé-cuántos... ¡agárrate mundo! (el c.i. no lo baja de 250)
bicos
Una historia impactante.
ResponderEliminarConocía del gran Fisher pero no de su biografía.
Gracias por hacer este homenaje al juego del ajedrez a través de su más conocido exponente.
Saludos.
Aprovecho de decirte que te agregaré a mis bloggers favoritos.
Si gustas, pasa por mi espacio:
http://letrasconhistoria.blogspot.com.
juan luis carreras
ResponderEliminarPara mí es un placer que te haya gustado.
ah, y gracias por incluírme entre tus "bloggers favoritos" (todo un honor)
un abrazo
(cuenta con mi visita) ;)
ra...., te acuerdas cuando tu y yo jugábamos al ajedrez???, quien hacía de bobby, quien de fischer??,
ResponderEliminarsi, es un juego apasionante, te acuerdas????
llegué tarde pero lei tu artículo sobre mi jugador favorito de ajedrez, porque ando perdido de los mundos blogueros,
me alegro que escribieras sobre él y ojalá podamos volver a jugar otra partida apasoionada como las de antes, como decía bobby, la vida es juego y el juego es la vida.