
Bueno, pues creo que todo lo anterior no son más que simplificaciones de este universo en el que vivimos, con su dosis de cierto y su dosis de falso, sobre todo porque (¡reconozcámoslo de una vez!) muchas de esas imágenes se han elaborado a partir de conjeturas, teorías, especulaciones, iluminaciones de iluminados... pero no de pruebas o hechos demostrados. ¡Ay, los científicos jamás concebirían un cosmos que cantara "antes muerto que sencillo"...! Pero una cosa es que sea sencillo (que seguro que lo es y más de lo que suponemos) y otra muy distinta es que sea simple o incluso simplón como aparece en algún dibujete. Y ¡qué difícil es dibujar su complejidad real (que, en primer lugar, habría que conocer) o llegar a resumirla en alguna ley física, fórmula matemática ...o lo que sea!

Se cumple precisamente hoy un año desde que empecé a escribir este blog (con dos plantillas usadas, un montón de cabeceras, pero una sola imagen de perfil; 51 paradas y un total de 61 entradas, incluyendo ésta). Allí, en la salida, fui un poco lento al comenzar la marcha, inspirado en una conocida fábula de Esopo. Un asunto de liebres y tortugas. Dejé esa página del libro de fábulas pegada en la línea de salida con la intención de que, al verla en mi primer paso por meta, completada la primera vuelta del viaje, me recordara ese asunto pendiente entre quelonios y lepóridos. Pero aquí no hay ni página de libro, ni línea de salida, ni nada de lo que debería haber... sólo el camino, nada más. Y ni siquiera es un circuito al que dar vueltas. Resulta que el Sol, en su desplazamiento por el espacio, ha ido arrastrando la órbita de nuestro planeta convirtiendo la elipse cerrada de los dibujos en una hélice abierta que impide que jamás volvamos a estar en un sitio por el que ya hemos pasado una vez... ¡caprichos del espacio-tiempo!
Y todo este rollazo para decir dos cosas. Una: que cada momento es extremadamente precioso (¡y a ti te estoy haciendo perder el tiempo de mala manera con mis tonterías! :D). Y dos: ¡que estoy de aniversario bloguero! Espero que estas dos noticias amortigüen el efecto de la tercera que traigo medio camuflada, porque me cuesta más lanzarla...
Bueno, pues... esto... que el próximo fin de semana no habrá parada en el viaje de raindrop... ni el siguiente... ni el siguiente... en fin, hasta no sé cuándo. No se trata de vacaciones. Hago una desconexión indefinida por otros motivos. La palabra desconexión me genera un doble interrogante en la cabeza. Me explico: sé lo que me costará desconectar y también sé lo que costará volver a conectar después de un tiempo. Es un curioso balance entre hábitos y cariño. Aunque no siga en la blogosfera durante una temporada, me costará dejar de pensar en todos y cada uno de los amigos y amigas con los que he compartido tanto. Me apena ser consciente de la cantidad de cosas que me voy a perder y de lo que me costará ponerme al día a la vuelta. Ésta es la forma que tenemos de ir conociéndonos y ¿qué pasará con vosotros después del apagón? No podré saberlo. Os voy a echar mucho de menos.

También, respecto al hecho de conocerse, tengo que decir que suelo pensar en el principio de incertidumbre. Cuando Werner Heisenberg formuló este principio, se refería a la imposibilidad de medir simultáneamente de forma precisa la posición y el momento lineal de una partícula. Pero ya que los físicos andan tan preocupados con eso de encontrar la teoría definitiva que unifique todas las fuerzas del universo, ¿por qué no incluir también esa fuerza tan poderosa que actúa en las relaciones entre las personas y que es el amor? El principio de incertidumbre viene a decir, en términos de andar por casa, que simplemente al observar un fenómeno ya lo estamos alterando inevitablemente. Así que es difícil hacerse una idea de cómo son las cosas porque siempre nos queda la duda de si serían iguales si no las estuviéramos viendo. O el típico acertijo zen: ¿Hace ruido un árbol que cae en el bosque sin que haya nadie que pueda escucharlo? (¡hala, ahí queda eso! ;D). Y ¿qué sucede con las personas? Cuando nos conocemos, al interactuar, también vamos cambiando. Nos hacemos un poquito diferentes. Quizás no lo notemos, pero es así. Dos personas que conviven juntas, cada vez son más semejantes. A mí, esto me parece algo grandioso: vosotros me habéis permitido entrar en una parte de vuestros espacios vitales (en un blog se vierten cosas de lo que uno es) y os lo agradezco de corazón. Me ha ayudado. Y sería bueno saber que mi presencia aquí también ha sido de provecho para vosotros.
Recuerdo en la película Mejor imposible (As good as it gets) la escena en que la camarera (Helen Hunt) del restaurante que frecuenta el escritor protagonista (Jack Nicholson), bastante cansada ya del carácter intratable y demás manías de éste, le pide que le diga un buen piropo. Y aquí el prota se esmera porque el tío le suelta el mayor de todos los piropos que se pueden decir ("la madre de todos los piropos", como hubiera dicho quien ya sabéis). Es, sin duda, el piropo que me encantaría que me dijeran a mí, siempre que fuera de verdad de la buena, claro. Es algo así: Tú haces que yo quiera ser mejor persona.
Insisto: esto no es una despedida. Cuando se supera el punto sin retorno, ya no hay posibilidad de retirada. Uno siente que (no importa cuál sea la distancia que quede por recorrer) se está más próximo a la meta que a la salida. Y ya no se piensa en dar marcha atrás. Además, raindrop es una tortuga de largo recorrido, que no se conformaría con un solo año de viaje. Pero, ahora, llega el momento de transitar por otros senderos en los que no hay áreas de descanso, como en close2u, para compartir unos instantes en la buena compañía de los nudos extraordinarios de la red. Un día de éstos, volveré al camino principal para seguir practicando el principio de incertidumbre con todos vosotros. Hasta que llegue ese día (aunque seguiré contestando comentarios hasta el viernes) dejo este vídeo que es como un metafórico resumen audiovisual en casi cuatro minutos de lo que puede ser un viaje con sus paradas.
Hasta pronto
(sigo viajando)