Cándido siempre se lamenta de que si no fuera por las tormentas estaría nadando en la abundancia.
Cándido es agricultor. Es decir, un labrego de toda la vida. Además de partirse el lomo trabajando en los ferrados de terreno que heredó de sus deudos, también tiene otros cultivos en algún invernadero que él mismo construyó hace años en la finca. Su mujer, Teresa, echa una inestimable mano en las tareas del campo, al tiempo que cuida de los animales de la hacienda. A vaquiña, o porquiño e as galiñas, como dice ella.
Cándido siempre se lamenta de que si no fuera por las tormentas estaría nadando en la abundancia.
Sentados junto a un gran bloque de granito al pie de un hórreo, sus vecinos escuchan con frecuencia las quejas de Cándido. ¡Pobre Cándido!, odia las tormentas.
Una vez, cayó un granizo tan fuerte que uno de los invernaderos quedó bien maltrecho, tanto que hubo que hacerle unas cuantas reparaciones costosas. En otra ocasión, las plantas de tomate quedaron completamente estragadas. Menos mal que el cultivo que más fama ha dado a Cándido en el mercado de la comarca han sido sus patatas, que las más de las veces no ven mermada su calidad por el azote de las tormentas. ¡Ay, mis pataquiñas!, exclama Cándido con satisfacción. Pero en cuanto ve arremolinarse las nubes negras, a Cándido le entra una desazón interior.
Cándido siempre se lamenta de que si no fuera por las tormentas estaría nadando en la abundancia.
Es Cándido hombre de costumbres. Se levanta siempre a la misma hora, sea invierno o verano. La partida de tute con los vecinos, a mediodía después del café en la bodega de la aldea, para ver quién paga los orujos que calientan las tertulias. Las celebraciones por todo lo alto de sus aniversarios con Teresa, siempre tan guapa para sus ojos. El partido dominical en la tele, pagando por ver a su Deportiviño del alma. La visita de los jueves a Betanzos, para ver a sus nietos entre semana, y, de paso, jugar los mismos números de siempre en la bonoloto. El primer baño veraniego en la playa del Pedrido con su Teresa que apenas se atreve a remojarse los pies en la orilla. Algún día, sucede que en ese primer baño de la temporada Cándido ve cómo de repente las nubes amenazan tormenta. Y el hombre se pone enfermo...
Cándido siempre se lamenta de que si no fuera por las tormentas estaría nadando en la abundancia.
Si te encuentras a Cándido en el camino, cerca del hórreo que hay a la entrada de su finca, o sentado en el cruceiro en el centro de la aldea, tal vez un día esté más pródigo en palabras y termine por contarte su historia. Te contará de aquel jueves en que se disponía a visitar a sus nietos. Era día de tormenta, una fuerte de primavera. En su viejo coche, iba recorriendo una de las estrechas carreteras mal asfaltadas que como afluentes desembocan en la nacional 651. La lluvia era intensa y los limpiaparabrisas trabajaban a fondo para permitir la visión de la pista. En un recodo, un rayo había descuajaringado un árbol del camino y una mitad del pobre castaño tronchado se había desmoronado sobre la ruta. La vía estaba bloqueada y no había nada que hacer. A Cándido no le quedó más remedio que dar media vuelta y avisar a los forestales. Un jueves sin nietos... ¡bueno! ¿e qué lle imos facer?
Al día siguiente, cuando se acercó a la bodega y vio sus números premiados en la bonoloto, casi le da un síncope allí mismo. ¡Sus números, los que aquella tormenta que cortando con un árbol su camino le había impedido jugarlos como de costumbre! Se acumula un bote de casi tres millones y medio de euros para el próximo sorteo, decía un locutor en las noticias.
Desde entonces, Cándido siempre se lamenta de que si no fuera por las tormentas estaría nadando en la abundancia.
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La oscura bóveda de nubes parece a punto de desplomarse, pero discontinuas y esbeltísimas columnillas translúcidas han acabado por apuntalarla, a pesar de lo tenue de sus fustes acuosos. Una atmósfera pétrea deja paso al frescor ingrávido.
Equilibrio líquido.
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El suelo se pavimenta de cielo.
Qué rabia me está dando la lluvia en estos momentos, pobre Cándido, menos mal que no necesita más de lo que tiene para ser feliz, quizás algún día soleado se dé cuenta.
ResponderEliminarPobre Candido... si es que cuando está de no ser, no es!! Muy buen relato :D
ResponderEliminarBesos
PD: Yo también odio las tormentas... quizá es por eso!! jejeje
Conozco a una persona que le pasó algo parecido, llevaba 20 años jugando los mismos números y un día cualquier decidió cambiar... esa noche cayeron los números a los que había sido fiel por dos décadas...
ResponderEliminarDespués de días de rabia, frustración y mucho silencio le pregunté como se encontraba y me dijo:
"ese dinero no era para mi, tendré que seguir trabajando la mayoría de los mortales" y entonces le volvió la sonrisa y el humor q le caracterizaba...
jajajaja aina, ahí lo tienes, ¿por qué lamentarse de lo que nunca se ha tenido cuando ni siquiera es necesario para llevar una buena vida?
ResponderEliminarun besazo
Un día me vas a tener que dar los detalles de tu historia, Avellaneda. Igual me animo y escribo otro relato ;D
besos
¡Qué me cuentas, Silvia! ¿20 años con los mismos números y el día en que los cambia va y toca a los de siempre? Creo que tiene razón: no estaba predestinado a ganar el dinero jugando. ¡Qué palo! xD
Bueno, la vida sigue. Hay personas que se han hecho millonarias con las loterías y eso ha acabado destrozando sus vidas. Nunca se sabe.
muacks
Yo creo que candido ya nada en abundancía, solo ha dejado de ganar dinero.
ResponderEliminarMe resulta todo ran familiar, se nota que somos gallegos ..jajaj el tute, el horreo, maloserá...
Un abrazo.
Qué razón tienes, Montse. Pero ahí tienes a Cándido, buscándose una excusa para lamentarse de lo que no merece lamentos.
ResponderEliminarA ver si un día cambia. Maloserá! xD
un besazo, galleguiña :D
Yo nunca jugaría los mismos números a la lotería, si no es la tormenta será cualquier otra incidencia de la vida lo que nos impida un día echarla y luego pasa lo que pasa. Lo má fácil es echarle la culpa a la tormenta, supongo que es lo que necesitamos los seres hunmanos, buscar alguien/algo a quien culpar.
ResponderEliminarExcelente :-)
A mí siempre me han dicho eso de "el hueso que está pa'uno no hay perro que se lo quite" No era su momento y pasó... aunque admito que es una soberana faena. Pero bueno, como ya han dicho, tiene un montón de cosas por las que sentirse rico.
ResponderEliminarPD.- Yo soy de los que adora las tormentas ^^
Esto de jugar siempre los mismos números puede resultar algo tan obsesivo como lo que ocurría en la serie Lost jajaja. El punto clave es el que tú comentas, JLin: buscar a alguien fuera de nosotros mismos a quien culpar.
ResponderEliminarabrazos
No conocía ese refrán, Efraim. Tomo nota. Sobre las tormentas, a mí no es que me pongan mucho, la verdad. Algún aparato electrónico me han llegado a fundir.
un abrazote
Yo dí el paso, elegí unos números fijos con Andromaca y ahora vivimos la esclavitud y el estress contra-reloj los jueves y sabados por que nada ni nadie se interponga entre nosotros y la administración lotera cada semana. ;-)
ResponderEliminarjajajaja Maeglin, ten cuidado si un día estalla la tormenta. Ya ves lo que puede llegar a pasar xD
ResponderEliminarun abrazo :D
Pobre Candido, la tormenta, el destino o vete tu a saber, el caso es que las cosas pasan porque tienen que pasar. Lo mismo si ese árbol no se hubiera cruzado en su camino, otra cosa hubiera pasado, el tema es que no estaba del destino que nadara en la abundandia.
ResponderEliminarSaludos1.
Rain!
ResponderEliminarpues te cuento que el hombre es naturaleza humilde y aún más humilde su cuenta de ahorros, es una persona con un carisma impresionante, amigo de sus amigos y sin apenas estudios realizados.
Todavía me lo encuentro por la calle y sé que sigue jugando a la lotería..
No todo mundo está en capacidad de soportar en sus vida grandes cantidades de dinero.. se vuelven locos y despilfarran.. yo solo digo: si me dieran la oportunidad.. :P
besos!
;)
Hola, Sandra. El destino esquivo actúa de nuevo :D
ResponderEliminarPero como es imposible saber a priori cuáles serán sus caprichos, cuando pasa una cosa de estas se le queda a nuestro Cándido una cara, que hay que verlo al pobre xD
besos
Por lo que me cuentas, Silvia, a este hombre ya le ha tocado la lotería. Seguro que ha hecho mucho más que comprar un boleto y esperar a que la suerte le sonría, pero también parece que es mucho más rico de lo que solo el dinero le podría dar. A veces no se puede tener todo y si hay que elegir, esta es la mejor parte :D
jeje pero esa tentación de probar cómo nos desenvolveríamos con una cuenta corriente bien inflada no nos la quitamos de la cabeza, ¿eh? xD
un besazo
Un honor acompañarte =)
ResponderEliminarPor cierto, me ha encantado el relato.
Hola, Kestra :D
ResponderEliminarTu compañía, además de un honor, es un inmenso placer.
Gracias por tu visita.
besos
Para quitarse el sombrero ante tus letras....tus relatos siempre están cargados de sabiduría...esas tormentas interiores... no las para ni la más millonaria primitiva ...pero...pasan...siempre pasan y si estás bien posicionado... el olor a tierra fresquita que dejan... es lo mejorrrrrrrrrr, te llenan de energía para comenzar de nuevo y que vuelvan más tormentas.
ResponderEliminarMi abrazotedecisivo
La gente busca excusas o explicaciones racionales cuando pierde sus apuestas, mientras que prefiere hablar de casualidad cuando las gana. En general nadie piensa que gana la loteria porque el destino desea para ellos la riqueza y la opulencia, pero es muy comun recurrir a la cosa del destino cuando el premio no ha tocado.
ResponderEliminarprobablemente no estaba para él como decía mi abuela. Pero dentro de lo que cabe a pesar del faenón le quedaban sus patatitas.
ResponderEliminarA mi no es que no me gusten las tormentas simplemente es que me dan miedo. algún trauma infantil por ahí perdido.
Besos y más besos guapo!!
(Ya me he visto todo lo que me faltaba, y la última palabrita de diccionario es: linion, esta me suena entre a medida y a futbol)
Hola, Sara. Dicen que después de la tempestad siempre viene la calma. Lo deseable es que sea por fuera y también por dentro :D
ResponderEliminarbesos
Tienes razón, samuel. Hablamos del destino, pero como no lo podemos conocer de antemano y una vez pasadas las cosas tampoco sabemos si hubo un destino que nos llevó hasta ellas, acaba siendo una conjetura que no sirve de mucho. Hay quien dice que el destino se lo va labrando uno mismo y eso sí me parece importante.
un gran abrazo
jajajajaja ¡Blanki! ¿cómo que patatitas? ¡¡Las mejores patatas de la comarca!! que no es cualquier cosa xD
Creo que la fobia a las tormentas se llama brontofobia. Hay gente a quienes no les gustan las tormentas y otros le tienen auténtico pánico irracional. Así somos las personas. Lo tuyo y lo de Cándido no creo que llegue a tanto ;P
besos