"la forme d'une ville
change plus vite, hélas! que le coeur d'un mortel".
(Charles Baudelaire, "Le Cygne", Les fleurs du mal)
Sentado en un banco de un pequeño y tranquilo parque de la ciudad, además del lugar, es el momento el que invita a un sosiego absoluto.
De pronto, una ligera brisa -indiscreta ella- trae hasta mis oídos confidencias que otros dos parecen intercambiar bastante cerca de donde me encuentro, a mi espalda. Como un acto reflejo al saberme inesperadamente acompañado, me giro levemente por la simple curiosidad de ver a quienes rompen la quietud del instante. Los veo. Ah, bien. Dos fijos del parque, siempre están aquí. Me vuelvo a mis asuntos.
Pero el viento me sigue trayendo sus palabras.
- Hola. Hace tiempo que me vengo fijando en ti, desde que apareciste por este lugar, pero aún no me había atrevido a decirte algo.
- Sí, ya veo... bueno, la verdad es que tú también habías atraído mi atención desde que llegué. Hay algo en tu aspecto que te hace destacar.
- Me halaga que me lo digas, pero no hay motivo para ello. Me considero tan normal y corriente...
- Ya no quedan muchos como tú. Te insisto en que me he fijado bastante.
- ¡Vaya, tan desconocidos y a la vez tan pendientes uno del otro!
- ...
- Es evidente que no eres de por aquí. Has venido de muy lejos, ¿no es cierto?
- No, no. Me crié no demasiado lejos de aquí. En otro ambiente, sí, aunque no en el de mi familia. Mi familia es de un lugar más exótico, eso sí es cierto.
- ¿Y qué te ha traído por estos andurriales?
- Heeeemmm... en fin... me han traído, claro... Con unas compañeras, aquí estamos para poner algo de vida en esta pequeña avenida. Nos han hecho creer que no valemos para otra cosa más que para... para alegrar la vista de los transeúntes. Mira, ahí las ves a ellas.
- Ajá, sí, ya las veo.
- Aquí nos sentimos algo extrañas, fuera de nuestro ambiente natural. Cuesta adaptarse: el clima, costumbres... la tierra... ya sabes.
- Entiendo, entiendo.
- ¿Y tú?
- Yo siempre he vivido aquí. ¿Ves todos estos grandes edificios? Nada de esto había antes. Con otros vecinos, llenábamos de vida el lugar. Ahora todo me parece muerto con tanta piedra artificial, tanto decorado.
- ¿Y tus vecinos ya no siguen aquí?
- No, ya ves. Fueron abandonando el lugar. No sé en qué acabaron metidos, no sé dónde pueden estar. Ya no sé nada de ellos. Lo único que sé es que, poco a poco, nuestra comunidad se fue disolviendo para dar paso a esta invasión de asfalto, cemento, ladrillos, acero y vidrio. Donde antes había hierba en abundancia y espacios libres, ahora hay moles que lo tapan todo. No lo vas a creer, pero ahí cerca pasaba un arroyuelo.
- ¿Aquí mismo? ¿Y qué ha pasado, se ha secado? ¿Qué han hecho con él?
- Está canalizado. Como todo: lo han rodeado de hormigón y así vestido lo han ocultado a la vista. Esas aguas ya no las vas a probar.
- Nunca entenderé esa aversión a lo vivo... ¿Tanto cuesta dejar las cosas como están y que sigan sus ciclos naturales?
- Lo llaman "progreso". Pero yo veo todo tan muerto, tan yermo, que me asusto. Por tratar de decir algo positivo, se me ocurre que...
- Dime...
- En fin, no es tan bueno para ti, que estás lejos de donde deberías estar, pero al menos así hemos podido conocernos.
- Es cierto.
- Y aquí mismo seguiremos viéndonos -pareció despedirse el olmo-.
- ...Y espero que sea por mucho tiempo -le contestó la palmera-.
"Bahnwärter-Garten", Paul Klee, 1934 |
Que razón tienen el señor olmo y la señora palmera. El progreso sin control del que hacemos alarde y nuestras ganas de canalizarlo y controlarlo todo acabarán por cansar a mamá Gaia.
ResponderEliminarSaludos desde el pueblo donde los señores pinos y las señoras encinas, afortunadamente, lo siguen cubriendo todo.
Es difícil mejorar este post y mucho menos con un comentario.
ResponderEliminarGracias por visitar mi espacio me ha permitido conocer el tuyo y ya ves, me quedo.
Un abrazo
Amigo JLin, que sepas que estoy verde de envidia. Ese ambiente natural que respiras también lo quiero yo para mí jajaja
ResponderEliminarun abrazote fuerte
Hola, María. En mi opinión, tienes un blog realmente bueno. Pasé por allí ayer mismo, leí unos cuantos posts y me encantaron :D
Gracias por tanto bueno que regalas a tus lectores, entre los que ya me cuento.
besos
Este diálogo de amor...¡¡entre seres sabios!!...es lo que a mi verdaderamente me parece progreso...lo demás...pues como tú dices... demasiado hormigón...demasiada canalización...yo quiero un entorno rural VIVO.
ResponderEliminarPero de todas formas...tu relato...cuenta tantas cosas...
abrazotedecisivo desde el entorno rural.
Muy bueno, ahora que el medio ambiente y la ecología toma fuerza en la consciencia humana ésta reflexión en forma de relato viene a colación, me pareció atractivo que dos plantas e enamoren y que discutan sobre el avance del concreto, la veo una historia creativa, se siente tu preocupación hecha ficción. Un abrazo.
ResponderEliminarMario.
Gracias por los comentarios, Sara y Mario. Por cierto, Mario: bienvenido :D
ResponderEliminarNuevo por su rincón Mr Raindrop.
ResponderEliminarMuy buenas líneas, agridulces y con final de media sonrisa vegetal.
Hola, Maeglin :D
ResponderEliminarMe pillas en casa ahora mismo, estoy a ver si posteo algo esta noche (¿quién sabe? la noche es joven...), así que aprovecho para saludarte y agradecerte el comentario.
Sabes que no voy a un parque hace siglos?
ResponderEliminarY tu hasta escuchas sonidos en tu parque imaginario....
:-)
J.
jajajajaja o no tan imaginario, Jeanne ;D
ResponderEliminarUy!! Rafa... Y luego me dices que no estás primaveral, me traes un post de dos tortolitos´, árboles eso si y del control que nos gusta ejercer en todo, y luego este cambio de imagen, muy favorecedor por cierto.
ResponderEliminarBicos guapo!!
(disthsom, ahí tienes una más)
Es cierto si hablaran los arboles..
ResponderEliminarAhora mientras te leo, veo por la ventana los arboles del monte del Castro rodeados de asfalto y me los imagino tosiendo con el humo de los coche, son nuestros pulmones y nos los cargamos.
Un besito
Que pases buen día.
Ohh qué cuento tan romántico, raindrop. Qué bonito.
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