El ser humano es una criatura social y todas esas cosas. Algo conocido de sobra.
Tal realidad tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Pero no me atrevo a señalar (así, a la ligera) cuáles son ventajas y cuáles inconvenientes, porque según cada individuo y situación concreta, lo que puede parecer razonablemente ventajoso termina resultando un gran fastidio. En líneas generales se me antoja ventajoso que, al vivir en grupos, los seres humanos cazan juntos, se defienden juntos, ven la tele juntos... ¿Ventaja? Pues no sé. Es más fácil cazar un mamut entre varios, antes que liarse a mamporros en solitario contra tamaña bestia. Pero si se trata de cazar una codorniz entre veinte tíos... luego, en el reparto, seguro que te quedas con hambre. Si hablamos de ver la tele... en fin, la de discusiones que ha habido por los mandos. La proliferación de canales ha llevado, además, a la multiplicación de receptores en cada vivienda. Incluso puede que hayan cambiado los castigos con el tiempo (antes: "castigado sin ver la tele esta semana", ahora: "castigado viendo la tele esta semana"). Sobre el tema de defenderse en equipo, tampoco sé qué decir, porque cuando un grupo se ha sentido lo bastante poderoso como para sobrellevar una batalla con claras opciones de victoria, su pensamiento ha pasado de la defensa al ataque (¿por qué esperar a que nos calcen ellos si podemos pegar nosotros primero?). Es decir, que no tenemos arreglo.
Pensaba en todo esto el otro día. La culpa la tienen esas reuniones sociales en que (terminadas las excusas interpuestas para evitar asistencia, a riesgo de que te encajen la etiqueta de insociable-sin-remedio ...aunque se me antoja este un mal menor, teniendo en cuenta la que te cae cuando cedes a la presión y dices que sí... hummmmm, me acabo de dar cuenta de que he abierto un paréntesis y ahora me encuentro tan a gusto aquí dentro de él que casi me está costando cerrarlo; pero, bueno, no abusemos, que esto no parece serio y se pierde el hilo de la frase: hale, ahí va el cierre) te toca lidiar con amigos de amigos. Casi me juego algo a que te has tenido que volver a leer la última frase, pero saltándote el paréntesis. Bueno, no voy a entrar ahora en teorías sobre proximidad. Diré, simplemente, que (en términos de relaciones) un amigo de un amigo está a solo dos grados de distancia, pero te puede resultar más extraño que un perro verde. Está claro: a tus amigos los eliges tú, pero no eliges a los amigos de tus amigos. Esos son partículas extrañas ahí adheridas, que pueden ser muy majos (¡oh, agradable sorpresa!) o más petardos que hechos a propósito para las Fallas valencianas.
Así las cosas, me tocó tragarme los despropósitos mentales vertidos en forma de palabras de una de esas partículas-extrañas-clase-petardo. Si hay tres especímenes-tipo que detesto de la clase petardo, son el relamido, el papanatas y el mentecato. Las combinaciones entre estos tres tipos no son menos terribles que los 'tipos puros'. ¡Son incluso más terribles!
El relamido es el típico espécimen políticamente correcto que tratará de deslumbrarte con sus respuestas estándar de lata de conserva (si te crees que tienes dotes de adivinación cuando hablas con gente de este tipo, no te equivoques: es que son demasiado previsibles, eso es todo). El drama de este tipo es que se cree superguay, superasertivo y superempático, pero solo es un plomazo que no te va a aportar nada interesante y que es impermeable a todo lo que le puedas decir.
El papanatas (como su nombre indica) es un fulano que, en un alarde de candidez, se traga toda verdad oficial o inventada que sea de su agrado y cree que ahora se trata de convertir al resto del mundo en discípulos de la causa. Esta actitud hace de ellos unos activistas de la propaganda. También unos plomazos.
Por último, el mentecato se caracteriza por su tendencia irresistible a dar la nota. Todo el mundo tiene que enterarse de que hay un mentecato en la sala. Si alguien aún no se ha dado cuenta, tranquilos todos, que una falta así no puede quedar sin resolver. Se encargará de ello, ya lo creo. Sus ideas peregrinas, la categoría de sus absurdos, su cabezonería a prueba de lo que le echen y su capacidad para hacerse notar serán pronto del conocimiento de la concurrencia.
Como pago a mi sociabilidad, me tocó tener que aguantar a uno de estos petardos mixtos a quien, además, nadie le había explicado (bueno, para el caso que debe de hacer a explicaciones...) eso de que cuando hables con extraños no toques de entrada los temas tabú: política, religión y fútbol. En fin, el mushasho, en un triple mortal que dejó boquiabierto a más de uno, los resobeteó voluptuosamente sin pasar por alto ninguno de ellos. Son los momentos como este, los que me sirven para entrenar y perfeccionar la desconexión auditiva. Si Homer Simpson tiene capacidad para hacerlo, ¿por qué no habría de tenerla yo?
Y ahí mismo, escuchando el tururiru tururí ♫ tururí tuntún, me dio por indagar en el motivo de que a la gente le guste tanto hablar de política, fútbol o religión. Solo se me ocurre pensar que es porque se trata de esos temas en que todo el mundo se cree que sabe mucho sin tener ni pajolera idea. Y porque hablar siempre del tiempo que hace acaba siendo aburrido.
También me resulta sorprendente lo muy encadenados que están estos temas. Cada vez más, me fijo en que quien habla de fútbol lo hace pontificando sobre verdades absolutas de pacotilla y con tal devoción y credulidad que pareciera que hablara de religión. Los que hablan de religión se muestran tan preocupados por el control de la gente, de sus costumbres, de sus formas de comportarse y de las leyes, que podría decirse que hablan de política. Y, por último, los que hablan de política ponen la misma pasión y hacen un seguimiento tan incondicional e irracional de sus ídolos, tan dados ellos al panem el circenses, que más bien aparentan estar hablando de fútbol.
Lo que hay que aguantar.
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No es un homenaje a los piscis. Como es evidente, solo es una conversación de besugos... xD |