(16ª parada)
“Le respondió Dios a Samuel: No te fijes en su apariencia, ni en su elevada estatura, porque yo no lo tengo en cuenta. Dios no mira lo mismo que miran los hombres: los hombres miran lo que está delante de sus ojos, pero Dios mira el corazón”.
(Libro 1º del profeta Samuel, cap. 16: 7)
Voy a comenzar como lo dejé, con Umberto Eco. Hay un momento en su novela “El nombre de la rosa” que disfruto con especial deleite: sucede en ‘Tercer Día. Vísperas’. Fray Guillermo de Baskerville y Adso de Melk (tal como si fueran los Sherlock y Watson medievales) están tratando de descifrar los secretos del laberinto que es la biblioteca de la abadía donde transcurre la trama del libro. Guillermo (gran erudito, él) piensa en lo bueno que sería contar con una máquina para orientarse dentro del laberinto (“capaz de reconocer el norte de noche y en un lugar cerrado, desde donde no se pudiera ver el sol ni las estrellas”), que funcionara tanto dentro como fuera de la biblioteca. Esta máquina aprovecharía la fuerza de una “piedra prodigiosa que atrae al hierro”. Varios científicos de la época ya han estudiado el fenómeno: Roger Bacon, Pierre de Maricourt e, incluso, el sabio árabe Baylek al Qabayaki, quien ha descrito la manera más sencilla de utilizar la máquina. Sí, ya sé que nunca habéis oído hablar de nada tan parecido a una brújula... pero estamos en la primera mitad del siglo XIV y las cosas no son tan sencillas... En medio de la conversación que ocupa a los dos personajes, se enciende una bombilla en la cabeza de Guillermo, y aquí es donde yo ya me relamo de gusto. Voy a transcribir partes del diálogo (comienza hablando Guillermo):
- (...) Espera, se me ocurre otra idea. La máquina señalaría también hacia el norte si estuviésemos fuera del laberinto, ¿verdad?
- Sí, pero entonces no la necesitaríamos, porque tendríamos el sol y las estrellas.
- Lo sé, lo sé. Pero si la máquina funciona tanto fuera como dentro, ¿por qué no sucedería otro tanto con nuestra cabeza?
- ¿Nuestra cabeza? Claro que también funciona fuera. ¡Desde fuera sabemos perfectamente cuál es la orientación del Edificio! ¡Pero cuando estamos dentro es cuando ya no entendemos nada!
- Eso mismo. Pero, olvida ahora la máquina. Pensando en la máquina he acabado pensando en las leyes naturales y en las leyes de nuestro pensamiento. Lo que importa es lo siguiente: debemos encontrar desde fuera un modo de describir el Edificio tal como es por dentro...
(...)
- Espléndido descubrimiento, pero entonces, ¿por qué es tan difícil orientarse en ella?
- Porque lo que no corresponde a ley matemática alguna es la disposición de los pasos. (...) El máximo de confusión logrado a través del máximo de orden: el cálculo me parece sublime. Los constructores de la biblioteca eran grandes maestros.
(...)
- ¿Cómo habéis sido capaz de resolver -dije admirado- el misterio de la biblioteca observándola desde fuera, si no habíais podido resolverlo cuando estuvisteis dentro?
- Así es como conoce Dios el mundo, porque lo ha concebido en su mente, o sea, en cierto sentido, desde fuera, antes de crearlo, mientras que nosotros no logramos conocer su regla, porque vivimos dentro de él y lo hemos encontrado ya hecho.
- ¡Así pueden conocerse las cosas mirándolas desde fuera!
- Las cosas del arte, porque en nuestra mente volvemos a recorrer los pasos que dio el artífice. No las cosas de la naturaleza, porque no son obra de nuestra mente.
Hasta aquí con “El nombre de la rosa”. Ahora paso a una denuncia: un claro anti-ejemplo de lo expuesto anteriormente es el museo Guggenheim de Bilbao del arquitecto (?) Frank Gehry. Y ya sé que este tipo de declaraciones sirve para ganarse ‘enemigos’ (aunque por este motivo, no me importa lo más mínimo: ¡vale la pena!). También sé que no es comprensible que raindrop (alias don-nadie, en este mundillo) critique a todo un premio Pritzker (no sé qué tiene este premio que acaba por reblandecer el seso de los premiados) de reconocida fama internacional. Me da igual... el capricho me lo he dado fuera de aquí y me lo doy también aquí. Pero debo justificar mi denuncia: ¿Una irregular boñiga de titanio para albergar salas paralelepipédicas? ¿Quién lo entiende? Uno de los valores por excelencia de la arquitectura (¡de la arquitectura de verdad!) es su coherencia formal. Y uno de los matices de esa coherencia es la estudiada correspondencia entre el interior y el exterior. En este museo no existe ese valor. Desde este punto de vista, no se puede justificar arquitectónicamente. Para el caso, se podría haber concebido una escultura y no pasaría nada. La mayor parte de la gente conoce al Guggenheim de Bilbao como una escultura. Luego, entras al edificio y es como si entraras en otro edificio diferente.
Comprendo que hay una justificación como icono mediático, como imagen de una ciudad (todo Bilbao concentrado en este edificio), que es lo que lo ha llevado a la fama ...aparte de la brutal campaña propagandístico-interesada que se hizo en su momento para encumbrar a esta birria arquitectónica a la altura de ‘maravilla del mundo mundial’. Pero ésta es una cuestión que está al margen de lo real y meramente arquitectónico y tiene más que ver con lo mercantil.
En realidad, la práctica de la arquitectura nunca estuvo desvinculada de la práctica del poder. Y, en muchas ocasiones (sobre todo las más recientes), ha sido toda una pena. El momento más dulce de la reciente arquitectura, el Movimiento Moderno de los grandes maestros de la primera mitad del siglo XX, padeció por este motivo. El auge de los totalitarismos de todo signo que cubrieron la Europa de aquellos años provocó un extraño fenómeno: En la Alemania nazi, grandísimos arquitectos como Mies van der Rohe, Walter Gropius, Erich Mendelshon y tantos otros tuvieron que exiliarse a Estados Unidos (difíciles comienzos ¡hablando alemán en Chicago!), mientras en el viejo continente triunfaban tipos como Albert Speer (condenado a 20 años de prisión en el proceso de Nüremberg), de sobrada capacidad de trabajo y bastante talento, pero consagrado a satisfacer el ‘gusto’ de su patrón por un rancio clasicismo, adicto a saludar al estilo de los emperadores y llenar frontispicios con sus águilas. En Italia, más de lo mismo, aunque con matices: vuelta a la Roma clásica y saludo con brazo extendido, algo así como un anacrónico ¡ave, duce!, mientras el (ingenuo pero audaz) manifiesto futurista de Marinetti y los suyos irá quedando muerto de risa en la práctica, pese a la admiración inicial y adhesiones a la causa. Y es así como algunos pocos arquitectos que emprendieron la interpretación (que no copia) de lo clásico, igual que sus exiliados colegas alemanes, no desaparecen completamente de escena (por ejemplo, el genial Terragni deja obras igualmente geniales como la Casa del Fascio en Como), sino que sobreviven porque su producción se adapta con maestría a una imposición de estilos más ‘apropiados’ para el régimen. Curioso es el caso de la Unión Soviética, donde toda una generación de buenos arquitectos, muchos de ellos integrantes de la corriente del constructivismo ruso (Tatlin, Ginzburg, los hermanos Vesnin, Melnikov e incluso El Lissitzky desde Alemania), ven difícil continuar con sus trabajos por el deseo de Stalin de imponer un clasicismo que, siendo ajeno a la tradición rusa, se reconoce como ‘arma de poder’ para apabullamiento del pueblo con estilos de otra época pero considerados universales, en cuanto a demostración de intenciones se refiere.
En Francia, después de terminada la guerra contra los regímenes fascistas, el sueño de la razón de Le Corbusier (encarnado, por ejemplo, en sus “cinco puntos de una nueva arquitectura” o en su comprensión de la vivienda como “machine à habiter”) va produciendo monstruos (¡benditos monstruos!) como la capilla de Nôtre-Dame-du-Haut en Ronchamp, pasando de su racionalismo-purista a un expresionismo de denuncia por la sinrazón de la guerra. Pero sigue siendo el mismo: son las otras caras del mismo genio. Éste sí es un ejemplo a seguir. Al norte, los escandinavos (aun habiendo sufrido el conflicto bélico, pero como si nada hubiera pasado) retomarán su naturalista interpretación del clasicismo. Destaca el finlandés Alvar Aalto, que justo antes de la guerra había dejado, entre otras obras: su villa Mairea, un partenón finlandés que en nada se parece al templo griego de la acrópolis; la biblioteca de Viipuri, Finlandia (hoy Viborg, Rusia, ...cosas de la guerra) y que, después de 1945, seguirá enriqueciendo el panorama arquitectónico sin dejar de ser fiel a su estilo. Otro gran maestro que se convierte en ejemplo.
Los órdenes clásicos surgieron de necesidades constructivas y se combinaron con elementos decorativos para suavizar y completar el impacto de esas soluciones meramente funcionales. Pero de ahí, han llegado a convertirse erróneamente en fines en sí mismos. Es curioso ver cómo en tantas ocasiones se utilizan elementos tomados de esta tradición sin criterio que lo justifique (es como si fueran buenos sólo por ser lo que son, tal como lo pensaron aquellos dictadores): columnatas, capiteles, frontones... mientras que la interpretación que los arquitectos del Movimiento Moderno quisieron dar a esta corriente no fue entendida como clásica. ¡Pero si son tan clásicos como los clásicos! Su forma responde a los mismos contenidos y es consecuencia de ellos, pero en otro momento histórico, con otros materiales, otras necesidades, otros sistemas. Eso sí, estaban impregnados de ‘insoportable democracia’, algo intolerable para aquellas mentes pequeñas. Lo otro (la mera copia) es una absurda descontextualización. Como el fin de los totalitarismos aún no ha llegado (sólo se disfrazan bajo el nombre de ‘capitalismo’) no es posible asistir al portazo definitivo a lo peor de lo clásico: sus copias o sus reacciones. En este sentido, contamos con el adaptado (¿o adoptado?) Gehry, quien se ha especializado en ser voz de su amo, en inflar presupuestos con sus exagerados honorarios y en sacar rentabilidad a su producción a través de la propaganda de sus promotores. Dicen que es bueno, pero yo no me lo creo. Es el tipo de farsante con quien el capitalismo-que-utiliza-la-arquitectura está encantado, porque le permite realizar jugosas inversiones: mucha pasta a cambio de crear imágenes artificiosas que seduzcan por bombardeo y permitan recuperar varias veces el capital de partida. Pero de arquitectura, nada o casi nada. Desde mi punto de vista, así están funcionando muchas cosas hoy en día: se ha dado el carpetazo a los contenidos y se vive en exclusiva en el campo de las (más que discutibles) formas...
Tengo una manzana entre mis manos. La forma de la manzana es sensiblemente esférica, pero con matices importantes: se adivina otra geometría en su interior... La ‘cintura’ de la manzana, aunque parece circular, resulta de la combinación con un pentágono.
¿Por qué? Voy a contradecir un poco a Guillermo, ya que el conocimiento de la Naturaleza ha aumentado mucho desde entonces ...y en la Naturaleza se puede confiar más que en muchos arquitectos. No hay que olvidar que el manzano es un árbol de la familia de las rosáceas y que éstas tienen la costumbre de producir flores de cinco pétalos. La manzana sí es un ejemplo de coherencia formal entre su interior y su exterior. Si se observa el interior de la manzana, allí donde está su corazón también está su rosa.
Mi opinión está influida por dos puntos a tener en cuenta; no sé nada de arquitectura y soy de Bilbao (y no necesariamente por ese orden)
ResponderEliminarLa verdad que no sé que decirte, solo que seguro que tienes razón cuando hablas de la coherencia en la arquitectura.
Todas las obras que han hecho en Bilbao en los últimos 15 años me han parecido una bilbainada (Guggenheim, Palacio Euskalduna, metro...) pero he debido de comerme mis palabras porque han dado visibilidad a la ciudad en el mundo y eso creo que es bueno, aunque a mi me siga gustando el Bilbao de antes, ese oscurillo, como sucio y con regusto melancólico, a perdedor , y no tan pijo como el de ahora.
En este sentido te debo dar la razón cuando dices que el Gugenheim (o Westinhouse como le llama mi madre) ha sido la mejor campaña publicitaria que pudo echarse Bilbao. Y está bien. ¿Sobrevalorado? posiblemente, pero... ¡funcionó!
Tu post me ha hecho recordar que hace unos 2 años llevé a unos amigos -arquitectos- de turismo al museo y que no pararon hasta sacar un fallo a la construcción(y la encontraron, hay fotos).
Creo que en el mundo triunfa quien mejor márketing tiene, pero no siempre Raidrop, el tiempo pone a cada uno en su sitio
Me ha gustado tu post y el ejemplo de la manzana y su coherencia formal.
Saludos y perdón por la chapa
Entre Umberto Eco y el corazón de la manzana y su rosa... ¿Qué te puedo decir?
ResponderEliminarNada se de arquitectura, solo observo la belleza o no que me transmite. Belleza en la forma, en la integración en el entorno, el equilibrio entre la estética y la funcionalidad. Nada más...
Lo que si que no me gusta nada es la Torre Agbar...
Saludos
Trataba de explicar de alguna manera (y disculpad por el rollazo) que toda decisión arquitectónica debe estar justificada arquitectónicamente. Si las justificaciones de las obras que se van haciendo tienen que ver más con la especulación, con la propaganda, con la venta de "postales" que con lo realmente propio del Arte, entonces sencillamente asistimos al secuestro del Arte en manos de los poderes y la riqueza. Es como si el presidente de un club de fútbol se dedica a entrenar y a decidir los fichajes sin tener conocimiento de su calidad futbolística, sólo tiene en cuenta su valor como iconos mediáticos. Ya hemos visto qué sucede: fracaso deportivo (igual se venden muchas camisetas, pero de fútbol nada).
ResponderEliminarMe da pena que el desconocimiento que el público en general tiene de la Arquitectura se está convirtiendo en la oportunidad para que prosperen este tipo de iniciativas que, aunque aporten fama y dinero a las ciudades, no ayudan al progreso del Arte. Y me apena más que haya arquitectos que colaboren con esta sinrazón (en este caso es el entrenador que juega a ser mal presidente... y un ejemplo lo tenemos en Santiago de Compostela con la polémica de la Cidade da Cultura de Peter Eisenman, que no ha salido tan bien como el Guggenheim de Bilbao aunque se pretendía algo parecido).
Me agobia comprobar que hoy en día el marketing lo es todo y no deja espacio para lo auténtico.
A pesar de lo dicho, sé que hay razones poderosas en sentido contrario. Yo sólo expongo las mías.
besos
(Hale! y ya me he largado otro rollazo más!)
ResponderEliminar;)
¿Y lo bien que te quedaste? :)
ResponderEliminaroye, eso es verdad... ¡qué a gusto que se queda uno!
ResponderEliminarbesos
No puedo opinar mucho hoy porque no he estado en el Guggenheim (me gusta mucho el nombre que le ha dado tu madre, Avellandeda)así que no puedo decir que me ha parecido (creo que en el 2050 tendré algo de tiempo libre y entonces puede que viaje algo... jajajaja... esta bien, soy algo exagerada). Sin embargo sí que es cierto que últimamente el marketing y el dinero que mueve el "objeto en sí" parece más importante que "el objeto en sí" (digo objeto por hablar en general...) y bueno, sí que es triste... Pasa en arte, deporte, cine, música, etc... Y la calidad de lo bien hecho o el arte, el buen cine, la buena música ¿donde se queda? pues, trágicamente, en un segundo plano... Me alegra, al ver tu entrada de hoy y los comentarios de la gente, que no todo el mundo piensa así...
ResponderEliminarBesicos!
A mí sí que me dejas apabullada con tus reflexiones...y tienes much razón. Estamos ya acostumbrados a esas obras faraónicas que hoy en día construyen los políticos como emblemas, propagandas y chulerías al despilafarro y el ladronío que las rodea.
ResponderEliminarNo he tenido al suerte (o desgracia) de ir al museo este q ver si por dentro es tan feo como por fuera, o como dices no acompaña; pero aquí tenemos las fastuosas obras de dudosos gusto del Calatrava, horrendas son un rato, por dento acompañan y son igualmente feas. NO entiendo y me avergüenzo de lo que verán en el futuro de estas generaciones, si queda algo de ellas, porque con lo mal que construyen...
El otro día fui a Castellón y es un ejemplo de arquitectura mágica, lo que por fuera parece una mole de hormigón, por dentro es un abierto y lunimoso espacio, es de lo que se trata, que sea bonito, si puede ser, pero sobre todo funcional y armónico.
Pos mira Rain, estuve en Bilbo hace unos años y me dí un buen paseo con mis hijos un domingo de un verano de agosto... Me encantó atravesar la ciudad en tranvía, cuando aún dormía.
ResponderEliminarMe gustó la estética exterior del Gugg (abrevio porque es largo de escribir). Creo recordar el río como fondo en la foto que guardo en mi cabeza (hecha desde un taxi)...
Frío y metálico, desafiando la estética del lugar. Me pareció inquietantemente bello. Y cuando caminé por su barrio antiguo, descubrí olor a tierras del norte de Europa. Supongo que Bilbo es diferente también.
Aunque no quiero volver a levantar mis manos pidiendo PAX, NO.
Me quedo apabullada y me siento chiquitita ante tu capacidad de argumentación pero aún así me voy a atrver a intentar aportar algo, simplemente dos ejemplos más de cómo el poder y los intereses económicos pueden destrozar la estética de las ciudades...
ResponderEliminar1. Los barrios residenciales a lo colmena (¿cómo pueden permitir que se hagan cosas tan feas y cada una de su padre y de su madre?)
2. Los soportes publicitarios, en especial los nuevos que han puesto en Madrid. Son un insulto al ciudadano. Unos montruos que interrumpen la vista de manera atacante.
(Si no los has visto te puedo pasar fotos e incluso darte mi opinión como publicista que soy sobre la campaña de autopromoción que hicieron. Quizá incluso podemos hacer un post en conjunto! Desde el punto de vista arquitectónico y publicitario. Incluso podemos iniciar campaña para que los quiten! Uf, me parece increíble que los permitan, jajaja).
Un besazo mi niño!
Para burrada, ver la foto de esta página:
ResponderEliminarhttp://www.chinapage.com/photo/whistler/taipei101.html
nerea: es el problema de que todo se mezcle y queden las cosas sin definir... en esa situación, ya sabes: "a río revuelto..."
ResponderEliminarbesicos, mañica
maría manuela: ¡y has sacado al Calatrava! otro veneno para la arquitectura, que va llenando el paisaje de esqueletos de ballenas varadas... eso sí, sus imágenes hasta en la sopa (y aunque también es ingeniero, la mayoría de sus puentes son una farsa estructural, ¡parece mentira!).
Supongo que te refieres al museo de Castellón de Mansilla y Tuñón: ese edificio sí que merece la pena, me parece buenísimo.
muchos besos
susana: en cuestiones de gusto no voy a entrar, porque son subjetivas. Sólo puedo juzgar lo objetivable. Pero fíjate que me describes el museo como si fuera una escultura, y podría serlo y no pasaría nada.
besos (y tienes que contarme qué tal va Sûhen) ;)
soloyo: envíame fotos, que lo mismo me apunto ;)
un besazo (cambio por abrazos jaja)
ana: pues ya ves... otro monumento al poder del dinero (y seguro que en medio de las montañas está plagado de míseras chabolas). Jó, me pones estas cosas y se me cae la moral por los suelos...
besazos
la arquitectura es igual que la historia, pero hecha espacio habitable. Describe, representa, sintetiza, manifiesta, traduce y expone el alma y sentir de los hombres en cuya época ha surgido.
ResponderEliminarAsi la sobrevaloracion de lo formalista, de la "estética" sobre la coherencia forma-funcion, sobre la sagrada contextualizacion, sobre el dialogo fluido entre habito y forma que se le desprende, es también una forma de descripcion de lo que son nuestros tiempos.
Algo que si creo intransable es que se confunda arquitectura con escultura. Una escultura NO SE HABITA.
La arq interactua generando situaciones espaciales (en el espacio interno del hombre tb), dialogando con su contexto exterior y cobijando al acto de habitar, en todas sus manifestaciones.
A mi lo que mas me choca es que se haya hecho en titanio... titanio!!!! por qué no en oro y diamante ah? asi brillaba un poquito mas :S
Qué decirte mi niño, ...
ResponderEliminarQue no he parpadeado:)
Besos, y más Besos,Tormenta
mademoiselle P: pues es cierto, como dices, que la arquitectura de estos años es un reflejo del despiste de valores que se desprende de nuestra sociedad. Esperemos que vuelva la cordura.
ResponderEliminarEn cuanto a confundir arquitectura con escultura, ahí está el problema: lo mismo Gehry es un buen escultor y él no lo sabe... pero, por favor, que no se haga llamar arquitecto.
Y lo del titanio, no es tan mala solución, después de todo (y más que nada para justificar el chapucero planteamiento estructural del edificio), pero a este fulano le han salvado las membranas auto-regenerantes de la cubierta, porque si no, dentro no se podría estar por las goteras.
besos
tormenta: parpadea jajaja, que se te van a secar las córneas ;)
¡qué alegría me da tu visita!
besos
Hola Raindrop.
ResponderEliminarHe pasado por tu blog ya que me llaman la atención tus comentarios en blogs a los que suelo asistir. La verdad es que me he quedado sorprendida con toda la argumentación que haces con un tema tan importante en el mundo del arte en general.
Yo de arquitectura sé lo justo. Estudié en una escuela de diseño, y me llama mucho la atención que reflejas claramente la posmodernidad. Supongo que estarás al tanto de este concepto, tendencia artística y cultural dominante ya desde hace algunos años. En ella se hace mella la falta de coherencia, de orden, de totalidad, etc, que estamos viviendo en esta época.
Con todo ésto quiero hacerte llegar mi apoyo en tus palabras. Estamos de acuerdo que tanto en arquitectura, como en pintura, como en moda, como en cualquier rama artística, estamos faltos de ideas que marquen un rumbo. Lo que tú bien dices, no existe relación entre esencia y obra, simplemente una buena campaña publicitaria.
Se crea lo comercial, lo que "vende", ya no se tiene en cuenta la investigación de nuevas fórmulas que nos lleven a un nuevo movimiento artístico.
Ahora mismo navegamos en la "nada".
Me gusta tu blog, seguiré visitándolo.
Encantada.
xiketä: lo primero, ¡bienvenida! ;)
ResponderEliminarGracias por tus palabras porque me hacen sentir muy comprendido.
El posmodernismo o postmodern es más bien un postmortem, pero lo peor es que, de momento, parece no haber vida después de esta muerte... una pena.
A pesar de todo, seguiremos peleando para que el aliento que les queda a unos cuantos verdaderos artistas no se extinga en medio de tanta propaganda.
besos y gracias por tu visita
Ya te comenté una vez en mi blog, que Miguel Ángel buscaba la forma dentro de la piedra. Muy pocos artistas hoy buscan "la forma" dentro de las cosas.
ResponderEliminarUn abrazo
PD: Que sepas que te leo, aunque no siempre pueda comentarte algo, ya sabes que estoy "des-ordenada"
carmen: lo que parecen 'cuestiones de forma' son, en realidad, 'cuestiones de contenido'. Y Miguel Ángel sabía bien qué contenido había en las rocas que llegaban a sus manos.
ResponderEliminarEn un plano más abstracto, hay que saber liberarse de ciertas formas (sobre todo las que están tan de moda) si se quiere ser fiel a los planteamientos más propios y más auténticos de la arquitectura, y del arte en general.
besos
De arquitectura se todo lo necesario para quedarme callado, pero me interesa tu reflexión sobre la importancia de conocer el interior de las cosas para que éstas influyan decisivamente en la imagen externa que se proyecta.
ResponderEliminarLos desvaríos que se cometen en nombre del modernismo, corresponden a las ganas del artista de saciar su ego y diferenciarse de lo que hacen los demás, por encima del respeto al entorno o los contextos.
Y se me viene a la cabeza la construcción de un pequeño centro de salud que están construyendo en una pequeña aldea serrana (Las Veredas - Provincia de Huelva) situada en pleno bosque mediterráneo con aristas y acristalamientos por todos lados...
He colocado un link a tu blog desde el mío...
Saludos,
batanero: gracias por tu visita y por el link (es todo un honor).
ResponderEliminarYa me gustaría poder sacar más tiempo para visitar otros blogs a menudo. De momento, ya me he propuesto 'dejarme caer' por el tuyo con más asiduidad. ;)
Lo que me cuentas del centro de salud sucede con más frecuencia de lo que debería, aunque existen leyes y ordenanzas que van impidiendo ciertas actuaciones en suelo rural (y menos aún en espacios protegidos). Eso sí, a veces esas ordenanzas no están demasiado bien pensadas: impiden buenas propuestas y dejan pasar otras peores, atendiendo a criterios discutibles desde mi punto de vista ...pero es lo que hay.
Y una última matización: entiendo lo que quieres decir con "modernismo", aunque en realidad el modernismo fue una corriente artística que ha dejado excelentes obras en todas las disciplinas (¡qué decir, por ejemplo, de Gaudí!).
saludos
Hola de nuevo Raindrop.
ResponderEliminarTe visito para agradecer este post al que acudí por casualidad y en el que encontré un tema diferente e interesante para mi.
Este tema me ha inspirado para crear mi propio post justamente sobre la posmodernidad.
Vengo a invitarte (si el tiempo te lo permite) a que lo leas.
Un saludo
Hola Raindrop. Vayamos por partes.
ResponderEliminarHe tenido que leer tu post 3 veces para intentar digerir tanta y tan buena información.
Si tu eres un don-nadie con ese examen a la arquitectura moderna, yo soy monaguillo del Vaticano.
El Gugenheim es una escultura con habitaciones. Para ser más vasco le deberían llamar el "mecagüen" para que fuera fácil alabarlo o demonizarlo. Me pegaría mucho más en Brasilia, pero sobre gustos..Este es un tema sobre la vanidad de los políticos. Estética por la estética y la usabilidad del edificio es asunto secundario. A la gente le mola el titanio, las lucecitas y las cosas redondas, pero se olvidan de que lo principal de un edificio es lo que está dentro. Como es un museo, lo de dentro siempre merecerá la pena aunque lo de fuera le siente como una patada en el culo.
xiketä: gracias por la invitación y cuenta con la visita ;)
ResponderEliminarbesos
instigador: lo importante de un edificio es lo que está dentro y también lo que está fuera, no hay que olvidarlo. Pero lo importante es que lo que está dentro y lo que está fuera 'hablen el mismo idioma': si una persona piensa una cosa y me dice otra diferente, creo que es una hipócrita y no me agrada, pues lo mismo me pasa con los "edificios hipócritas".
El Guggenheim de Bilbao no lo veo en Brasilia ni de coña, porque alguien que se entendía tan bien con le Corbusier, como Oscar Niemeyer, y que ha dejado su sello en toda Brasilia, no sería capaz de semejante mamarrachada. Así que espero que nadie se anime ;)
saludos
por cierto, jaja no sabía que eras monaguillo del Vaticano (porque por lo que a mí me toca...)
Tendré más argumentos cuando hables de temas que domino, como la fornicación de los coleópteros, que veo la 2 por las tardes.
ResponderEliminarSaludos.
Rain, yo tampoco puedo aportar más por aquí que ya bastante me tiré al pisto pero tengo que decirte... PRECIOSA FOTO OJAZOS!
ResponderEliminarPues venía a decirte lo que ya dijo (soloyo) bonito título con tus ojos marrones..besos.!
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