viernes, 26 de agosto de 2011

porque hoy es hoy

(área de descanso nº 144)


Las últimas semanas del verano coruñés van transcurriendo lánguidamente, se diría que con más pena que gloria. Del verano queda el nombre, al igual que sucede con aquellas mujeres de edad incierta a las que se les sigue llamando chicas mientras los niños, en su honestidad que no sabe de diplomacias, las llaman señoras. En otras partes del país la gente se está tostando bajo el sol y, en cambio, por aquí el verano-de-nombre ha ido robando las esencias otoñales sin permiso del equinoccio. Aunque intuyo que habrá un nuevo golpe de timón y terminará por resarcirse en los ya no tan lejanos días de septiembre o de octubre, en que volverá a darnos otro cambiazo cuando todos empecemos propiamente a tratarlo de señor otoño. En el fondo, es un favor que nos hace dándonos una buena excusa para rellenar los incómodos silencios de ascensor. ¿Qué sería de esos eternos momentos sin la anodina y poco estimulante charla acerca del tiempo, de lo trastornado que está y de qué barbaridad, esto no hay cuerpo que lo resista, no me extraña que se pillen catarros seguidos? Sin el dichoso comentario del tiempo, tan largas se harían esas encerronas (en estrecha cabina y compañía no solicitada) que podríamos esperar, al abrirse las puertas del ascensor después del inacabable trayecto, una visión de la mismísima superficie lunar. Ya no quiero ser tan alto como la luna... Un efecto relativista con el otro tiempo, el de los relojes. Gracias, Einstein.

Pero como no solo del tiempo vive el hombre (ni la mujer), las nubes de plomo que tenemos por sombrero también sirven para empujar a la escritura a los melancólicos. Como yo. No hubiera escrito ni una sola línea de ser este el primer día penumbroso de la temporada. Ni siquiera una semana entera habría bastado como detonante. Pero sí lo es un acúmulo de días lo suficientemente extenso como para que la memoria empiece a no distinguirlos.
De dos opciones que tengo para lanzarme a la escritura, suelo escoger la de la memoria y descartar la del impulso. Por simple imitación. No soy capaz de imaginar al poeta relatando las emociones que experimenta en el mismo instante en que lo zarandea la pasión. Imagino, más bien, que en lugar de dar expresión escrita a sus penas durante un baño de lágrimas, elige otro momento en que el líquido de ellas ya está evaporado y no queda más que un reguero salino cuarteado en las mejillas. En la memoria, reviviendo la tormenta pero ya a salvo de sus relámpagos, se tiene la percepción más nítida y se rescata lo más universal, lo perdurable. A fin de cuentas, lo que sucedió es lo que recordamos, no lo que sucedió realmente. Nuestro equipaje se nutre de la memoria.
Si pusiera en práctica la otra forma de escribir, la del impulso, es muy posible que (sin desmerecer a nadie) mi estilo se acercara más al de la adolescente que escribe su diario de tapas rosas y flores y que es custodiado por una cerradura cuya llave oculta en un cajón recóndito. Inexplicable sería tanto temor a que alguien pueda robar los pensamientos más íntimos si luego se publican para que los lea el primero que pase por aquí. Otra forma de verlo es considerar que este espacio es un diván y el extraño que pasa actúa como psicoanalista mudo, soportando mi desahogo. No me convence esta opción, porque el extraño termina convirtiéndose en conocido y la vulnerabilidad se torna insoportable.
Sí, prefiero escribir desde la memoria: contemplar el árbol de los pensamientos y comprobar cuáles de sus hojas permanecen todavía aferradas a las ramas después del paso de las ventiscas que se llevan la hojarasca superflua.

Prefiero aquello, aunque en días como el de hoy me lance a la loca carrera del impulso adolescente escritor de diarios. Sin apenas teñirlo de lo que me susurra la memoria.
Porque hoy es hoy. Y me siento gris, como el día.


miércoles, 17 de agosto de 2011

canción con ventana

(área de descanso nº 143)

(cuatro viñetas de la versión en castellano de "Astérix y los Godos")
La primera vez que escuché eso de "canciones con ventana" fue (creo recordar) en el programa de radio La gramola, de la emisora M80. De esto hace ya bastante tiempo. Me gustó la expresión. Viene a sugerir que hay canciones que son como una ventana a nuestros recuerdos. Escuchamos las notas y eso nos transporta por arte de magia a la contemplación de un paisaje recurrente que está ya indisolublemente asociado a la melodía. Generalmente, son buenos recuerdos, experiencias que nos han marcado o momentos que llevamos en nuestro equipaje vital de forma permanente, aunque no sepamos el motivo.
Por casualidad, hace unos días volví a escuchar una canción que ya tenía olvidada, y descubrí que era de las que tienen ventanita incorporada para asomarse a otro lugar en otro tiempo. Es una canción del grupo Olé Olé (del momento en que Vicky Larraz dejó el grupo y la cosa fue derivando con los años a una especie de Marta Sánchez y sus mariachis), titulada Lili Marleen y que está basada en un antiguo poema de un soldado alemán. Al oírla, recordé los días en que la familia nos vinimos a vivir a Coruña, las varias mudanzas, las cajas llenas de cosas, la novedad de un destino lejos de mis amigos de toda la vida y de mis años adolescentes, la lluvia y el cielo gris, los nuevos olores de una humedad que todo lo impregnaba... en definitiva, etapa de cambios drásticos. Nada que ver con la letra de la canción, sino con lo vivido en los días en que esa canción estaba en el aire.

La canción en sí también tiene su propia historia, mucho antes de convertirse en la versión pop ochentera que acabo de mencionar. El soldado Hans Leip había escrito un texto para recordar a su novia, allá por los años de la Primera Guerra Mundial, como despedida después de ser enviado al frente ruso. Pero fue en 1937 cuando el compositor Norbert Schultze puso la música al poema de Leip, titulado Das Lied eines jungen Soldaten auf der Wacht ("La canción de un joven soldado de guardia"). Sin embargo, esta canción (que recibió otro título distinto al actual: Das Mädchen unter der Laterne, "La chica bajo la farola") no tuvo ningún éxito remarcable en los días inmediatos a su lanzamiento. Pasados los años y entrada la Segunda Guerra Mundial, las cosas cambiaron.
En la primavera de 1941, apenas conquistada Belgrado por los nazis, el Alto Mando alemán ordenó reparar las estructuras de la que había sido la radio yugoeslava y reforzar las instalaciones. Rápidamente, la estación de Radio Belgrado se hizo una de las más potentes de Europa y fue destinada exclusivamente a transmitir programas en lengua alemana, para los soldados del Tercer Reich en todas partes, desde el norte de África hasta Noruega, desde la Unión Soviética hasta los Pirineos. En Radio Belgrado, una tarde, alguien escogió distraídamente un disco (había sido llevado hasta allí por un oficial del Afrika Korps destinado a Belgrado, después de que la balada fuera adoptada, por el éxito que tuvo entre los soldados de Rommel, como canción de la compañía) pero que hasta entonces no había llamado la atención de nadie en la emisora. Era una de tantas canciones inspiradas en la guerra, pero no estaba seleccionada en el grupo de las escogidas por el programa destinado a elevar la moral de la tropa, transmitido todas las noches a la hora de mayor audiencia. Esta canción tenía, en efecto, poco de heroico y mucho (demasiado) de nostálgico. Su título ya era Lili Marleen y contaba la historia de una muchacha esperando bajo un farol ante un cuartel, y de la ilusión de un soldado de poder estar un rato con ella. La cantaba Lale Andersen, una cantante de voz débil, un poco ronca, más de cabaret que de canción de amor. El éxito de Lili Marleen fue inmediato. Avalanchas de cartas inundaron Radio Belgrado y todas las otras estaciones alemanas solicitando que transmitieran otra vez esta canción que había impresionado la fantasía de tantos jóvenes solos y lejos de casa. Pronto el fenómeno llamó la atención del Ministerio de Propaganda, y el mismo Goebbels quiso escuchar la canción. Su sentencia fue negativa: la canción solo podía influir desfavorablemente sobre la moral de los hombres y por eso debía ser eliminada del repertorio destinado a las tropas. No obstante, las protestas fueron tantas que no fue posible prescindir del disco. Radio Belgrado llegó al punto de transmitir Lili Marleen todas las noches a la misma hora (a las 21 horas 57 minutos, como cierre de su programación) y Lale Andersen, con voz que parecía venir del más allá, fue la cantante más famosa de Alemania: la chica con la que todas las noches un soldado alemán tenía una cita.
Pero Goebbels llegó a descubrir que la Andersen tenía rastros de sangre judía en sus venas y utilizó ese descubrimiento para hacer que, a través del prejuicio, sus admiradores le volvieran la espalda. Ella lo pagó demostrando cada vez más abiertamente sentimientos antinazis.
El éxito de Lili Marleen no fue solo un fenómeno entre los soldados alemanes. La potencia de la emisora de Radio Belgrado permitía que también los soldados aliados escucharan la canción y terminaran por adoptar la melodía al otro lado del frente. ¡Qué sorpresa para los soldados alemanes cuando escuchaban tararear la canción de Lale Andersen a los prisioneros aliados!

Ahora que veo la versión de Olé Olé, me parece que todo ha envejecido demasiado rápido. O que algunos hemos nacido en el Pleistoceno...

miércoles, 10 de agosto de 2011

cubo sobre cubo

(área de descanso nº 142)


El japonés Kunio Kato es el autor de una interesante y hermosa metáfora visual galardonada con el Oscar 2009 al mejor corto de animación. Segundo Oscar para la animación nipona, tras "El viaje de Chihiro" de Hayao Miyazaki, en 2002. Esta deliciosa obra de Kato, que competía con la favorita "Presto" de Pixar, resultó finalmente vencedora. Ya el año 2008 había supuesto para ella una generosa cosecha de premios en distintos festivales especializados, desde el Annecy International Animated Film Festival (el corto de Gobelins titulado Garuda y que mencioné hace unas semanas sirvió de promoción para esta edición en concreto) hasta el Hiroshima International Animation Festival, entre otros. Premios merecidos, sin duda.
"La maison en petits cubes" (título del corto en cuestión) es una emotiva historia sobre la memoria y la vida que no solo difiere de las obras del sensei Miyazaki en su extensión, sino también en el estilo, mucho más parecido a la animación de Europa oriental que al anime japonés. Este cortometraje, casi artesanal, a grafito, es como una poesía que resume sentimientos y valores fundamentales en imágenes de trazos que se desdibujan y nos cuentan historias universales y profundas acerca de cómo se vive y cómo se muere, porque el ser humano es algo muy curioso, en palabras del propio Kato.
En la metáfora que plantea el corto, un anciano vive rodeado por las aguas en un panorama de catástrofe provocada (posiblemente) por el calentamiento global. Pero como en toda metáfora, los elementos tienen múltiples lecturas y las que vamos descubriendo a medida que avanza el relato son más intensas que las iniciales. En la historia, el futuro es hoy, el desastre es hoy, pero igualmente la vida también es hoy.
Sin destripar más antes de ver el corto, solo decir que el título la casa de los cubos sugiere que la vida es un juego compuesto de distintas piezas, cada una de ellas rellenas de acontecimientos, de momentos con fecha de caducidad y que se van sucediendo en etapas. Cuando llega el momento del cambio (provocado por la simbólica subida del nivel de las aguas) se ocupa un nuevo cubo, dejando vacío el anterior y llevándose consigo al nuevo los avatares que nos sirvan para ese juego que continuará a lo largo de la vida.

Quizás la reflexión en el poema visual de Kato me ha parecido la forma más apropiada de celebrar mi tránsito a un nuevo año (como la simbólica inauguración de un nuevo cubo) en este día de aniversario.

viernes, 5 de agosto de 2011

zugzwang

(área de descanso nº 141)

No voy a mover ni un músculo.
¿Crees que podrás saborear la victoria? ¿Lo crees?
Piénsalo bien.

En cuanto la partida termine, las piezas volverán a la caja y todo seguirá tal y como está.
Yo derrotado, tú vencedora.
Nada cambiará.

Quizás la mayor victoria sea la mía, cuando al fin deshaga este nudo gordiano que tanto me asfixia y que me niega cualquier posibilidad de movimiento.
El final será mi triunfo.
Pero si la victoria es mía, entonces tú serás la derrotada. Por tanto, te toca mover.

Pero no. No muevas ni un músculo.
No sería capaz de saborear mi victoria...

Sigamos abrazados indefinidamente, quietos hasta que las piezas se desvanezcan en un cristalizado laberinto de escaques.
Cierra los ojos y pactemos unas tablas.

aquí se explica el significado de zugzwang

martes, 2 de agosto de 2011

de lo pétreo

(área de descanso nº 140)
·····················································- ¿Por qué siempre haces lo mismo?
·····················································- ¿El qué?
·····················································- Huir sin decir nada.
·····················································- ¿Y tú, por qué me sigues si estoy huyendo?
·············································································("Piedras", 2002, de Ramón Salazar)

A fuerza de hacernos los duros, acabamos por convertirnos en rocas.
No sé en qué momento tú y yo decidimos o supusimos que lo que debía esperar a su lado, el uno del otro, era la presencia tranquilizadora de una estatua de piedra, a manera de golem protector. Tampoco sé cuándo llegamos a convertirnos en esas inquebrantables figuras capaces de cargar sobre sus hombros todo sufrimiento que amenazara con destruirnos. La misión era resistir y salir victoriosos de cada embate.
¿Victoriosos?
Alguna vez vi cómo te hacía doblar la rodilla el efecto de un golpe durísimo. Alguna vez viste agrietarse mi coraza pétrea bajo la presión del momento. Pero seguimos fingiendo fortaleza, manteniendo el tipo, permaneciendo huecos bajo el cascarón. Simulando, como si nada malo pudiera ocurrir. No quisimos saber que eso iba a provocar el desmoronamiento definitivo, y seguimos adelante aunque solo fuera para no perder la confianza en nuestros refugios imaginarios...
¿Confianza?
La confianza se desvaneció entre las diaclasas. El roce constante con la piel de piedra, tan árida, tan rígida, no estaba escrito en aquel guión torpemente asumido de antemano. Y la sensación no prevista de frialdad, de muerte de las emociones, de vida no vivida, terminó por separarnos definitivamente. Aquellos no éramos realmente nosotros mismos. No nacimos para tener una esencia mineral. Y, a la espera de que nuestra débil carne sea aceptada, seguimos vagando y alejándonos más y más, igual que las rocas lo hacen en la profundidad de un espacio tan inmenso y tenebroso como puedas imaginar.

"Pétreo", Marina Brusadin, 2009. Óleo, tríptico 30 x 90

domingo, 24 de julio de 2011

escaparatismo

(área de descanso nº 139)
"Un barco está a salvo en el puerto. Pero no se han construido los barcos para eso".
(William Shedd)

Aquí estamos. Sentados cara a cara, tú a un lado de la mesa y yo en el lado opuesto. Parapetados cada uno detrás de su copa.
Por momentos, creo que me confundes con un reclutador de recursos humanos. Y me conviertes en mero espectador mientras repasas tu currículum, alardeas de tus logros y narras tus éxitos sin dejarte ni uno. Estaría a punto de hacerte la ola si no fuera porque llevo un buen rato en que mis oídos se han desconectado de tu verborrea fatigosa y ya solo me refugio en la contemplación de tu lenguaje no verbal, que me habla mucho más de ti que tu lista de greatest hits.
Me hablas a través de la forma en que, alternadamente, me miras y esquivas mi mirada, perdiéndote en un punto de fuga muy lejano, por encima de mi hombro izquierdo. También me hablan tus manos, agitadas con armonía, dibujando mundos, acariciando el aire por momentos. Por cierto, qué bellas manos y cómo se nota que las cuidas con esmero. Eso también me habla de ti. De tu boca, pródiga en palabras que ya no escucho, aprendo asimismo por la manera en que se frunce o se estira al pronunciar. Ahora arrugas la comisura, ahora enseñas los dientes... Se mueve tu nariz con gracia cuando hablas y me está empezando a hipnotizar ese leve vaivén que, si en principio era imperceptible, ahora me parece el único movimiento en todo el local. Me aparto de este juego antes de que adviertas que te estoy leyendo en otro libro distinto al que tú me relatas. Y ahora paseo por ese hombro que acabas de elevar o la espalda que se arquea y me lleva hasta tu cuello, que se estira a juego.

Y sigues hablando. Entiendo que te mueves segura bajo la protección de tus relatos de hazañas personales, pero no acabas de entender que en absoluto estoy interesado en ello. Sobre todo, cuando encuentro cosas más fascinantes en las que espaciarnos... como, por ejemplo, esa realidad que esquivas aunque todo tu cuerpo la grita al unísono.
Extraño juego de seducción: me muestras tus naipes, pero en medio de una partida de ajedrez. Y creo que ya no puedo soportarlo más. En un brevísimo instante en que tomas aire para proseguir, te interrumpo.

- Por favor, termina con eso de una vez.

Es exactamente lo que estaba en mi cabeza. Sin embargo, escucho lo que acaba de salir de mi boca y no es lo mismo.

- ¿Qué te parece si pedimos otra ronda?



viernes, 15 de julio de 2011

se acaba el cuarto, comienza el quinto

(área de descanso nº 138)
···············- ¡Oh, sorpresa, ha vuelto!
···············- No, no he vuelto todavía. Pero dejé los deberes hechos antes de irme (¡ventajas de las publicaciones automáticas!)
···············- Y entonces, ¿a qué se debe esta irrupción automática?
···············- Solo fíjate en la fecha y ahí encontrarás el motivo.

Garudā es un ave mítica, un enorme pájaro semidivino en el hinduismo. En el Mahābhārata se cuenta cómo los dioses se amedrentaron con el fulgor que desprendía todo su plumaje y lo reconocieron como uno de los suyos, llamándolo Fuego y Sol. También lo hicieron su mensajero (a la manera de un Hermes griego o un Mercurio romano), a la vez que es el vehículo alado de Vishnú.
Pero aún queda algo interesante. Más al oriente, Garudā aparece en versiones particulares del mito del ave Fénix, un pájaro que, consumido por el fuego, vuelve luego a resurgir de sus propias cenizas. Hermosa figura, hermosa metáfora. Y muy fecunda en significados y aplicaciones diversas... ¿Cómo no sentirse identificado en alguna ocasión con un ser que vuelve a rehacerse a sí mismo, que renace con más esplendor una vez superada la prueba de fuego?


Gobelins, l'école de l'image, es un centro de formación dedicado a las artes visuales y radicado en París, cerca del Barrio Latino. Su Departamento de Cine de Animación le ha granjeado merecida fama a nivel internacional. Para el Festival Internacional de Cine de Animación de Annecy de 2008 (precisamente, la misma edición que también citaré otro día a propósito de un vídeo que quisiera compartir), la escuela de imagen Gobelins elaboró el corto (¡y tan corto! solo dura 1'16'' ...y sin los créditos se queda en apenas unos 45'') que puede disfrutarse a continuación. Una joyita audiovisual en que, metafóricamente, se cuenta cómo un muchachito emprende la persecución de sus sueños. Me ha parecido una forma ideal de celebrar aniversario bloguero. Sí, hoy, 15 de julio, ya son 4 años viajando... Encontrando tantas razones para seguir como un ave Fénix que renace de sus cenizas. Y siguiendo con ilusión a toda aquella gente brillante de quien se puede aprender, por ejemplo, que existe una forma de contar las antiguas leyendas con tal elegancia, sencillez y belleza que resultan cautivadoras.

...por cierto, gracias Aurora, porque este corto lo vi por primera vez en tu blog ;D